Drogadicción y Adolescentes: Relación con la figura paterna

Relación con la figura paterna: Para Kalina, la figura paterna es un factor clave para la aparición o no de
una drogadicción.
Aunque su papel en los primeros momentos de la vida no es tan capital como el de la
madre, al dar estabilidad al hogar y al vínculo entre la madre y el hijo, va generando las condiciones
más adecuadas para que el buen desarrollo del niño se efectúe adecuadamente. En la historia de la
evolución de un futuro drogadicto
, la figura paterna no es capaz de sostener las dificultades de su
esposa y por otro lado no reacciona frente a la simbiosis madre – hijo, para evitar así hacerse cargo de
las necesidades y exigencias de su esposa y/o del hijo. Lo que constituía una díada de explotación se
ha transformado en una tríada de explotación, al utilizarse al hijo para que la pareja subsista. A través
de ese pacto perverso se instala el modelo de "hacer la vista gorda " (denominación de Kalina ), algo
así como una negación parcial pactada, que luego el adicto introyectará y la convertirá en el modus
vivendi, así como la tendencia de ser un explotador – explotado. En otras palabras, incorporará una
ideología de vida donde una parte de su YO hará la vista gorda a las actuaciones de la otra
, en especial
en todo lo que respecta a las actuaciones adictivas. Invasión de los límites del otro. En el tipo de
relaciones descriptas anteriormente, nadie es un otro como un otro, sino que está al servicio del otro.
Hay una permanente invasión de los límites y se establecen relaciones del tipo narcisista
caracterizadas por la manipulación. Hay además un permanente uso de la negación, por lo que no se
perciben o se niegan los que existen en la familia, pues "se piensan unos a otros" y no conocen el valor
de preguntarle al otro q ue le pasa. Importancia del cuerpo y negación del mismo en el adicto.
Negación de la finitud: En la disociación que hace Kalina del cuerpo y de la mente , el cuerpo marca la
condición bilógica del hombre. El adicto niega esta circunstancia, hace "la vista gorda". Siente odio
hacia su cuerpo, ya que éste por su finitud le impide vivir la ilusión de la grandiosidad que busca. Ahora
bien, el adicto vive una paradoja trágica, como todo ser humano necesita y busca un límite para poder
integrarse al resto de la humanidad, pero cuando lo encuentra se desespera porque este mismo límite
le marca su finitud. En consecuencia busca sobrepasarlo, atacándolo y buscando una grandiosidad que
no puede ser satisfecha, y al encontrar un nuevo límite ante la intolerancia del cuerpo al tóxico,
reaparece nuevamente la condición de finitud.. Observemos que en este juego se reproduce un modelo
interpersonal familiar, donde siempre se espera de él (o se desea) algo que no puede cumplir. Su
búsqueda incesante de genialidad responde a su necesidad de corresponder a ese deseo. Así, esto se
repite una y otra vez, hasta llegar a la sobredosis, que representa la posibilidad de marcar un límite que
detenga el ciclo, el límite máximo que es la muerte.
Esta negación del cuerpo y su finitud se complementa con el sentimiento que tiene el adicto de tener
un YO demasiado frágil,
que ha sido invadido y explotado desde pequeño sin respeto a sus límites.
Cuando encara su vida no tiene fuerzas para enfrentar los límites de la realidad externa, y entonces
recurre a las drogas que operan como una fuerza extra que le ofrecen la ilusión de poder vivir una
existencia con una menor vulnerabilidad que la que realmente tiene. Constelación y personalidad
preadictiva. Kalina dice que no hay trastorno de personalidad o condición psicopatológica específica en
la base de las adicciones. Pero también plantea la existencia de algunas características que él llama
"constelación preadictiva". En el perfil del adicto hay que buscar los modelos familiares que
complementan los factores predisponentes al desarrollo de esta enfermedad. A través de mensajes
verbales y no verbales la familia se encarga de mostrar al niño una serie de conductas adictivas que
tienen que ver con el uso abusivo de medicamentos, en especial psicofármacos, tabaco, café, trabajo,
comida, etc. Con estas conductas está dando un mensaje de cómo enfrentar las viscisitudes de la vida,
lo que unido a otras condiciones externas va a generar la adicción futura. Mucha gente, adolescentes y
adultos usan o experimentan alguna vez con drogas
; sin embargo no se convierten en adictos, los que
se transforman en drogadictos son los que tienen una "constelación preadictiva". El uso indiscriminado
de medicamentos, el uso del tabaco en forma compulsiva frente a cualquier ansiedad, el uso de alcohol
o de comidas frente a la ansiedad, o el comprar o trabajar o hacer cosas compulsivas para calmar la
angustia va construyendo en el hijo, un modelo donde el pensar, esperar y controlar los impulsos no
existe; en cambio la acción y especialmente la acción tóxica sustituyen el pensar. Así se genera una
personalidad preadictiva que al juntarse con la droga pasa a la categoría de adicta. En otras palabras,
en estos grupos familiares o equivalentes no se aprende el control de impulsos porque no existe nadie
que lo enseñe. No hay modelos coherentes de reflexión, de espera. El adicto está siempre pidiendo, es
decir buscando la gratificación inmediata porque no aprendió a mediatizar el impulso con el
pensamiento.
Es un ser crónicamente "hambriento". Por estas características es que Freud planteó la
importancia de fijaciones orales en la dinámica de la adicción, y en esta fijación se fundamentó la
clásica descripción de la existencia, en la personalidad del adicto, de un YO débil,
incapaz de tolerar
las frustraciones. Estos grupos familiares o equivalentes, pueden ofrecer, modelos simbióticos o
cismáticos. En ambos predomina la rigidez de los roles, separados en el cismático y mantenidos
juntos por encolamiento en los simbióticos como fundamento para la subsistencia del vínculo parental.
Estos conceptos nos explican la falta de repertorio de recursos psicológicos que en un futuro
presentarán los adictos para enfrentar las dificultades de la vida. Dentro de la constelación y
personalidad preadictiva debemos reiterar aquellos factores de índole sociocultural que inducen el
desarrollo de las adicciones.
La cultura alcohólica y tabáquica de nuestro país es un ejemplo de esto.