El cuerpo y la neurosis obsesiva

El cuerpo y la neurosis obsesiva

Por Osvaldo Delgado

Impulsos, actos, ideas
Tomar el síntoma obsesivo como eje para hablar del
acontecimiento de cuerpo parece ir un poco en contra de lo
que nos llama habitualmente a hacer, que es con respecto
al cuerpo, tratar el síntoma histérico. Demanda de uno que
sufre de su cuerpo o de su pensamiento. Es esa cercanía
que la histeria tiene con su no sé: no sé qué me pasa en el
cuerpo, y en general no sé que pasa. Es la parte seria de lo
que llamamos la belle indiférence, el síntoma histérico, que
es un hablar con su cuerpo, que se reconoce al hablar con
su cuerpo, se podría decir también que el sujeto supuesto
saber pasa en el cuerpo. De tal manera que siempre anima
la curiosidad de ir a ver detrás, la o lo anima eso, y por
excelencia detrás de los sujetos que pretenden saber o que
pretenden poder.
Ya sabemos que hay el hecho clínico de la mostración de
su falta, la propia en el semblante de pobreza, de tontería,
de víctima, que en definitiva alcanza a la demostración de la
falta del Otro, solo que para ello se toman mucho trabajo y, en
algunas ocasiones, muchos sacrificios. Se sacrifican al Otro,
al hombre que aman, a la madre que detestan, al padre que
idealizan. Lo que importa es que exista un deseo para que
en algún momento se sepa qué buen objeto, a veces qué
complicado, puede ser ella para él.
Es un tema convocante pero en la ocasión nos hemos
propuesto ir a buscar el tema de hablar con el cuerpo
en la obsesión. El cuerpo está muy presente en un
análisis lacaniano y no sólo en los casos de histeria. En la
comparación que venimos haciendo podemos decir que
a diferencia del síntoma histérico que suele manifestarse
de los modos más expresivos, el síntoma obsesivo tiene
la característica de ser mucho más discreto. Se concentra
por lo general en el dominio psíquico y fundamentalmente
permanece como asunto privado del sujeto. No se trata del
deseo, sino de su objeto, del objeto del deseo. Suele decirse,
y con razón, que en la obsesión no se produce el salto a lo
corporal, típico del síntoma conversivo, y nosotros trataremos
de ver esa otra dimensión más callada, más escondida, más
discreta del síntoma obsesivo y cómo sí se produce el salto al
cuerpo. ¿Cuáles son sus formas más típicas en la obsesión?
Impulsos extraños al razonamiento habitual del sujeto, actos
cuya ejecución no le proporcionan ningún placer pero de
los que no puede sustraerse, de no hacerlos sobreviene la
angustia. También tiene ideas fijas ajenas a su interés normal.
Impulsos, actos e ideas fijas tienen en común los fenómenos
de coacción, de forzamiento (Zwang).
Veamos en principio cómo las ideas obsesivas insensatas,
absurdas, implican una actividad intelectual intensa que
agota al sujeto, el que se siente obligado a cavilar alrededor
de esas ideas como si fueran las cosas más importantes del
mundo. El agotamiento subjetivo alcanza también al cuerpo,
por supuesto. Lo mismo en la fuerza y el tiempo que debe
contar, retirando el interés de otras cosas, para sostener las
prohibiciones, renuncias y limitaciones de su libertad que
se impone para luchar contra los crímenes a los que está
incitado o las tentaciones que lo atormentan. Es la lucha
contra los impulsos.
Finalmente, los actos obsesivos son inocentes e insignificantes
y consisten en repeticiones y floreos ceremoniosos sobre las
actividades más corrientes de la vida cotidiana, quizás los
más necesarios como acostarse, levantarse, dormir, lavarse,
caminar, los que terminan transformándose en problemas
complicadísimos.
Es para nosotros del máximo interés captar cómo el
significante que irrumpe en el cuerpo, que lo penetra, es el
que lo mueve o lo paraliza.
Si bien decimos que lo esencial de la neurosis obsesiva pasa
por sus pensamientos, veremos que eso es ciertamente
limitado, ya que es acá que se nos permite captar, en su
esencia, cómo el lenguaje -o para decirlo mejor la lenguaincide
en el cuerpo, ya no diremos del sujeto sino del ser
hablante oparlêtre. Y de allí es donde obtenemos también
la cuestión de hablar con el cuerpo el tema del próximo
ENAPOL.

Un goce escondido
El modelo obsesivo del síntoma es lo que Lacan privilegia en su
última enseñanza, o sea que el síntoma es fundamentalmente
real en la medida que resiste al decir. Y también por su
duración. De allí lo que se relaciona con lo que Freud inventó
como reacción terapéutica negativa. El síntoma se repite y
se repite.
Cuando señala que el sujeto siempre es feliz, Lacan trata de
pensar en una clínica sin conflicto, sustraer esa dimensión
a pesar del sufrimiento, que por supuesto existe y que no
obviamos. No lo obviamos pero privilegiamos lo real de la
satisfacción. Cuando decimos una modalidad de goce,
planteamos un retorno, un hecho de repetición. Lo mismo
que al plantear la fijación de la libido, se trata siempre de un
goce escondido o escamoteado y repetido. Siempre nos
encontramos con el problema de que el síntoma es una
satisfacción fuera de sentido, paradójica. ¿Cómo se cura
alguien de una satisfacción?

La satisfacción y el cuerpo
El obsesivo es siervo del pensamiento.
Lo esencial que ubicamos con respecto al obsesivo es lo
que Freud descubre cuando capta que su síntoma alcanza el
triunfo cuando une la prohibición con la satisfacción, de modo
tal que lo que fue originariamente un mandamiento defensivo
o una prohibición adquieren la dimensión de satisfacción. La
satisfacción sustitutiva es tan buena como la original, si pudiera
llamarse así. Lo que es evidente es que para la satisfacción
libidinal no importa cuál objeto, se obtiene igualmente. Freud
hace cierta distinción entre la fenomenología del síntoma y su
verdad, ya que la primera impone la presencia del sufrimiento,
mientras que en la otra se verifica la satisfacción libidinal que
el síntoma da al sujeto. Habrá que captar la relación de la
satisfacción libidinal y el cuerpo.
Conocemos la cuestión de la ambivalencia típica de los
obsesivos, lo que se nota en los actos en dos tiempos cuya
primera parte es anulada por la segunda, es la representación
de dos impulsos antitéticos de igualdad magnitud, la antítesis
del amor y el odio. Es la presencia del odio la que Freud
descubrió en la base de cada síntoma obsesivo, como
respuesta siempre a mano para enfrentarse a los signos del
deseo del Otro que no es un desierto de goce.
La unión entre la ambivalencia y el erotismo anal tiene su
origen en la experiencia particular que el sujeto hace en su
relación con el objeto anal. Es allí donde por primera vez
puede hacer el tanteo de reconocerse en algo, en un objeto
alrededor del cual gira aquello que marca su constitución,
la demanda del Otro, encarnada por la madre. Es en la
experiencia con ese objeto (el a no es el puro objeto sino el
demandado), y es en la experiencia realizada con ese objeto
en donde ha recibido una aprobación y la admiración de quien
encarna al Otro, quien simultáneamente le enseña a alejarse
de eso, del producto de su satisfacción. Lacan señala que
allí se puede ubicar el origen de la ambivalencia obsesiva, en
tanto ese objeto a es la causa de esa ambivalencia del sí y
del no. También se puede ver cómo el síntoma es de mí y sin
embargo no es de mí.
En el síntoma obsesivo es en donde la causa es percibida
como angustiosa o sea que en él se trata del retorno de lo
reprimido del deseo del Otro, de esa falta que no puede
tolerarse. El obsesivo lo vela con el recurso a la demanda,
que se manifiesta en su permanente necesidad de pedir
autorización para sus tentativas de pasaje con el deseo. Es
preciso que el Otro le demande eso. Su fantasma le permite
acentuar lo imposible del desvanecimiento del sujeto de
ahí su estado siempre controlante, negando el deseo del
Otro. La persona experimenta que pierde el dominio de sus
ideas y que está molesta por la insistencia de pensamientos
bizarros, raros, extraños, e incluso de mal gusto, advierte su
insistencia. Con el síntoma obsesivo el sujeto se asegura de
sostener el desierto de goce en el Otro, que el goce pase a
nivel del significante. O sea a más presentificación de goce, y
lo sabemos, el goce se siente en el cuerpo, más proliferación
de significantes.
El síntoma obsesivo demuestra de esta manera la eficacia del
inconsciente que puebla al sujeto con saberes tan fatigosos
como inútiles.

Fragmento de la conferencia expuesta durante las jornadas El
Psicoanálisis hoy (12, 13 y 14 de junio, Facultad de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires).
Osvaldo Delgado es Doctor en Psicología de la Universidad de
Buenos Aires; Profesor Regular Titular de la Cátedra I de “Psicoanálisis:
Freud”, Profesor a cargo de la materia “Construcción de los Conceptos
Psicoanalíticos” y Director del Programa de Actualización: “El lugar
del analista y los efectos del discurso contemporáneo”, Facultad
de Psicología UBA; miembro de la EOL y la AMP.

Fuente: INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA – UBA