El grupo, Pichón Riviere (esquema de ámbitos)

El grupo.

El movimiento de Pichon Rivière hacia la comprensión creciente del mundo vincular que describíamos en el capítulo anterior encontró, sin duda, en la práctica grupal a su actor principal; por cierto, con un doble papel: como fenómeno a estudiar y a la vez como herramienta de indagación.
El esquema de los ámbitos desarrollado por Pichon. Según este esquema podemos considerar el desenvolvimiento del sujeto en cuatro ámbitos:

El ámbito 1, denominado ámbito psicosocial o personal, aborda el estudio del sujeto y sus características personales. Es preciso señalar que, en cualquier circunstancia, todo sujeto será considerado desde la óptica de Pichon en relación a una situación y teniendo en cuenta su relación con los demás, vale decir, el “hombre en situación”.  
De acuerdo con esto, entonces, el ámbito 2, denominado ámbito sociodinámico o grupal, toma en cuenta las relaciones de los sujetos dentro del grupo y los fenómenos de interacción que se dan dentro del mismo, como por ejemplo, la noción de rol (en términos de funciones o papeles que desempeñan los sujetos en el grupo). El ámbito grupal constituye un contexto jerarquizado para el estudio de la Psicología Social.
El  ámbito institucional, ámbito 3, abarca las relaciones que los individuos o los grupos establecen dentro de las instituciones y el  ámbito comunitario, ámbito 4, considera los niveles previos, o sea, sujeto, grupo e institución, insertos en una comunidad.
Según este esquema, entonces, los diferentes niveles en los que el desempeño del sujeto puede ser enfocado se determinan e influyen recíprocamente; así la comunidad es un reflejo de los ámbitos que abarca y éstos a su vez pasan a ser un reflejo de la comunidad. En esta dialéctica el ámbito grupal  se presenta como una categoría de pasaje, y por lo tanto jerarquizada, en la medida que precisamente a través del grupo, y muy particularmente del grupo familiar, el sujeto se abre a la sociedad.
En este sentido, todas las actividades humanas se han desarrollado siempre en mayor o menor medida a través de los grupos. Sin embargo, la noción de grupo es considerada como objeto de estudio sólo tardíamente en la historia. Recién a mediados del siglo XVII aparece en Italia por primera vez el término “grupo” referido al campo de las artes. Este vocablo designaba al conjunto de elementos pintados o esculpidos que componen un tema. Posteriormente el término se extiende a diferentes conjuntos de elementos y a mediados del siglo XVIII adquiere una connotación social y comienza a dársele la acepción que le otorgamos hoy en día.

En primer lugar, el temor generado en los seres humanos por la amenaza que puede significar el grupo para el narcisismo de la persona. Freud planteaba que el narcisismo es el peor obstáculo que ha enfrentado el hombre para el desarrollo del conocimiento. Cuando el grupo nos cuestiona como individuos, cuando provoca nuestro descentramiento (porque nos muestra que no somos el centro que pensábamos ser), entonces aparece la herida narcisística que el grupo puede inferir.
Asimismo, otro factor para explicar esta demora en conceptualizar la experiencia de los grupos, a un nivel social más amplio, es el miedo generado por los grupos en las instituciones ligadas al poder – monarquías, estados, iglesias, etc.  O sea, todo pequeño grupo es potencialmente un conspirador – aún más si se aísla – y puede llegar a poner en tela de juicio el orden instituido.
El grupo también acarrea otra dificultad en la medida que genera temor a perder la identidad, a ser “grupificado“ , homogeneizado en una masa amorfa que no tiene límites y en la cual no puede discernirse quién es quién o diferenciar a uno del otro. A lo que habría que sumar además las ansiedades primitivas despertadas en el marco de situaciones regresivas como las que  muchas veces se producen en el ámbito grupal.
Sin embargo, en el grupo nunca se pierde la identidad, pero sí el individualismo, que es la tendencia a la autosuficiencia y el autoabastecimiento. Pero al mismo tiempo se gana en función del desarrollo de la cooperación. y es por esto que el grupo comienza con la historia o , podríamos decir, tal vez, que la historia comienza con el grupo, puesto que las primeras formas de organización social han sido grupales, en un contexto en el cual no hubiera sido posible de otro modo la subsistencia.
De manera tal que existe una relación de interdependencia entre el concepto de grupo y de sujeto. Se trata de entidades que se diferencian pero al mismo tiempo se remiten una a otra en una relación de figura-fondo. En este sentido hablamos de una dialéctica, es decir, una relación de unidad y oposición, un interjuego en el que se produce la determinación recíproca de sujeto y grupo. En cambio, desde una concepción del mundo en la que lo individual es un valor supremo, esta relación dialéctica es dilematizada, disociada y vista como una antinomia: grupo o sujeto.
De cualquier modo, en la actualidad, los grupos se reeditan como en el comienzo de la historia; acaso con cualidades diferentes, resultado de la evolución del hombre y de los saltos cualitativos en la constitución de su psiquismo, no obstante lo cual la organización grupal es un fenómeno omnipresente.
Por su parte Pichon Rivière caracteriza al grupo como…
“…un conjunto restringido de personas que, ligado por constantes de tiempo y espacio y articulados por su mutua representación interna, se proponen en forma explícita o implícita una tarea que constituye su finalidad, y estas personas interactúan a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles”.
Al hablar de ligazón y articulación Pichon enfatiza en la definición la relación de interdependencia que existe entre los elementos del grupo y entre éstos y la totalidad. El tiempo y el espacio compartido son las variables que operan como condición de posibilidad del encuentro y la interacción, y por lo tanto “ligan” al grupo. La articulación está dada por la mutua representación interna, que es el proceso compartido por el cual se tienen “in mente” unos a otros. La mutua representación interna es sinónimo de internalización recíproca, entendiendo por ésta el mecanismo psíquico por el cual se da el pasaje de un sistema de relaciones del mundo externo al mundo interno, vale decir, ese sistema de relaciones se inscribe en el mundo interno. Ronald Laing, en referencia a este mecanismo, sostiene que la internalización es el pasaje de una modalidad de experiencias a otra distinta, por ejemplo, poder jugar el rol del otro. Decimos, entonces, que el grupo se va constituyendo en la mutua representación interna cuando hay un pasaje fantaseado de la situación externa al mundo interno de cada uno de los integrantes. La mutua representación interna es uno de los elementos organizadores de la estructura grupal. El otro elemento organizador es el conjunto de necesidades y objetivos que puestos en común se concretan en una tarea. Es en función de las necesidades que se organizan los grupos. Esto es lo que lleva a Pichon Rivière a afirmar que no hay vínculos ni grupo sin tarea. Si hay necesidades, hay movimiento, acciones destinadas a satisfacerlas. Por lo tanto hay tarea. Esto implica que por definición, según Pichon, el grupo es una estructura operativa, esto es, tiene siempre como sentido una finalidad, aunque ese hacer sea una tarea no convencional.