EL SIGNIFICADO DE LAS SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD (segunda parte)

EL SIGNIFICADO DE LAS SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD EN EL DESARROLLO DEL YO
He descrito la estabilización que se produce en el período de latencia, fundada sobre una adaptación a la realidad efectuada por el yo de acuerdo con el superyó. El logro de dicho fin depende de la acción combinada de todas las fuerzas ocupadas en sujetar y coartar los instintos del ello. Es aquí que el niño comienza a luchar por romper con el hábito de la masturbación, lucha ésta, que, dice Freud, «reclama gran parte de sus energías» durante el período de latencia, y que está dirigida también contra sus fantasías de masturbación. Y estas fantasías, como hemos visto repetidas veces, no sólo entran en todos los juegos del niño, sino también en sus actividades de aprendizaje y en todas las futuras sublimaciones .
La razón por la cual en el período de latencia el niño se encuentra con una gran necesidad de aprobación de sus objetos es porque necesita disminuir la oposición de su superyó (que en este período tiende a adaptarse a los objetos) a sus fantasías desexualizadas de masturbación. Así, en este período tiene que cumplir los siguientes requerimientos: por una parte, renunciar a la masturbación y reprimir sus fantasías de masturbación, y por otra parte, efectuar con éxito y a satisfacción de los mayores estas mismas fantasías de masturbación en su forma desexualizada de intereses y actividades diarias; porque sólo con la ayuda de sublimaciones satisfactorias podrá procurar la refutación comprensiva de sus situaciones de ansiedad que necesita su yo. Del éxito con que escape de este dilema dependerá la estabilización en el período de latencia. No logra dominio de la ansiedad hasta que obtiene la aprobación de los que ejercen la autoridad; sin embargo, a menos que haya obtenido esa aprobación no puede proceder a realizar la prueba.
    Esta breve reseña de este ampliamente ramificado y profundo proceso de desarrollo es necesariamente esquemática. En realidad, los límites entre el niño normal y el neurótico no están claramente delineados durante el período de latencia. El niño neurótico puede ser un buen escolar, y no es siempre el niño normal el que tiene más deseo de aprender, desde que a menudo tiene que refutar sus situaciones de ansiedad en otros sentidos, por ejemplo realizando proezas físicas. En el período de latencia a menudo en la niña normal domina la ansiedad de un modo masculino y el niño puede aun ser descripto como normal aunque elija modos de conducta más pasivos y femeninos con el mismo propósito.
    Freud nos ha hecho notar los ceremoniales típicos del período de latencia y que son el resultado de las luchas del niño contra la masturbación . Dice que este período «está además marcado por el surgimiento de barreras éticas y estéticas dentro del yo» y que «las formaciones reactivas de los neuróticos obsesivos son sólo exageraciones de las formaciones normales de carácter» . En niños en el período de latencia no es fácil delimitar la línea de demarcación entre reacciones obsesivas y el desarrollo caracterológico que en el niño normal espera su medio ambiente educativo, excepto en los casos extremos.
    Se recordará que señalé que el punto de partida de la neurosis obsesiva se sitúa en la temprana infancia. Pero he dicho que en este período sólo se desarrollan rasgos obsesivos aislados. Esto no se organiza en general bajo la forma de neurosis obsesiva sino hasta el período de latencia. Esta sistematización de los rasgos obsesivos, que va junto con una consolidación del superyó  y un fortalecimiento del yo, es efectuada por el superyó y el yo sobre la base de la erección de un standard  común, que mantenido por ambas instituciones es la llave de su poder sobre ello; y aunque la supresión de los instintos del niño es emprendida a instancias de sus objetos y realizada en gran parte por medio de mecanismos obsesivos, no logrará éxito si todos los factores opuestos al ello no actúan de acuerdo. En este amplio proceso de organización, el yo manifiesta lo que Freud ha llamado «inclinación a realizar síntesis» .
Así, en el período de latencia los requerimientos del yo, superyó y objetos del niño están unidos y encuentran una satisfacción común en la neurosis obsesiva. Una razón por la cual el fuerte rechazo usualmente manifestado por los adultos ante los afectos del niño tiene tanto éxito es que este rechazo responde en esta edad a los propios requerimientos internos . A menudo encontramos en análisis que a los niños se les hace sufrir y se les crea conflictos en su mente porque los que se encargan de ellos se han identificado (ellos mismos) exageradamente con la mala conducta del niño y sus tendencias agresivas. Porque su yo sólo se sentirá capaz de la tarea de reprimir al ello y oponerle impulsos prohibitivos siempre que los mayores lo ayuden en sus esfuerzos. El niño necesita recibir prohibiciones desde fuera, porque éstas prestan ayuda a las prohibiciones desde dentro. Necesita, en otras palabras, tener representantes de su superyó en el mundo externo. Esta dependencia de los objetos para poder dominar la ansiedad es más fuerte en el período de latencia que en ninguna otra fase de su desarrollo. Más aun me parece que un definido requisito previo para una exitosa transición al período de latencia, es que el dominio de la ansiedad en el niño se apoye sobre las relaciones de objeto y su adaptación a la realidad.
    No obstante, es necesario para la futura estabilidad del niño que este mecanismo de dominar la ansiedad no predomine en exceso. Si los intereses y conquistas del niño y otras gratificaciones están dedicadas demasiado completamente a tratar de ganar el amor y el reconocimiento de sus objetos, esto es, si sus relaciones de objeto son predominantemente medios de dominar la ansiedad y aliviar sus sentimientos de culpa, la salud mental de los años futuros no reposa en suelo firme. Si es menos dependiente de sus objetos y si los intereses y logros por medio de los cuales domina la ansiedad y alivia sus sentimientos de culpa son hechos sin ningún interés ulterior y le proporcionan interés y placer por si mismos, su ansiedad sufrirá una mejor modificación y una más amplia distribución, esto es, quedará disminuida. Cuando la ansiedad ha sido reducida así, aumenta su capacidad para obtener gratificaciones libidinales, y ésta es una precondición para el dominio exitoso de la ansiedad. La ansiedad sólo puede ser dominada cuando el superyó y el ello han llegado a un acuerdo satisfactorio y el yo ha logrado un grado suficiente de fortaleza .
    Puesto que la fortaleza mental que el niño normal logra de sus relaciones de objeto es tan grande en el período de latencia, no siempre podemos descubrir a su debido tiempo esos casos frecuentes en los que dependen demasiado de las mismas. Pero en la pubertad podemos hacerlo fácilmente porque el niño ahora no podrá dominar su ansiedad si su principal medio de lograrlo es su dependencia de los objetos. A esto se debe en parte que ciertas enfermedades psicóticas no se manifiesten hasta la terminación de la infancia, durante o después de la pubertad. Pero si hacemos que nuestro criterio de la salud no sólo dependa de la adaptación a los standards de ese período de desarrollo, sino también de la fuerza del yo basada en una disminución de la severidad del superyó y un mayor grado de libertad instintiva, no correremos el riesgo de valorar en demasía el factor de adaptabilidad en el período de latencia como indicio de buen desarrollo y futuro bienestar mental real del niño .
Freud dice que la pubertad «marca un período decisivo en el desarrollo de la neurosis obsesiva» y que en esa época «los impulsos agresivos de la primera infancia despiertan nuevamente por una parte, y por la otra, una mayor o menor proporción de los impulsos libidinales en el peor de los casos el total de ellos son impelidos a tomar el camino predestinado de la regresión y reaparecer como impulsos agresivos y destructivos. Debido al disfraz de los impulsos eróticos y a poderosas formaciones reactivas del yo, la lucha contra la sexualidad se continúa ahora bajo la forma de problema ético» .
En el muchacho, la aparición de una nueva imago paterna idealizada y de nuevos principios, junto con el aumento de demandas que el niño hace a sí mismo, le ayudan a alejarse de sus objetos originarios. Esto da por resultado que es más capaz de retomar su originaria posición de afecto al padre y aumentarla y que corre menos riesgo de chocar con él. Esto ocurre al mismo tiempo que una división de la imago paterna. Puede entonces admirar y amar la imago paterna exaltada y dirigir los fuertes sentimientos de odio que en este período de su desarrollo tiene, contra la imago paterna mala, a menudo representada por el padre real o por un sustituto, tal como un maestro. En su relación con la imago admirada él puede satisfacerse, ya que posee un padre poderoso y útil y puede también identificarse con él y fortificar así su creencia en su propia capacidad constructiva y en su potencia sexual, mientras que en su relación agresiva con la imago odiada se prueba a sí mismo que él es capaz de rivalizar con el padre y que no debe temer ser castrado por él.
    Es aquí cuando sus actividades y logros entran en acción. Utiliza logros, tanto en el campo físico como mental, que exigen coraje, resistencia, fuerza, iniciativa, para probarse a sí mismo entre otras cosas que la castración que tanto temió no se efectuó en él y que no es impotente. Sus hazañas gratifican también sus tendencias reactivas y alivian su sentimiento de culpa. Ellas le muestran que sus capacidades constructivas sobrepasan sus tendencias destructivas y representan la reparación hecha a los objetos. Estas seguridades aumentan la gratificación que obtiene de las mismas . El alivio de la ansiedad y del sentimiento de culpa, que en el período de latencia vino de la exitosa prosecución de sus actividades en la medida en que eran hechas de un modo egosintónico con la aprobación de su mundo externo, deben en la pubertad provenir más ampliamente del valor que tienen para él dichas realizaciones y hazañas en sí mismas.
Haremos ahora unas breves consideraciones sobre cómo trata la niña estas situaciones de ansiedad durante la pubertad. En esta edad normalmente mantiene los objetivos del período de latencia y el modo de dominar la ansiedad perteneciente a dicho período con más fuerza que el niño. Muy a menudo también adopta la actitud masculina para dominar la ansiedad. Veremos en el próximo capítulo por qué es más fácil para ella establecer la posición femenina que para el varón la masculina. El establecimiento de standards e ideales que se origina en el varón durante la pubertad juega una parte importante también en su desarrollo, pero toma una forma más subjetiva y personal y la niña hace menos acopio de principios abstractos. Su deseo de agradar a sus objetos se extiende también a sus ocupaciones mentales y juega una parte en sus más altas hazañas intelectuales. Su actitud frente al trabajo, siempre que no estén involucrados predominantemente los componentes masculinos, está en armonía con su actitud frente a su propio cuerpo, y sus actividades en relación con estos dos intereses se dirigen en gran parte al manejo de sus situaciones de ansiedad específica. Un cuerpo hermoso o un trabajo perfecto proporcionan a la niña en crecimiento la misma contraprueba que necesitó cuando era pequeña, a saber, que el interior de su cuerpo no ha sido destruido por la madre y que no han sacado sus niños de dentro de él. Como mujer, su relación con el niño, que a menudo toma el lugar de la relación con el trabajo, es una gran ayuda en su manejo de la ansiedad. Tenerlo, cuidarlo y observar su crecimiento y adelantos le proporciona, exactamente como en el caso de las niñas pequeñas y sus muñecas, pruebas renovadas de que su posesión del niño no está en peligro y sirve para aliviar su sentimiento de culpa . Las situaciones de peligro, grandes o pequeñas, con las que debe enfrentarse en el proceso de educar a sus hijos sirven, si las cosas van bien, para proporcionar una eficaz refutación a su ansiedad. Del mismo modo su relación con la casa, que es el equivalente de su propio cuerpo, tiene una importancia especial en el modo femenino de dominar la ansiedad, y tiene además otra y más directa conexión con sus situaciones tempranas de ansiedad. Como vimos, la rivalidad de la niña pequeña con su madre encuentra expresión, entre otras cosas, en fantasías de echarla y tomar su lugar como ama de casa. Una parte importante de esta situación de ansiedad para los niños de ambos sexos, pero más especialmente para la niña, consiste en el miedo a ser echados de la casa y quedar abandonados y sin hogar . Su satisfacción por su propia casa está siempre basada, en parte, en su valor de refutación a este elemento de su situación de ansiedad. Es indispensable para la normal estabilización de la mujer, que sus niños, trabajo, actividades y cuidado y adorno de su persona y hogar le suministren una refutación completa de sus situaciones de peligro . Su relación con el hombre, además, está ampliamente determinada por su necesidad de tranquilizarse a sí misma a través de la admiración que despierta su cuerpo intacto. Su narcisismo por eso juega una gran parte en el dominio de su ansiedad. Es un resultado del modo femenino de dominar la ansiedad que la mujer dependa mucho más del amor y de la aprobación del hombre y de los objetos en general que el hombre de la mujer. Pero el hombre también busca en sus relaciones amorosas una tranquilización de su ansiedad, que contribuye en gran parte a la satisfacción sexual que obtiene de ella.
    El proceso normal de dominio de la ansiedad parece estar condicionado por cierto número de factores, en el cual los métodos específicos empleados actúan en conjunción con elementos cuantitativos, tales como cantidad de sadismo y ansiedad presentes, y grado de capacidad poseído por el yo para tolerar la ansiedad. Si estos factores interactuantes logran un cierto optimum, sucede que el individuo es capaz de modificar con bastante éxito aun grandes cantidades de ansiedad, de desarrollar su yo satisfactoriamente y aun más que lo común, y lograr salud mental. Las condiciones bajo las cuales puede dominar la ansiedad son tan específicas como las condiciones bajo las cuales puede amar, y ambas están, hasta donde he podido ver, íntimamente ligadas . En algunos casos, que se ven típicamente en la pubertad, la condición para dominar la ansiedad es que el individuo se encuentre con situaciones especialmente difíciles, tales como las que hacen surgir un miedo intenso; en otros es que evite tanto como pueda, y en circunstancias extremas de un modo fóbico, todas estas circunstancias. Entre estos dos extremos se sitúa lo que podemos considerar como una impulsión normal a obtener placer del vencímiento de las situaciones de ansiedad que están asociadas con una ansiedad ni excesiva ni demasiado directa (y por lo tanto mejor repartida).
    En este capítulo he tratado de demostrar que todas las actividades, intereses y sublimaciones del individuo también sirven para dominar su ansiedad y aliviar su culpa, y el motivo que las impulsa es no sólo gratificar sus impulsos agresivos sino restituir los daños realizados contra el objeto y reparar su propio cuerpo y sus genitales. También hemos visto  que en estadíos muy tempranos de su desarrollo su sentimiento de omnipotencia se pone al servicio de sus impulsos destructivos. Cuando sus formaciones reactivas comienzan a actuar, este sentido de omnipotencia negativa y destructiva lo obligan a creer en su omnipotencia constructiva, y cuanto más fuerte ha sido su sentimiento de omnipotencia sádica, más fuerte tendrá que ser ahora su sentimiento de omnipotencia positiva para hacerlo capaz de abordar los requerimientos de su superyó con respecto a las reparaciones. Si la reparación requerida necesita un fuerte sentimiento de omnipotencia constructiva como, por ejemplo, que lleve a cabo una reparación completa frente a los padres, hermanos y hermanas, etc., y por desplazamiento, a otros objetos y aun al mundo entero, entonces, el que realice grandes cosas en la vida, y el que el desarrollo de su yo y de su vida sexual sea exitoso, o que caiga víctima de severas inhibiciones, dependerá en parte de la fortaleza de su yo y del grado de su adaptación a la realidad, que regula sus requerimientos imaginarios, y en parte de que las tareas que se le han impuesto no sean demasiado estrictas o también de que la discrepancia entre su omnipotencia constructiva y destructiva no exceda un cierto límite .
Recapitulando lo dicho: he tratado de explicar algo del complicado proceso, que compromete todas las energías del individuo, por medio del cual el yo intenta dominar su situación de ansiedad infantil. El éxito en este proceso es de fundamental importancia para el desarrollo del yo y un factor decisivo en la seguridad de su salud mental. En una persona normal es esta múltiple tranquilización contra su ansiedad seguridad que es constantemente renovada y fluye de muchas fuentes, que deriva de sus actividades e intereses, de sus relaciones sociales y de sus gratificaciones eróticas la que la hace capaz de dejar atrás sus situaciones de ansiedad originaria y distribuir y debilitar toda la potencia del impacto que tienen sobre él .
Finalmente, debemos examinar la similitud entre la explicación dada en estas páginas sobre el método normal de tratar las situaciones de ansiedad con los puntos de vista de Freud al respecto. En Inhibición, síntoma y angustia, dice: «Durante el curso del desarrollo a la madurez, las condiciones de ansiedad deben haber sido abandonadas y las situaciones de peligro deben haber perdido su importancia». Esta afirmación es calificada por sus observaciones siguientes. Dice: «Además, algunas de estas situaciones de ansiedad logran sobrevivir hasta períodos posteriores modificando sus condiciones de ansiedad de modo que se adapten a las circunstancias de la vida futura». Creo que mi teoría de la modificación de la ansiedad nos ayuda a comprender de qué medios se vale la persona normal para deshacerse de sus situaciones de ansiedad, y modificar las condiciones bajo las cuales siente ansiedad. Mis observaciones analíticas me han llevado a pensar que aunque el individuo normal logre una gran modificación de sus situaciones de ansiedad no llega nunca a abandonarlas totalmente. En realidad, es verdad que esas situaciones de ansiedad no tienen efectos directos sobre él, pero tales efectos volverán a aparecer en ciertas circunstancias. Si a una persona normal se la coloca en una situación de gran esfuerzo interno o externo, o si se enferma o fracasa de algún modo, podemos observar en ella la acción completa y acabada de sus más profundas situaciones de ansiedad. Entonces, puesto que cualquier persona sana puede sucumbir a una enfermedad neurótica, se sigue que nunca puede abandonar completamente sus antiguas situaciones de ansiedad.
    Las siguientes observaciones de Freud parecerían confirmar esta opinión. En el pasaje citado dice: «El neurótico difiere del normal en que exagera sus reacciones a estos peligros. Aun el hecho de que uno sea adulto no ofrece completa protección contra la vuelta de la situación traumática originaria; para cada uno debe haber un límite más allá del cual su aparato mental está imposibilitado de dominar las cantidades de excitación que exigen descarga».