El sueño de los abejorros contin.1

El sueño de los abejorros

III Un joven a cuya casa había llamado un conocido al anochecer para dejarle una tarjeta de visita, sueña esa noche: Un operario espera hasta el anochecer para arreglar el timbre. Después que se ha marchado, sigue sonando todavía, no de manera continua, sino a golpes intermitentes. El criado va a buscar de nuevo al hombre, y este dice: «Es asombroso que aun personas que, por lo demás, son «tutelrein» no sepan manejar estas cosas». La ocasión indiferente del sueño no recubre, como vemos, más que uno de los elementos del sueño. Y ella cobró significado únicamente porque se enhebró con una vivencia temprana del soñante, vivencia que, en sí también indiferente, fue dotada* por su fantasía de un significado {intencionalidad} vicario. De muchacho, viviendo en casa de su padre, medio dormido derramó cierta vez un vaso de agua por el piso, de tal suerte que el cable del timbre se mojó y su sonar continuado molestó a su padre que dormía. Puesto que el sonar continuado corresponde al mojarse, los «golpes intermitentes» se emplean para figurar el gotear. Ahora bien, la palabra «tutelrein» se separa en tres direcciones, y así apunta a tres de las materias subrogadas dentro de los pensamientos oníricos: «Tutela» = curatela; «Tutel» (quizá «Tuttel») es también un nombre vulgar del pecho femenino; y el elemento «rein» se une con las primeras sílabas de «Zimmertelegraph» {«timbre»} para formar «zimmerrein» J«limpieza de la habitación»}, que tiene mucho que ver con la mojadura del piso y además suena parecido al apellido de un miembro de la familia del soñante. IV En un :sueño mío largo y desordenado, cuyo núcleo es aparentemente un viaje en barco, sucede que la próxima estación se llama Hearsing, y la que le sigue, Fliess. Este último es el nombre de mi amigo de B. {Berlín}, quien muchas veces ha sido el objetivo de mis viajes. Ahora bien, Hearsing se ha combinado a partir de los topónimos de las estaciones próximas a Viena, que tan a menudo terminan en «ing»: Hietzing, Liesing, Mödling (Medelitz, meae deliciac, es su nombre antiguo, o sea, «meine Freud»), y a partir del inglés Hearsay = Hörensagen {saber algo de oídas}. Este último apunta a «calumnia» y establece la relación con el excitador -diurnoindiferente del sueño, una poesía aparecida en Fliegende Blätter sobre un enano calumniador, llamado «Sagter Hatergesagt» {el decidor de lo dicho por odio}. Adicionando la sílaba final «ing» al nombre de Fliess obtenemos «Vlissingen», que es de hecho la estación marítima en que mi hermano recala cuando viene a visitarnos desde Inglaterra. El nombre inglés de Vlissingen suena Flushing, que en lengua inglesa significa «sonrojo» y alude a una paciente con eritrofobia que yo traté, y también a una publicación reciente de Bechterew sobre esta neurosis y que me provocó sentimientos de desagrado. V Otra vez tuve un sueño compuesto de dos fragmentos separados. El primero es la palabra «Autodidasker», que recuerdo vívidamente, y el otro coincide fielmente con una fantasía breve e inocente, engendrada días antes; he aquí su contenido: La próxima vez que vea al profesor N., tengo que decirle: «El paciente sobre cuyo estado hace poco lo consulté a usted sufre en realidad de una neurosis, tal como usted supuso». Ahora bien, la neoformación «Autodidasker» no sólo tiene que cumplir el requisito de contener o subrogar un sentido comprimido, sino que ese sentido tiene que compaginar bien con mi designio, que el sueño repite de la vigilia, de dar aquella satisfacción al profesor N. Ahora bien, «Autodidasker» se descompone con facilidad en autor, autodidacta y Lasker, al que se asocia el nombre de Lassalle. Las primeras de estas palabras llevan a la ocasión del sueño, significativa esta vez: Había yo obsequiado a mi mujer varios volúmenes de un conocido autor Con quéien mi hermano mantiene lazos de amistad y que, según me he enterado, es oriundo del mismo lugar que yo (J. J. David). Platicábamos con mi mujer una tarde sobre la profunda impresión que le había hecho la conmovedora y triste historia de un talento malogrado, que David cuenta en una de sus novelas, y nuestra conversación recayó sobre las señales de talento que percibíamos en nuestros propios hijos. Subyugada por su reciente lectura, ella exteriorizó una aprensión con respecto a los niños, y yo la consolé haciéndole notar que esos precisamente son los peligros que pueden evitarse mediante la educación. Esa noche proseguí la ilación de mis pensamientos, recogí la aprensión de mi mujer y con ello urdí algo enteramente diverso. Una observación que el escritor había hecho a mi hermano acerca del matrimonio indicó a mis pensamientos un camino lateral por el que podían figurarse en el sueño. Ese camino llevaba a Breslau, donde se había casado una dama que tiene gran amistad con nosotros. Y para la aprensión de perderse por culpa de una mujer, que constituía el núcleo de mis pensamientos oníricos, encontré en Breslau los ejemplos de Lasker y de Lassalle, que me permitieron figurar al mismo tiempo los dos modos en que esa influencia fatal puede ejercerse. (ver nota)(354) El «cherchez la femme» en que estos pensamientos pueden resumirse me lleva, en otro sentido, hasta mi hermano todavía soltero, de nombre Alexander. Ahora reparo en que Alex, que es como abreviamos su nombre, suena casi como un anagrama de Lasker, y este factor tiene que haber cooperado para imponer a mis pensamientos el desvío por Breslau. Pero el jugueteo con nombres y sílabas que cultivo aquí tiene todavía otro sentido. Es subrogado del deseo de que mi hermano tenga una vida familiar dichosa, y ello por el siguiente camino: En la novela L’oeuvre, sobre la vida de un artista, que tiene que haberse insinuado a mis pensamientos oníricos por su tema, es notorio que el autor [Zola] se pintó episódicamente a sí mismo y a su dicha familiar presentándose bajo el nombre de Sandoz. Es verosímil que recorriera el siguiente camino para tal cambio de nombre: Zola, invirtiéndolo (como suelen hacerlo los niños), da Aloz. Pero esto lo descubría demasiado; por eso sustituyó la sílaba Al, que inicia el nombre de Alexander, por la tercera sílaba de este, sand, y así obtuvo Sandoz. De manera parecida se engendró también mi Autodidasker. Mi fantasía de contarle al profesor N. que el enfermo examinado por ambos padece en efecto de una neurosis llegó al sueño del siguiente modo. Poco antes que terminase mi año de labor, recibí a un paciente cuyo diagnóstico me hizo dudar. Cabía suponer una grave enfermedad orgánica, quizás una alteración de la médula espinal, pero no era posible comprobarla. Habría sido seductor diagnosticar una neurosis, y ello resolvería todas las dificultades, si el enfermo no hubiera puesto en entredicho tan enérgicamente la anamnesis sexual, sin la cual no puedo reconocer neurosis alguna. Perplejo, llamé a consulta al médico a quien más estimo como hombre (y no soy el único en hacerlo) y ante cuya autoridad me inclino por sobre todas. Escuchó mis dudas, las juzgó justificadas, y opinó después: «Manténgalo bajo observación, ha de ser una neurosis». Como yo sé que él no comparte mis puntos de vista sobre la etiología de las neurosis, me abstuve de contradecirlo, pero no le oculté mi incredulidad. Días después comuniqué al enfermo que yo no atinaba a nada con él, y le aconsejé que se dirigiese a otro. Para mi enorme asombro, él empezó a disculparse por haberme mentido; es que era tanta su vergüenza … Y me reveló justamente el fragmento de etiología sexual que yo había esperado y que necesitaba para conjeturar una neurosis. Ello fue para mí un alivio, pero también motivo de bochorno; debía confesar que mi consejero, sin dejarse engañar por el relato de la anamnesis, había visto más claro que yo. Me propuse decírselo cuando lo volviese a ver: le diría que él, tenía razón y yo estaba equivocado. Es precisamente lo que hago en el sueño. Ahora bien, ¿qué cumplimiento de deseo puede ser ese, el de confesar que me había equivocado? Pero ese es mi deseo; me gustaría andar equivocado con mis temores, y correlativamente me gustaría que lo anduviera también mi mujer con los suyos, que yo me apropio en los pensamientos oníricos. El tema a que se refiere en el sueño el tener razón o el estar equivocado no se halla muy lejos de lo que realmente interesa a los pensamientos oníricos. Es la misma alternativa que media entre deterioro orgánico o deterioro funcional por causa de la mujer, o más propiamente por causa de la vida sexual: parálisis tabética o neurosis. Y el fin de Lassalle puede asimilarse laxamente a esta última. El profesor N. desempeña un papel en este sueño bien compaginado (y en un todo trasparente para una interpretación cuidadosa), no sólo por esta analogía ni por mi deseo de estar equivocado (tampoco por sus incidentales relaciones con Breslau y con la familia de nuestra amiga, la que se casó y estableció allí), sino por un pequeño episodio que siguió a nuestra consulta. Después que terminó su tarea médica formulando la conjetura que dije, dirigió su interés a los asuntos personales: «¿Cuántos hijos tiene usted ahora?». «Seis». Hizo un gesto de admiración y preguntó, caviloso: «¿Niñas, varones?». «Tres y tres, son mi orgullo y mi riqueza». «Pero tenga usted cuidado, con las niñas todo va fácil, pero los varones más adelante le crean a uno dificultades en la educación». Le objeté que hasta ahora se comportaban con mucha docilidad; es manifiesto que este segundo diagnóstico sobre el futuro de mis hijos varones me gustó tan poco como el que pronunció primero, a saber, que mi paciente no tenía sino una neurosis. Es tas dos impresiones se conectaron entonces por contigüidad, porque se vivenciaron de un mismo tirón, y cuando en el sueño recojo la historia de la neurosis, con ella sustituyo lo que se dijo sobre la educación, que muestra una trabazón más estrecha con los pensamientos oníricos por rozar tan de cerca las aprensiones exteriorizadas después por mi mujer. Así logra entrar también en el contenido del sueño mi angustia por el eventual acierto de las observaciones de N. acerca de las dificultades pedagógicas que oponen los varones; lo hace ocultándose tras la figuración de mi deseo de que yo ande equivocado con tales temores. Esta fantasía, sin cambio alguno, sirve para figurar los dos extremos opuestos de la alternativa. VI «Hoy temprano vivencié, entre el sueño y la vigilia, una linda condensación léxica. En el discurrir de una multitud de residuos oníricos apenas recordables me apoyé, por así decir, en una palabra que vi frente a mí en parte como escrita, en parte como impresa. Era «erzefilisch»y pertenece a una frase que se coló en mi recuerdo conciente enteramente aislada, fuera de todo nexo; hela aquí: «Esto operará ‘erzefilisch’ sobre el sentimiento sexual». Supe enseguida que, hablando con propiedad, debía decir «erzieherisch» {pedagógicamente), pero anduve todavía otro poco cavilando si no sería más correcto «erzifilisch» En relación con ello se me ocurre la palabra «sífilis», y me devano los sesos cuando empiezo a analizar, todavía en duermevela, cómo pudo haberse infiltrado eso en mi sueño, puesto que ni personalmente ni por mi oficio tengo contacto alguno con esa enfermedad. Después se me ocurre un «erzeblerisch» [otro vocablo sin sentido], que explica la e y es al mismo tiempo esclarecedor; es que ayer tarde nuestra institutriz («Erzieberin») me movió a hablar sobre el tema de la prostitución, y con ese motivo le di un libro de Hesse, Über die Prostitution, para influir «pedagógicamente» («erzieherisch’ ) sobre su vida sentimental, cuyo desarrollo no es del todo normal; y se lo di después de contarle («erzählen») muchas cosas sobre el problema. Ahora me queda en claro que la palabra «sífilis» no debe tomarse en sentido literal, sino que vale por «veneno», desde luego que en relación con la vida sexual. La frase es entonces totalmente lógica, traduciéndola: «Mediante mi relato {Erzählung} quise influir pedagógicamente {erzíeherísch} sobre la vida sentimental de mi institutriz {Erzieherin), pero temo que al mismo tiempo él pueda obrar en ella como un veneno (vergiltend)». Erzefilísch = erzäh- (erzieh-) (erzefilisch)». Las deformaciones léxicas del sueño se asemejan mucho a las que conocemos en la paranoia, pero que tampoco faltan en la histeria y en las ideas obsesivas. Tanto para el sueño como para las psiconeurosis la fuente común son los artificios verbales de los niños, que en ciertos períodos tratan de hecho a las palabras como si fuesen objetos e inventan lenguajes nuevos y formaciones sintácticas artificiales. El análisis de las formaciones léxicas carentes de sentido que aparecen en los sueños(358) es particularmente apto para mostrar la operación condensadora del trabajo onírico. Aquí hemos seleccionado unos pocos ejemplos, pero no debe inferirse que ese material es raro u observable sólo por excepción. Más bien es muy frecuente, pero ocurre que la interpretación de los sueños depende del tratamiento psicoanalítico y ello trae por consecuencia que los ejemplos registrados y comunicados sean los menos, y que los análisis que se comunican resulten comprensibles, las más de las veces, únicamente para los expertos en patología de las neurosis. Es lo que sucede con un sueño del doctor Von Karpiriska (1914), que contiene la formación léxica sin sentido «Svingnum elvi». Digno de mención es el caso en que aparece en el sueño una palabra que en sí no carece de significado, pero que fue extrañada del que le es propio y reunió otros diversos, respecto de los cuales se presenta como una palabra «sin sentido». Tal el sueño de un niño de diez años sobre la «categoría», comunicado por V. Tausk (1913b). «Categoría» significa aquí los genitales femeninos, y «cate gorí . zar» equivale a orinar. Dondequiera que en un sueño ocurran dichos que como tales sean expresamente distintos de pensamientos, vale sin excepción la regla de que el dicho onírico tiene, su origen en un dicho recordado dentro del material onírico. La literalidad de los dichos es conservada sin cambios o bien sufre ligeros desplazamientos en la expresión; a menudo, el dicho onírico es un emparchado de diversas reminiscencias verbales; la literalidad es lo que se mantiene idéntico, pero su sentido se altera en lo posible haciéndolo diverso o multívoco. El dicho onírico no pocas veces sirve como mera alusión al acontecimiento a raíz del cual se pronunció el dicho recordado. El trabajo de desplazamiento {descentramiento}. Otra relación, probablemente no menos importante, hubo de llamarnos la atención ya cuando reuníamos los ejemplos de condensación onírica. Pudimos observar que los elementos que en el contenido [manifiesto] del sueño se imponen como los ingredientes esenciales, en modo alguno desempeñan el mismo papel en los pensamientos oníricos. Como correlato puede formularse también la proposición inversa. Lo que en los pensamientos oníricos constituye evidentemente el contenido esencial ni siquiera necesita estar presente en el sueño. El sueño está por así decir diversamente centrado, y su contenido se ordena en torno de un centro constituido por otros elementos que los pensamientos oníricos. Por ejemplo, en el sueño de la monografía botánica, el centro del contenido onírico es sin duda el elemento «botánica», mientras que en los pensamientos oníricos entran en juego complicaciones y conflictos que resultan de las obligaciones profesionales entre colegas y, más allá de eso, el reproche de que yo sacrifico demasiado a mis aficiones. El elemento «botánica» no encuentra sitio alguno dentro de este núcleo de los pensamientos oníricos, como no sea conectado a él laxamente por oposición, pues la botánica nunca ocupó un lugar entre mis estudios preferidos. En el sueño de Safo, de un paciente mío, el subir a las alturas y el caer bajo, el estar arriba y el estar abajo, se sitúan en el centro; pero el sueño versa sobre los peligros de mantener relaciones sexuales con personas de baja posición, de modo tal que sólo uno de los elementos de los pensamientos oníricos (y aun este con una extensión abusiva) parece haber penetrado en el contenido onírico. Algo parecido sucede en el sueño de los abejorros, cuyo tema son las relaciones entre sexualidad y crueldad: el factor de la crueldad reaparece sin duda en el contenido onírico, pero dentro de un enlace de otra índole y sin mención de lo sexual; por tanto, desprendido de su contexto y convertido así en algo extraño. También en el sueño sobre mi tío, la barba dorada que configura su centro aparece fuera de todo nexo visible de sentido con los deseos de grandeza que reconocimos como el núcleo de los pensamientos oníricos. Por eso tales sueños nos dejan la justificada impresión de estar «desplazados» {descentrados}. En total oposición a estos ejemplos, el sueño de la inyección de Irma nos muestra que en el proceso de la formación del sueño los elementos singulares muy bien pueden mantenerse en el lugar que ocupan en los pensamientos oníricos. El descubrimiento de esta nueva relación, cuyo sentido es por completo inconstante, entre pensamientos oníricos y contenido del sueño ha de provocarnos al principio asombro. Cuando en un proceso psíquico de la vida normal hallamos que una representación ha sido privilegiada sobre otras, adquiriendo particular vivacidad para la conciencia, solemos ver en este resultado la prueba de que a la representación triunfante le corresponde una valencia psíquica particularmente elevada (un cierto grado de interés). Ahora bien, la experiencia nos dice que esa valencia de cada uno de los elementos incluidos en los pensamientos oníricos no es conservada o no es tomada en cuenta en la formación de los sueños. Determinar los elementos más valiosos entre los pensamientos oníricos no ofrece duda alguna; nuestro juicio nos lo dice inmediatamente. Pero en la formación del sueño estos elementos esenciales, sobre los que recae un interés intenso, pueden ser tratados como si tuviesen valor ínfimo, y en su lugar aparecen en el sueño otros elementos que con seguridad eran de valor ínfimo en los pensamientos oníricos. La primera impresión que obtenemos es que la intensidad psíquica de las representaciones singulares no es tomada para nada en cuenta en la selección onírica: sólo lo es la mayor o menor multilateralidad de su determinación. No llega al sueño lo que es importante en los pensamientos oníricos, sino, podríamos decir, lo que está contenido en ellos de manera múltiple; ahora bien, con esta hipótesis no avanzamos mucho en la comprensión de los sueños, pues a primera vista no parece creíble que esos dos factores, la determinación múltiple y la valencia intrínseca, puedan producir efectos de sentido diverso. Aquellas representaciones que son las más importantes en los pensamientos oníricos serán también, casi con certeza, las que retornen en ellos con la mayor frecuencia, puesto que desde esas representaciones, como desde otros centros, irradian los pensamientos oníricos singulares. Y sin embargo el sueño puede desechar estos elementos acentuados con intensidad y apoyados desde múltiples lados, y recoger en su contenido otros elementos a los que sólo conviene la segunda de esas propiedades. Para resolver esta dificultad recurriremos a otra impresión que obtuvimos en el estudio de la sobredeterminación del contenido onírico [en la sección anterior]. Quizá muchos lectores de ese estudio han pensado que la sobredeterminación de los elementos oníricos no es un descubrimiento importante, por trivial. Pues en el análisis se parte de los elementos oníricos y se van delineando todas las ocurrencias que se enlazan con ellos; no es maravilla entonces que en el material de pensamientos así adquirido aquellos elementos reaparezcan con particular frecuencia. No podría yo admitir esta objeción, pero formularé algo que se le parece: entre los pensamientos que el análisis saca a luz hay muchos que están alejados del núcleo del sueño y que aparecen como interpolaciones artificiosas que persiguen cierto fin. Ese fin se averigua con facilidad; precisamente son ellos los que establecen una conexión, a menudo forzada y rebuscada, entre contenido y pensamientos oníricos, y si estos elementos se eliminasen del análisis, los ingredientes del contenido onírico casi siempre perderían, no sólo su sobredeterminación, sino en general toda determinación suficiente por parte de los pensamientos oníricos. Así, nos vemos llevados a inferir que la determinación múltiple, decisiva para la selección de lo que se incluirá en el sueño, no ha de ser un factor primario de la formación de los sueños, sino con frecuencia un resultado secundario de un poder psíquico que todavía no conocemos. Pero en todo caso debe de tener importancia para el ingreso de los elementos singulares en el sueño, pues podemos observar que se la establece con un cierto gasto toda vez que el material onírico no la proporciona sin ayuda. Entonces, nos es sugerida esta idea: en el trabajo onírico se exterioriza un poder psíquico que por una parte despoja de su intensidad a los elementos de alto valor psíquico, y por la otra procura a los de valor ínfimo nuevas valencias por la vía de la sobredeterminación, haciendo que estos alcancen el contenido onírico. Si esto se concede, en la formación de los sueños ocurre entonces una trasferencia y un desplazamiento de las intensidades psíquicas de los elementos singulares, de lo cual deriva la diferencia de texto entre contenido y pensamientos oníricos. El proceso que con esto suponemos es lisa y llanamente la pieza esencial del trabajo onírico: merece el nombre de desplazamiento onírico. El desplazamiento y la condensación oníricos son los dos maestros artesanos a cuya actividad podemos atribuir principalmente la configuración del sueño. Creo que también nos resultará fácil reconocer el poder psíquico que se exterioriza en los hechos del desplazamiento onírico. Resultado de este desplazamiento es que el contenido del sueño ya no presenta el mismo aspecto que el núcleo de los pensamientos oníricos, y que el sueño sólo devuelve {refleja} una desfiguración {dislocación} del deseo onírico del inconciente. Ahora bien, la desfiguración onírica nos es ya conocida; la reconducimos a la censura que una instancia psíquica ejerce sobre la otra en la vida pensante. El desplazamiento onírico es uno de los medios principales para alcanzar esta desfiguración. « Is fecit cui proluit». Podemos suponer que el desplazamiento onírico se produce por la influencia de esa censura, la de la defensa endopsíquica. Reservaremos para indagaciones posteriores el averiguar los modos en que estos factores del desplazamiento, la condensación y la sobredeterminación juegan unos con otros en la formación del sueño, y cuál es el factor principal y cuál el accesorio. Provisionalmente podemos indicar, como una segunda condición que deben satisfacer los elementos que llegan al sueño, que tienen que haberse sustraído de la censura de la resistencia. (ver nota)(364) Pero al desplazamiento onírico lo tomaremos en cuenta, para lo que sigue, como un hecho indubitable en la interpretación de los sueños. Los medios de figuración del sueño. Además de los dos factores del desplazamiento y la condensación oníricos, que, según descubrimos, operan en la mudanza del material de pensamientos latentes en el contenido onírico manifiesto, tropezaremos, avanzando en esta investigación, con otras dos condiciones que ejercen indudable influencia sobre la selección del material que llega al sueño. Antes quisiera, aun a riesgo de que parezca que nos detenemos en nuestro camino, echar una primera ojeada sobre los procesos que se cumplen cuando se ejecuta la interpretación de un sueño. No se me escapa que el mejor modo de esclarecerlos y de poner a salvo de objeciones su confiabilidad sería tomar por modelo un determinado sueño, desarrollar su interpretación (tal como la expuse en la segunda sección [el capítulo III con el sueño de la inyección de Irma), pero después componer los pensamientos oníricos que he descubierto y reconstruir desde ellos la formación del sueño; por tanto, completar el análisis de los sueños con una síntesis de ellos. He cumplido este trabajo con varios ejemplos para mi coleto; pero aquí no puedo retomarlos, pues múltiples miramientos por el material psíquico, que toda persona sensata aprobará, me impiden publicar esa demostración. En el análisis de los sueños esos miramientos molestan menos, pues él puede quedar incompleto y basta que agregue algo a la urdimbre del sueño para que conserve su valor. De la síntesis, todo cuanto cabe decir es que, para ser convincente, ha de ser completa. Y yo sólo podría proporcionar una síntesis completa de sueños de personas que sean desconocidas para el público lector. Pero los únicos que me ofrecen los medios para ello son mis pacientes, neuróticos, por lo cual esta pieza de la figuración del sueño tiene que posponerse hasta que -en otro trabajo- pueda y o hacer avanzar la explicación psicológica de las neurosis hasta establecer el enlace con nuestro tema. Por mis intentos de reconstruir sueños mediante síntesis desde los pensamientos oníricos, sé que el material que se obtiene en el curso de la interpretación es de valor desigual. Una parte de él son los pensamientos oníricos esenciales: los que son el sustituto cabal del sueño y se bastarían solos para esa sustitución si en el sueño no hubiera censura. A la otra parte suele asignársele poca significación. Tampoco se atribuye valor alguno a la afirmación de que todos estos pensamientos han participado en la formación del sueño; más bien, entre ellos pueden encontrarse ocurrencias que se anudaron a vivencias posteriores al sueño, sobrevenidas entre el momento en que se lo soñó y aquel en que se lo interpreta. Esta parte abarca todas las vías de conexión que llevaron desde el contenido onírico manifiesto hasta los pensamientos oníricos latentes, pero además las asociaciones mediadoras y aproximadoras por las cuales se obtuvo el conocimiento de estas vías conectivas durante el trabajo interpretativo. En este lugar nos interesan exclusivamente los pensamientos oníricos esenciales. La mayoría de las veces se revelan como un complejo de pensamientos y de recuerdos, de construcción en extremo intrincada, y que poseen todas las propiedades de las ilaciones de pensamiento que conocemos durante la vigilia. No es raro que sean itinerarios de pensamientos que no arrancan de un centro solo, sino de varios, aunque no faltan los puntos de contacto; casi regularmente, junto a una ilación de pensamientos se presenta su contrarreflejo contradictorio, conectado con ella por asociación de contraste. Los fragmentos singulares de este complicado producto mantienen entre sí, desde luego, las más variadas relaciones lógicas. Configuran primeros y segundos planos, digresiones y elucidaciones condiciones, demostraciones y objeciones. Y después, cuando toda la masa de estos pensamientos oníricos es prensada por el trabajo del sueño, con lo cual los fragmentos se dan vuelta, se hacen añicos y vuelven a soldarse como témpanos a la deriva, cabe preguntar por lo ocurrido con los lazos lógicos que hasta entonces habían configurado la ensambladura. ¿Qué figuración reciben en el sueño los «si, porque, así como, o bien … o bien … » y todas las otras preposiciones sin las cuales no podemos comprender oraciones ni discursos? Debe responderse, en primer lugar, que el sueño no dispone de medio alguno para figurar estas relaciones lógicas entre los pensamientos oníricos. Las más de las veces omite todas estas preposiciones y sólo recoge, para elaborarlo, el contenido sustantivo de los pensamientos onírico. Será la interpretación del sueño la que habrá de restaurar la trama que el trabajo del sueño aniquiló. La falta de esta capacidad de expresión tiene que deberse al material psíquico Con que el sueño se elabora. Una restricción semejante encontramos en las artes figurativas, la pintura y la plástica, a diferencia de la poesía, que puede servirse del habla; y también en ellas el fundamento de esa incapacidad está en el material mediante cuya elaboración aspiran a expresar algo. Antes de alcanzar el conocimiento de las leyes de expresión que la rigen, la pintura se esforzaba todavía por compensar esa desventaja. En antiguos cuadros, de la boca de las personas retratadas pendían rotulillos donde se leía lo que el pintor desesperaba de figurar. Quizá se levante aquí una objeción contra mi tesis de que el sueño renuncia a figurar las relaciones lógicas. Hay sin duda sueños en que se cumplen las más complejas operaciones del espíritu; en ellos, como en el pensamiento despierto, se alegan razones y se impugna, se ironiza y se compara. Pero también aquí engañan las apariencias; cuando abordamos la interpretación de tales sueños nos enteramos de que todo eso es material onírico, no figuración de un trabajo intelectual dentro del sueño.