El universo simbólico contin.1

El universo simbólico

 

Estar mnimamente adelantado es
percatarse de que esto implica el vuelco total de todas las objeciones cl sicas dirigidas al
empleo de categoras propiamente mecanicistas. Creo que este a o tendr oportunidad de
demostrarlo.
Queda alguien que quiera preguntar algo?
MANNONI: Me interes la manera en que LviStrauss abord el problema de naturaleza y
cultura. Dijo que desde hace algn tiempo ya no se ve con claridad la oposición entre una
y otra. Las intervenciones que se produjeron seguan buscando la naturaleza del lado de la
afectividad, de los impulsos, de la base natural del ser. Sin embargo, lo que condujo a
Levi-Strauss a plantearse la cuesti n de la naturaleza y la cultura es que le pareca que
una determinada forma de incesto, por ejemplo, era a la vez universal y contingente. Y esa
especie de contradicción lo llev a una suerte de convencionalismo que desorient a buen
nmero de oyentes. Por mi parte hice la siguiente observación: este problema de lo
contingente y lo universal volvemos a encontrarlo, y nos deja desconcertados, fuera del
mundo institucional. Ser derecho es arna forma universal, y sin embargo contingente: uno
podra ser zurdo. Y nunca se pudo probar si esto era social o biol gico. Nos hallamos ante
una oscuridad profunda, de igual naturaleza que la que encontramos en Lévi-Strauss.
Extremando las cosas, y para demostrar que la oscuridad es realmente muy grave, se
puede se alar que en los moluscos del gnero h lice, que con toda seguridad no son
institucionales, hay También un enroscamiento universal que es contingente, ya que
podr an estar enroscados en otro sentido, y además algunos individuos est n enroscados
en el otro sentido. Me parece, pues, que la cuestin planteada por Levi-Strauss desborda
ampliamente la clsica oposición entre lo natural y lo institucional. Por eso no tiene nada
de raro que l tambi n titubee en cuanto a saber cul es su lado natural y su lado
institucional, como nos pas a todos ayer. Esto me parece sumamente importante:
estamos en presencia de algo que disuelve, a un tiempo, la antigua idea de naturaleza y la
idea de institución.
Sr. HYPPOLITE:-Se tratar a de una contingencia universo
O. MANNONI:-No s.
Creo que usted introduce cosas que tal vez no estaban implicadas en la noción de
contingencia tal como la evoc L viStrauss. Creo que para l la contingencia se opon a a
la noción de necesario, y además lo dijo. Lo que l introdujo en forma de pregunta, que en
definitiva consideramos ingenua, es la distinción de lo universal y lo necesario. Lo cual
equivale También a plantear el problema de lo que podr amos llamar la necesidad de las
matemticas. Est perfectamente claro que merece una definición especial, y por eso
habl hace un momento de universo. Respecto de la introducción del sistema simbólico,
creo que la respuesta a la pregunta formulada ayer por Lévi-Strauss es sta: el complejo
de Edipo es al mismo tiempo universal y contingente, porque es pura y exclusivamente
simbólico.
Sr. HYPPOL1TE:-No creo.
La contingencia que ahora trae Mannoni es de un orden muy diferente. El valor de la
distinción entre naturaleza y cultura, introducida por Lévi-Strauss en sus Estructuras
elementales del parentesco, est en que nos permite distinguir lo universal de lo genérico.
Lo universal simbólico no tiene ninguna necesidad de difundirse por toda la superficie de la
Tierra para ser universal. Por otra parte, que yo sepa no hay nada que constituya la unidad
mundial de los seres humanos. No hay nada que está concretamente realizado como
universal. Y, sin embargo, desde el momento en que se forma un sistema simbólico
cualquiera, ste es completamente, de derecho, universal como tal. El hecho de que los
hombres, salvo excepción, tengan dos brazos, dos piernas y un par de ojos y por otra
parte esto lo tienen en comn con los animales-, el hecho de que, como se dijo, sean
bípedos sin plumas, pollos desplumados, todo esto es genérico, pero absolutamente no
universal. Usted introduce a qué sus hlices enroscadas en un sentido o en el otro. El
problema que usted plantea es el del tipo natural.
O. MANNONi:-Eso es lo que cuestiono. Hasta el presente los hombres han opuesto a la
naturaleza una seudonaturaleza, las instituciones humanas: encontramos la familia como
encontramos el roble o el abedul. Y despu s convinieron en que esas seudonaturalezas
eran obra de la libertad humana o de la elección contingente del hombre. Y por
consiguiente fueron inducidos a atribuir la mayor importancia a una nueva categor a, la
cultura, opuesta a la naturaleza. Estudiando estas cuestiones, Lévi-Strauss acaba no
sabiendo ya d nde estn la naturaleza ni la cultura, porque surgen precisamente
problemas de elección, no sólo en el universo de las nomenclaturas, sino en el universo de
las formas. Del simbolismo de la nomenclatura al simbolismo de toda forma, la naturaleza
habla. Habla enrosc ndose hacia la derecha o hacia la izquierda; siendo derecha o zurda.
Esta es su propia manera de hacer elecciónes contingentes, como familias o arabescos.
En este momento, efectivamente, me encuentro colocado sobre una l nea de divisin de
las aguas y ya no veo c mo se dividen. Quera comunicar este problema. No traigo una
solución, sólo una dificultad.
Sr. HYPPOLiTE:-Entiendo que hace un momento opuso usted muy acertadamente lo
universal a lo gen rico, diciendo que la universalidad estaba ligada al simbolismo mismo, a
la modalidad del universo simbólico creado por el hombre. Pero se trata, por lo tanto, de
una pura forma. Su palabra universalidad quiere decir b sicamente que un universo
humano afecta necesariamente la forma de la universalidad, atrae una totalidad que se
universaliza.
Esa es la función del s mbolo.
Sr. HYPPOLiTE:-Responde eso a la pregunta? Simplemente nos muestra el carácter
formal que asume un universo humano.
Hay dos sentidos de la palabra formal. Cuando se habla de formalización matemtica, se
trata de un conjunto de convenciones a partir de las cuales se pueden desarrollar toda una
serie de consecuencias, de teoremas que se encadenan y establecen en el interior de un
conjunto ciertas relaciones de estructura, una ley, para ser exactos. En el sentido
guestaltista del t rmino, en cambio, la forma, la buena forma, es una totalidad, pero
realizada y aislada.
Sr. HYPPOLITE:-El suyo es el segundo sentido o el primero?
El primero, indiscutiblemente.
Sr. HYPPOLITE:-Sin embargo usted habl de totalidad, entonces ese universo simbólico
es puramente convencional. Afecta a La forma en el sentido en que se dice una forma
universal, sin que sea por ello genrica o incluso general. Me pregunto si no le da usted
una solución formal al problema planteado por Mannoni.
La pregunta de Mannoni tiene dos caras.
Primero est el problema que l plantea y que se enuncia bajo la forma signatura rerum:
presentan las cosas, de manera natural, cierto carácter asimétrico? Hay un real, lo dado.
Lo dado est estructurado de cierta manera. Hay, en particular, asimetrías naturales.
Siguiendo el hilo de progresión del conocimiento en que estamos, acaso vamos a
ponernos a sondear su sentido misterioso? Toda una tradición humana, llamada filosofía
de la naturaleza, se ha dedicado a esta clase de lectura. Sabemos en qué acaba. Nunca
llega muy lejos. Llega a cosas muy inefables pero que se detienen bastante pronto, salvo
si lo mismo uno quiere proseguir y entrar en el plano de lo que comnmente recibe el
nombre de delirio. No es ste por cierto el caso de Mannoni, cuyo espíritu es demasiado
agudo, demasiado dial ctico para no plantear una pregunta semejante bajo una forma
únicamente problemática.
Lo segundo es saber si a esto apuntaba ayer Lévi-Strauss cuando nos dijo que a fin de
cuentas él estaba ahí, al borde de la naturaleza, presa de un v rtigo, preguntándose si no
era en ella donde hab a que ir a buscar las raices de su árbol simbólico. Mis diálogos
personales con Lévi-Strauss me permiten aclararles este punto.
Levi-Strauss est retrocediendo ante su bipartición, muy tajante entre naturaleza y
símbolo, cuyo valor creativo sin embargo advierte perfectamente, pues es un método que
permite distinguir entre los registros y al mismo tiempo entre los órdenes de hechos.
Levi-Strauss oscila, y por una razn que puede causarles sorpresa pero que l confiesa,
teme que bajo la forma de la autonoma del registro simbólico vaya a reaparecer,
enmascarada, una trascendencia que por sus afinidades, por su sensibilidad personal, no
le inspira sino temor y aversin. En otros t rminos, teme que despus de haber hecho salir
a Dios por una puerta, lo hagamos entrar por la otra. No quiere que el s mbolo, hasta en la
forma extraordinariamente depurada con la cual l mismo lo presenta, no sea más que la
reaparición de Dios bajo una máscara. Este es el origen de la oscilación de que dio
muestras cuando puso en tela de juicio la separación metdica del plano simbólico
respecto al plano natural.
Sr. HYPPOLITE:-De todos modos, apelar al universo no resuelve el problema de las
elecciónes hechas por el hombre.
Seguro que no.
Sr. HYPPOLITE:-Lo que se llam instituciones, y que implica cierto nmero de elecciónes
contingentes, entra sin duda en un universo simbólico. Pero con ello no tenemos la
explicación de talas elecciónes.
No se trata de explicación.
Sr. HYPPOLITE:-Igual estamos ante un problema.
Exactamente el problema de los orgenes.
Sr. HYPPOLITE:-No niego que la relación simbólica haya impreso la marca de una
universalidad sistem tica. Pero este mismo revestimiento exige explicación y tambi n nos
conduce al problema planteado por Mannoni. Quisiera hacerle una crtica. qué servicio
nos presta el empleo de la palabra simbólicos ? quées lo que aporta? Ese es el asunto.
No dudo de que preste servicios. Indice algo más? qué más dice?
Me sirve en la exposición de la experiencia analtica. Pudieron verlo el a o pasado cuando
les mostr que es imposible ordenar en forma correcta los diversos aspectos de la
transferencia si no se parte de una definición de la palabra, de la función creadora,
fundadora, de la palabra plena. En la experiencia captamos la transferencia tras diferentes
aspectos, psicol gicos, personales, interpersonales: se produce de manera imperfecta,
refractada, desacelerada. Sin una radical toma de posición acerca de la función de la
palabra, la transferencia es pura y simplemente inconcebible. Inconcebible en el sentido
propio del trmino: no hay concepto de transferencia, nada más que una multiplicidad de
hechos ligados por un vnculo vago e inconsistente.
La pr xima vez introducir la cuesti n del yo en la forma siguiente: Relaciones entre la
función del yo y el principio del placer.
Creo poder demostrar que para entender la función que Freud designa con el nombre de
yo, as como para leer toda la metapsicolog a Freudiana, es indispensable servirse de la
distinción de planos y relaciones expresada por los t rminos simbólico, imaginario y real.
Para quésirve? Sirve para mantener el sentido de una experiencia simbólica
particularmente pura, la del an lisis. Les dar un ejemplo, esbozando lo que finalmente les
dir con respecto al yo.
El yo, en su aspecto más esencial, es una función imaginaria. Hay a qué un descubrimiento
de la experiencia, y no una categor a que yo calificara casi de a priori, como la de lo
simbólico. A travs de este punto, dir a casi por este nico punto, encontramos en la
experiencia humana una puerta abierta a un elemento de tipicidad. Este elemento se nos
muestra sin duda en la superficie de la naturaleza, pero bajo una forma siempre
decepcionante. En esto quise insistir cuando habl del fracaso de las diferentes filosofías
de la naturaleza. Tambi n es decepcionante en lo tocante a la función imaginaria del yo.
Pero se trata de una decepción en la que estamos metidos hasta la empuadura. En la
medida en que somos el yo, no s lo tenemos la experiencia de ste, sino que ella es gu a
de nuestra experiencia tanto como lo son los diferentes registros a los que se ha llamado
guas de vida, a saber, las sensaciones.
La estructura fundamental, central, de nuestra experiencia, pertenece propiamente al
orden imaginario. E incluso podemos percibir hasta qué punto esa función es ya distinta en
el hombre de lo que lo es en el conjunto de la naturaleza.
En la naturaleza encontramos bajo mil formas la función imaginaria: son todas las
captaciones guestaltistas enlazadas al pavoneo, tan esencial para el mantenimiento de la
atracción sexual en el interior de la especie.
Pues bien: la función del yo presenta en el hombre carácter sticas diferentes. Este es el
gran descubrimiento del anlisis: a nivel de la relación genrica, ligada a la vida de la
especie, el hombre funciona ya de otro modo. Ya hay en l una fisura, una perturbación
profunda de la regulación vital. En esto radica la importancia de la noción de instinto de
muerte aportada por Freud. No es que esta noción sea en s misma tan luminosa. Lo que
hay que comprender es que le resultó forzoso introducirla para hacernos tener presente un
dato punzante de su experiencia, en un momento en que se empezaba a perder.
Como les sealaba hace rato, cuando una apercepción sobre la estructura se anticipa,
siempre hay un momento de repliegue en que se tiende a abandonarla.
Esto es lo que sucedi en el c rculo Freudiano cuando el sentido del descubrimiento del
inconsciente pas a segundo plano. Se volvi a una posición confusa, unitaria, naturalista
del hombre, del yo y al mismo tiempo de los instintos. Precisamente, Freud escribi más
all del principio del placer para volver a encontrar el sentido de su experiencia. Les
mostrar qué necesidad le condujo a escribir esos ltimos p rrafos, a los cuales la
generalidad de la comunidad analtica reserva el destino que ustedes conocen. Dicen que
no los entienden. Y a n cuando aceptan repetir con Freud instinto de muerte, entienden
tanto como los jacobins(3), tan graciosamente zaheridos por Pascal en las Provinciales,
entendan de gracia suficiente. A todos les pido que lean este texto extraordinario de
Freud, incre blemente ambigo y hasta confuso, y que lo lean varias veces; de lo contrario,
no entender n la crtica literal a que lo someter .
Los ltimos p rrafos han permanecido literalmente hermticos, y hasta ahora nunca fueron
aclarados. S lo se pueden comprender viendo qué quiso aportar la experiencia de Freud.
Freud quiso salvar a toda costa cierto dualismo, en el momento en que ste se l e deshaca
entre las manos y en que el yo, la libido, etc., formaban una especie de vasto todo que nos
reintroduc a en una filosofía de la naturaleza.
Este dualismo no es nada distinto de aquello de lo que estoy hablando cuando pongo de
relieve la autonom a de lo simbólico. Esto, Freud nunca lo formul . Para que lo
comprendan, ser menester una cr tica y una exgesis de su texto. No puedo juzgar ya
establecido lo que justamente este a o hay que probar Pero creo que podr demostrarles
que la categor a de la acción simbólica tiene fundamento.
Sr. HYPPOLITE:-No dije lo contrario. Si he comprendido bien, la función simbólica es para
usted una función de trascendencia, en el sentido de que no podemos, a un tiempo,
permanecer en ella y salir de ella. Para qué sirve? De esta función no podemos
pres cióndir, y sin embargo tampoco podemos instalarnos en ella.
Desde luego. Es la presencia en la ausencia y la ausencia en la presencia.
Sr. HYPPOLITE:-Yo quer a comprender lo que haba que comprender.
Si quiere mantener en el plano fenomenol gico, lo que Ud. me aporta, no tengo nada que
objetar. Pero creo que no es suficiente.
Sr. HYPPOL ITE:-Sin duda. Yo También lo creo.
Para decirlo todo, por ser puramente fenomenol gico, no nos presta gran ayuda.
Sr. HYPPOLITE:-También lo pienso.
No puede sino velar el progreso que tenemos que hacer, presentando de antemano la
coloración que debe resultar de l. Acaso el uso que hago del registro simbólico, sólo
debe permitirnos situar en alg n lado la trascendencia que usted menciona y que, al fin y
al cabo, debe de existir efectivamente? De eso se trata? No lo creo. Mis alusiones a una
utilización muy distinta de la noción de mquina quizá puedan indicárselo.
Sr. HYPPOLITE:-Mis preguntas no eran más que preguntas. Le preguntaba qué le permitía
no responder a la pregunta de Mannoni alegando que no haba qué responder; o al menos
que respondiendo nos desviaramos del camino.
Dije que no creo que sea en este sentido como se puede decir que Claude Levi-Strauss
retorna a la naturaleza.
Sr. HYPPOLITE:-… rehusa retornar a ella.
También indique, desde luego, debemos tener en cuenta el lado formal de la
naturaleza, en el sentido en que lo calificaba de asimetra seudosignificativa, porque de
esto se apodera el hombre para constituir sus s mbolos fundamentales. Lo importante es lo
que da a las formas que estn en la naturaleza valor y función simbólicos, lo que hace
funcionar a unas en relación con las otras. Es el hombre el que introduce la noción de
asimetría. La asimetra en la naturaleza no es ni sim trica, ni asimtrica: es lo que es.
La pr xima vez quisiera hablarles de esto: el yo como función y como s mbolo. Ah es
donde juega la ambigüedad. El yo, función imaginaria, en la vida psíquica no interviene
sino como símbolo. Nos servimos del yo como el boror del loro. El boror dice soy un loro,
nosotros decimos soy yo. Todo esto no tiene la menor importancia. Lo importante es la
función que tiene.
O. MANNONI:-Despus de Levi-Strauss, da la impresión de que las nociones de cultura y
naturaleza ya no se pueden emplear. Levi-Strauss las destruye. Lo mismo en cuanto a la
idea de adaptación, de la que hablamos constantemente. Estar adaptado quiere decir
nicamente estar vivo.
De eso se trata. Es del mismo orden que lo que mencion hace unos instantes cuando dije
que en un momento dado Freud quiso defender a todo precio cierto dualismo. A causa de
la rápida evolución de la teoría y de la técnica analíticas, Freud se hall en presencia de
una ca da de tensión an loga a la que usted descubre en el espíritu de Levi-Strauss. Pero,
en lo que le concierne, tal vez no sea sa su última palabra.