Fuente: Ética y Cine Journal (Revista Académica Cuatrimestral) | Vol. 2 | No. 2 | 2012 | pp. 11-14
En Terapia: consecuencias de interpretar la transferencia
(En terapia | Argentina | 2012)
Sergio Zabalza
Hospital General de Agudos Dr. Teodoro Álvarez – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales
Resumen
“En terapia”, el programa que emite la televisión pública adaptando la serie original israelí Be Tipul narra las alternativas que atraviesa un analista durante el tratamiento con sus pacientes. Habida cuenta de que la buena doctrina indica que en el dispositivo analítico hay un solo sujeto –a saber: el paciente–, la perspectiva del drama hace inevitable el conflicto entre el lugar del analista y la persona que encarna el personaje. El presente artículo analiza las vicisitudes de esta tensión en el plano teórico, estableciendo las diferencias entre psicoterapia y psicoanálisis y discutiendo el modelo y tratamiento de la transferencia en juego.
Palabras clave: Psicoanálisis | Psicoterapia | Lugar del analista | Transferencia
“Somos mucho menos griegos de lo que creemos. No estamos ni sobre las gradas ni sobre
la escena”
Michel Foucault
Un programa que emite la televisión pública narra
las alternativas que atraviesa un analista durante el
tratamiento con sus pacientes. Habida cuenta de que
la buena doctrina indica que en el dispositivo analítico
hay un solo sujeto –a saber: el paciente–, la perspectiva
del drama hace inevitable el conflicto entre el lugar del
analista y la persona que encarna el personaje.
Arte, síntoma y transferencia
Esta tensión, que recorre cada minuto de la tira,
explica el éxito cosechado tanto en nuestro país como en otras latitudes. En efecto, las miserias,
errores y desatinos de Guillermo –el analista–, tan necesarios
como inobjetables desde el punto de vista dramático,
constituyen un escándalo desde la teoría. De allí que la
única transferencia efectiva y real que acontece es la del
espectador con la obra de arte.
Para decirlo todo: el público se ve atraído por la castración
del sujeto que se presenta como analista. Aquí es
donde se suscita el crucial encuentro entre ficción dramática
y psicoanálisis. Porque lo que nos causa, interpela y
divide es siempre la falta en el Otro. Y no en vano, según
Lacan, el arte enseña al analista cómo operar con ese vacío
propiciatorio que aloja al sujeto –y al espectador–, al tiempo que lo causa para un trabajo
significante. Decía:
“Explicar el arte por el inconciente me parece muy sospechoso,
es sin embargo lo que hacen los analistas. Explicar
el arte por el síntoma, me parece más serio”.1
En otros términos: en lugar de inyectar sentido con clave
edípica, la única interpretación válida en un análisis
es la que el propio paciente formula respecto a sus
síntomas, siempre y cuando, claro está, la abstinencia
y la docta ignorancia del terapeuta le propicien alguna
pregunta fecunda. Es decir, cuando el analista, tal
como sucede con la obra de arte, incomoda, desafía,
rompe estereotipos y, como si fuera un cuerpo extraño
–un síntoma–, causa el trabajo de interpretación del
sujeto. “Es enteramente evidente que en ese registro el
psicoanalista se introduce en primer lugar como sujeto
supuesto saber, es él mismo quien recibe y soporta el
estatuto del síntoma”.2
Virtud desde ya desechada, sin embargo, en la saga que
nos convoca, dado que el protagonista es el sujeto/analista:
contradicción conceptual tan rica para el drama como
imposible en la práctica clínica. Lo cierto es que lejos de
ofrecerse como soporte del objeto� que determina la singularidad
del sujeto, Guillermo no cesa de introducir sus
propios fantasmas en el discurso de sus pacientes.
Es probable entonces que las mismas torpezas que
generan actings, malestar y transferencia negativa en los
pacientes de Guillermo, sean las que alojan y causan al
televidente. Sin duda un logro de los autores, los cuales
han hecho gala de su lucidez y ubicuidad al mostrar
las consecuencias de los desaguisados clínicos en que
incurre el protagonista
No creo, entonces, que En Terapia participe de una
estética complaciente. Desde este punto de vista, la
ética del artista está cumplida. Las críticas o reclamos
cuando no los enojos- por las claudicaciones éticas
del personaje se transforman entonces en objeciones
morales, poco pertinentes a la hora de juzgar una
ficción. El artista no tiene por qué reivindicar un ser
moral. Basta que su propuesta se sostenga en una ética
que convoque al espectador de la obra a un trabajo.
Psicoterapia y psicoanálisis
Hechas estas salvedades, estimo que la serie se
hace atractiva porque, entre otras cosas, ilustra con meridiana claridad las zonas en que el psicoanálisis y
la psicoterapia post freudiana comparten sus aguas y
aquellas en que definitivamente divergen.
Por empezar, Guillermo se muestra como un profesional
comprometido con una ética clínica: escucha al paciente,
es decir, aloja su sufrimiento sin imponerle visiones,
normas, o líneas de conducta alguna. Para decirlo
todo: parece cumplir con la regla fundamental de la
abstinencia. Además, por momentos da la sensación de
que su escucha, por vía del desciframiento, trabaja para
rescatar de la represión aquello que el paciente no sabe
que sabe. Se trataría de una perspectiva muy afín a la
que Sócrates despliega en el Menón, cuando en base a
preguntas perspicaces y afinadas, muestra que el esclavo
ya sabía los trazos principales de un teorema.
Sin embargo, las interpretaciones que ensaya no dejan
de contaminar con el sentido de sus propias ocurrencias
el material que aportan sus pacientes. En particular, su
afán interpretativo se centra en las defensas y resistencias
de quienes asisten a su consultorio, lo que redunda en
confrontaciones imaginarias del tipo “yo te dije/vos me
dijiste” o acusaciones mutuas (“vos no me escuchás/me
parece que sos vos la que no me escuchás”).
Estas encerronas –gestadas al abrigo de la excesiva
recurrencia a los sentimientos y sensaciones–, son
típicas del diálogo en espejo de dos narcisismos. Así,
conforme el espacio que parecía albergar la palabra
del paciente se transforma en la caja de resonancias de
las resistencias del analista, el tratamiento adquiere un
tinte superyoico cuya modalidad persecutoria empuja al
acting o al pasaje al acto.
La búsqueda del referente
No hay necesidad de mucho cavilar para ubicar los
resortes con que la tontería terapéutica hace trastabillar
el lugar del analista: principio de realidad y principio
de placer conforman la dupla a partir de la cual el
practicante suele nublar su escucha y envilecer su clínica.
En efecto, traducir las palabras del paciente para luego
confrontarlas con la realidad, constituye la maniobra con
la que el analista, por satisfacer a la demanda, tranquiliza
su espíritu al tiempo que neutraliza el carácter subversivo
del dispositivo. La búsqueda del referente (¿qué pasó?);
encontrar la causa (¿por qué?) y des responsabilizar al sujeto (¿en realidad no habrá sido que
vos ?) son estaciones
obligadas de este corredor que el analista descarriado
transita con tal de satisfacer su furor curandis.
Es que lejos de confiar en la ficción significante, el
practicante se ha dejado seducir por las ilusiones
con que la Verdad y el Bien aplastan los pliegues del
inconciente. Por eso, en lugar de interpretar: explica; y
en vez de desanudar: ata, o lo que es lo mismo: sutura
sus fantasmas con la costura del sentido común.
Guillermo no cuestiona la enunciación del sujeto
porque, al escuchar sus dichos, se distrae con el valor
referencial de los enunciados. Así, sus intervenciones
no propician la deriva significante necesaria para ubicar
la posición con que el fantasma juega su partida en la
subjetividad del paciente.
Es que si, tal como afirma Lacan, deseo y defensa guardan
una relación conforme al dibujo que traza la banda
de Moebius, nunca hubo alguien más voraz que la
anoréxica que come nada, nadie más mentiroso que la
histérica cuando clama por la verdad y ningún amante
más convencido que el obsesivo aplastado por el odio
al padre.
La falta en ser y la muerte
De poco le sirve a Guillermo, entonces, el encono que
su paciente policía atormentado por la sombra de un
padre implacable- le dispensa a partir de los celos que
una mujer le ha despertado. Es que, cual espejo del más
amargo derrape, el policía muestra con su identificación
al desperdicio lo mismo que Guillermo bloquea echando
mano al ser del analista. Si para muestra basta un botón,
la escena en que ambos machos luchan a muerte por el
puro prestigio promete sernos de utilidad. ”No hable
así de mis pacientes” es la frase que atestigua el lastre
narcisista donde naufraga el análisis del propio analista.
El practicante no ha logrado atravesar su falta en ser:
lo que el policía resuelve con la violencia, Guillermo lo
sutura con su ser de analista.
Enamorado de una mujer decidida una ex pacientetransita
su errática pasión sin apostar a su deseo y, cuando
mediante el relato de sus oscuras experiencias con la
muerte, Guillermo intenta influir en una analizante
adolescente, el resultado no es otro que una ingesta de
pastillas en el mismísimo baño del consultorio.
En La Dirección de la Cura y los principios de su poder,
Lacan deja en claro que el norte por el cual se guían
este tipo de tratamientos es el Ideal del yo que encarna
el analista; emblema que bien lleva a la sumisión, la
reeducación emocional, la erotización de la transferencia
o las pastillas.
Transferencia
El punto clave de esta posición se funda en el manejo
que se hace de la transferencia. En efecto, Guillermo
adopta la estrategia de interpretar la transferencia que
genera en sus pacientes; sea cuando una bella mujer
le declara su amor, sea después de que una jovencita
adolescente le solicita que le saque el pulóver, o no
bien un policía le vomita el café. Conmigo aquí y
ahora parece ser el hilo conducente que orienta las
intervenciones de este personaje-analista, perspectiva
cuyo origen clínico proviene del ámbito psicoanalítico
anglosajón.
Esta línea teórica que ocupa todo un lugar en la historia
del psicoanálisis nace en una interpretación de un
párrafo de los Consejos al Médico: la comunicación
de inconciente a inconciente que Freud ilustró con la
metáfora del auricular y el micrófono de un teléfono4
Contratransferencia mediante, ciertos analistas se sintieron
autorizados a interpretar el discurso de sus pacientes
a partir de los sentimientos que experimentaban
durante el tratamiento, cuando, en realidad, no hacían
más que inocular en el análisis el contenido de sus propios
fantasmas. El resultado no puede ser otro que un
analista que hace del tratamiento de sus pacientes una
extensión del propio in treatment.
Freud nunca hizo de la interpretación de la transferencia
el eje de sus tratamientos. Cuando el Hombre de las
Ratas se incorpora del diván porque confunde a su
analista con el Capitán Cruel que habitaba sus tortuosas
fantasías, Freud tan sólo se limita a decirle que se
puede quedar tranquilo, porque él no le va pegar. Lo
mismo para Dora, la famosa histérica de quien tanto
aprendimos gracias a las interpretaciones de los sueños
que su analista formuló durante el tratamiento; y de las
postreras reflexiones sobre el manejo de la transferencia,
una vez que la joven dejara plantado sin más al creador
del psicoanálisis.
Lo cierto es que el psicoanálisis abandonó a Sócrates
hace rato. El inconciente no es una verdad oculta en las
profundidades de vaya a saber qué viejo arcón, sino una
pulsación que se produce en la relación con un Otro.
Esta perspectiva conlleva decisivas consecuencias para
el manejo de la transferencia. Porque, lejos de guiarse
por sus sentimientos contratransferenciales, un analista
opera para que un sujeto, por una vez, se escuche desde
algún lugar distinto.
En efecto, si “El objetivo de la interpretación no es
tanto el sentido, sino la reducción de los significantes
a su sin sentido para así encontrar los determinantes
de toda la conducta del sujeto”, el analista –tal como
“el odre viejo que es llenado con vino nuevo”6– se
constituye como el vacío donde ubicar lo que no se
sabe que no se sabe.
1 Jacques Lacan, Conferencias en USA, Universidad de Yale, 24/11/1975. Charla con estudiantes. Inédito.
2 Jacques Lacan, El Seminario: Libro 12, “Problemas cruciales del psicoanálisis”, clase del 5 de mayo de 1965. Inédito.
3 Jacques Lacan, El Seminario: Libro 13, “El objeto del psicoanálisis”, clase del 12 de enero de 1966. Inédito.
4 Sigmund Freud, “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico” en Obras Completas, A. E. tomo XII, “el médico debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su propio inconciente como órgano receptor , acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono”.
5 Jacques Lacan, El Seminario: Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, clase del 27 de mayo de 1964, “El sujeto y el Otro: la alienación”.
6 Sigmund Freud, Fragmento de análisis de un caso de Histeria (Dora), A. E. tomo VII.