La energía libidinal, el superyó y los mecanismos de defensa en la adolescencia

En cuanto a lo que ocurre con la energía libidinal en la adolescencia se puede decir que en esta finaliza el recorrido libidinal (siguiendo las ideas Freudianas). Es en esta etapa donde finalmente se llega a la genitalidad y todo lo que esta conlleva como la posibilidad de tener relaciones sexuales con un otro del sexo opuesto y la oportunidad de concebir un hijo, de esta forma el sujeto debe enfrentarse ante estas posibilidades y renunciar a la bisexualidad infantil de forma definitiva.
Sin embargo lo que detrás de todo este recorrido es la nueva manera de relación que el adolescente deberá entablar consigo mismo y con el mundo, al entrar la genitalidad y las posibilidades que esta conlleva al entorno del sujeto este modifica su comportamiento y su modo de relación y ahora podrá tener todo ello que en su infancia sólo fantaseaba y sublimaba; igualmente
tendrá la capacidad de poner su energía en nuevos objetos y cargarlos de modo que entable un nuevo grupo de relaciones.
La posibilidad de cargar nuevos objetos, diferentes a los padres, con energía libidinal hará que el sujeto se abra a un nuevo abanico de posibilidades de relación, sin embargo estas posibilidades no viene solas, están cargadas de los imaginarios sociales del rol de el hombre y la mujer en la relación y esta carga la deberá soportar el adolescente si pretende entablar una relación de pareja.
Si bien ahora el sujeto se encuentra ante nuevas oportunidades y situaciones, también se enfrentara a la ansiedad y angustia en nuevas formas. A modo defensa ante estas sensaciones displacenteras los mecanismos por excelencia que empleara el adolescente serán la intelectualización y el fantaseo.
En el primero volcara todo hacia el pensamiento formal, desligándose afectivamente de lo que lo cuestiona y llevando las discusiones al terreno del pensamiento, de ahí la recurrencia de
los adolescentes a buscar conversaciones y encuentros con lo filosófico e intelectual a la hora de encontrarse frente a un problema en lo real. En lo referente al fantaseo el sujeto aun
conservara rasgos de su infancia, elevándose por encima de los demás a la hora de encontrarse con algo que lo cuestione y llevando la angustia a ser resuelta por fines mas elevados,
volviéndose retraído y solitario por momentos en lo cuales la angustia lo desborde y utilice el fantasear como escape a esta.
Es este orden de ideas el superyo formado en la infancia, en la adolecía deberá expandir sus limites y permitir asuntos que antes le eran intolerables como el contacto genital con otro; ahora la estructura superyoica tendrá que flexibilizarse para poder permitir que el sujeto se pueda desarrollar de manera adecuada.
Este desarrollo abarca todos los contextos y labores del adolescente y será, en gran parte, afectado por la anterior estructuración objetal del sujeto.