LA ENSEÑANZA TÉCNICA SEGÚN ENRIQUE MOUCHET: UNA PERSPECTIVA HUMANISTA SOBRE LA PSICOLOGÍA APLICADA AL TRABAJO EN ARGENTINA

LA ENSEÑANZA TÉCNICA SEGÚN ENRIQUE MOUCHET: UNA PERSPECTIVA HUMANISTA SOBRE LA PSICOLOGÍA APLICADA AL TRABAJO EN ARGENTINA.

Rossi, Lucia y Ibarra, Maria Florencia.

Cita: Rossi, Lucia y Ibarra, Maria Florencia (2014). 

Fuente: VI Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XXI. Jornadas de Investigación Décimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.


En Argentina, el clima de inclusión político-social propugnada por

la ley de sufragio universal sancionada en 1912 gradualmente comenzó

a involucrar al Estado en una forma distinta de intervención

respecto al conlicto social (Suriano, 2007). La postura “krausista”

del yrigoyenismo (Roig, 1969) se fue sumando al concierto de posiciones

políticas y de ideas existentes hasta el momento. El presidente

Hipólito Yrigoyen consideraba la necesidad de participación

de todos en la “cosa pública” a través del sufragio, lo cual produjo

una ampliación de la participación política inédita hasta ese momento.

Surgieron nuevas leyes laborales, entre ellas, la ley de trabajo

domiciliario (1918), la ley que prohibía el trabajo nocturno en

las panaderías (1926), la jornada laboral de ocho horas (1929) y la

derogación de la ley de defensa social.

La integración económica de la primer generación de inmigrantes

signiicó su inclusión en las clases medias urbanas (Torrado, 2003)

y el advenimiento de este nuevo estrato social. Se sumaron el acceso

gratuito a la salud pública hospitalaria en 1917 (anteriormente

se requería un certiicado de pobreza) y la Reforma Universitaria de

1918 que garantizaba su autonomía respecto al poder ejecutivo, un

gobierno tripartito e instancias concursales de legitimación.

El cambio político propiciaba a su vez una nueva concepción del sujeto

político: se trataba de un sujeto participativo y activo en lo político,

comprometido, valorativo, con autonomía, libertad, responsabilidad,

que se integraba laboralmente y progresaba socialmente a través de

la educación y el trabajo (Rossi, 2001a; Rossi, Ibarra y Ferro, 2009).

Este sujeto “activo” en lo político y en lo laboral acompañó un redireccionamiento

de las concepciones psicológicas presentes hasta

ese momento. Paulatinamente, la psicología comenzó a considerar

las problemáticas propias del hombre en situación de trabajo, las

cuales se agregaron a los lineamientos clínicos y criminológicos que

caracterizaron sus objetivos en la primera década del siglo.

La psicología experimental, que había emergido en nuestro país

a principios de siglo asentada en los cursos que se dictaban en la

Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y su

laboratorio, contaba ya con una legitimidad indiscutida. La primera

cátedra de Psicología Fisiológica a cargo de Horacio Piñero desde

1901, respondía al diseño de los positivistas franceses. El segundo

curso de Psicología inaugurado en 1906, había transitado por el

enfoque estructural de Psicología “pura o superior”, solidario con la

ilosofía mientras estuvo a cargo del Profesor Félix Krueger, discípulo

de Wundt, y luego por el enfoque psicogenético de inspiración

darwiniana cuando estuvo a cargo de José Ingenieros.

En el nuevo contexto de democracia ampliada se expandieron los

objetivos de la psicología experimental hacia consideraciones aplicadas

a los problemas del trabajo y surgió, también, la psicotecnia.

Por un lado, dentro de las universidades, luego de las investigaciones

sobre la fatiga laboral realizadas por Alfredo Palacios en los

Talleres del Estado (Palacios, 1922), surgieron nuevos laboratorios

aplicativos que se replicaron rápidamente (1). El objetivo de estos laboratorios era aportar el

fundamento cientíico de las reivindicaciones

socialistas de la época, entre las cuales se encontraba la

legislación laboral y los derechos del trabajador. Desde los inicios

de siglo, los socialistas encontraron en la concepción naturalista y

objetiva de la psicología experimental una posición compatible con

el materialismo afín a su ideología (Rossi, 2001b).

Por otro lado, con el auspicio del gobierno radical de Hipólito Yrigoyen,

se creaba el Instituto de Psicotecnia y Orientación Profesional a

cargo de Carlos Jesinghaus, discípulo de Wundt arribado a nuestro

país en 1913 para dictar cursos de Filosofía. En consonancia con la

postura de Hugo Münsterberg, Carlos Jesinghaus pensaba a la Psicotecnia

como un derivado de la psicología experimental al servicio

de la producción y del consumo, propias de la economía capitalista,

es decir, como una herramienta derivada de los requerimientos del

mercado de trabajo. La intervención psicotécnica sobre lo social

no se asentaba directamente en una propuesta legislativa, como

lo planteaban los socialistas, sino a partir de la armonización de la

distribución de los componentes de la fuerza productiva.

En deinitiva; si en sus investigaciones, Alfredo Palacios buscaba

adaptar el medio (legislativo) al hombre (psicofísico); la psicotecnia

de Carlos Jesinghaus, en cambio, buscaba adaptar el hombre (capacidades

psico-físicas) al medio (económico y productivo).

Para realizar sus investigaciones, Palacios solicitó la colaboración

del Laboratorio de Psicología Experimental que tenía sede en la cátedra

a cargo de Enrique Mouchet en la Facultad de Filosofía de la

Universidad de Buenos Aires.

En 1926 Enrique Mouchet -que luego sería diputado socialista entre

1932 y 1938- advertía sobre la desilusión que la psicotecnia causaba

a la psicología; desilusión y desesperanza. La primera por no ser

sino un capítulo de la psicología experimental y la segunda porque

“tampoco se puede esperar que ella transforme la psicología en

una ciencia exacta” (Mouchet, 1926, p.409).

En efecto, en 1929 escribe “La humanización del proletariado por la

enseñanza técnica profesional” donde plantea la obligatoriedad de

la enseñanza técnica y profesional para aprendices que terminen

la escuela primaria a in de vincularla “con la realidad social, vale

decir, con las necesidades del comercio, de las industrias y de los

servicios públicos (Mouchet, 1929, p. 11). Para Mouchet, la orientación

profesional mostraba su valor al articular las capacidades

individuales con las variables del mercado y la economía:

… es menester que los jóvenes se decidan, al ingresar en una

escuela técnica, por un oicio que corresponda a sus condiciones

orgánicas y mentales a in de evitar posteriores fracasos. De ahí la

necesidad de la selección profesional en dichos establecimientos,

efectuada por médicos, y también la necesidad de la orientación

profesional, con consejo de orientación formados por médicos,

psicólogos, comerciantes y representantes de los sindicatos industriales

y obreros, a in de que los jóvenes puedan elegir mejor la

profesión de acuerdo a sus facultades mentales, a sus condiciones

orgánicas, a la capacidad económica de sus padres y a las necesidades

del comercio y la industria. (Mouchet, 1929, p. 18).

De esta manera, será posible para Mouchet la humanización del

proletariado, entendiendo por ello la “exaltación de la vida espiritual

del hombre por la enseñanza integral: intelectual, moral, física e industriosa

… apresurémonos a capacitar las manos, los corazones

y los cerebros para que reine soberana la unidad y la armonía en

la compleja contextuara de la vida individual y social …” (Mouchet,

1929, p. 23). La concepción espiritualista del trabajo que propone

Mouchet, sorprendente para un socialista (Rossi, 2001b), marca

también un contrapunto con la posición de Jesinghaus, quien pensaba

la armonía en términos de capacidades individuales en función

del medio económico. Pero no sorprende tanto si se considera que

ya en 1908, Enrico Ferri había hecho zozobrar al Partido Socialista

autóctono cuando, en una conferencia brindada en nuestro país,

… airmó el carácter de implantación artiicial en el país del PS,

deiniéndolo como una mera copia de la experiencia europea, ya

que para él la ausencia de desarrollo industrial y de un proletariado

emergente de ella, cuestionaban la misma razón de ser del proyecto

socialista (Graciano, 2010, p.4).

Juan B. Justo recogió ese guante y escribió en favor de un socialismo

con características propias, argentinas. En la biografía que

Mouchet escribe sobre Juan B. Justo, retomará “esta adaptación

del socialismo internacional a las condiciones peculiares de nuestro

ambiente físico y humano …” (Mouchet, 1932, p. 102-103) y dice:

… el ideal socialista era para él [Juan B. Justo] un lazo de unión

entre todos los miembros de la familia proletaria, ya que, evidentemente,

sus intereses políticos y gremiales son comunes por representar

la clase desposeída, que lucha en la Historia contra la

clase enriquecida a in de conseguir un más elevado nivel de vida

material y espiritual. Esta tendencia lo llevó a plantear los problemas

sociales con una claridad meridiana y con un criterio netamente

argentino (Mouchet, 1932, p. 102, el resaltado es nuestro).

Así, la propuesta educativa de Mouchet conjugaba posturas humanistas

y valorativas de inspiración orteguiana propias del momento,

tales como el raciovitalismo. Las visitas de José Ortega y Gasset a

nuestro país (1916, 1928, 1940) contribuyeron al desplazamiento

del positivismo naturalista dando lugar a corrientes vitalistas centradas

en las posturas psicológico-ilosóicas de inspiración alemana

(Rossi, 1997a) que fomentaron alguna apertura a la subjetividad.

Ortega recomendaba autores de psicología y ilosofía alemana que

inluenciaron a Alejandro Korn y Coriolano Alberini, protagonistas

instituyentes de la Reforma Universitaria de 1918.

En Buenos Aires, la Reforma Universitaria adquirió un peril antipositivista

y humanista que tornó a la psicología subjetivista y axiológica,

en consonancia con el raciovitalismo orteguiano (Rossi, 1997a).

Se leía a a Husserl y su fenomenología, a Heidegger, Scheller y el

humanismo de Dilthey. Coriolano Alberini propone el programa de

Psicología II “La personalidad” en 1921 donde deine a la psicología

en términos de personalidad y valoración. Enrique Mouchet a cargo

de Psicología Fisiológica y Experimental “provee los fundamentos

isiológicos de lo anímico: pasiones, emociones, afectos, deseos;

próximos a la noción orteguiana de Alma, la que Mouchet deine

como “sentimiento vital”” (Rossi, 1997a, p. 87).

Como diputado socialista, entre 1932 y 1938, Mouchet presenta

en la Comisión Asesora de Educación varios proyectos tendientes

a fomentar la enseñanza técnica. Entre junio y septiembre de 1935

presenta un proyecto para la Creación de la Escuela Técnica Comercial

en Tandil, Provincia de Buenos Aires, otro para la Creación

de una Escuela de Artes y Oicios en la ciudad de La Carlota, Departamento

de Juárez Celman, Provincia de Córdoba y otro para

la creación del Consejo Nacional de Enseñanza Técnica. En 1937

propuso constituir el Consejo Nacional de Enseñanza Técnica dependiente

del Ministerio de Agricultura de la Nación cuya función

sería organizar, dirigir y fomentar la enseñanza Profesional en el

país. Quizá estaba al tanto de la experiencia pedagógica de Antón

Makarenko (1888-1939) en la Unión Soviética que dio lugar a las

Escuelas del Trabajo de inspiración marxista que contemplaban la

combinación entre la educación (intelectual, educación física y la

educación politécnica) con el trabajo. “El trabajo constituye la base de la educación

socialista; el trabajo es el instrumento con el cual

se conforma la conciencia colectiva.” (Makarenko, citado en Carreño,

2000, p. 60) – sostenía Antón Marakenko.

Una saga de concatenaciones discursivas permiten esbozar algunas

articulaciones. En 1933 aparece tempranamente en José Ortega

y Gasset la “Meditación de la técnica”, antes incluso de la

conferencia que Heidegger dictara en 1953 y que se transcribiera

y publicara bajo el título de “La pregunta por la técnica”. Allí Heidegger

analizaba, en clave metafísica, la relación de la técnica con

el Ser y con el propio ser humano (Heidegger, 2007). Ortega, por

su parte pensaba que la técnica era la forma especíica en la que

el hombre se impone a la naturaleza, en tanto reacción frente a su

entorno, lo cual le permite airmar que la técnica es la adaptación

del medio al sujeto. Esta subversión, evoca a la postura de Mouchet

respecto de la “humanización del proletariado” y a la de Alfredo

Palacios cuando pensaba adaptar el medio legislativo a las capacidades

humanas.

En 1949, ya en otro contexto socio-político, la articulación entre la

educación y el trabajo alcanzaban estatus constitucional. En ese

momento el marco queda deinido en términos de “estado de bienestar”,

tal como era propuesto por el gobierno del Presidente Perón

cuyo partido político asume el nombre de “justicialismo”. Pero en

ese entonces Alfredo Palacios escribe “La Justicia Social” libro publicado

en 1954 que comienza así:

I. La verdadera virtud social. La justicia social, que lleva implícito

el concepto de respeto a la persona humana, se invoca en los

parlamentos por los legisladores de todas las ideologías; aparece

como fundamentos en las constituciones de todos los países cultos

-con nitidez en el nuestro – y constituye un clamoroso anhelo de

los oprimidos. En realidad, es simplemente justicia … Tiene una

signiicación amplia, pues regula las relaciones del hombre con la

comunidad y comprende a todos sus integrantes, ya como función

individual o de grupo, ya como función estatal. Se reiere a la totalidad

de los bienes, no sólo a los materiales, sino primordialmente a

los del espíritu. (Palacios, 1954, p. 9).

El libro de Alfredo Palacios enfatiza el “desenvolvimiento histórico

de la idea de Justicia Social” para que no se olvide la compleja

genealogía de un término de origen socialista. Pero también sitúa al

concepto en el contexto especíico de nuestro país, para que tampoco

se olvide que el socialismo en nuestro país incorporó en su

materialismo, conceptos humanistas.

NOTA

(1) En 1923 se creó el Laboratorio de Psicoisiología en la Facultad de Derecho

y Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata (Palacios, 1924, 1925).

Alberti fue designado como responsable de la organización del Laboratorio

quedando luego a cargo del mismo a través de un concurso. En 1926 Consejo

Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de

Buenos Aires crea el Laboratorio de Psicología Experimental dependiente de

la Cátedra de Legislación del Trabajo que también estaba a cargo de Palacios.

El decano designó a José Alberti para organizarlo. En 1929 se creó en

la Universidad Nacional de Córdoba el Instituto del Trabajo “Dr. Juan Bialet

Massé”, anexo a la cátedra “Legislación Industrial y Obrera”

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