Melanie Klein: ENVIDIA Y GRATITUD (1957), Cuarta parte

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Allí Satanás, envidioso de Dios, decide ser el usurpador del Cielo. Hace la guerra a Dios en su intento de dañar la vida celestial y cae del Paraíso. Ya caído, él y sus otros ángeles construyen el Infierno como organismo competidor del Cielo, convirtiéndose en la fuerza destructiva que intenta deshacer lo que Dios crea. Esta idea teológica parece venirnos de San Agustín, quien describe la vida como una fuerza creadora opuesta a otra destructiva, la Envidia. En tal sentido, en la Primera Carta a los Corintios se lee: «El amor no envidia». Mi experiencia psicoanalítica me enseñó que la envidia de la facultad creadora es un elemento fundamental en la perturbación del proceso de creación. Dañar y destruir la fuente inicial de la bondad pronto lleva a destruir y atacar a los niños que la madre contiene. Su resultado es que el objeto bueno queda convertido en hostil, crítico y envidioso. La figura representativa del superyó sobre la que se ha proyectado una fuerte envidia, vuélvese particularmente perseguidora e interfiere en los procesos del pensamiento y de toda actividad productiva, que es, en último término, la facultad de creación. En la crítica destructiva, que con frecuencia es descrita como «mordaz» y «perniciosa», se halla subyacente la actitud envidiosa y destructiva hacia el pecho. En particular es la facultad creadora la que se convierte en el objeto de tales ataques. En The Faerie Queene , Spenser describe la envidia como un lobo voraz: «El odiaba todas las buenas obras y acciones virtuosas y también los versos de poetas famosos a los cuales difamaba, y de boca leprosa escupe rencoroso veneno sobre todo lo que alguna vez ha sido escrito. » La crítica constructiva tiene distintas fuentes. Se propone ayudar al otro y fomentar su trabajo. A veces deriva de una fuerte identificación con la persona cuyo trabajo está en discusión. En la crítica constructiva también pueden entrar las actitudes maternales o paternales. Frecuentemente la confianza en la propia facultad creadora contrarresta la envidia. Una causa de la envidia es la relativa ausencia de ésta en otros. La persona envidiada es sentida como poseedora de lo que en el fondo es lo más apreciado y deseado, esto es, un objeto bueno, que también implica un buen carácter y un juicio sano. Además, quien puede apreciar de buena gana el trabajo creador y la felicidad ajena, queda a salvo de los tormentos de la envidia, de los motivos de queja y de la persecución. En tanto la envidia es una fuente de gran desdicha, una ausencia relativa de ésta es percibida como substrato de los estados anímicos de satisfacción y paz y finalmente de la cordura. Esto, de hecho, constituye asimismo la base de los recursos internos y de la elasticidad que pueden ser observados en aquellos que recuperan la paz espiritual aun después de haber atravesado una gran adversidad y dolor moral. Tal actitud, que incluye la gratitud en relación con los placeres del pasado y el goce de lo que el presente puede dar, se expresa en la serenidad. En las personas de edad avanzada, hace posible la adaptación a la idea de que la juventud no puede ser recuperada y las capacita para experimentar placer e interés con la vida de los jóvenes. Aquello de que los padres reviven sus propias vidas en las de sus hijos y nietos -si esto no es una expresión de una actitud en exceso posesiva y de ambición desviada- ilustra lo que estoy tratando de transmitir. Los que sienten que han tenido participación en la experiencia y placeres de la vida, son mucho más aptos para creer en la continuidad de la vida. Esta capacidad para la resignación sin amargura excesiva, que no obstante conserva vivo el poder de gozar, tiene su origen en la infancia, dependiendo del grado en que el niño pudo gozar del pecho sin envidiar en forma excesiva su posesión a la madre. Es mi sugerencia que la felicidad experimentada en la infancia y el amor por el objeto bueno que enriquece la personalidad se hallan en el fondo de la capacidad para el goce y la sublimación, haciéndose sentir esto aun en la vejez. Cuando Goethe dijo: «El más feliz de los hombres es el que puede hacer concordar estrictamente el fin de su vida con el comienzo», yo interpretaría «el comienzo» como la relación temprana feliz con la madre que durante toda la vida mitiga el odio y la ansiedad y aun da apoyo y satisfacción al anciano. Un niño que ha establecido al objeto bueno firmemente, también puede encontrar compensaciones para la pérdida y privaciones de la vida adulta. Todo esto es sentido por la persona envidiosa como algo que nunca puede alcanzar porque jamás podrá ser satisfecha y por eso se reforzará su envidia.

V-

Ilustraré ahora algunas de mis conclusiones con material clínico . El primer ejemplo está tomado del análisis de una paciente. Había sido alimentada al pecho, pero con todo, las circunstancias no habían sido favorables y estaba convencida de que su niñez y alimentación fueron totalmente insatisfactorias. Sus quejas acerca del pasado se relacionaban con la desesperanza acerca del presente y del futuro. La envidia del pecho nutricio y las dificultades posteriores en las relaciones de objeto ya habían sido extensamente analizadas antes del episodio al que me voy a referir. En cierta oportunidad la paciente me llamó por teléfono y dijo que no podía venir a tratarse debido a que le dolía un hombro. Al día siguiente me llamó para decirme que aún no estaba bien, pero que esperaba verme el próximo día. Cuando vino estaba sumamente quejosa. Había sido cuidada por su sirvienta, pero nadie más se interesó por ella. Me describió que en un momento dado su dolor aumentó repentinamente, siendo éste acompañado de una sensación de frío extremo. Había sentido una imperiosa necesidad de que alguien viniese inmediatamente y le cubriese el hombro a fin de que entrara en calor, y que se fuese en cuanto esto fuera logrado. En ese instante se le ocurrió que así debió sentir siendo bebé, cuando quería ser cuidada y nadie venia. Era característico de esta paciente en su actitud hacia los demás -y esto aclaraba sus más tempranas relaciones con el pecho- que deseara ser cuidada, pero al mismo tiempo repeliese el objeto mismo que había de gratificarla. La sospecha con respecto al don recibido junto con su imperiosa necesidad de ser cuidada -que en última instancia significaba un deseo de ser alimentada- expresaban su actitud ambivalente hacia el pecho. Me he referido a bebés cuya respuesta a la frustración es hacer un uso insuficiente de la gratificación que, aunque tardía, podía brindarles la mamada. Podría suponer que aun cuando no renuncian a sus deseos de un pecho gratificador, no logran gozar de él y por lo tanto lo repelen. El caso en discusión ilustra algunas de las razones de esta actitud: sospechada del don que ella deseaba recibir porque el objeto ya estaba dañado por la envidia y el odio, existiendo al mismo tiempo un profundo resentimiento por cada frustración. También tenemos que recordar -y esto puede aplicarse a otros adultos en quienes la envidia es marcada– que muchas experiencias desilusionantes, sin duda debidas en parte a su propia actitud, habían contribuido a su impresión de que el cuidado deseado no sería satisfactorio. En el curso de esta sesión, la paciente relató un sueño: estaba sentada en una mesa en un restaurante. Sin embargo, nadie vino a servirla. Decidió unirse a una cola y buscar algo para comer. Delante de ella habla una mujer que tomó dos o tres pastelitos y se fue con ellos. La paciente también tomó dos o tres pastelitos. De sus asociaciones selecciono las siguientes: la mujer parecía muy resuelta y su figura recordaba la mía. Hubo una repentina duda acerca del nombre de los pasteles (en realidad petits-fours) que en un comienzo pensó eran petit fru; esto le hizo recordar petit frau y de este modo Frau Klein. El núcleo de mi interpretación fue que su queja por las sesiones perdidas se relacionaba con las mamadas insatisfactorias y la infelicidad de su niñez. Los dos pasteles de los «dos o tres», representaban el pecho del que ella se sentía dos veces despojada al faltar a las sesiones. Eran «dos o tres» porque no había estado segura si podría venir el tercer día. La circunstancia de que la mujer era «resuelta» y que la paciente siguió su ejemplo al tomar los pasteles, apuntaba tanto hacia su identificación con el analista como a la proyección de su propia envidia sobre ella. En este sueño existe un aspecto estrechamente relacionado con el contenido del libro. La analista que se fue con los dos o tres petits-fours no sólo representaba al pecho que le fue rehusado, sino también al pecho que iba a «alimentarse a sí mismo». (Unida a otro material, la analista «resuelta» no sólo representaba el pecho sino a una persona con cuyas cualidades, buenas y malas, se identificaba la paciente). Así a la frustración se había sumado la envidia del pecho. Esta envidia había causado un amargo resentimiento, puesto que la madre había sido sentida como egoísta y mezquina, alimentándose y amándose en lugar de hacerlo con su bebé. En la situación analí tica yo era sospechosa de haberme divertido durante su ausencia, o haber dado el tiempo a otros pacientes a quienes prefería. La cola a la que ella decidió unirse se refería a otros rivales más favorecidos. La respuesta al análisis del sueño fue un notable cambio en la situación emocional. La paciente ahora experimentaba un sentimiento de felicidad y gratitud más vivas que en sesiones anteriores. Con lágrimas en los ojos, cosa poco usual en ella, dijo que sentía como si ahora hubiese hecho una comida enteramente satisfactoria. También se le ocurrió que su lactancia y su infancia podrían haber sido más felices de lo que ella había supuesto. Se sentía asimismo, más esperanzada con respecto al futuro y al resultado de su análisis. La paciente había entendido una parte de sí misma con mayor claridad, parte que de ningún modo le era desconocida en otros aspectos. Ella percibía su envidia y sus celos hacia varias personas, pero no había sido capaz de reconocerlo suficientemente en la relación con la analista, porque era demasiado doloroso experimentar que estaba envidiando y dañando tanto a la analista como al éxito del análisis. En esta sesión después de las interpretaciones referidas, su envidia había disminuido; la capacidad para gozar y para la gratitud habla pasado a primer plano, siendo capaz de experimentar la sesión como una comida feliz. Esta situación emocional tuvo que ser elaborada una y otra vez, en la transferencia positiva y negativa, hasta que se logró un resultado más estable. La experiencia de esa comida feliz se produjo al hacerla gradualmente capaz de unir las partes disociadas de su personalidad en relación con la analista y por medio del reconocimiento de cuánta envidia y por lo tanto cuántas sospechas tenía sobre mí, y en primer lugar sobre su madre. Esto estaba ligado con sentimientos de gratitud. En el curso del análisis la envidia disminuyó, haciéndose los sentimientos de gratitud mucho más frecuentes y duraderos. Mi segundo ejemplo está tomado del análisis de una paciente con fuertes rasgos depresivos y esquizoides. Durante un largo período había sufrido estados depresivos. El análisis siguió su marcha e hizo algún progreso, aunque la paciente expresó una y otra vez sus dudas con respecto al trabajo efectuado. Yo había interpretado los impulsos destructivos contra la analista, los padres y hermanos, y el análisis logró hacerle reconocer fantasías específicas de ataques destructivos contra el cuerpo de su madre. Habitualmente ese reconocimiento era seguido por depresiones de naturaleza controlable. Fue un hecho notable que durante la primera parte del tratamiento no pudieran ser examinadas la profundidad y severidad de las dificultades de la paciente. Socialmente ella daba la impresión de ser una persona agradable, aunque propensa a la depresión. Sus tendencias reparativas y la actitud servicial hacia sus amistades eran bastante genuinas. Sin embargo, la severidad de su enfermedad se hizo aparente en cierto período, debido en parte al previo trabajo analítico y en parte a algunas experiencias externas. Habíanle ocurrido varias desilusiones; pero fue un éxito inesperado en su carrera profesional el que trajo a un primer plano lo que había estado analizando por algunos años, a saber la intensa rivalidad conmigo y el sentimiento de que en su propio terreno ella pudiera llegar a ser igual, o mas bien superior a mi. Ambas llegamos a reconocer la importancia de su envidia destructiva hacia mi; y como siempre cuando llegamos a estos estratos profundos- parecía que cualquier impulso destructivo allí existente era sentido como omnipotente y por lo tanto irrevocable e irremediable. Hasta entonces yo había analizado sus deseos oral-sádicos en forma extensa, y así fue como también llegamos a la comprensión parcial, por su parte, de los impulsos destructivos hacia su madre y hacia mí. El análisis había tratado asimismo acerca de sus deseos uretral y anal-sádicos, pero a este respecto yo sentía que no había logrado gran progreso y que su comprensión de estos impulsos y fantasías era de naturaleza más bien intelectual. Durante el particular período que ahora quiero discutir, había aparecido material uretral con fuerza renovada. Pronto se desarrolló un sentimiento de gran exaltación a raíz de su éxito, el que fue anunciado por un sueño que mostró su triunfo sobre mi y, por debajo, la envidia destructiva hacia mi representando a su madre. En el sueño ella estaba en el aire sobre una alfombra mágica que la sostenía por encima de la copa de un árbol. La altura era suficiente como para que pudiera ver, a través de una ventana, el interior de una habitación donde una vaca estaba mascando algo que parecía ser la interminable tira de una frazada. En la misma noche tuvo también un corto sueño en el que sus calzones estaban mojados. Las asociaciones a este sueño pusieron en claro que estar por encima de la copa del árbol significaba haberme aventajado, puesto que la vaca me representaba a mi, a quien ella miraba con desprecio. Muy en el comienzo de su análisis ella había tenido un sueño en el que yo estaba representada por una mujer apática parecida a una vaca, mientras que ella era una niña pequeña que pronunciaba con éxito un brillante discurso. En aquel tiempo mis interpretaciones de que había convertido a la analista en una persona despreciable en tanto ella tenía una actuación exitosa a pesar de ser mucho más joven, habían sido aceptadas sólo en parte, aunque ella se daba plenamente cuenta que la niña era ella misma, y la mujer-vaca, la analista. Este sueño llevó gradualmente a un percatamiento más pleno de sus ataques destructivos y envidiosos contra mí y contra su madre. Desde entonces la mujer-vaca que me representaba había sido un rasgo definido en el material, y por eso estaba completamente claro que en el nuevo sueño la vaca, en la habitación que ella miraba, era la analista. Asoció que la interminable tira de frazada representaba un interminable chorro de palabras, ocurriéndosele que éstas eran todas las palabras que yo había dicho en el análisis y que ahora tenía que tragármelas. La tira de frazada significaba un ataque contra la vaguedad e inutilidad de mis interpretaciones. Aquí vemos la total desvalorización del objeto primario, significativamente representado por la vaca, así como también la queja contra la madre que no la había alimentado en forma satisfactoria. El castigo impuesto sobre mí al tener que comer todas mis palabras saca a la luz la profunda desconfianza y todas las dudas que una y otra vez la habían asediado en el curso del análisis. Después de mis interpretaciones se hizo bastante claro que no podía confiar en la maltratada analista, ni en el análisis desvalorizado. La paciente estaba sorprendida y chocada por su actitud hacia mí, actitud que durante largo tiempo, antes del sueño, había rehusado admitir con plenitud. Los calzones mojados en el sueño y sus asociaciones expresaron (entre otros significados) los venenosos ataques uretrales contra la analista, destinados a destruir sus poderes mentales y cambiarla en una mujer-vaca. Poco tiempo después tuvo otro sueño que ilustra este punto particular. Estaba parada en la parte inferior de una escalera, mirando hacia arriba y viendo una pareja joven en la cual algo andaba mal. Arrojó entonces una pelota de lana, que ella misma describió como «magia buena»; sus asociaciones mostraron que la magia mala, y más especialmente el veneno, debían haber causado la necesidad de usar la magia buena después. Las asociaciones con la pareja me permitieron interpretar una situación actual de celos fuertemente negada, llevándonos del presente hacia experiencias anteriores, que por último llegó naturalmente hasta los padres. Los sentimientos destructivos y de envidia hacia la analista y hacia la madre en el pasado, resultaron estar por debajo de los celos y la envidia hacia la pareja del sueño. El hecho de que esta pelota liviana no llegase hasta la pareja implicaba que su reparación no tuvo éxito; y la ansiedad por tal fracaso fue un elemento importante en su depresión. Este es sólo un extracto del material que sirvió para mostrarle a la paciente, de modo convincente, su venenosa envidia hacia la analista y hacia su objeto primario. Aquí cedió a la depresión, que fue de una profundidad tal como nunca había tenido antes. La causa principal de esta depresión que siguió a su estado de exaltación fue el haberse visto obligada a hacerse cargo de una parte de sí misma completamente disociada, que hasta entonces no había sido capaz de reconocer. Como dije antes, fue muy difícil ayudarla a darse cuenta de su odio y agresividad. Pero cuando llegamos a esa fuente particular de destructividad, le era insoportable verse a la luz de su envidia e ímpetu de dañar y humillar a la analista, quien era sumamente valorada en otra parte de su mente. Ella no parecía ser particularmente jactanciosa o vanidosa, pero por medio de diversos procesos de disociación y defensas maníacas habíase aferrado a una imagen idealizada de sí misma. Como consecuencia de haber comprendido -lo que en esa etapa del análisis ya no podía negar- que se sentía mala y despreciable, la idealización se vino abajo y surgió la desconfianza acerca de sí misma, así como también la culpa por el daño irrevocable causado en el pasado y el presente. Su culpa y depresión se centralizaron sobre sus sentimientos de ingratitud hacia la analista, quien, según ella sabía, la había ayudado y la estaba ayudando y hacia quien ella sentía desprecio y odio y, en último término, por la ingratitud hacia su madre, a la que inconscientemente veía como arruinada y dañada por su envidia e impulsos destructivos. El análisis de su depresión condujo a una mejoría que después de algunos meses fue seguida de una renovada y profunda depresión. Esto fue causado por el reconocimiento pleno de sus virulentos ataques anal-sádicos contra la analista y en el pasado contra su familia, confirmando su sensación tanto de enfermedad como de maldad. Era ésa la primera vez que ella fue capaz de apreciar cuán fuertemente habían sido disociados los aspectos uretral y anal-sádicos. Cada uno de éstos había involucrado partes importantes de la personalidad e intereses de la paciente. Los pasos hacia la integración que tuvieron lugar después del análisis de la depresión, implicaban recuperar estas partes perdidas, siendo la necesidad de encararlas la causa de su depresión. El ejemplo siguiente es el de una paciente a quien yo describiría como bastante normal. Con el transcurso del tiempo ella se había vuelto cada vez más consciente de la envidia que experimentaba tanto hacia una hermana mayor como hacia su madre. La envidia de su hermana había sido contrarrestada por un sentimiento de fuerte superioridad intelectual que tenía base real y por la sensación inconsciente de que la hermana era extremadamente neurótica. La envidia de la madre era contrabalanceada por un sentimiento amoroso muy fuerte y por la apreciación de su bondad. En el sueño que la paciente relató, se encontraba sola en un vagón del ferrocarril con una mujer de la que sólo podía ver la espalda y que se hallaba inclinada hacia la puerta del compartimiento con gran peligro de caer hacia afuera. La paciente la sostenía fuertemente, tomándola del cinturón con una mano; con la otra escribía una nota que puso en la ventana. En ella decía: en este compartimiento se halla un médico ocupado con un paciente y no debe ser molestado. De este sueño he seleccionado las asociaciones siguientes: la paciente tenía una acentuada sensación de que la figura a la cual mantenía fuertemente sujeta era una parte loca de si misma. En el sueño ella estaba convencida de que no debía dejarla caer por la puerta, sino mantenerla en el compartimiento y enfrentarla. El análisis reveló que el compartimiento la representaba a ella misma. Las asociaciones con el cabello, que sólo era visto de atrás, se referían a la hermana mayor. Las asociaciones siguientes la llevaron al reconocimiento de la rivalidad y envidia en relación con aquélla, retrocediendo hasta la época en que la paciente aún era una niña mientras que su hermana ya tenía un festejante. Luego habló de un vestido que usaba su madre y que había admirado y codiciado cuando era pequeña. Este vestido marcaba claramente la forma de los senos, haciéndose más evidente que nunca, aunque nada de esto era enteramente nuevo, que lo que originalmente ella había envidiado y arruinado en su fantasía era el pecho de la madre. Este reconocimiento intensificó sus sentimientos de culpa, tanto hacia la hermana como hacia la madre, llevándola a una revisión amplia de sus relaciones más tempranas. Así, llegó a una comprensión mucho más compasiva de las deficiencias de su hermana, sintiendo que no la había querido suficientemente. También descubrió que en su temprana infancia la había querido más de lo que recordaba en la actualidad. Yo interpreté que la paciente sentía que debía mantener sujeta una parte loca, disociada de sí misma, hecho que también estaba ligado a la internalización de la hermana neurótica. Como consecuencia de la interpretación del sueño la paciente, que tenía razones para considerarse como bastante normal, sufrió fuerte sorpresa y conmoción. Este caso ilustra una conclusión que se está haciendo cada vez más familiar, consistente en que aun en personas normales existe con frecuencia en forma disociada de otras partes de la personalidad, el remanente de sentimientos y mecanismos paranoides y esquizoides. La sensación de la paciente de que debía mantener un dominio firme sobre aquella figura, implicaba que también debía haber ayudado más a su hermana o, por así decirlo, haberle impedido caerse; este sentimiento fue ahora revivido en conexión con aquélla como objeto internalizado. La revisión de sus relaciones más tempranas estaba ligada a cambios en los sentimientos hacia sus objetos primarios introyectados. El hecho de que su hermana representara también la parte loca de si misma resultó ser una proyección parcial de su propios sentimientos paranoides y esquizoides sobre esta última. Fue con este percatamiento que disminuyó la disociación de su yo. Ahora deseo referirme a un paciente y relatar un sueño que tuvo el fuerte efecto de hacerle reconocer no sólo los impulsos destructivos hacia la analista y hacia su madre, sino también la envidia como factor específico en su relación con ellas. Hasta entonces y con grandes sentimientos de culpa, había reconocido en cierta medida sus impulsos destructivos, pero aún no se daba cuenta de la envidia y hostilidad dirigidas contra la facultad creadora de la analista y contra su madre en el pasado. Sin embargo, reconocía que tenía envidia a Otras personas y que unidos a una buena relación con su padre, existían asimismo celos y rivalidad. El siguiente sueño lo ayudó a percatarse de su envidia hacia la analista y aclaró sus tempranos deseos de poseer todos los atributos femeninos de su madre. En el sueño el paciente, que había estado pescando, preguntábase si debía matar al pez que pensaba comer; por fin decidió colocarlo en un canasto y dejarlo morir. El canasto en que lo llevaba era corno el que usan las lavanderas. Repentinamente el pez se convirtió en un hermoso bebé que tenía algo verde en su ropa. Entonces notó -y en ese momento se quedó muy preocupado- que los intestinos del bebé sobresalían porque había sido herido por el anzuelo que había tragado en su estado de pez. Asoció lo verde a la tapa de los libros de la International Psycho-Analytical Library, comentando que el pez en el canasto representaba uno de mis libros, que evidentemente me había robado. Otras asociaciones mostraron sin embargo que el pez no sólo era mi trabajo y mi hijo, sino también me representaba a mi. Tragarme el anzuelo, que significaba haberme tragado la carnada, expresaba su sentimiento de que yo había pensado de él mejor de lo que se merecía; que no me había dado cuenta de que también existían partes muy destructivas de él mismo que operaban contra mí. Aunque aún no podía admitir plenamente que la manera de tratar al pez, al niño y a mí misma, significaba destruirme a mi y a mi trabajo por envidia, inconscientemente sin embargo lo comprendía. También interpreté que el canasto de la lavandera expresaba su deseo de ser mujer, de tener niños y despojar a su madre de éstos. El efecto de este paso en la integración fue un comienzo de fuerte depresión debido a que tuvo que enfrentar los componentes agresivos de su personalidad. Aun cuando esto había sido anunciado en la primera parte de su análisis, ahora lo experimentó como una conmoción y con horror de si mismo. La noche siguiente el paciente soñó con un lucio, al que asoció ballenas y tib urones, pero en el sueño no sintió que el lucio fuese un animal peligroso. Era viejo y parecía estar cansado y muy gastado. Sobre él se hallaba una rémora, sugiriendo inmediatamente el paciente que la rémora no chupa al lucio o a la ballena, sino que se adhiere a su superficie, protegiéndose así de los ataques de otros peces. El paciente reconoció que esta explicación era una defensa contra el sentimiento de que él era la rémora y yo el lucio viejo y gastado y me hallaba en ese estado por haber sido tan maltratada en el sueño de la noche anterior y porque él sentía que yo había sido chupada hasta quedar seca. Esto no sólo me había convertido en un objeto dañado, sino también peligroso. En otras palabras, habían surgido tanto las ansiedades persecutorias como las depresivas; el lucio asociado a las ballenas y tiburones mostraba los aspectos persecutorios, mientras que su apariencia vieja y gastada expresaba sensación de culpa por el daño que me había estado haciendo y que aún me hacia. La fuerte depresión que siguió a este reconocimiento duró varias semanas en forma más o menos ininterrumpida, pero no interfirió en el trabajo ni en la vida familiar del paciente. Describió esta depresión como diferente y más profunda que cualquier otra experimentada antes. El impulso hacia la reparación, expresado en el trabajo físico y mental, se incrementó por la depresión y preparó el camino para su superación. El resultado de esta fase sobre su análisis fue muy notable. Aun cuando la depresión cedió después de haber sido elaborada, el paciente estaba convencido de que ya nunca se vería del modo como lo había hecho antes. Con todo, esto no implicaba una sensación de desánimo, sino un mayor conocimiento de sí mismo y una mayor tolerancia con respecto a otras personas. Lo que el análisis logró fue un paso importante en la integración, ligado al hecho de que el paciente fuese capaz de enfrentar su realidad psíquica. No obstante, en el curso de su análisis había épocas en que esta actitud no podía ser mantenida. Es decir que, como en todos los casos, la elaboración fue un proceso gradual. Aunque su previa observación y juicio acerca de las personas había sido bastante normal, hubo una definida mejoría como resultado de este período de su tratamiento. Otra consecuencia fue que los recuerdos de la infancia y de su actitud hacia los hermanos surgieron con mayor fuerza y lo llevaron hasta la temprana relación con la madre. Durante el estado de depresión a que me he referido, se dio cuenta de que había perdido en gran parte el placer e interés por el análisis. Pero éstos fueron recuperados por completo al ceder la depresión. En seguida trajo un sueño en el que distinguía un leve menosprecio por la analista, pero que en el análisis resultó expresar una fuerte desvalorización. En el sueño trataba con un niño delincuente, pero no estaba satisfecho del modo como había manejado la situación. El padre del niño se ofreció a llevar al paciente en automóvil a su destino, notando él que lo llevaban más y más lejos del lugar donde deseaba ir. Después de un tiempo agradeció al padre y bajó del coche; pero no estaba perdido, porque como de costumbre conservaba un sentido general de la orientación. Al pasar miró un edificio un tanto raro que se le ocurrió interesante y apropiado para una exposición, pero en el que no seria agradable vivir. Sus asociaciones con él estaban ligadas con algún aspecto de mi apariencia. Luego dijo que ese edificio tenía dos alas y recordó la expresión «tener a alguien bajo el ala». Reconoció que el niño delincuente por el cual se había interesado, lo representaba a él mismo, mostrando la continuación del sueño la razón por la cual era delincuente: cuando el padre, que representaba a la analista, lo llevaba más y más lejos de su destino, expresaba las dudas que utilizaba parcialmente a fin de desvalorizarme, preguntándome si yo lo llevaba en la buena dirección, si era necesario adentrarse tanto o si yo le estaba haciendo daño.

Continúa en ¨ENVIDIA Y GRATITUD (1957), quinta parte¨