Estilos parentales y trastornos de conducta en la infancia: Modelo bidimensional de Maccoby y Martin (1983)

(¨Estudio sobre los estilos educativos parentales y su relación con los
trastornos de conducta en la infancia¨ AUTOR: ANTONIO FÉLIX RAYA TRENAS)

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE ESTILO PARENTAL

5. Modelo bidimensional de Maccoby y Martin (1983).
A pesar de sus limitaciones, las tipologías autoritativa, autoritaria y permisiva de
Baumrind crearon un fructífero campo de investigación sobre los estilos parentales. A
principios de los 80, este modelo tripartito estaba firmemente establecido en el campo
del desarrollo del niño y servía como el mejor modelo para el estudio de la influencia de
los padres en el desarrollo de los hijos. Sin embargo, aunque Baumrind limitó el campo
de su investigación a la influencia de las variaciones en el estilo parental entre familias
bien ajustadas, otros investigadores estaban interesados en un rango más amplio de
familias. En una importante revisión publicada en el Hadbook of Child Psychology,
Maccoby y Martin (1983) intentaron fusionar el modelo de Baumrind con los anteriores
intentos de definir el estilo parental a lo largo de un limitado número de dimensiones.
Así, intentaron medir el estilo parental como una función de dos dimensiones, a las que
llamaron afecto/comunicación (responsiveness) y control/exigencia (demandingness).
La transformación de las tipologías de Baumrind que llevaron a cabo Maccoby y
Martin (1983) facilitó las investigaciones para generalizar el modelo de Baumrind a
poblaciones muy diferentes a la que dio lugar al mismo, creando constructos lineales a
lo largo de los que se medirían los aspectos teóricamente importantes del estilo parental.
El estilo parental fue definido entonces como reflejo de dos procesos
subyacentes: el número y tipo de demandas hechas por los padres y la contingencia del
refuerzo parental. Así, los padres autoritativos tienen altos niveles de afecto y exigencia.
Por contra, los padres autoritarios tienen un alto nivel de exigencia pero bajo de afecto.
Por otro lado, si empíricamente Baumrind encontró el tipo permisivo, Maccoby y
Martin distinguieron dos distintos subtipos en este estilo parental: los padres
permisivos, que son definidos como altos en afecto pero bajos en exigencia y, por otro
lado, los padres negligentes, que son definidos mediante un bajo nivel en las dos
dimensiones. Los distintos tipos surgen lógicamente como consecuencia del cruce de las
dos dimensiones teóricas. Estos estilos quedan esquematizados en la tabla 1.2:
Modelo bidimensional de Maccoby y Martin

Tabla 1.2. Tipología de estilos educativos de Maccoby y Martin (1983). Adaptado de Palacios (1999).

En un intento por diferenciar el afecto y comunicación del cariño, el primero es
visto como un refuerzo contingente, de manera que los padres están formando al niño
respondiendo de modo diferente a los comportamientos deseados y no deseados o
mostrando su sensibilidad y adaptación a las señales del niño, sus estados y necesidades,
mientras que el segundo incluye aprecio o alabanza cuando lo merece pero también en
otras situaciones, con independencia del estado, señales o comportamiento del niño
(Maccoby y Martin, 1983).
En trabajos más recientes, Baumrind (1991a) ha usado el concepto de afecto y
exigencia para reflejar el equilibrio entre las demandas que los padres hacen a los hijos
para que se integren en el contexto familiar a través de sus demandas de madurez,
supervisión, esfuerzos disciplinarios y voluntad de enfrentarse a la desobediencia, y las
acciones que intencionalmente fomentan la individualidad y autorregulación, mediante
la adaptación y apoyo a las necesidades y demandas del niño.
En otras palabras, la exigencia se refiere a la voluntad de los padres para actuar
como un agente socializador, mientras que el afecto se refiere al reconocimiento por
parte del progenitor de la individualidad del niño.
En una descripción de las dos dimensiones planteadas por Maccoby y Martin
(1983), Baumrind (1996) asigna las siguientes características a cada una de las dos
dimensiones.
Así, el afecto y comunicación (responsiveness) se compone de los siguientes
elementos (Baumrind, 1996):
– Afabilidad (warmth): se refiere a la expresión de amor por parte de los padres. La
afectividad y empatía en los padres motivan a los niños para participar en estrategias
cooperativas y están asociadas con el desarrollo moral de los niños.
– Reciprocidad: abarca procesos de sincronía o adaptación en las interacciones padreshijo.
Después de lograr la permanencia de los objetivos, el niño anticipará como suele
responder su cuidador a su comportamiento y usa su repertorio de respuestas para
inducir a su cuidador a ajustar sus planes para tener sus necesidades en cuenta.
– Comunicación clara y discurso personalizado: la comunicación unidireccional por
parte del padre legitima la autoridad parental basándose en roles asignados y, como tal,
es a menudo experimentada por el niño como coercitiva, mientras que la comunicación
parental bidireccional, elaborada y centrada en la persona legitima la autoridad parental
mediante la persuasión y, por lo tanto, tiende a ser mejor aceptada por parte del niño.
– Apego (attachment): en las sociedades occidentales, los niños que se sienten seguros
tienen una relación afectiva recíproca con sus cuidadores, mientras que los niños
evasivos, en un esfuerzo por minimizar la intrusiva expresión de afecto de sus
cuidadores, no buscan la proximidad. Sin embargo, el apego con una sola persona es
perjudicial, siendo más efectivo cuando se realiza con varias personas de su entorno.
El control y exigencia (demandingness), por su parte, está compuesto por
(Baumrind, 1996):
– Confrontación: los padres que se enfrentan a los comportamientos inadecuados de
los hijos se muestran implicados y firmes pero no necesariamente coercitivos, aunque
podrían serlo. Unos padres confrontadores se muestran firmes cuando algo provoca
conflicto y no ceden ante las demandas irracionales por parte de los hijos.
– Supervisión (monitoring): un hogar organizado, expectativas consistentes, normas
claras, responsabilidades definidas y supervisión promueven la autorregulación y
plenitud del niño. Patterson (1986) ha demostrado que la supervisión de los padres
previene el comportamiento antisocial de los hijos. No obstante, la supervisión o
planteamiento de un sistema consistente y ordenado requiere un gran empleo de tiempo
y esfuerzo por parte de los padres, que en muchos casos no están dispuestos a asumir,
abandonando así sus obligaciones como padres y perjudicando en consecuencia al hijo.
– Disciplina consistente y contingente: el control parental pretende orientar al niño
hacia las metas seleccionadas por los padres, modificar las expresiones de inmadurez,
dependencia y hostilidad y promover obediencia. El elemento más importante en el
control del comportamiento es el uso de refuerzo contingente a las conductas deseadas o
el castigo y la extinción frente a las conductas no deseadas.
Por otro lado, como señalaron Maccoby y Martin (1983), definir tipologías por
medio de dimensiones lineales puede conducir a sutiles dificultades de interpretación.
Es tentador, por ejemplo, describir las diferencias en el desarrollo entre los hijos de
padres autoritarios y autoritativos como resultado de las diferencias en el afecto
parental, porque en el modelo de Maccoby y Martin ambos estilos se caracterizan por
un alto nivel de exigencia. En contraste, aunque Baumrind (1989) describía a ambas
tipologías como exigentes, el tipo de exigencia mostrada por los padres autoritativos es
diferente al tipo de exigencia mostrada por los padres autoritarios. De hecho, Baumrind
distinguía dos aspectos dentro de las exigencias: severidad, similar a lo que otros
llamaron control psicológico (Schaefer, 1965, Steinberg, Elmen y Mounts, 1989) y
firmeza, similar a lo que otros llamaron control conductual (Steinberg et al., 1989). Los
padres autoritativos y autoritarios presentan una alta firmeza, pero sólo estos últimos se
muestran severos.
El paso que dieron Maccoby y Martin (1983) del modelo categorial hacia uno
que definía configuraciones en base a dimensiones ortogonales apuntaba cierta similitud con los primeros intentos en diferenciar las dimensiones subyacentes al estilo parental.
En 1983, los tipos cualitativamente diferentes de autoridad parental habían sido
transformados en un modelo basado en diferencias cuantitativas medidas a lo largo de
dos dimensiones: el afecto y comunicación (responsiveness) y el control y exigencia
(demandingness).

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