Eugenesia e higiene mental: Herencia, degeneración y eugenesia

Eugenesia e higiene mental: Herencia, degeneración y eugenesia

Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en la Argentina, 1900-1940
Ana María Talak (UBA, Argentina)

Capítulo de: Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo, Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI de Argentina Editores, Buenos Aires, 2005, pp. 563-599.

4. Herencia, degeneración y eugenesia.

La eugenesia, desarrollada en Inglaterra por Francis Galton a fines del siglo XIX, sostenía la posibilidad de perfeccionar la especie humana promoviendo los matrimonios y la descendencia de los «mejor dotados» y evitar que se reprodujeran aquellos que podían perjudicar la «raza» [9]. Galton no adhería a la idea lamarckiana de la herencia de los caracteres adquiridos, como continuaba presente, no obstante, en la teoría biológica de la evolución de Darwin, junto con sus ideas más innovadoras (1859) [10].

El desarrollo de la eugenesia en Argentina fue relativamente contemporáneo al europeo [11], pero el contexto local le imprimió características peculiares. La eugenesia fue una disciplina profundamente práctica y unida a proyectos políticos. En Argentina, la persistencia del modelo organicista hereditario, pero articulado a la vez con la idea de la herencia de las modificaciones adquiridas, limitó las posibilidades de recepción o implementación de medidas que limitaran o impidieran la reproducción de los individuos considerados perjudiciales para la sociedad. No obstante, la preocupación por identificar estos individuos perjudiciales se tradujo en la producción y la utilización de conocimientos para identificar diversos tipos y grados de anormalidad.

El problema de la anormalidad [12] se vinculó ya desde principios del siglo XX a la herencia: una herencia filogenética y ontogenética, que abarcaba tanto los caracteres físicos como los psicológicos. La gran cuestión residía en determinar qué papel podía cumplir el medio ambiente sobre esta impronta. En este contexto, la intervención pedagógica o psicoterapéutica debía apoyarse en los conocimientos científicos que marcaran sus posibilidades y a la vez dirigieran su accionar. Desde una concepción evolucionista, que recogía los aportes de la tradición psicopatológica francesa, el desarrollo físico y psicológico «normal» suponía un tipo de evolución dirigida orgánicamente, que el medio no hacía sino favorecer. El desarrollo «anormal» suponía una involución o degeneración, cuya etiología quedaba confusamente determinada [13], como tara hereditaria, proveniente de la sífilis, las psicopatías y el alcoholismo de los padres, o bien por haber sufrido en su primera infancia “trastornos cerebrales debidos a traumatismos, afecciones febriles, infecciosas, fuertes impresiones nerviosas, etc.” [14] La herencia en el abordaje de los problemas de anormalidad ocupaba un lugar tan preponderante en los discursos teóricos, que una de las razones más importantes que justificaba el tratamiento y la asistencia de los anormales, era:

… “el peligro de la reproducción de estos degenerados”. “Ante el peligro social que constituyen los anormales, dotados muchos de ellos de gran poder reproductivo y capaces solamente de engendrar seres, física y moralmente degradados, se ha indicado especialmente por médicos y antropólogos la convenciencia de la asexualización; así se impedirá, dicen, que vengan al mundo seres que nunca debieron haber nacido” [15].

Las ideas eugenésicas se apoyaron en este otro tipo de “peligrosidad”, no sólo la peligrosidad del delincuente y del delito legal, sino la del “delito natural” contra la especie, al poder ser un factor de la propagación de la anormalidad, de la degeneración. Infracción en la que se mezclan dos reinos, el natural y el jurídico, ambos presentes a su vez en la constitución de lo humano.

Según Foucault [16], la construcción de una teoría general de la “degeneración” como marco teórico durante la segunda mitad del siglo XIX, a partir del libro de Morel (1857) [17], sirvió de “justificación social y moral de todas las técnicas de identificación, clasificación e intervención sobre los anormales”, junto con el desarrollo de toda una red de instituciones que, en los límites de la medicina y la justicia, conformaron un sistema de “ayuda” para los anormales y de “defensa” de la sociedad. Consideramos que junto a la justicia, con sus proyectos de castigo modelador, la medicina, con sus proyectos de higiene social, y la educación, con la implementación de un sistema de educación pública y de instituos para menores delincuentes, desamparados y otros anormales, conformaron las formas manifiestas en que el estado trató de controlar las diversas formas de desórdenes que podían atentar contra un desarrollo normal, contra la salud, de la nación. Por oposición, los problemas (individuales o sociales) eran interpretados como patologías, como expresiones de la degeneración. Educabilidad o encierro-exclusión.  La defensa de la sociedad quedaba en un primer lugar. La degeneración como transmisión del mal en forma acumulativa, pero a la vez proyectada hacia lo social, como representación de la peste que hay que parar [18]. Desde concepciones eugenésicas se pretendía intervenir en la dirección del camino inexorable de la herencia, pero, a la vez, el intento de identificar las posibilidades de la educabilidad hasta sus últimos confines, dentro de la anormalidad misma, muestra la clara conciencia de la potencialidad de la intervención educadora y que la herencia no tiene la última palabra. La creencia en la herencia de modificaciones adquiridas, y, por lo tanto, de una degeneración adquirida, fundamentaba las intervenciones correctoras y profilácticas.

En Argentina, más allá de las diferentes posiciones y de las contradicciones en sus articulaciones teóricas [19], la eugenesia fue fundamentalmente preventiva. El concepto de degeneración usado en el diagnóstico de constitución racial de la población, llevaba a plantear como objetivo principal crear una raza nueva, como requisito imprescindible para la construcción de la argentinidad. En la década de 1930, sólo en algunos ámbitos acotados, como el de la criminología, se defendió la eugenesia negativa, que tenía como objeto impedir la reproducción de los considerados «inferiores». Los principales proyectos eugenésicos durante las década de 1920 y 1930 [20], apuntaron a la modificación de componentes del medio (vivienda, trabajo, tiempo libre) considerados degenerativos. Más específicamente, se buscaba luchar contra los tres «venenos raciales», la sífilis, la tuberculosis y el alcoholismo, y mejorar las condiciones de trabajo, proteger la procreación, la maternidad y la infancia (por ejemplo, reglamentando o prohibiendo el trabajo de menores). Para los considerados irrecuperables (algunos tipos de locos, de criminales u otros anormales) se proponía el aislamiento y la segregación sexual, para evitar el contagio y la procreación.

Los intelectuales eugenistas apelaban al estado para que creara a través de leyes y del sostenimiento de instituciones las condiciones y la regulación de las prácticas eugenésicas mencionadas [21]. Pero lo más importante para ellos, era lograr una «conciencia eugénica», un cambio en las formas de pensar y sentir, que hiciera prescindibles las leyes y la acción del estado, gracias al autodisciplinamiento individual [22]. Debería llevarse a cabo a través de una educación popular, en escuelas y hospitales, pero también a través de la prensa, de conferencias, de folletos, de carteles. De ahí la acción educadora dirigida fundamentalmente a las mujeres-madres, propagadoras de estas ideas en la familia, y a los niños [23].

Por lo tanto, el discurso de la higiene mental quedaba articulado al de la profilaxis mental a través de las nociones de degeneración, raza e inmigración, retomando la vieja relación entre locura e inmigración presente ya a fines del siglo XIX [24]. La higiene mental era definida por Arturo Ameghino en 1935 como la prevención de «la desadaptación psíquica en la sociedad actual» a través del mejoramiento del medio («medio» que sólo puede atenuar o favorecer el desencadenamiento de lo que ya está presente en la constitución psicofísica individual). La profilaxis mental como la anulación de las causas individuales en la sociedad presente para evitar las consecuendias perjudiciales en la sociedad futura [25], idea que suponía la idea de selección y segregación, para evitar la propagación de la anormalidad. «La buena higien mental ha de consistir entre nosotros no sólo en prodigar cuidados al caído, sino también en propender a que su mal no repercuta hereditariamente sobre la futura raza» [26]. Los «degenerados silenciosos», aparentemente inocuos, aplanadores de la raza, eran, en su opinión, los que exigían medios técnicos más precisos para ser identificados. Los procedimientos de la psicología (laboratorio experimental, tests mentales y psicopedagógicos) y de la psiquiatría (la clínica y los tests psiquiátricos), junto con el servicio social, los visitadores y los «servicios abiertos» en los dispensarios, permitirían extender una vigilancia pormenorizada que actuara a la vez en los medios y en los individuos. Pero su idea de la profilaxis de las enfermedades  mentales no sólo no iba en contra de las prácticas manicomiales, sino que las apoyaba y proponía extenderla aún más: «Cuando más civilizado sea un país, menor cantidad de alienados dejará en libertad» [27]. Sin embargo, el Estado era el único el que podía llevar a cabo ciertas funciones de control de la inmigración, que no estaba realizando. Desde los ´20 Ameghino insistía en los riesgos de la inmigración «mala» y propugnaba acentuar las medidas restrictivas. «Nuestra raza está amenazada de serio peligro».  Y además declaraba:

«En nuestro país son tan estrechas las relaciones entre inmigración y degeneración, que cuando la curva inmigratoria cayó bruscamente de 1914 a 1918, las correspondientes al delito y a la contravención cayeron también en perfecto paralelismo con aquélla. Este fenómeno reviste para el asunto discurrido singular valor, porque la delincuencia, la contravención y la locura pertenecen a la misma familia y en la mayor parte de sus casos todas son hijas de la degeneración» [28].

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