Eugenesia e higiene mental: La Liga Argentina de Higiene Mental

Eugenesia e higiene mental: La Liga Argentina de Higiene Mental

Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en la Argentina, 1900-1940
Ana María Talak (UBA, Argentina)

Capítulo de: Miranda, Marisa y Vallejo, Gustavo, Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino, Siglo XXI de Argentina Editores, Buenos Aires, 2005, pp. 563-599.

9. La Liga Argentina de Higiene Mental. [58]

En este contexto se situó la acción de la Liga Argentina de Higiene Mental (LAHM) encabezada por Gonzalo Bosch, profesor titular entre 1922 y 1930, de la recién creada Cátedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Rosario, director del Hospicio Nacional (hoy «Hospital José T. Borda»), de 1931 a 1947; y profesor titular de la Cátedra de Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Buenos Aires, en 1943 [59]. A diferencia de los desarrollos internacionales de la higiene mental, esta Liga a cargo del director-jefe del manicomio y de la enseñanza de la especialidad, no se planteaba como objetivo reformar el manicomio, sino hacerlo más eficaz y selectivo, evitando la entrada en el hospicio de aquellos que podían recibir un tratamiento ambulatorio. Esto suponía un desplazamiento del centro de interés de las formas manifiestas y “plenas” de la locura a las formas leves. Sin embargo, la misma tradición psiquiátrica apoyada en las tesis de la herencia y de la degeneración, fue el ámbito de desarrollo de la higiene mental local y a la vez marcó los límites de su renovación discursiva.

La Liga Argentina de Higiene Mental fue fundada en 1931 (según la «Memoria» de 1940), o en 1929, según otras fuentes. Seguramente las iniciativas para su fundación fueron anteriores al golpe de 1930, pero recibió apoyos oficiales durante su funcionamiento, por lo menos hasta mediados de los ´40. Por otra parte, la acción pública se hizo más notable hacia finales de los ´30 y principios de los ´40: en 1942 comenzó la publicación de la Revista Argentina de Higiene Mental. Hacia el primer gobierno peronista la Liga pareció perder apoyo y la revista dejó de aparecer en 1947.[60] La Liga Argentina de Higiene Mental se inscribía en un movimiento de creación de entidades civiles, surgidas de la tradición de las asociaciones de beneficencia asociadas a alguna figura médica desde principios del siglo XX[61].

Desde su fundación, la LAHM disponía de consultorios externos en el Hospicio de las Mercedes y en el local que constituía su sede social (Lima 430, cedida por la Municipalidad).  Tenía además una Sección de Servicio Social en la sede de Vieytes, desde 1938,  en la de Lima, desde 1939 y en el Instituto Neuro-Psiquiátrico, creado en 1939 para “la asistencia pedagógica de niños anormales”. Su acción se orientaba a la asistencia externa de la población. El tema de la infancia con problemas, particularmente la «debilidad mental», ocupaba un lugar destacado en su agenda: en el Instituto Neuro-Psiquiátrico se dictaban cursos especiales y se proporcionaba asistencia en consultorios externos; y se admitían alumnos que tenían dificultades por su capacidad mental.[62] 

Si bien no se impulsaba la eliminación de los manicomios, sino limitar sus funciones a los casos estrictamente necesarios, la idea de un tratamiento precoz de la enfermedad mental llevó a promover un cambio en las instituciones de asistencia y la creación de dispensarios, hospitales psiquiátricos abiertos, servicios en hospitales generales y consultorios externos, aunque es poco lo que se hizo en ese sentido hasta el período de reformas que comenzaron después de la caída del primer peronismo. Por otra parte, el nuevo dispositivo requería no sólo de una formación diferente de los médicos especialistas, orientada a la prevención y la rehabilitación, sino que promovía la formación e incorporación de nuevos profesionales, en particular asistentes sociales y enfermeros psiquiátricos. En esa dirección G. Bosch impulsó la creación de la Escuela de Visitadores Sociales de Higiene Mental [63].

Dos núcleos temáticos conviven en el discurso de la higiene mental en torno de la cuestión de la «profilaxis». Por una parte, el propósito de la detección precoz de la patología, que no alteraba, sin embargo, la concepción del papel determinante de la herencia ni el predominio del manicomio como institución terapéutica de la locura. Por otra, la tesis del desencadenamiento «desadaptativo» de los trastornos psíquicos. En el primer caso, el énfasis se ponía sobre el diagnóstico individual, y el tratamiento preventivo es un complemento que evitaría o retardaría la internación. En el segundo, en cambio, se apuntaba a incluir las circunstancias familiares, laborales y aun políticas como factores destacados que, pensados como desencadenantes, delimitaban un espacio sobre el que el psiquiatra podía y debía intervenir. Pero la etiología puramente psíquica no estaba claramente reconocida. Con esos límites, la higiene mental propugnaba una mirada psiquiátrico-social, y destacaba el papel de la asistencia social y de la rehabilitación.

En la década de 1930, casi nadie cuestionaba la higiene “ambiental” pero tampoco la separaban como una dimensión autónoma de la herencia y la «constitución», incluyendo los factores prenatales. Esto estaba, por otra parte, de acuerdo con el supuesto de un daño a la capacidad hereditaria por la acción de ciertos agentes externos, por ejemplo el alcohol. Los temas eugenésicos ocupaban un lugar destacado en la revista:

“Si hay miles de individuos que suelen sufrir desaguisados morales por motivos de educación y de ambiente inadecuados, hay muchos más psicópatas vesánicos que deben sus males a la herencia defectuosa: he aquí dos aspectos de la Higiene Mental”. [64]

La categoría de las «fallas de adaptación», usada frecuentemente en la Revista Argentina de Higiene Mental, cubría el espectro de la acción de la higiene mental. Se trataba de «el desacuerdo insano entre el ego y el ambiente, entre el mundo subjetivo y lo objetivo»; y el modelo propuesto, de carácter educativo insistía en la importancia de la acción sobre los educadores: padres y maestros, pero también sobre juegos y deportes, libros, cine, etc. Las ideas eugenésicas permanecían pero estaban atenuadas. Para Gonzalo Bosch hablar de «constitución» y predisposición era una forma de atenuar el determinismo que estaba en la base de las doctrinas de la degeneración. Esta categoría de «adaptación» permitía desplazar la atención desde la herencia hacia las condiciones de la sociedad contemporánea. Esto abría a su vez un margen para la crítica, ya que no se trataba sólo de pensar en el ajuste a un marco social y cultural que no se cuestionaba, sino que se admitía que la sociedad misma y sus patrones morales debían ser revisados, aunque no en una dirección democrática y progresista. La higiene mental del niño, en particular del escolar, constituía un ejemplo significativo del modo cómo se concebían los problemas de “adaptación” entendidos como una socialización fallida. El niño era la figura privilegiada en el que confluían las acciones de la eugenesia (de mirada al futuro, siguiendo las leyes inexorables de la herencia) y la higiene ambiental (de mirada al ambiente familiar, escolar y social actual, siguiendo las posibilidades de la educación).

Movimiento estrictamente psiquiátrico, controlado por los médicos que dirigían el Hospicio -aunque no por eso estaban ausentes las críticas a las condiciones manicomiales-, pero incapaz de convocar profesionales de las ciencias sociales (como ocurrió en otros países) es poco lo que podía efectivamente cambiar en el espectro de la asistencia institucional. Los consultorios externos y la asistencia infantil en el Instituto constituyeron su aporte innovador. Y desde este ámbito de atención en consultorio, contribuyó a la modernización del perfil del psiquiatra. Pero, como lo han mostrado otros estudios[65], el modelo de la hipnosis y la sugestión, desde la primera década del siglo XX, parece haber contribuido mucho más en el surgimiento de la figura del médico especialista en «enfermedades nerviosas», que reunía la patología neurológica con los malestares neuróticos, un especialista que se instalaba, o bien en el hospital general, en el servicio correspondiente, o en el consultorio externo y la práctica privada, fuera del reducto cerrado del asilo mental. En esos espacios, y en el trabajo clínico general, en asociación directa con los procedimientos sugestivos, se produjo una primera recepción médica del freudismo, como Vezzetti ha estudiado ya en el caso de José Ingenieros[66]. En cuanto a su implantación en la sociedad, no iba más allá de la idea tradicional del higienismo que tomaba las manifestaciones de la «desadaptación» como expresión directa de una patología que, en todo caso, debía ser detectada precozmente para su tratamiento individual. No había mayores diferencias respecto de los planteos de la «higiene» nacidos en la medicina positivista. Tampoco hubo propuestas comunitarias como las que se desarrollaron en el movimiento de la higiene mental (por ejemplo, la creación de espacios públicos, abiertos a la participación y el encuentro de la gente, que formaban parte de las  propuestas del reformismo higienista sobre la ciudad).  Lo que estuvo ausente en la Liga fue la vocación social reformista, por eso la prevención y la asistencia precoz se centraban sobre el individuo, y permaneció así aún en la década de los ’40, cuando los modelos de la asistencia comunitaria y las ideas sobre «salud mental» dominaban el movimiento internacional. Programáticamente, la  Liga aspiraba articular la acción sobre individuos con la propuesta de una regulación de poblaciones (escolares, madres y niños, trabajadores), tomados como colectivos diferenciados pero a la vez como conjuntos de individuos (por ejemplo, prescripciones orientadas a la higiene escolar o laboral combinada con la corrección del individuo en la consulta ambulatoria. [67]

Los recorridos realizados en este capítulo muestran, sin ser exhaustivos, las relaciones forzadas, posibles e imposibles, que se establecieron entre la higiene mental y las ideas eugenésicas en Argentina, especialmente en algunos de sus usos en la reflexión e intervención de ciertos problemas humanos. Los saberes psicológicos fueron articulados dentro de campos profesionales (criminología, medicina, educación) y tradiciones de pensamiento y prácticas que atraviesan las divisiones disciplinares, pero cuyo estudio histórico, desde los cruces y la especificidad disciplinar a la vez, permitió iluminar la complejidad y variedad de relaciones entre eugenesia e higiene mental durante las primeras décadas del siglo XX en Argentina.

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