La evaluación psicológica: Modelos, técnicas y contexto sociocultural (Evaluación psicológica y realidad sociocultural)

La evaluación psicológica:
Modelos, técnicas y contexto sociocultural

María Martina Casullo
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Presidenta AIDEP

EVALUACIÓN PSICOLÓGICA Y REALIDAD SOCIOCULTURAL

La Evaluación Psicológica (EP) conforma un capítulo tanto de la psicología básica como de la aplicada en los distintos campos o contextos que estructuran el quehacer profesional de los psicólogos: clínico, laboral, educativo, social, jurídico, comunitario. En cualquiera de sus aplicaciones supone siempre la posibilidad de analizar los diversos comportamientos humanos a fin de comprenderlos, compararlos, explicarlos.
El área de la EP tiene una existencia autónoma reciente dado que comienza a configurarse en la segunda mitad de este siglo XX. Es un término comprehensivo en su aspecto semántico; cuando se lo emplea se alude tanto al psicodiagnóstico, al examen usando tests o pruebas, a la evaluación conductual, a las experiencias relacionadas con la valoración de diferentes tipos de intervenciones (sociales, educativas, clínicas) así como a determinar la eficacia de programas diversos de intervención. (Casullo, 1996).
Pocas veces se tiene presente que cualquier tipo de quehacer profesional o académico requiere, en alguna medida, de la participación de recursos evaluativos. Tal error se debe en gran medida al hecho de haber confundido evaluación con psicodiganóstico, por una parte, técnicas con tests por otra, o a su vinculación casi exclusiva con el campo de la psicología clínica o de la salud.
Como bien lo plantea Anguera (1986) en nuestras actividades cotidianas los psicólogos nos hallamos inmersos en el ámbito de la evaluación, independientemente de cuál sea el sector específico en el que las concretemos.
Todo proceso evaluativo supone que, a partir de determinado modelo teórico (explícito o implícito) se intenta comprender y analizar un fenómeno (real o simbólico) en sus aspectos manifiestos o latentes. Ese fenómeno está siempre referido a individuos, a personas concretas, en tanto sujetos individuales, miembros de un grupo, integrantes de una institución o participantes de una comunidad.
No existe un modelo único de EP a pesar de que algunas líneas de trabajo suelen presentar el propio como el único legítimo.
¿Qué es un Modelo? Un modelo es un sistema formal, un constructo epistemológico, integrado por una serie de postulados teóricos que nos permite la conceptualización de los fenómenos, de los problemas que intentamos comprender y explicar. Cuando tales proposiciones son validadas empíricamente pueden pasar a integrar parte de una teoría.
La validación requiere siempre de un proceso de evaluación, entendida como etapa de vinculación instrumental entre las propuestas del modelo (o los modelos) teóricos y un acercamiento a los problemas objeto de nuestro estudio.
Existen modelos centrados en el sujeto, en el contexo y en la interacción sujetocontexo. (Kirchner, Forns, Torres, 1996).
El modelo opera tanto en el contexto de descubrimiento como en los de justificación y el de aplicación. El modelo sirve como punto de referencia para la construcción de los datos (verificación empírica). No operamos en nuestra disciplina con los objetos concretos que pretendemos comprender sino con una construcción o representación que elaboramos sobre los mismos en base al modelo de referencia. Categorías conceptuales como inteligencia, aprendizaje, personalidad, motivación, actitudes, son creaciones elaboradas en los últimos cien años de desarrollo de la historia de la sociedad occidental más que descripciones teóricamente justificadas que describen mecanismos mentales. (Danziger, 1997).
Una teoría científica es siempre el resultado de una elaboración histórico-cultural más que una premisa analítica. Su mérito reside en que nos permite formular nuevas respuestas así como plantear nuevas preguntas. Su desarrollo es producto del interjuego permanente entre la mente, la cultura y la sociedad en una época determinada.
En Psicología se ha tendido a yuxtaponer la experiencia subjetiva de una persona al mundo de la realidad exterior a ellos. La experiencia personal se ha calificado como subjetiva en tanto puede ser una representación verdadera o falsa del mundo exterior al propio sujeto. Pero esa experiencia subjetiva generalmente es contrastada con la “experiencia intersubjetiva” y no con lo exterior a la persona: sólo cabe hablar de subjetividad en la medida que aceptemos que existe una experiencia grupal o colectiva compartida entre otros a la que la subjetividad se contrapone y complementa. Tal experiencia grupal siempre supone una dimensión de significación cultural.
El modelo del sujeto concebido como un conocedor solitario que separa a la persona del contexto interpersonal en el que vive y actúa, de lo social y lo cultural, no es epistemológicamente correcto.
Un modelo exitoso para la generación de verificaciones válidas y confiables de los hechos psicológicos debe tener en cuenta tres elementos básicos:
1) una propuesta epistemológica que posibilite diseños de investigación en los que esté presente el análisis de cómo los sujetos construyen sus representaciones acerca del tema o problema a investigar,
2) la inclusión en el arsenal metodológico de estrategias que permitan incluir no sólo elementos verbales o de observación en contextos de laboratorio sino también las acciones que las personas concretan en sus hábitats cotidianos,
3) otorgar la misma importancia al estudio de los procesos de cambio de esas representaciones que a los de estabilidad y reproducción.
Los objetos de nuestras evaluaciones o investigaciones son siempre objetos social y culturalmente significados y nombrados: cuando se produce el primer encuentro entre europeos y americanos para los aztecas del actual México el oro era un elemento con el cual adoraban a sus dioses en tanto que para los europeos que llegaban al nuevo territorio era un productor de riqueza económica. Objetivamente el oro era el mismo. Las representaciones que sobre él tenían unos y otros diferían.
En términos generales cabe afirmar que la EP ha dejado un poco de lado el estudio de las acciones humanas en contextos específicos. Imaginemos a un niño dispuesto a patear un balón pensando en conquistar un gol en un partido de fútbol. Patea el balón con su pie y logra que éste se desplace varios metros. Ciertos modelos vigentes suponen que hay una intención previa a la acción y estudian, metafóricamente hablando, el movimiento separado de tal intención y de la reacción ante el resultado de la acción, lo que es incorrecto a nivel de los comportamientos concretos cotidianos de las personas.
En nuestras prácticas psicológicas estamos involucrados en distintos tipos de problemas: teóricos, prácticos, tecnológicos. Todos ellos requieren la realización de procesos evaluativos; los problemas que ocupan y preocupan a nuestra disciplina en tanto ciencia suponen siempre un sujeto o sujetos contextualizados.
Tal como lo planteara el prestigioso psicólogo alemán Boesch (1971) el dilema central de la Psicología es esforzarse en presentarse con las características de una ciencia natural teniendo como objeto de estudio un sujeto diacrónico, creador de una historia personal y habitante del contexto de la vida real cotidiana, siendo su accionar la auténtica unidad de análisis de toda investigación o estudio. Para el pensador alemán existe una influencia mutua constante entre esos sujetos que viven sus vidas y la realidad sociocultural en la que están insertos y que da estructura y significado a las experiencias.
Looft (1973), a su vez, insiste en la necesidad de operar con modelos que tomen en consideración el desarrollo mental y social humanos como una confluencia de distintos sistemas y subsistemas en interrelación permanente: biológico, social, cultural e histórico.
A un psicólogo puede interesarle poder determinar en qué medida una hipótesis teórica es válida; tendrá entonces que evaluar la correspondencia existente entre las formulaciones teóricas y determminados datos empíricos. Concreta tareas evaluativas. Lo importante es saber cómo elige construir sus datos.
Cuando realicé la revisión bibliográfica necesaria para redactar estas palabras confronté numerosos trabajos que pretenden validar sus propuestas recogiendo sus datos solamente en muestras de estudiantes universitarios, y, en gran número de casos, exclusivamente con estudiantes de Psicología. Esos datos sólo son empíricamente válidos para sujetos homogéneos: estudiantes de Psicología.
A otro psicólogo puede interesarle el estudio de las prácticas psicológicas. Se preocupará entonces en la evaluación de su eficacia (ya sean sociales, educativas, clínicas, políticas). También este colega tiene que realizar tareas evaluativas en alguna etapa de su estudio. Deberá definir bien sus variables, pensar cómo obtendrá los datos que posteriormente analizará, decidir en base a qué sujetos va a trabajar. También en este caso es necesario tener presente que el ser humano que se estudia es sujeto de un programa neurobiológico, dueño de una historia personal que en gran parte lo constituye, actor social y participante cultural.
Podemos también ubicarnos en el ámbito de la evaluación de planes, programas, de psicopraxiologías. Si lo que interesa es la construcción de una disciplina que compare, valide y generalice sus hallazgos, llegado el momento oportuno habrá que evaluar la correspondencia entre los planes y programas ejecutados y las acciones por medio de las cuales se han puesto en marcha. Se necesita determinar de manera válida y confiable el grado de eficiencia de lo hecho, el nivel de comformidad y satisfacción de los actores sociales con las experiencias en las que participaron.
Toda EP es siempre una evaluación parcial dado que los sujetos humanos son sistemas complejos integrados por distintos subsistemas. La evaluación total necesariamente es interdisciplinaria. Este sistema complejo que es el ser humano implica que la EP debe tener siempre presente que:
* posee determinados “programas neurobiológicos”
* es un actor social
* en su calidad de actor concreta acciones (reales o imaginarias)
* es alguien que procesa información , pone en funcionamiento actividades cognitivas. Almacena, evoca, olvida.
* se emociona, ama, quiere, odia, tiene una vida afectiva.
* establece relaciones sociales vinculadas a roles, pautas de convivencia, sistemas de aceptación o marginación, relaciones de poder.
* sustenta determinados valores, tiene creencias en base a los cuales podrá otorgar una significación peculiar (émica) a la conducta que se pretende evaluar (ética).
Tal como lo postula el investigador mexicano Díaz Loving (1998) toda acción humana es fruto de una dialéctica constante entre necesidades biopsíquicas (éticas) y premisas socioculturales (émicas).
La Psicología en tanto ciencia busca leyes o principios universales, para lo cual recurre a la evaluación constante de datos y a su verificación. En términos generales puede afirmarse que los estudiosos han dado mayor importancia a la determinación de la validez interna de los instrumentos evaluativos que utilizan que a la validez de criterio externa que hace posible la generalización de los hallazgos.
Importa tener presente que la definición de todo constructo debe surgir de una mirada o perspectiva sociocultural. A partir de ello se procederá a recoger los datos empìricos (evaluar) utilizando técnicas culturalmente válidas o equivalentes que muestren su validez y confiabilidad para grupos culturales diversos. Los constructos (personalidad, inteligencia, afiliación social, liderazgo, aprendizaje) deben identificarse a partir de estudios ideográficos realizados en grupos culturales distintos que, posiblemente, no se hayan tenido en cuenta al formular el planteo teórico inicial.
Coincido ampliamente con Díaz Loving: debemos ser capaces de formular conceptualizaciones ETICAS y operacionalizaciones EMICAS; aquí cobran importancia las técnicas o instrumentos de medición que diseñemos para obtener nuestros datos. Es necesario combinar enfoques cualitativos y exploratorios iniciales con la construcción de herramientas de evaluación más estandarizadas. Los procesos o dimensiones psicológicos a ser evaluados no son afectados o influídos por lo social y lo cultural sino que están socioculturalmente construídos. (Markus, Kitajama, 1998).
Las comunidades, las tramas sociales, los valores, brindan el marco de referencia en términos de representaciones sociales, narrativas, imágenes así como los recursos, prácticas y patrones de comportamiento por medio de las cuales los sujetos estructuran y dan sentido a sus experiencias cotidianas. Sin el contexto sociocultural no hay sujeto psíquico sino solamente una entidad biológica. El sujeto psíquico es un logro sociocultural.
Las teorías psicológicas hegemónicas vigentes han propuesto modelos que son producto de una visión occidental europeonorteamericana del mundo, y, por lo tanto, las técnicas de evaluación derivadas de ellos son EMICAS IMPUESTAS (Berry, 1969). No se postula su rechazo sino su reconsideración a la luz de realidades socioculturales diferentes a las que les dieron origen, reconsideración que debe ser global y no parcial.
En la introducción intenté presentar, de una manera global y general, las características de nuestro Mundo Occidental. No es válido identificar a occidente sólo con el individualismo, por ejemplo, como muchos de los trabajos consultados lo hacen, sino que también deben tenerse presentes otras características asociadas a él. Es epistemológicamente erróneo, y, como consecuencia también puede serlo a nivel metodológico, tomar una parte del todo y creer que se lo está estudiando de manera global. El individualismo, por ejemplo, aparece asociado a la idea de defensa de los derechos del ciudadano, la concepción de formas representativas de gobierno, la aceptación de diferenciación entre lo espiritual y lo temporal. El individualismo tiene que ser estudiado en su vinculación con esos otros fenómenos con los que se relaciona y lo hacen posible.
Tampoco lo no occidental es simplemente colectivismo. Ese colectivismo tan presente en algunas publicaciones de los últimos años se vincula a concepciones religiosas, políticas, creencias y valores que a lo largo de varios siglos han contribuído a la consolidación de macroculturas diversas (civilizaciones en términos de Hungtinton) o de sistemas subculturales específicos presentes en el mismo seno de la denominada cultura occidental, hegemónica en los ámbitos universitarios donde se forman los psicólogos.
Damos por sentado una uniformidad cultural de lo occidental que es empíricamente falsa. Aún la civilización occidental tiene variaciones culturales importantes en el seno de las sociedades diversas que la componen. Admitimos ciertas significaciones universales o uniformes que requieren ser verificadas. La significación atribuída a los colores, por ejemplo. Este es un tema central en especial cuando se analizan respuestas a ciertas técnicas proyectivas.
Numerosos estudios concretados en la última década analizan la denominada “semántica de las emociones” en términos de su diversidad según hábitats, religiones, género, edad, usos del lenguaje, tipos de lenguajes legitimados como correctos. ¿Expresan de la misma manera su enfado los campesinos del sur de Italia, por ejemplo, que sus pares de Finlandia?
En un trabajo de reciente publicación (1998), el profesor Ho de la Universidad de Hong Kong (1998) alude a la que denomina Psicología Indígena (Indigenous Psychology) de la siguiente manera: es el estudio del comportamiento humano y de los procesos mentales en el marco del contexto cultural en el que ocurren, tomando en consideración conceptos, valores, sistemas de creencias, metodologías, y otros recursos indígenas específicos al grupo cultural o étnico que se está investigando; tales recursos deben ser aplicados en los diferentes momentos del proceso completo mediante el cual se genera el conocimiento psicológico. En función de lo que he venido expresando pienso que se está refiriendo a la Psicología en tanto disciplina científica. Es necesario dejar de emplear téminos tales como Indígena o Folklórica que carecen de la justificación epistemológica que tenían hace más de dos décadas.
Es útil intentar diferenciar el sistema social del cultural, por lo menos a los fines de una mayor claridad en lo que estamos analizando. Se entiende por sistema social al conjunto de comportamientos de numerosas personas en el contexto de una población culturalmente organizada; se incluyen en él los distintos patrones de interacciones sociales así como las redes de relaciones sociales.
Un sistema cultural incluye las tradiciones, sistemas simbólicos y cosmovisiones compartidos que se trasmiten de una generación a otra y dan estabilidad intergeneracional a una población (Rohner, 1984).
El autor citado se refiere a los que denomina subsistemas culturales, en el sentido de dimensiones específicas de creencias y valores presentes en todo sistema social y que estructuran su orden institucional: el lenguaje, la religión, la economía, la política.
Un sistema subcultural alude a un recorte de la cultura global en términos de variaciones significativas vinculadas a ámbitos específicos de la misma:
a) En relación con el ejercicio del poder podemos referirnos a subculturas hegemónicas y subalternas (Alber-combie, Hill, Turner, 1987)
b) Si tenemos en cuenta los habitats, corresponde hablar de subculturas rurales y urbanas.
c) Si interesa la variable género, cabe estudiar las subculturas masculina, femenina y homosexual.
d) En lo referido a la pérdida de determinadas libertades y ejercicio de derechos, una subcultura específica es la carcelaria.
e) Si se tiene en cuenta el ciclo vital personal, podemos centrarnos el las denominadas subculturas infantiles, de los adolescentes, del mundo adulto, de la vejez.
f) Si se piensa en orígenes y características étnicos, cabe referirse a subculturas afroamericanas, aborígenes, afroeuropeas.
Obviamente esta caracterización no es exhaustiva ni tampoco mutuamente excluyente, pero conviene tenerla presente en los momentos que planificamos tareas evaluativas.

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Fuente: Conferencia impartida en la VI Conferencia Internacional de Evaluación Psicológica. Salamanca. Noviembre de 1998.