LA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA DESDE LA PSICOLOGÍA POSITIVA: RESILIENCIA Y CRECIMIENTO POSTRAUMÁTICO

LA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA DESDE LA PSICOLOGÍA POSITIVA: RESILIENCIA Y CRECIMIENTO POSTRAUMÁTICO

Papeles del Psicólogo, 2006. Vol. 27(1), pp. 40-49

Beatriz Vera Poseck*, Begoña Carbelo Baquero** y María Luisa Vecina Jiménez***

**Universidad de Alcalá. ***Universidad Complutense

La capacidad del ser humano para afrontar experiencias traumáticas e incluso extraer un beneficio de las mismas ha sido generalmente ignorada por la Psicología tradicional, que ha dedicado todo su esfuerzo al estudio de los efectos devastadores del trauma. Aunque vivir un acontecimiento traumático es sin duda uno de los trances más duros a los se enfrentan algunas personas, supone una oportunidad para tomar conciencia y reestructurar la forma de entender el mundo, que se traduce en un momento idóneo para construir nuevos sistemas de valores, como han demostrado gran cantidad de estudios científicos en los últimos años. Algunas personas suelen resistir con insospechada fortaleza los embates de la vida, e incluso ante sucesos extremos hay un elevado porcentaje de personas que muestra una gran resistencia y que sale psicológicamente indemne o con daños mínimos del trance.

En este trabajo se revisan conceptos como la resiliencia y el crecimiento postraumático en han surgido con fuerza dentro de la Psicología Positiva para resaltar la enorme capacidad que tiene el ser humano de resistir y rehacerse ante las adversidades de la vida.

Palabras clave: resiliencia, crecimiento postraumático, emociones positivas.

«El concepto de resiliencia ha acabado con la dictadura del concepto de vulnerabilidad» 

Stanislaw Tomkiewicz, 2001

El interés por comprender y explicar cómo el ser humano hace frente a las experiencias traumáticas siempre ha existido, pero ha sido tras los últimos atentados que han conmocionado al mundo cuando este interés ha resurgido con fuerza.

Más allá de los modelos patogénicos de salud, existen otras formas de entender y conceptualizar el trauma. Durante los primeros momentos de una catástrofe la mayoría de los expertos y la población centran el foco de la atención en las debilidades del ser humano. Es natural concebir a la persona que sufre una experiencia traumática como una víctima que potencialmente desarrollará una patología. Sin embargo, desde modelos más optimistas, se entiende que la persona es activa y fuerte, con una capacidad natural de resistir y rehacerse a pesar de las adversidades. Esta concepción se enmarca dentro de la Psicología Positiva que busca comprender los procesos y mecanismos que subyacen a las fortalezas y virtudes del ser humano.

La aproximación convencional a la psicología del trauma se ha focalizado exclusivamente en los efectos negativos del suceso en la persona que lo experimenta, concretamente, en el desarrollo del trastorno de estrés postraumático (TEPT) o sintomatología asociada. Las reacciones patológicas son consideradas como la forma normal de responder ante sucesos traumáticos; más aún, se ha estigmatizado a aquellas personas que no mostraban estas reacciones, asumiendo que dichos individuos sufrían de raras y disfuncionales patologías (Bonanno, 2004). Sin embargo, la realidad demuestra que, si bien algunas personas que experimentan situaciones traumáticas llegan a desarrollar trastornos, en la mayoría de los casos esto no es así, y algunas incluso son capaces de aprender y beneficiarse de tales experiencias.

Al focalizar la atención de forma exclusiva en los potenciales efectos patológicos de la vivencia traumática, se ha contribuido a desarrollar una «cultura de la victimología» que ha sesgado ampliamente la investigación y la teoría psicológica (Gillham y Seligman, 1999; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) y que ha llevado a asumir una visión pesimista de la naturaleza humana. Dos peligrosas asunciones subyacen en esta cultura de la victimología:

1) que el trauma siempre conlleva grave daño y

2) que el daño siempre refleja la presencia de trauma (Gillham y Seligman, 1999).

En el campo de la salud mental, es habitual la presencia de ideas esquemáticas sobre la respuesta del ser humano ante la adversidad (Avia y Vázquez, 1999), ideas preconcebidas acerca de cómo reaccionan las personas ante determinadas situaciones, basadas generalmente en prejuicios y estereotipos y no en hechos y datos comprobados. Ejemplo de ello es la creencia ampliamente arraigada en la cultura occidental de que la depresión y la desesperación intensa son inevitables ante la muerte de seres queridos, o que la ausencia de sufrimiento ante una pérdida indica negación, evitación y patología.

Estas ideas han llevado a asumir que existe una respuesta unidimensional y de escasa variabilidad en las personas que sufren pérdidas o experimentan sucesos traumáticos (Bonanno, 2004) y a ignorar las diferencias individuales en la respuesta a situaciones estresantes (Everstine y Everstine, 1993; Peñacoba y Moreno, 1998).

Un estudio pionero de Wortman y Silver (1989) recopila datos empíricos que demuestran que tales suposiciones no son correctas: la mayoría de la gente que sufre una pérdida irreparable no se deprime, las reacciones intensas de duelo y sufrimiento no son inevitables y su ausencia no significa necesariamente que exista o vaya a existir un trastorno. Y es que las personas suelen resistir con insospechada fortaleza los embates de la vida, e incluso ante sucesos extremos hay un elevado porcentaje de personas que muestra una gran resistencia y que sale psicológicamente indemne o con daños mínimos del trance (Avia y Vázquez, 1998; Bonanno, 2004).

La Psicología Positiva recuerda que el ser humano tiene una gran capacidad para adaptarse y encontrar sentido a las experiencias traumáticas más terribles, capacidad que ha sido ignorada por la Psicología durante muchos años (Park, 1998; Gillham y Seligman, 1999; Davidson, 2002). Numerosos autores proponen reconceptualizar la experiencia traumática desde un modelo más saludable que, basado en métodos positivos de prevención, tenga en consideración la habilidad natural de los individuos de afrontar, resistir e incluso aprender y crecer en las situaciones más adversas (Calhoun y Tedeschi, 1999; Paton, Smith, Violanti y Eräen, 2000; Stuhlmiller y Dunning, 2000; Gist y Woodall, 2000; Bartone, 2000; Pérez-Sales y Vázquez, 2003).

CONCLUSIONES
Vivir una experiencia traumática es sin duda una situación que modifica la vida de una persona y, sin quitar gravedad y horror de estas vivencias, no se puede olvidar que en situaciones extremas el ser humano tiene la oportunidad de volver a construir su forma de entender el mundo y su sistema de valores. Por esta razón, se deben construir modelos conceptuales capaces de incorporar la dialéctica de la experiencia postraumática y aceptar que lo aparentemente opuesto puede coexistir de forma simultánea.
La Psicología no es sólo psicopatología y psicoterapia, es una ciencia que estudia la complejidad humana y debe ocuparse de todos sus aspectos. Se debe ampliar y reconducir el estudio de la respuesta humana ante el trauma con el fin de desarrollar nuevas formas de intervención basadas en modelos más positivos, centrados en la salud y la prevención, que faciliten la recuperación y el crecimiento personal. Se trata de adoptar un paradigma desde un modelo de salud que ayude a conceptualizar, investigar, diseñar e intervenir efectiva y eficientemente en el trauma.
La labor del psicólogo vista desde la Psicología Positiva debe servir para reorientar a las personas a encontrar la manera de aprender de la experiencia traumática y progresar a partir de ella, teniendo en cuenta la fuerza, la virtud y la capacidad de crecimiento de las personas.
REFERENCIAS
Affleck, G., Tennen, H. y Gershman, K. (1985). Cognitive adaptations to high-risk infants: The search for mastery, meaning and protection from future harm. American Journal of Mental Deficiency, 89, 652-656.
Affleck, G., Tennen, H., Croog, S. y Levine, S. (1987). Causal attribution, perceived benefits and morbidity after a heart attack: An 8-year study. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 55, 29-35.
Affleck, G. y Tennen, H. (1991). The effect of newborn intensive care on parent’s psychological well-being. Children’s Health Care, 20, 6-14.
Affleck, G. y Tennen, H. (1996). Construing benefits from adversity: Adaptational significance and dispositional underpinning. Journal of Personality, 64, 899-922.
Avia, M.D. y Vázquez, C. (1999). Optimismo Inteligente. Madrid: Alianza.
Bartone, P.T. (2000). Hardiness as a resiliency factor for United States Forces in the Gulf War. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives. Springfield, IL: C. C. Thomas.
Blanco, A. y Díaz, D. (2004). Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático. Clínica y Salud, 15 (3), 227-252.
Block, J. y Kremen, A.M. (1996). IQ and ego-resiliency: conceptual and empirical connections and separateness. Journal of Personality and Social Psychology, 70, 349-361.
Bonanno, G.A. (2004). Loss, trauma and human resilience: Have we underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive events? American Psychologist, 59, 20-28.
Bonanno, G.A. y Kaltman, S.(2001). The varieties of grief experience. Clinical Psychology Review, 21, 705-734.
Bonanno, G.A. y Keltner, D.(1997). Facial expressions of emotion and the course of conjugal bereavement. Journal of Abnormal Psychology, 106, 126-137.
Bonanno, G.A., Wortman, C.B., Lehman, D.R., Tweed, R.G., Haring, M., Sonnega, J. et al. (2002). Resilience to loss and chronic grief: A prospective study from preloss to 18 months post-loss. Journal of Personality and Social Psychology, 83, 1150-1164.
Bonanno, G.A., Field, N.P., Kovacevic, A. y Kaltman, S. (2002). Self-enhancement as a buffer against extreme adversity: Civil war in Bosnia and traumatic loss in the United States. Personality and Social Psychology Bulletin, 28, 184-196 .
Brickman, P., Coates, D. y Janoff-Bulman, R. (1978). Lottery winners and accident victims: Is hapinnes relative? Journal of Personality and Social Psychology, 36 (8), 917-927.
Calhoun, L.G., Cann, A., Tedeschi, R.G. y McMillan, J. (1998). Traumatic events and generational differences in assumptions about a just world. Journal of Social Psychology, 138, 789-791.
Calhoun, L.G. y Tedeschi, R.G. (1999). Facilitating Posttraumatic Growth: A Clinician’s Guide. Mahwah, N.J.: Lawrence Erlbaum Associates Publishers.
Calhoun, L.G. y Tedeschi, R.G. (2000). Early Posttraumatic Interventions: Facilitating Posibilities for Growth. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives. Springfield, IL: C. C. Thomas.
Carver, C.S. (1998). Generalization, adverse events, and development of depressive symptoms. Journal of Personality, 66, 607-619.
Cyrulnik, B. (2002). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Madrid: Gedisa (Orig., 2001).
Davidson, J.R. (2002). Surviving disaster: what comes after trauma? British Journal of Psychiatry, 181, 366-368
Everstine, D. y Everstine, L. (1993). The Trauma Response. New York: Norton
Gillham, JE. y Seligman MEP.(1999). Footsteps on the road to a positive psychology. Behavior Research and Therapy, 37, 163-173
Folkman, S. y Moskovitz, J.T. (2000). Positive affect and the other side of coping. American Psychologist, 55, 647-654
Fredrickson, BL. y Tugade, MM. (2003). What Good are Positive Emotions in Crises?A Prospective Study of Resilience and Emotions Following the Terrorist Attacks on the USA on September 11th, 2001. Journal of Personality and Social Psychology, 84, 365-27.
Galea, S., Vlahovm, D., Ahern, J., Susser, E.Gold, J., Bucuvalas, M. y Kilpatrick, D. (2003). Trends of probable post-traumatic stress Disorder in New York City after the September 11th terrorist attacks. American Journal of Epidemiology, 158, 514-524.
Gist, R. y Woodall, J. (2000). There are no simple solutions to complex problems. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives (pp. 81-96). Springfield, IL: C. C. Thomas.
Hull, A.M., Alexander, D.A. y Klein, S. (2002). Survirvors of the Piper Alpha platform disaster: long-term follow-up study. British Journal of Psychiatry, 181, 433-438.
Janoff-Bulman, R. y Wortman, C. (1977). Atributions of blame and coping in the real world: Severe accident victims react to their lot. Journal of Personality and Social Psychology, 35, 351-363.
Janoff-Bulman, R. (1992). Shattered Assumptions. New York: The Free Press.
Keltner, D. y Bonanno, G.A. (1997). A study of laughter and dissociation: Distinct correlates of laughter and smiling during bereavement. Journal of Personality and Social Psychology, 73, 687-702.
Manciaux, M., Vanistendael, S., Lecomte, J. y Cyrulnik, B. (2001). La resiliencia: estado de la cuestión. En M. Manciaux (Ed.), La resiliencia: resistir y rehacerse. Madrid: Gedisa, 2003.
Masten, A.S. (2001). Ordinary Magic: Resilience processes in development. American Psychologist, 56, 227-238.
Masten, A.S., Hubbard, J.J., Gest, S.D., Tellegen, A., Garmezy, N. y Ramírez, M. (1999). Competence in the context of adversity: Pathways to resilience and maladaptation from childhood to late adolescence. Development and Psychopathology, 11, 143-169.
McMillen, C., Zuravin, S. y Rideout, G. (1995). Perceived benefit from child sexual abuse. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 63(6), 1037-1043.
Mitchell, JT.(1992) Protecting your people from critical incident stress. Fire Chef, 36, 61-67.
O’Leary, V.E. (1998). Strength in the face of adversity: individual and social thriving. Journal of Social Issues, 54(2):425-445.
Peñacoba, C. y Moreno,B. (1998). El concepto de personalidad resistente: consideraciones teóricas y repercusiones prácticas. Boletín de Psicología, 58, 61-96.
Park, C.L. (1998). Stress-related growth and thriving through coping: the roles of personality and cognitive processes. Journal of Social Issues, 54(2):267-277.
Paton, DG., Smith, L., Violanti, JM. y Eräen, L. (2000). Work-related traumatic stress: Risk, vulnerability and resilience. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives. Springfield, IL: C. C. Thomas.
Pérez-Sales, P. y Vázquez, C. (2003). Emociones positivas, trauma y resistencia. Ansiedad y Estrés, 9(2-3), 235-254.
Richters, J.E. y Martínez, P.E. (1993). Violent communities, family choices and children’s chances: an algorithm for improving the odds. Development and Psychopathology, 5, 609-627.
Saakvitne, K.W., Tennen, H. y Affleck, G. (1998). Exploring thriving of clinical trauma theory: constructivist self development theory. Journal of Social Issues, 54(2):279-299.
Sanders, C.M. (1993). Risk factors in bereavement outcome. En Stroebe, W., Stroebe, M.S y Hansson, R.O. (Eds.) Handbook of Bereavement: Theory, research and intervention. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Scheier, M.F. y Carver, C.S. (1987). Dispositional optimism and physical well-being: The influence of generalized outcome expectancies on health. Journal of Personality, 55, 169-210.
Schmied, L.A. y Lawler, K.A. (1986). Hardiness, Type A behavior, and the stressillness relation in working women. Journal of Personality and Social Psychology, 51, 1218-1223.
Shuchter, S.R. y Zisook, S. (1993). The course of normal grief. En W. Stroebe, M.S. Stroebe y R.O. Hansson (Eds.), Handbook of Bereavement: Theory, research and intervention. Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Seligman, M.E.P. y Csikszentmihalyi, M. (2000). Positive Psychology: An Introduction. American Psychologist, 55, 5-14.
Stroebe, W. y Stroebe, M.S. (1987) Bereavement and health. Cambridge, UK: Cambridge Universitiy Press.
Stuhlmiller, C. y Dunning, C. (2000). Challenging the mainstream: from pathogenic to saluthogenic models of posttrauma intervention. En J.M. Violanti, D. Patton, y D. Dunning (Eds.), Posttraumatic Stress Intervention: Challenges, Issues and Perspectives (pp. 10-42). Springfield, IL: C. C. Thomas.
Summerfield. D. (1999). Una crítica de los proyectos psicosociales en poblaciones afectadas por la guerra basadas en el concepto de trauma psicológico. En P. Pérez Sales. (Ed.), Actuaciones psicosociales en guerra y violencia política. Madrid: Exlibris
Taylor, S. E., Lichtman, R.R. y Wood, J.V. (1984). Attributions, beliefs about control and adjustment to breast cancer. Journal of Personality and Social Psychology, 46, 489-502.
Tedeschi, RG. y Calhoun, LG. (2000). Posttraumatic growth: A new focus in psycho traumatology. Psy-talk, Newsletter of the British Psychological Society Student Members Group, April 2000.
Tomkiewicz, S. (2003). El buen uso de la resiliencia : cuando la resiliencia sustituye a la fatalidad. En M. Manciaux (Ed.), La resiliencia: resistir y rehacerse. Madrid: Gedisa, (Orig., 2001).
Vanistendael, S. (2003). La resiliencia en lo cotidiano. En M. Manciaux (Ed.), La resiliencia: resistir y rehacerse. Madrid: Gedisa (Orig., 2001).
Werner, E.E. y Smith, R.S. (1982). Vulnerable but invincible: A study of resilient children. New York: McGraw-Hill.
Werner, E.E. y Smith, R.S. (1992). Overcoming the odds: High risk children from birth to adulthood. Ithaca, NY: Cornell University Press.

Wortman, CB. y Silver, RC. (1989). The Myths of Coping With Loss. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 57, 349-357.