Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, primera conferencia (primera parte)

Primera.

Es probable que estas conferencias contengan una cantidad de cosas inexactas,
falsas, erróneas. Prefiero exponerlas pues, a título de hipótesis para un trabajo
futuro. Por esta razón, pediría la indulgencia de ustedes y quizá también su
maldad. Quiero decir, mucho me gustaría que al final de cada conferencia me
expusiesen sus dudas, hicieran preguntas, y me comunicaran sus críticas y
objeciones para que, en la medida de mis posibilidades y ateniéndonos a que mi
espíritu no es todavía demasiado rígido, pueda adaptarme poco a poco a ellas.
De ser así, podremos finalizar estas cinco conferencias con la confianza de
haber realizado en conjunto un trabajo o, eventualmente, un progreso.
La de hoy es una reflexión metodológica para introducir este problema que, bajo
el título de «La Verdad y las Formas Jurídicas», puede parecer un tanto
enigmático. Trataré de presentarles una cuestión que es en realidad el punto de
convergencia de tres o cuatro series de investigaciones existentes, ya
exploradas, ya inventariadas, para confrontarlas y reunirlas en una especie de
investigación si no original, al menos renovadora.

En primer lugar se trata de una investigación estrictamente histórica, o sea:
¿cómo se formaron dominios de saber a partir de las prácticas sociales? La
cuestión es la siguiente: existe una tendencia que podríamos denominar, de una
manera un tanto irónica, marxista académica, o del marxismo académico, que
consiste en buscar cómo las condiciones económicas de la existencia
encuentran en la conciencia de los hombres su reflejo o expresión. Creo que
esta forma del análisis, tradicional en el marxismo universitario de Francia y de
Europa en general, tiene un defecto muy grave: el de suponer, en el fondo, que
el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las mismas formas del
conocimiento, se dan en cierto modo previa y definitivamente, y que las
condiciones económicas, sociales y políticas de la existencia no hacen sino
depositarse o imprimirse en este sujeto que se da de manera definitiva.
Me propongo mostrar a ustedes cómo es que las prácticas sociales pueden
llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos
objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente
nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. El mismo sujeto de conocimiento
posee una historia, la relación del sujeto con el objeto; o, más claramente, la
verdad misma tiene una historia. 

Me gustaría mostrar en particular cómo puede formarse en el siglo xix, un cierto
saber del hombre, de la individualidad, del individuo normal o anormal, dentro o
fuera de la regla; saber éste que, en verdad, nació de las prácticas sociales de
control y vigilancia.
Y cómo, de alguna manera, este saber no se le impuso a un
sujeto de conocimiento, no se le propuso ni se le imprimió, sino que hizo nacer
un tipo absolutamente nuevo de sujeto de conocimiento. Podemos decir
entonces que la historia de los dominios de saber en relación con las prácticas
sociales, excluida la preeminencia de un sujeto de conocimiento dado
definitivamente, es uno de los temas de investigación que propongo.
El segundo tema de investigación es metodológico, un tema que podríamos
llamar análisis de los discursos. Tengo la impresión de que en este país existe
ya, coincidente con una tradición reciente aunque aceptada en las universidades
europeas, una tendencia a tratar el discurso como un conjunto de hechos
lingüísticos ligados entre sí por reglas sintácticas de construcción.

Hace algunos años era original e importante decir y mostrar que aquello que se
hacía con el lenguaje —poesía, literatura, filosofía, discurso en general—
obedecía a un cierto número de leyes o regularidades internas: las leyes o
regularidades del lenguaje. El carácter lingüístico de los hechos del lenguaje fue
un descubrimiento que tuvo su importancia en determinada época.
Había llegado el momento pues, de considerar estos hechos del discurso ya no
simplemente por su aspecto lingüístico sino, en cierto modo —y aquí me inspiro
en las investigaciones realizadas por los anglo-americanos—, como juegos
(games), juegos estratégicos de acción y reacción, de pregunta y respuesta, de
dominación y retracción, y también de lucha. El discurso es ese conjunto regular
de hechos lingüísticos en determinado nivel, y polémicos y estratégicos en otro.
Este análisis del discurso como juego estratégico y polémico es, según mi modo
de ver las cosas, un segundo tema de investigación.

Por último, el tercer tema de investigación que propongo a ustedes y que
definirá, por su encuentro con los dos primeros, el punto de convergencia en que
me sitúo, consistiría en una reelaboración de la teoría del sujeto. Esta teoría fue
profundamente modificada y renovada en los últimos años por unas teorías o,
aún más seriamente, unas prácticas entre las que cabe destacar con toda
claridad el psicoanálisis que se coloca en un primer plano. El psicoanálisis fue
ciertamente la práctica y la teoría que replanteó de la manera más fundamental
la prioridad conferida al sujeto, que se estableció en el pensamiento occidental a
partir de Descartes.
Hace dos o tres siglos la filosofía occidental postulaba, explícita o
implícitamente, al sujeto como fundamento, como núcleo central de todo
conocimiento, como aquello en que no sólo se revelaba la libertad sino que
podía hacer eclosión la verdad.
Ahora bien, creo que el psicoanálisis pone
enfáticamente en cuestión esta posición absoluta del sujeto. Pero a pesar de
que esto es cierto con respecto al psicoanálisis, en compensación, en el dominio
de lo que podríamos llamar teoría del conocimiento, o en el de la epistemología,
la historia de las ciencias o incluso en el de la historia de las ideas, creo que la
teoría del sujeto siguió siendo todavía muy filosófica, muy cartesiana o kantiana.
Aclaro que en el nivel de generalidad en que me coloco no hago, por el
momento, diferencia alguna entre las concepciones cartesiana y kantiana.
Actualmente, cuando se hace historia —historia de las ideas, del conocimiento o
simplemente historianos atenemos a ese sujeto de conocimiento y de la
representación, como punto de origen a partir del cual es posible el conocimiento
y la verdad aparece. Sería interesante que intentáramos ver cómo se produce, a
través de la historia, la constitución de un sujeto que no está dado
definitivamente, que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la
historia, sino de un sujeto que se constituyó en el interior mismo de ésta y que, a
cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella. Hemos de dirigirnos pues en
la dirección de esta crítica radical del sujeto humano tal como se presenta en la
historia.

Retomando mi punto de partida: podemos ver cómo cierta tradición universitaria
o académica del marxismo, concepción tradicional del sujeto desde el punto de
vista filosófico, aún continúa. Esto es, en mi opinión, lo que debe llevarse a cabo:
la constitución histórica de un sujeto de conocimiento a través de un di curso
tomado como un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas
sociales.
Entre las prácticas sociales en las que el análisis histórico permite localizar la
emergencia de nuevas formas de subjetividad, las prácticas jurídicas, o más
precisamente, las prácticas judiciales están entre las más importantes.
La hipótesis que me gustaría formular es que en realidad hay dos historias de la
verdad. La primera es una especie de historia interna de la verdad, que se
corrige partiendo de sus propios principios de regulación: es la historia de la
verdad tal como se hace en o a partir de la historia de las ciencias.
Por otra
parte, creo que en la sociedad, o al menos en nuestras sociedades, hay otros
sitios en los que se forma la verdad, allí donde se definen un cierto número de
reglas de juego, a partir de las cuales vemos nacer ciertas formas de
subjetividad, dominios de objeto, tipos de saber y, por consiguiente, podemos
hacer a partir de ello una historia externa, exterior, de la verdad. Continuación…

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