FREUD EN CASTELLANO: Las cartas

FREUD EN CASTELLANO

Antonio García de la Hoz

Las cartas

En lo referente a las epístolas de Freud, estamos

más desamparados y no hay apenas dónde escoger. Expondré

unos comentarios generales, remitiendo al lector a la

bibliografía final en que se exponen todas las

correspondencias aparecidas en castellano.

En este campo aún queda mecho material inédito. Por

razones obvias, las dificultades aumentan hasta límites

insospechados. En primer lugar nos encontramos con la

salvaguarda de una intimidad, de la que Freud mismo fue

muy celoso1. Hay algunos contratos de publicación que no

permiten sacar al público ciertas cartas hasta pasado un

plazo -de hasta cien años- desde la muerte de Freud. Así

las cosas, casi podemos estar seguros de que seguirá

apareciendo material psicoanalítico inédito después del

año 2000, y si todavía sobrevivimos, comprobaremos el

valor del mismo. Se encuentra tanto información clave

para algún aspecto, como datos inútiles. Si como muestra

vale un botón, vean la introducción de William McGuire a

la correspondencia Freud/Jung, donde éste último rechaza

la propuesta de publicación conjunta de sus cartas con

las de Freud: «No mientras yo viva», declaró

enérgicamente2 Y así fue. Solamente tras la muerte de

Jung se pudieron tramitar de manera definitiva las

gestiones para la edición pública. es comprensible.

Menos agradables son las dificultades burocráticas

que las personas estudiosas deben superar para acceder a

ciertos materiales, en teoría valiosos para la doctrina

psicoanalítica. Pero es que con el psicoanálisis ocurre

algo insólito no compartido con otras disciplinas

científicas. Un ejemplo: Todos podemos reconocer el

mérito de Watson y Crick al desvelar la «doble hélice»,

es decir, la estructura de los genes, y no nos sorprende

que sus nombres pasen a la historia y que se les conceda

el Nobel por su esencial aporte a la teoría genética.

Pronto, su descubrimiento pasa a formar parte del acervo

científico impersonal de la humanidad, cae bajo la autoridad de la Ciencia, sin que eso merme el

reconocimiento de los investigadores. La Ciencia debe a

Watson y Crick tal y tal hecho.., la Ciencia, algo

suprapersonal, indeterminado y que pertenece a todos por

igual. Pues bien, con el psicoanálisis puede suceder

sencillamente lo opuesto. es muy complicado desligar a

un autor de su descubrimiento… Mannoni afirma: «Parece

que es más difícil eliminar el papel de la transferencia

en psicoanálisis que si ella fuese una ciencia

positiva» 3. Tiene razón. esa «transferencia», esencial

en la relación analítica, se extiende asimismo al

vínculo del autor con su obra, impregnando todos sus

poros. Quizás el propio Freud tuvo que ver con todo

esto.

Como consecuencia de todas estas dificultades, los

compiladores de las cartas de Freud -habitualmente sus

hijos mientras han vivido, o personas muy allegadas a la

familia- han ejercido una natural censura en las mismas,

suprimiendo pasajes comprometedores, eliminando nombres

e inclusive guardándose de publicar cartas íntegras que

no les han parecido interesantes para el público. Habría

que preguntar al sabio «paredro» de Cortázar las

verdaderas razones. Apenas ninguna correspondencia está

completa. Incluso hay motivos para pensar que la mayor

parte aún permanece inédita (por ejemplo, eso ocurre en

la correspondencia con Martha Bernays, la que sería su

esposa). Hemos descubierto también la supresión de

algunas cartas en el simple paso administrativo de la

edición alemana a la castellana, lo que es menos

justificable, pues no se trata de la censura de los

compiladores, sino de la impericia de los gestores o

editores.

Las traducciones son bastante caóticas, debido

fundamentalmente a la falta de un trabajo unitario de la

organización de todo el material. Cada correspondencia

tiene su traductor, lo que diversifica la visión global,

tanto desde el punto de vista conceptual y

epistemológico, como desde el simplemente personal. Su

aparición es por lo demás escalonada, como se puede

observar en la bibliografía expuesta al final. Todo esto

justifica el que se tenga que emprender una labor de

unificación de todo el material epistolar. Con los

textos propiamente dichos no ocurre otro tanto; pueden

estar bien o mal traducidos (ahora iremos a esto), pero

al menos están completos y con una relativa unidad de

traducción. Con la correspondencia, primero hay que

reunirla, luego traducirla y más tarde estudiarla y

criticarla en conjunto.

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Notas:

1- Tenemos testimonio de sus reticencias y prohibición expresa a que se publicase su correspondencia con Fliess. Sólo la oposición enérgica de M. Bonaparte al mismísimo Freud, justificándolo como material básico para la comprensión de todo el psicoanálisis, hizo posible su publicación.

2- Entrevista con el escritor inglés John Frieman.

3- Mannoni, O. Un comienzo que no termina, Barcelona 1982, pág. 27