André Green. El pensamiento clínico (Sueño y acto: dos modelos freudianos para el pensamiento clínico)

André Green. El pensamiento clínico: contemporáneo, complejo, terciario

Fernando Urribarri

Fuente: (2012) Revista uruguaya de Psicoanálisis (en línea) (114): 154-173

Sueño y acto: dos modelos freudianos para el pensamiento clínico:

Todo lo que hemos dicho, espero, nos permite articular el pensamiento

clínico con el díptico de los dos modelos, del sueño y del acto que Green

propone en El tiempo fragmentado (2000) para dar cuenta de las perspectivas teórico-clínicas derivadas de la primera y de la segunda tópicas

freudianas. A las que correlaciona con las diferencias entre el análisis de

estructuras neuróticas y no neuróticas. Estos modelos, a su vez, se esclarecen

al referirlos al funcionamiento o al disfuncionamiento de la estructura

encuadrante. Así es posible comprender el rol del encuadre en la situación

analítica clásica, y sus impasses (y variaciones) en las situaciones en los límites

de la analizabilidad (Urribarri 2005, 2010). En este sentido es posible

distinguir el doble aporte de Green a la técnica, correspondiente a las dos

dimensiones fundamentales de su teorización del proceso representativo

(«función básica del psiquismo»): la teoría generalizada de la representación

y la teoría de la estructura encuadrante, matriz y sede de la función

representativa. Esquemáticamente puede decirse que desde el punto de

vista técnico a la primera corresponde el «trabajo de representancia» y a

la segunda el «trabajo de límite» (lo que en términos descriptivos puede

diferenciarse como trabajo sobre el contenido y sobre el continente). Ambas

deben complementarse en torno al reestablecimiento de la función

objetalizante, cuya condición mínima es el investimiento significativo,

norte de la escucha y la intervención del analista.

En el modelo del sueño (realización y enmascaramiento del deseo inconsciente)

las representaciones son un dato de base del psiquismo: crean

las «cadenas de Eros» al ligar y articular la pulsión, «encadenándola» al proceso

representativo. Esto supone que la función continente de la estructura

encuadrante (narcisismo primario) está lo suficientemente bien establecida

como para que el análisis pueda concentrarse en el contenido según un eje

primordialmente intrapsíquico. Los conflictos identificatorios están ligados

dialécticamente a los avatares del deseo y no ponen en juego el narcisismo

primario ni las identificaciones primarias. La clínica se funda así sobre la

compatibilidad existente entre representación de cosa/representación de

palabra, reunidas transferencialmente en la asociación libre. El proceso

se articula según Green en un trípode «encuadre/sueño/interpretación».

Ligado a la segunda tópica –en la que se observa el reemplazo del

inconsciente por el Ello– el modelo del acto (agieren) se centra sobre la

moción pulsional y los fracasos de su ligadura con la representación (ahora

la ligadura representativa es un resultado posible pero ya no un dato

de partida). El trauma y la compulsión de repetición mortífera toman el lugar referencial de la realización de deseo. Las referencias a las fallas en

la relación con el objeto primario y, correlativamente, a la prevalencia de

un narcisismo de muerte se vuelven centrales. Los conflictos identificatorios

ponen en juego los límites entre el sujeto y el objeto, afectando la

estructura narcisista primaria y sus identificaciones nucleares. La estructura

encuadrante como espacio de representación es desbordada por un

funcionamiento evacuativo, proyectivo, des-simbolizante.

Lo irrepresentable hace irrupción en la escena analítica y pone en

jaque tanto la asociación libre como la atención flotante. En estas situaciones

el modelo greeniano de la estructura encuadrante da fundamento

teórico y orienta las variaciones del encuadre y de la técnica. La

construcción del continente psíquico y del preconsciente como espacio

transicional interno y asiento de los procesos terciarios se vuelve una

condición para el análisis del contenido. Es en este contexto donde,

como referente de la técnica, el sueño (la interpretación del contenido

latente) es remplazado por el juego (la co-construcción del sentido

en el espacio intersubjetivo como condición para su introyección en,

y estructuración de, lo intrapsíquico). Por ejemplo, en las situaciones

en las que se hace conveniente el trabajo «cara a cara», en las que

constatamos que la sobreinvestidura de la percepción funciona como

una contrainvestidura de la representación. En consecuencia, antes

de considerar «hacer consciente lo inconsciente» debe empezarse por

«hacer consciente (pensable) lo manifiesto». La apuesta del juego analítico

a la representación apunta a la interiorización (que contenga la

compulsión evacuativa) en la actualidad de la sesión. Es una apuesta

por un proceso de subjetivación. El eje interpretativo centrado en lo

intrapsíquico debe articularse con –y en cierta medida desplazarse

hacia– lo intersubjetivo. Prioriza un «trabajo del límite»4 que busca

correlativamente delimitar/construir fronteras internas (formaciones

intermediarias entre las instancias) y externas (entre el Yo y el objeto).

Por eso he sugerido que el proceso se organizaría según otro trípode:

«encuadre interno/acto/interiorización» (siendo esta interiorización

el resultado tópico del proceso dinámico de la religadura mediante la

figuración y representación).

Entonces, para terminar, volvemos a la pregunta: «¿Cómo funciona

la mente del analista contemporáneo?». Nuestra respuesta puso en relación

la noción de pensamiento clínico con la de pensamiento terciario.

Recapitulemos algunas de las ideas con las que hemos definido al modelo

clínico contemporáneo como terciario: El objeto analítico, objeto

tercero formado por la relación analítica. El encuadre, elemento tercero,

de estatuto transicional. El trípode del proceso analítico: transferencia/

contratransferencia/encuadre. El encuadre interno del analista, garante de

la terceridad, cuando el campo analítico tiende hacia una dinámica dual,

bidimensional. El trabajo psíquico del analista, eje conceptual terciario

que incluye la atención flotante (perspectiva intrapsíquica, análisis de contenido)

y la contratransferencia (perspectiva intersubjetiva, análisis de la

relación y del continente) subordinándolas a una más amplia y compleja

gama de operaciones en la que se destaca la imaginación (la creatividad)

psicoanalítica. Los procesos terciarios, núcleo del trabajo psíquico del

analista, de su pensamiento clínico.

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Notas:

4 Acerca del «trabajo de límite» recomiendo la ponencia de Mara Sverdlik incluida en Revista de Psicoanálisis, Vol. 69 (1), 2012.