Guía práctica de salud mental en situaciones de desastres: Capítulo II

CAPÍTULO II: Evaluación de daños y análisis de necesidades en salud mental en situaciones de desastres.

Grupo de trabajo de Centroamérica* (El documento base fue elaborado por Nadyezhda van Tuylen y Aura Marina López del Programa Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública de Guatemala. Participaron en la validación profesionales de los Ministerios de Salud y otras organizaciones de Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Panamá, con la asesoría y coordinación de Jorge Rodríguez y Alejandro Santander de la OPS/OMS.)

La evaluación de daños y análisis de necesidades (EDAN) por el sector salud
es una medida de gran importancia para la toma adecuada de decisiones
en situaciones de desastres
, que implica no sólo la salud de la población
sino también las condiciones sanitarias existentes como consecuencia del
suceso y la valoración del estado de los establecimientos de salud. No es
un proceso fijo o estático; por el contrario, es dinámico y cambia diariamente, por
lo cual debe realizarse con un carácter continuo y sistemático, mediante instrumentos
confiables que faciliten la tarea de recopilación y análisis de la información (1).
La evaluación rápida de la situación de salud mental después de un desastre
o emergencia es parte del EDAN de salud y se constituye en una herramienta
que facilita definir, con la mayor objetividad posible, las acciones prioritarias e
inmediatas que se requieran en este campo. Incluye el registro cuantitativo y cualititativo
de la localización, extensión y gravedad de los efectos psicosociales que
produce el desastre; implica, también, determinar la situación de los servicios de
salud mental y su capacidad funcional de respuesta.
Para facilitar este trabajo, es conveniente disponer de guías prácticas. La
Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) publicó recientemente el
Manual para la evaluación de daños y análisis de necesidades en salud (1). El presente
trabajo es una continuación de este esfuerzo.
La evaluación puede ser adelantada por personal de salud local o externo.
El personal local, por residir en el mismo sitio, responde inmediatamente desplazándose
de manera rápida; generalmente conocen la situación previa al desastre
y disponen de mayores elementos de juicio sobre el verdadero impacto del suceso.
Sin embargo, la vinculación emocional y la afectación personal pueden comprometer
la objetividad de la evaluación. Por lo tanto, es importante que existan
instrumentos previamente establecidos y que el personal externo especializado
actúe en los procesos de evaluación, de manera conjunta y en forma coordinada
con el personal local.
El personal que presumiblemente trabaje en la realización de la evaluación
debe ser entrenado con antelación; uno de los requisitos es que esté preparado
para trabajar bajo presión.
Para la evaluación en salud mental se toman como período de referencia
los primeros 30 días, a partir de la presentación del suceso (periodos crítico y poscrítico
inmediato). Este tiempo puede ser variable según la magnitud del desastre y
las circunstancias específicas. Se definen tres etapas del proceso (2):
• Inicial: se efectúa en las primeras 72 horas posteriores al evento.
• Intermedia: registra la evolución de la situación de salud mental en
forma continua durante las primeras cuatro semanas.
• Final: se lleva a cabo al finalizar la etapa intermedia.
La evaluación inicial es comunitaria. La comunidad participa de forma decisiva
en la primera respuesta; por tanto, son las organizaciones comunitarias, los
grupos de socorro, salvamento y ayuda, y los trabajadores de la salud del nivel primario
los que deben efectuar la primera evaluación, la cual debe servir de base
al proceso posterior de análisis especializado. Frecuentemente, las condiciones
específicas del desastre pueden hacer difícil el proceso de evaluación en estos primeros
momentos (acceso geográfico, magnitud del acaecimiento, aspectos culturales, etc.).
La evaluación inicial es básicamente cualitativa y general; es difícil trabajar
en aspectos cuantitativos o muy específicos. Pretende identificar, de manera
rápida, los problemas psicosociales. Es importante que se evidencien cuáles son
los factores que pueden influir de manera positiva o negativa en la salud mental de
la población, el grado de atención a las necesidades básicas y los recursos disponibles.
Las evaluaciones intermedia y final son especializadas. Implican la participación
del personal de salud mental, que debe ampliar y complementar la evaluación
inicial comunitaria. Debe ser cualitativa y cuantitativa, definir con mayor precisión
la situación existente y registrar las acciones tomadas.
El propósito es proporcionar un instrumento práctico para analizar los
daños y evaluar las necesidades psicológicas y sociales de la población afectada
por un desastre (natural o provocado por el hombre), en el periodo inmediato posterior
al mismo (30 días).

Objetivos:
1. Describir el impacto humano del evento adverso, destacando los aspectos
culturales, las coyunturas políticas y las formas de organización social existentes en la población afectada.
2. Identificar la problemática de salud mental, incluidas la morbilidad y la mortalidad.
3. Evaluar las necesidades psicosociales prioritarias de la población afectada.
4. Describir las formas de respuestas institucionales (planes y servicios de salud mental
existentes) y de la población; así como la eficacia de los mecanismos de afrontamiento.
5. Hacer recomendaciones para la acción.

Antes del suceso:
En los preparativos para la respuesta (antes del desastre), se recomienda disponer de un diagnóstico o análisis actualizado

de la situación de salud mental (3-5). Éste debe incluir un mapa de riesgos psicosociales y recursos de salud mental. Se sugiere que contenga lo siguiente:
1. Descripción de la población (aspectos cuantitativos y cualitativos), con énfasis en lo sociocultural:
• Datos demográficos de la población
• Composición étnica y estructura social (etnias, clanes, grupos, etc.)
• Antecedentes históricos de la comunidad; relaciones entre los diferentes
grupos; ¿cómo es la comunicación entre grupos y estratos sociales?
• Tradiciones, tabúes y rituales más comunes; aspectos de espiritualidad y religión
• Organización comunitaria existente y estructuras de apoyo psicosocial
• ¿Cómo funcionan los mecanismos de cohesión y solidaridad?
• Estructuras comunitarias para emergencias; experiencias en desastres previos
• Situación de los servicios educativos (escuelas)
• Liderazgos formales e informales
• Autoridades tradicionales
• Curanderos tradicionales
2. Aspectos generales de la economía local.
3. Recursos, servicios y programas de salud mental existentes:
• Instituciones que prestan servicios de salud mental en el área.
• Personal disponible (institucional y comunitario) capacitado en salud mental.
• Personal disponible, especializado en salud mental, con identificación
de aquéllos con formación previa en emergencias.
• Equipos móviles de salud mental con los que se podría contar y su lugar de procedencia.
• Mecanismos de referencia y contrarreferencia
• Cobertura de la población por los servicios de salud mental
• Equipos de primera respuesta y cuáles tienen entrenamiento en salud mental.
4. Análisis breve de la situación psicosocial existente previa al evento traumático:
• Datos de morbilidad y mortalidad, relacionados con la salud mental
• Conocimientos, actitudes y prácticas de la población ante los problemas
de salud mental
• Vías de soluciones de conflictos y desacuerdos; formas de mediación
• Fortalezas y debilidades psicosociales de la población
El disponer de un análisis de la situación de salud mental previo al desastre
facilita la evaluación que se debe realizar después del evento, la cual se podría
hacer, entonces, con mayor precisión y calidad. En los planes de emergencias y
en las salas situacionales debe incorporarse el componente salud mental. De no
existir la información antes señalada, debe hacerse un esfuerzo por recopilar los
datos prioritarios (que sean factibles de obtener).

Contenidos de la evaluación según etapas:
En los anexos aparecen los formularios sugeridos para facilitar la evaluación
preliminar y la intermedia. Los mismos son un marco de referencia que puede
adaptarse para cada país según sus condiciones específicas y el tipo de desastre.
También se deben tener en cuenta los sistemas de información vigentes en el sector salud.
Inicial, primeras 72 horas (anexo 1). Permite un conocimiento preliminar
del impacto del desastre y trata de identificar las necesidades más inmediatas.
La evaluación inicial se realiza mediante la observación directa y la recolección
de información proveniente de los informantes clave de la comunidad (alcaldes,
maestros, trabajadores de salud, líderes comunitarios, etc.).
Dado que los equipos de salud mental, salvo excepciones, no están en el
lugar del suceso adverso
, es el equipo de salud en el nivel primario el que debe
tomar esa información y traducirla en posibles impactos psicosociales. En ese primer
momento, los servicios de salud mental deben preparar la movilización del personal
especializado y alistar los mecanismos de recopilación de información más detallada.
Se debe aplicar el formulario (anexo 1) que ofrece una apreciación global
de tipo cualitativa y que puede ser diligenciado rápidamente. De esta forma, se
trata de simplificar y agilizar el mecanismo de recolección de información que
debe ser llevado a cabo por personal no especializado, el cual está sobrecargado
por múltiples tareas. Otro principio es que los aspectos considerados están descritos
en un lenguaje sencillo y común (fácilmente comprensible); se evitó la confección
de un anexo con criterios operativos que complicaría la recolección de los
datos; por otro lado, se hace difícil establecer criterios muy cerrados para problemas
cuya evaluación depende mucho de las circunstancias y de la apreciación
subjetiva (más que de una medición de acuerdo con los estándares).
El formulario sugerido incluye de un listado de factores de riesgo a los que
está expuesta la comunidad afectada, los factores protectores de que dispone, un
inventario de recursos y el grado de resolución de las necesidades básicas, psicosociales
e institucionales. Es una lista de verificación en términos de afirmaciones
que se califican de acuerdo con la percepción del personal de salud del nivel primario,
marcando en la casilla correspondiente.
Del mismo modo, contiene la apreciación de la información que está manejando
la población y otros comentarios en forma de un análisis simple y preliminar.
Finalmente, se deben establecer de manera muy resumida las conclusiones y recomendaciones
pertinentes para la fase posterior. La evaluación preliminar se constituye
en un informe que se remite o entrega a las autoridades o tomadores de decisiones
correspondientes.
Se prevé que en las primeras 72 horas será difícil o casi imposible la recopilación
de información cuantitativa de la morbilidad relacionada con la salud
mental.
Contenidos de la evaluación (anexo1)
• Descripción de la situación existente como consecuencia del evento
adverso, con énfasis en el impacto humano que ha tenido.
• Listado de factores de riesgo psicosocial y su calificación
• Listado de factores protectores y su calificación
• Listado preliminar de recursos humanos disponibles en el territorio (personal)
con conocimientos de salud mental: psicólogos, psiquiatras,
otros médicos entrenados, personal de enfermería, trabajadores sociales,
terapeutas ocupacionales, estudiantes universitarios o de carreras
técnicas, equipos de respuesta y otros.
• Listado preliminar de recursos institucionales y materiales con que se
cuenta: instalaciones o servicios de salud mental en el territorio, daños
a la infraestructura de los mismos, fondos o recursos financieros, medicamentos
(psicofármacos), juguetes o material de juego (para niños) y
otros.
• Identificación de necesidades y calificación a priori: a) necesidades
básicas: vivienda, alimentación y seguridad; b) necesidades psicosociales:
orientación, contacto con los miembros de la familia, apoyo
emocional, apoyo social e institucional, educación para los niños, liderazgo,
culturales y religiosas; y c) institucionales: movilización o incremento
de personal especializado, capacitación y servicios de salud
mental.
• Apreciación de la información que está recibiendo la población tanto
de los medios de comunicación como por informaciones grupales e
individuales.
• Otros comentarios que pueden incluir zonas geográficas de riesgo y
localización de los grupos de población con mayor vulnerabilidad psicosocial;
formas de expresión de las emociones y mecanismos de
afrontamiento de los problemas por la población; cómo se enfrentan la
violencia, las muertes y pérdidas, formas de duelo; a quiénes y cómo
se solicita ayuda o apoyo psicológico.
• Conclusiones y recomendaciones para los próximos 30 días.

Intermedia, después de las primeras 72 horas hasta los 30
días (anexo 2). La evaluación intermedia continúa el seguimiento de la situación
descrita en la evaluación inicial,
pero es un proceso sistemático y más detallado
de recolección de información, aproximadamente durante el primer mes, lo que
contribuye a definir el plan de intervenciones en ese periodo. Hace un análisis de
los daños a la salud mental, las necesidades psicosociales y los factores de riesgo,
y las acciones que se están realizando.
La evaluación intermedia es un proceso continuo durante el periodo poscrítico;
se recomienda hacer cortes semanales que permitan establecer oportunamente las
líneas de acción pertinentes. El periodo de treinta días que se está señalando es un
estimado promedio, de acuerdo con la experiencia en casos, fundamentalmente, de
desastres naturales; en la práctica, los equipos de salud mental y las autoridades pueden
acortar o prolongar esta etapa inmediata posterior al evento traumático.
En esta fase interviene el personal especializado en salud mental, junto con
el equipo de salud del primer nivel de atención. Deben establecerse los mecanismos
de registro de los datos, de manera que se recopile la información de las
acciones en curso:
1. Casos de trastornos psíquicos atendidos (según sexo, edad y tipo de consulta)
2. Desglosar de acuerdo con el lugar donde se ofrece la atención (atención
primaria en salud, hospitales u otros espacios):
a. casos atendidos por personal especializado
b. casos atendidos por personal no especializado
3. Morbilidad: clasificación de los casos atendidos según categorías
diagnósticas. Se sugiere utilizar una agrupación amplia por síndromes
(4, 6) ya que puede ser muy difícil obtener diagnósticos precisos usando
la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE 10). Estas categorías
se especifican en la siguiente tabla.
guia practica de salud mental
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4. Número de referencias a psicólogos o psiquiatras u otros profesionales
de salud mental existentes
5. Mortalidad por causas relacionadas directa e indirectamente con la
salud mental:
a. muertes violentas (suicidios, homicidios, violencia intrafamiliar y
accidentes)
b. muertes relacionadas con alcohol o consumo de drogas
6. Actividades grupales:
a. psicoeducativas o de apoyo emocional: número de sesiones y
participantes
b. terapéuticas ofrecidas por personal especializado: número de
sesiones y participantes
7. Atención a población infantil mediante actividades grupales (con
padres y con menores, o mediante los maestros): número de sesiones y
participantes.
8. Capacitación: público objetivo, número de sesiones, participantes,
lugares donde se desarrolló y temáticas desarrolladas.
9. Atención a miembros de los equipos de respuesta por personal especializado:
casos atendidos individualmente y actividades grupales.
10.Identificación de grupos de población en riesgo o que requieren mayor
atención de salud mental.
11.Identificación de problemas y necesidades institucionales y de recursos
humanos, así como el grado de solución que van teniendo.
12.Población desplazada y refugiada: problemática psicosocial y atención
que están recibiendo.
13.Análisis de la información que está recibiendo la población, por diferentes
vías.
14.Análisis de la coordinación interinstitucional desarrollada, de acuerdo
con los actores que intervinieron en el evento; proyecciones para su
consolidación.
15.Análisis de la sostenibilidad de las acciones desplegadas hasta ese
momento
16.Consideraciones finales del periodo evaluado; incluye un análisis cualitativo
de la situación de salud mental (actitudes y prácticas de la
población, mecanismos de afrontamiento, vivencia del duelo, soluciones
de conflictos, fortalezas y debilidades de la comunidad; factores
de riesgo y protectores, grado de satisfacción de las principales necesidades
de la gente que se va logrando).

Final del periodo poscrítico (aproximadamente a los 30 días).
Permite analizar la situación de salud mental después del período poscrítico, así
como una evolución de las apreciaciones realizadas. Debe ofrecer una visión global
con una profundización especializada que facilite plantear las líneas de acción
para la fase subsiguiente de recuperación. El informe final se divulga y discute con
los responsables y tomadores de decisiones del sector salud.
Se recomienda estructurar un informe cuantitativo y cualitativo que
contenga:
• Evaluación de los planes, servicios y recursos de salud mental existentes
y su funcionamiento en la emergencia:
– Políticas y planes de salud mental previos al evento traumático.
Responsabilidades en los planes y operatividad de los mismos.
¿Se han adaptado estos planes a la situación de desastre?, ¿han
funcionado los mecanismos previstos?
– Recursos humanos
– Presupuesto disponible para las acciones de salud mental
– Proyectos adicionales
• Evaluación cualitativa de la situación de salud mental/evolución durante
el primer mes, tomando como base el análisis inicial; identificación
de daños y grado de satisfacción de las necesidades (básicas y psicosociales);
balance de los factores de riesgo y protectores al final del
período.
• Datos disponibles de morbilidad y mortalidad.
• Resumen estadístico de las acciones de salud mental desarrolladas
durante el primer mes (según el esquema propuesto en la etapa
intermedia).
• Instituciones y servicios que se encuentran funcionando, así como los
recursos disponibles; daños a la infraestructura de los servicios de salud
mental que aún persisten.
• Situación de salud mental de la población desplazada o refugiada;
albergues o refugios a los 30 días.
• Coordinación interinstitucional desarrollada y proyecciones para su
consolidación.
• Analizar la sostenibilidad de las acciones en salud mental desplegadas
hasta ese momento.
• Las conclusiones deben contener la identificación de los principales
problemas detectados y las necesidades al terminar esta etapa, así
como recomendaciones y aspectos a priorizar en el siguiente período
de recuperación. El informe debe ofrecer una síntesis de la evolución
de la situación durante el primer mes.

Criterios sobre los tamizajes
Las encuestas o pruebas hechas para detectar casos después del suceso
traumático pueden ser de utilidad si se dan ciertas condiciones para su realización.
Una de las ventajas es que llaman la atención sobre los enfermos no identificados,
para atenderlos oportunamente y prevenir una morbilidad de larga evolución.
Muchos autores (7) insisten en que no deben existir objeciones intrínsecas para aplicar
pruebas de este tipo, de manera rutinaria, en grupos de población que han
sufrido grandes traumas o en los cuales se anticipan elevados índices de trastornos
psíquicos. Sin embargo, el tema no deja de ser discutible y aún existen interrogantes
para poder responder definitivamente sobre la efectividad del procedimiento.
Un obstáculo para el tamizaje puede ser el costo y la factibilidad del
mismo; sobre todo cuando se pretende aplicar de manera rutinaria a grandes grupos
de población. Esta dificultad sería menor si se aplicara sólo a grupos en riesgo
muy bien seleccionados (por ejemplo, miembros de los equipos de respuesta).
Ahora bien, la falta de pruebas de detección de casos nos pone frente a
la limitación de que siempre habrá una cantidad importante de personas que
requieren atención y no fueron identificadas de manera precoz.

Recomendaciones
• Este procedimiento puede ser útil para detectar problemas como: niveles
altos y sostenidos de estrés que pueden ser indicativos de complicaciones
futuras, depresión, abuso de alcohol o drogas y disfunción
importante en la vida cotidiana.
• No debe hacerse un tamizaje antes de las primeras cuatro semanas,
dado que las posibilidades de recuperación espontánea son muy altas
en esa fase y se puede sobrestimar la problemática existente.
• Se recomienda aplicar sólo en grupos en riesgo muy bien seleccionados,
que hayan sufrido grandes traumas o en los cuales se anticipan
elevados índices de trastornos psíquicos.

Seguimiento y vigilancia
El seguimiento depende en gran medida del uso de indicadores fiables y
de la construcción de una línea basal que permita evaluar los avances.
Una base importante sería la existencia de un sistema previo (en condiciones
de normalidad) de vigilancia y recolección de información. Lamentablemente,
en muchos casos, los sistemas de salud no disponen de buenos mecanismos de
información en el campo de la salud mental, lo que hace más difícil instaurarlos o
fortalecerlos en casos de emergencias.
La información básica procede de los equipos de salud del primer nivel de
atención como eje fundamental de la asistencia sanitaria. Los datos que se pueden
obtener en los hospitales miden, fundamentalmente, el incremento de los casos vistos
en urgencias y la morbilidad por demanda satisfecha en ese nivel; pero no reflejan
la verdadera problemática psicosocial que sufre la población afectada.
Mucha de la información disponible en situaciones de emergencia tiene un
carácter cualitativo y se obtiene mediante entrevistas rápidas con informantes clave
o en reuniones comunitarias. Esta información no sólo se refiere a la morbilidad
existente, sino también a toda la gama de problemas psicosociales que afligen a
la gente en esos momentos y que afectan su misma supervivencia.
Dada la situación en que se desarrolla la atención de emergencias, la
mayoría de los indicadores son, básicamente, de estructura y proceso. Los indicadores
de impacto son evaluables en el mediano y el largo plazo y se obtienen, en
algunos casos, mediante investigaciones puntuales o específicamente diseñadas
para tales efectos.
Los indicadores de impacto requieren de información previa (línea basal),
a partir de la cual se miden las modificaciones que pueden atribuirse a las acciones
implementadas; por ejemplo:
• Modificaciones en los índices de incidencia y prevalencia de determinadas
patologías (depresión, suicidio, alcoholismo, etc.). Esto sólo se
puede medir como indicador de impacto si se dispone de una línea
basal previa confiable; de lo contrario, en muchos casos se observa un
incremento de la morbilidad debido a una mayor accesibilidad a los
servicios o al mejoramiento de los sistemas de registro.
Evaluación de las modificaciones en los conocimientos, actitudes y
prácticas de las personas capacitadas
(trabajadores de la salud y
otros).
Evaluación de las modificaciones en los conocimientos, actitudes y
prácticas de la comunidad.

• Modificaciones en la percepción de la población sobre la organización
de los servicios y su eficiencia.
• Indicadores escolares (retención y promoción).
• Mejoría de la calidad de vida de la población y otros indicadores indirectos
(calidad de vida, socioeconómicos, etc.).
Algunos indicadores se pueden obtener mediante registros continuos. No
obstante, en la mayoría de los casos se hace mediante análisis cualitativo, investigaciones
puntuales o sitios centinelas. El esquema de recolección de información
recomendado (anexos 1 y 2) facilita la obtención de los indicadores fundamentales.

Obstáculos y problemas más comunes:
Aunque el objetivo del EDAN es reducir al mínimo las dificultades y problemas
en la evaluación de la situación
, deben conocerse cuáles son los obstáculos
más frecuentes:
• No se dispone de un diagnóstico o información previos de carácter
confiable.
• Existe el riesgo de que la información recolectada pueda ser irrelevante
o no confiable, o estar influenciada por opiniones políticas, de grupos
particulares o por informes de prensa.
• En ocasiones, la información puede ser inexacta, de manera deliberada
o no.
• Los medios de comunicación pueden ser sensacionalistas o tender a
generalizar situaciones particulares de mucho impacto humano.
• A veces es difícil separar el rumor de los hechos objetivos.
• Existen factores personales que facilitan el sesgo: historia personal de
los miembros del equipo que realiza la evaluación, sus condiciones
emocionales y su capacidad intelectual en el momento de trabajo.
• No se han cruzado las diferentes fuentes de información.
• No hay disponibilidad de los informantes clave.
• La evaluación se efectúa tardíamente.
• Los recursos son insuficientes o hay problemas logísticos que dificultan
la recolección de información.
• Hay poca preparación de los equipos que realizan la evaluación,
mala distribución del trabajo o responsabilidades poco definidas.

Consideraciones finales
La evaluación de daños y el análisis de las necesidades de salud mental
en situaciones de desastres son necesarias para determinar las intervenciones
que se deben desarrollar en la población afectada
; y deben
ser el producto de la cooperación entre diversas organizaciones y personas.
• La evaluación de salud mental es parte integral del EDAN en salud.
• Las impresiones personales iniciales pueden ser útiles, pero deben mantenerse
separadas del resto de la información colectada. También, es
necesario evitar las generalizaciones rápidas.
• Deben existir herramientas previas que faciliten el trabajo y se deben
utilizar categorías estandarizadas.
• El personal que realiza la evaluación debe permanecer neutral y comparar
los diferentes puntos de vista para acercarse a la realidad de la
manera más objetiva posible.
• La situación en los primeros momentos puede ser caótica y requiere de
flexibilidad en el proceso de recolección; pueden existir áreas de difícil
acceso o sobre las cuales no se disponga de información, en contraste
con otras. Es posible que no se puedan seguir todos los pasos
del proceso en un orden lógico.
• Deben seleccionarse cuidadosamente los informantes clave.
• Deben asegurarse diferentes fuentes de información que cubran todos
los niveles y grupos: autoridades centrales y locales, organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales, grupos comunitarios organizados,
fuerzas de seguridad, cuerpos de socorro y salvamento, instituciones
religiosas, etc.
• La información debe recolectarse cuidadosamente, pero de una manera
rápida.
• En el orden de la salud mental, los más afectados o de riesgo no son
los más visibles, frecuentemente, en un primer momento.
• Las necesidades de los enfermos mentales de larga evolución o ya
conocidos (antes del desastre) deben ser separadas de los problemas
psicosociales derivados directamente del evento traumático.
• Las preguntas e investigaciones adelantadas deben ser muy cuidadosas
para evitar la impertinencia o que resulten amenazantes para el
entrevistado.
• El análisis debe ser tan específico como sea posible y hay que definir
prioridades y cómo afrontarlas.
• Se deben evitar los informes voluminosos.
• Hay que separar las recomendaciones rápidas para la acción inmediata
de un reporte más detallado que puede ser el informe evaluativo de
los treinta primeros días. Este último es un trabajo más específico y de
mayor reflexión.
• Se deben definir las estrategias recomendadas, al menos, para los
próximos 3 a 6 meses.

Referencias:
1. Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.
Manual de evaluación de daños y necesidades en salud para situaciones de
desastre.
Quito, Ecuador: OPS; 2004. Serie de Manuales y Guías sobre
Desastres, No. 4
2. Oficina para la Asistencia de Desastres en América Latina y el Caribe. Manual
de campo para la evaluación de daños y análisis de necesidades. Managua:
USAID; 2001.
3. Caldas JM, Rodríguez J. The Latin American and Caribbean Experience. En:
World Psychiatric Association. Disaster and mental health. West Sussex,
England: John Wiley and Sons, Ltd.; 2005.
4. Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.
Protección de la salud mental en situaciones de desastres y emergencias.
Washington, D.C.: OPS; 2002. Serie de manuales y guías sobre desastres.
5. Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud.
Lineamientos básicos para la atención psicosocial a poblaciones desplazadas
como consecuencia del conflicto armado en Colombia. Documento de trabajo,
Bogotá, Colombia, 2001.
6. Organización Mundial de la Salud. CIE-10. Trastornos mentales y del comportamiento.
Pautas diagnósticas y de actuación en la atención primaria. Madrid,
España: MEDITOR; 1996.
7. Ursano RJ et al. Terrorism and disaster. Cambridge, United Kingdom:
Cambridge University Press; 2003.

Bibliografía complementaria:
Cohen R. Salud mental para víctimas de desastres. En: Organización
Panamericana de la Salud. Manual para trabajadores. México, D.F.: Editorial El
Manual Moderno; 1999.
Cohen R. Salud mental para víctimas de desastres. Guía para Instructores. México,
D.F.: Editorial El Manual Moderno/OPS; 1999.
Kohn R, Levav I et al. El huracán Mitch y la salud mental de la población adulta:
un estudio en Tegucigalpa, Honduras. Comunicación personal. Tegucigalpa,
Honduras; 2002.
Organización Mundial de la Salud. La salud mental en las emergencias. Ginebra:
Departamento de Salud Mental y Toxicomanías/Organización Mundial de la
Salud; 2003.
Prewitt J, Saballos M. Salud psicosocial en un desastre complejo: el efecto del huracán
Mitch en Nicaragua. Ciudad de Guatemala: Cruz Roja Americana,
Delegación Regional de Centroamérica; 2000.
Rodríguez J, Bergonzoli G, Levav I. Violencia política y salud mental en Guatemala.
Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. 2002;
48:43-9.
Programa de Cooperación Internacional en Salud Mental Simón Bolívar.
Consecuencias psicosociales de los desastres: la experiencia latinoamericana.
Chicago, Illinois: Centro de la Familia Hispánica; 1989; Serie de Monografías
Clínicas No. 2.
World Health Organization. World Health Organization Assessment Instrument for
Mental Health Systems. Emergencies (WHO-AIMS-E 1.0) (draft). Geneva: WHO;
2005.
World Health Organization. Rapid assesment of mental health needs of refugees,
displaced and other populations affected by conflict and post-conflict situations.
Geneva: WHO; 2001.

Material elaborado por la organización panamericana de la salud:
http://www.paho.org/spanish/dd/ped/GuiaSaludMental.htm