Guía práctica de salud mental en situaciones de desastres: Capítulo X

CAPÍTULO X: Conclusiones.

Líneas generales de acción de un plan de atención de salud mental en emergencias:
• Acciones previas de preparación. Comprenden la planificación
y la organización de la respuesta, la capacitación del personal, etc.
Evaluación preliminar rápida de los daños y las necesidades en salud mental
• Atención psicosocial por personal no especializado. Los
trabajadores de atención primaria en salud, los voluntarios, el personal
socorrista y de ayuda humanitaria, y los agentes comunitarios son el
contacto directo con la población y los que prestan la primera ayuda
psicológica en el período crítico.

• Atención especializada. Debe reservarse para casos con trastornos
psíquicos más complejos. Los servicios especializados deben estar
vinculados con la atención primaria en salud.
• Capacitación en los principios básicos de atención
psicosocial, intervención en crisis y primera ayuda emocional. Se les brinda a los agentes de la primera línea de contacto con las víctimas y sobrevivientes.
Educación para la salud. La población debe conocer que muchas
de las manifestaciones psicosociales que se presentan son respuestas
emocionales normales ante el suceso e identificar aquellos problemas
que requieran asistencia y el aprendizaje de algunas medidas simples
para el afrontamiento de estas situaciones.
• Comunicación social. Una buena estrategia de información y
orientación a la sociedad es esencial para fomentar la tranquilidad y reducir el miedo y la aflicción.
• Coordinación intersectorial e interinstitucional.
• Organización comunitaria, participación social y fomento de la autorresponsabilidad.
• Sistema de registro de la información, indicadores y seguimiento.

Principios generales de actuación.
• Es necesario modificar el paradigma de atención en salud mental en
situaciones de emergencia, privilegiando lo grupal y comunitario.
Las
respuestas institucionales más frecuentes han estado basadas en la atención psiquiátrica individual que es poco efectiva y sirve sólo a un número muy reducido de personas.
• La provisión de asistencia directa en albergues, escuelas y otros espacios
comunitarios permite identificar tempranamente los problemas psicosociales y actuar activamente.
• Se debe evitar que el sufrimiento se torne un problema psicológico y que la atención de las víctimas se remita a los médicos.
• Se deben evitar las etiquetas diagnósticas.
• Se debe restringir la hospitalización a los casos estrictamente necesarios
y por el menor tiempo posible. Igualmente, se debe restringir el uso
de medicamentos, al mínimo posible.
• Se deben definir los criterios de remisión al especialista, como son: 1)
los síntomas persistentes o agravados que no se han aliviado con las
medidas iniciales o cuadros que generan gran sufrimiento; 2) las dificultades
importantes en la vida cotidiana; 3) el riesgo de complicaciones, en especial, el suicidio; 4) los problemas coexistentes, como el alcoholismo, y 5) los trastornos psiquiátrico graves, como las psicosis (poco frecuentes en estas condiciones).
• Después de un desastre de gran envergadura, se necesita brindar orientación
para la inseguridad causada por miedos ante nuevos desastres o réplicas.
• Se deben tener en cuenta los valores, tradiciones y costumbres de la
población, así como otras características de acuerdo con la edad, el sexo, el lugar de residencia, etc.
• La ubicación de los damnificados en albergues o refugios debe ser considerada
una alternativa de último recurso, pues genera muchos problemas
psicosociales.
• Los grupos más vulnerables deben recibir una atención específica. Los
miembros de los equipos de respuesta son un grupo de riesgo que
debe recibir atención prioritaria.
• Se deben apoyar las medidas generales que contribuyen a fomentar el
orden y la tranquilidad.
• La ayuda humanitaria, la satisfacción de las necesidades básicas de
los afectados y el establecimiento de contextos seguros son las primeras
medidas de ayuda psicosocial.
• Se debe enfatizar el retorno a la normalidad tan pronto como sea posible,
evitando la revictimización.
• El acompañamiento humano de carácter grupal en momentos significativos,
como en las exhumaciones o en las morgues, es un abordaje que
complementa las intervenciones clínicas y las medidas administrativas.
• El manejo de grandes cantidades de cadáveres debe ser cuidadoso y
ético; hay que establecer una manera ordenada e individualizada de
notificar las muertes y las desapariciones. Es importante evitar los entierros
en fosas comunes y promover la identificación, el registro apropiado
de los cadáveres y la entrega de los mismos a sus familiares.
• Es necesario que las vivencias del duelo adquieran diferentes formas de
expresión según la cultura. La ejecución de los ritos de despedida de
los seres queridos adquiere relevancia en los procesos de aceptación
y reelaboración de lo sucedido.
• Se ha demostrado que los efectos en la salud mental de los conflictos
armados prolongados pueden ser a mediano y largo plazo.
• En situaciones en las cuales han ocurrido grandes violaciones de los
derechos humanos, torturas y masacres, se enfatiza en las intervenciones
sociales para la reparación del tejido social: resarcimiento, atención
humanitaria de los sobrevivientes, recuperación de la memoria
colectiva, dignificación de las víctimas, así como las exhumaciones que
puedan contribuir al esclarecimiento de los hechos y a facilitar el proceso de duelo.

Sobre la atención a los niños.
Los tipos y modalidades de atención de las principales reacciones y problemas
psicosociales en la infancia varían en un amplio rango, según la edad.
Qué hacer, en líneas muy generales:
• Favorecer su retorno a las actividades habituales, en la familia, la
escuela y la comunidad de pertenencia, así como vincularlos a actividades
lúdicas, deportivas y recreativas.
• Los padres, familiares y maestros deben observar cuidadosamente e
identificar tempranamente cualquier modificación en las conductas
habituales de los menores.
• Facilitar espacios para la libre expresión y el intercambio
entre los niños. Apoyarlos cuando quieran
hablar y expresar sus sentimientos, así como escucharlos
con atención; es necesario prever que el
menor, en muchas ocasiones, no se siente seguro.
• Los espacios de atención psicológica al niño
deben ser muy flexibles y centrados en sus propios
escenarios, como la escuela o la comunidad.
Debe reducirse al mínimo la atención clínica en el consultorio.
• Los jóvenes y las mujeres pueden jugar un papel
importante en la atención a los niños y en su organización grupal.
Qué no hacer con los niños:
• No forzarlos a hablar o expresar sus sentimientos. Las intervenciones de
tipo catártico que promueven la memoria del trauma pueden resultar
dañinas. Esto es diferente a proporcionarles espacios de libre expresión y acompañamiento.
• No imponerles ideas o formas de reaccionar o comportarse.
• No prescribir psicofármacos ni hospitalizar, salvo muy contadas excepciones
que deben ser valoradas por un especialista.
• Evitar el exceso o sobrecarga de ayuda, sobre todo profesional o por
diferentes equipos, en ocasiones, sin relación entre sí.

Sobre los tamizajes de poblaciones afectadas por los desastres.
Las encuestas o pruebas para la detección de “casos”, realizadas después
de un evento traumático, pueden ser de utilidad y llamar la atención sobre enfermos
que no se han identificado para prevenir una morbilidad de larga evolución.
El costo y la factibilidad pueden ser obstáculos, sobre todo cuando se pretende
aplicar de manera rutinaria a grandes grupos de población. Sin embargo, el tema
no deja de ser discutible y aún existen interrogantes.
Recomendaciones:
• El tamizaje puede ser útil para detectar problemas como: niveles de
estrés, altos y sostenidos, que pueden ser indicativos de complicaciones
futuras, depresión, abuso de alcohol o drogas y disfunción importante en la vida cotidiana.
• No se debe llevar a cabo un tamizaje antes de las primeras cuatro semanas,
dado que las posibilidades de recuperación espontánea son muy
altas en esa fase y se puede sobrestimar la problemática existente.
• Se recomienda aplicarlo solamente a los grupos en riesgo muy bien
seleccionados que hayan sufrido grandes traumas o en los cuales se
anticipen elevados índices de trastornos psíquicos.

Diez consideraciones básicas.
1. En situaciones de desastres naturales y otras emergencias, se eleva la
frecuencia de los trastornos psíquicos pero, también, de muchas otras
manifestaciones emocionales que pueden considerarse como “respuestas
normales ante situaciones anormales” (por ejemplo, la aflicción y el
miedo). Además, se evidencian otros problemas como el consumo
excesivo de alcohol y las conductas violentas.
2. Hay un pequeño grupo de personas que necesitan apoyo específico o
tratamiento especializado y que requieren ser identificadas tempranamente.
3. En la actualidad, el concepto clásico de estrés postraumático está siendo
muy criticado. No es aplicable a los países en vías de desarrollo;
lo más frecuente es observar síntomas aislados de estrés postraumático,
pero no el cuadro en su totalidad. La búsqueda específica y casi exclusiva
del estrés postraumático es contraproducente.
4. No son recomendables los servicios especializados de tipo vertical y
centrado en la atención al trauma. Los servicios de salud mental deben
estar insertados en la red de atención primaria en salud, con un enfoque
amplio y no centrado exclusivamente en el trauma.
5. La principal prioridad en el trabajo de salud mental es reintegrar a las personas a su vida normal.
6. El trabajo de apoyo psicológico indiscriminado, realizado por equipos
del extranjero o por varios grupos de manera simultánea, es contraproducente.
7. El debriefing no es un procedimiento aconsejable como una intervención
temprana después del trauma; actualmente, la mayoría de los
especialistas lo consideran ineficaz (e, incluso, contraproducente),
como técnica de trabajo individual o grupal.
8. Las grandes catástrofes tienen un impacto en la salud mental a mediano
y largo plazo; las lesiones psicológicas no se curan tan fácilmente
como las heridas. Por lo tanto, debe preverse el trabajo de recuperación después de la fase crítica.
9. La ayuda humanitaria y social es una parte importante del trabajo para
mejorar la salud mental de las poblaciones afectadas por desastres,
pero debe complementarse con otras intervenciones específicas. Sería
un error considerar que la atención de salud mental se restringe sólo a formas de ayuda o asistencia social.
10. Existen modalidades de intervenciones sociales y psicológicas que han
sido consensuadas por la experiencia y en las que casi la totalidad de
los expertos están de acuerdo. Un plan de acción de salud mental en
situaciones de desastres debe fundamentarse en estos principios pragmáticos,
flexibles y de amplia aceptación.

Material elaborado por la organización panamericana de la salud:
http://www.paho.org/spanish/dd/ped/GuiaSaludMental.htm