H. Hartmann y la Psicología del yo (El pensamiento de Hartmann)

El pensamiento de Hartmann 

Es muy rico e integrativo por el aporte de múltiples disciplinas culturales y científicas que 

concurren a él, y por su vasta temática. El propósito básico de Hartmann fue continuar la obra 

de Freud y sobre ella constituir una psicología psicoanalítica general, ampliando así los 

horizontes hacia otros campos más allá del ello. De esta manera, el psicoanálisis podría 

acercarse cada vez más hacia la psicología general y ortodoxa, y a disciplinas humanísticas. 

Otro cometido que se destaca en su labor es el de darles una nueva vigencia meta psicológica a 

los temas anteriores a la segunda tópica, y despejar las ambigüedades existentes. 

Con este fin, hace una revisión de las hipótesis analíticas establecidas hasta el momento y 

ofrece nuevas reformulaciones, ajustes y sistematizaciones totalizadoras de la doctrina 

psicoanalítica. 

Hartmann le otorgó al superyó un destacado lugar junto al yo en la conformación de la 

personalidad. Todavía es actual el capítulo que publica en 1964, en un libro escrito junto a 

Kris y Loewenstein. En Papers on Psychoanalytic Psychology, los tres autores atribuyen a esta 

estructura -al igual que Freud- funciones destinadas a la conciencia moral o normas éticas 

internalizadas, a la autovaloración crítica y, finalmente, a los ideales personales. El superyó 

posee un origen o prerrequisito necesario de base biológica anterior a las internalizaciones 

objetales y debido posiblemente al desamparo tanto orgánico como psicológico del niño al 

nacer, así como en la subsecuente inevitable, prolongada y estrecha dependencia en relación 

con la madre o personas a su cuidado. 

Freud había tratado de justificar cierta continuidad filogenética. Para Hartmann y sus 

copensadores, el superyó se va desarrollando mediante un proceso de incesante identificación 

con las figuras de los padres y de otras figuras significativas del mundo, que rodean al niño y 

le fijan normas y deberes. En la formación de esta estructura ético-normativa de la 

personalidad, concurren factores sociales y culturales que integran la tradición. Se hace 

hincapié en la postulación freudiana de que el superyó deriva del complejo de Edipo, de la 

diferencia de los sexos y la castración. Comparten la postulación pero dejando un lugar a otros 

factores como los indicados anteriormente. 

Para Hartmann, el problema de la realidad en sus dos vertientes -externa e interna- está 

vinculado en forma íntima con la realidad de los valores morales. 

Ninguno se entiende ni alcanza vigencia plena sin tomar en cuenta también al otro. En 

Psicoanálisis y valores morales (1960), distingue con claridad y precisión los valores, en su 

calidad íntima de valores, de los procesos simples de valoración psicológica y su lugar en el 

comportamiento humano. De esta manera categórica, confirma la posición de Freud de que el 

psicoanálisis como tal no pretende introducir valores morales específicos de ninguna clase. 

Con todo, el psicoanálisis en su aplicación terapéutica práctica no puede limitarse a una 

estrecha perspectiva de la ética de la salud, ya que atiende al poderoso impacto de las fuerzas 

morales de orden consciente e inconsciente. 

Según Hartmann, toda la capacidad funcional del yo y de la personalidad y sus estructuras 

componentes dependen de una función rectora por estos caminos del desarrollo del 

pensamiento psicoanalítico. Ya sea solo o con sus colaboradores Kris y Loewenstein, 

Hartmann, al describir los procesos de adaptación, plantea importantes formulaciones que 

relaciona con el funcionamiento yoico y su desarrollo. Considera como fundamento central 

que el recién nacido humano normal y su ambiente típico esperable siguen, desde el primer 

momento, un proceso recíproco adaptativo. 

El niño al nacer trae consigo una dotación innata de elementos para su adaptación inicial, es 

decir, un «estado de adaptabilidad», orientado a un «ambiente promedio probable», para luego 

paulatinamente llegar a un estado de adaptación intencional. 

Con el afán de explicar estos primeros momentos de la adaptación humana, Hartmann se 

aplica a estudiar paso a paso el desarrollo del yo. Encuentra que el conflicto no es la única fuente del yo, sino que existe también otra constituida por una «esfera libre de conflicto», 

conjunto de funciones que operan fuera de la región conflictiva. Funciones que no representan 

impulsos que entren en el conflicto, ni siquiera modificados, sino impulsos plenamente 

autónomos. Para acentuar esa condición de autonomía, la expresión «esfera libre de conflicto 

del yo» fue reemplazada por «funciones autónomas primarias del yo» (la atención, la memoria, 

el pensamiento, el lenguaje, etc.). Autonomía respecto de los impulsos instintivos y de la 

realidad externa. 

Estas funciones primarias pueden ser concebidas como «aparatos» específicos del yo. Sin 

embargo, no se puede pensar a un yo aislado de la influencia de la realidad externa, el superyó 

y los impulsos. Estas funciones autónomas primarias del yo son las responsables de la 

adaptación en los primeros momentos del ser humano y conforman los precursores de las 

demás funciones yoicas posteriores. Son de carácter potencial y luego, en los avatares de la 

vida y sobre todo en las relaciones con la madre, van tornándose 

vigentes. 

Se puede resumir diciendo que el yo no es una simple modificación del ello, resultado 

pasivo de las influencias del mundo externo sobre él. Más bien, el ello y el yo se desarrollan 

como productos de diferenciación. El yo recibe un caudal autónomo energético inicial, libre de 

conflicto, pero que muy pronto se verá involucrado, evidentemente, dentro del ámbito 

conflictivo sufriendo consecuencias. 

Un pensamiento de Hartmann fundamental y complementario para su teoría es el que 

supone la existencia en el desarrollo de una «fase temprana indiferenciada». En ésta tienen 

origen impulsos y funciones, y el ello y el yo. La diferenciación de cada uno de estos elementos 

se hará en forma gradual a partir de una «matriz común» y dentro del curso de dos líneas 

evolutivas: la maduración y el desarrollo. 

En la maduración intervienen factores biológicos, mientras que en el desarrollo 

predominan factores de índole psicológica. En este punto, Hartmann enfrenta la antigua 

controversia entre natura y nurtura, y se decide por una solución salomónica. Ambas se 

influencian recíprocamente, negativa o positivamente, deteniendo o estimulando su curso. 

En torno a estos temas de la adaptación, dice Hartmann (1939): «Los términos maduración 

y desarrollo no están siempre claramente diferenciados. Los usamos en el sentido de que 

maduración indica el proceso de crecimiento que se verifica con relativa independencia del 

medio, y desarrollo, el proceso de crecimiento en el cual el ambiente y la maduración se 

influyen más íntimamente.» 

Menciona una tercera posibilidad en la que no se producen modificaciones y el ser humano 

va en busca de una mejor y adecuada situación o salida para su adaptación. 

Fuera de la autonomía primaria del yo, postula Hartmann una segunda forma de 

autonomía, la secundaria, que resulta de lo que se puede denominar «cambio de función»; lo 

que comenzó en situación de conflicto puede secundariamente convertirse en una función de 

la esfera libre de conflicto o, a la inversa, una función yoica pasar a ser defensiva. Muchos 

rasgos de carácter, actitudes, propósitos y estructuras yoicas son producto del cambio de 

función. Las funciones secundarias del yo son bastantes estables, aun a veces irreversibles. 

Hartmann en ningún momento quiso, fuera de los aspectos independientes de las funciones 

del yo, realizar ninguna devaluación de otros aspectos conocidos primero y estudiados por 

Freud sistemáticamente. 

En cuanto al origen de los mecanismos de defensa, Hartmann recalca que no hay que ver 

sólo la herencia como elemento primordial, sino tomar muy en cuenta que posiblemente la 

defensa no se origina en forma primaria y más bien son las funciones iniciales las que se van 

convirtiendo en mecanismos defensivos con posterioridad, por un proceso secundario. Lo que 

haría pensar que los procesos muy tempranos de la región autónoma obrarían como etapas 

precursoras de las defensas posteriores contra los peligros provenientes tanto del interior 

como del exterior. Apenas es necesario entonces decir que los factores autónomos pueden estar implicados en la defensa del yo contra las tendencias instintivas, contra la realidad y 

contra el superyó. 

Otro de los problemas difíciles del psicoanálisis como es el narcisismo atrajo la atención de 

Hartmann. Los estudios sobre el narcisismo (Freud, 1914) son anteriores al advenimiento de 

la segunda tópica (estructural) (1923). En consecuencia, el origen, depósito y destinos de la 

libido narcisista y objeta] no estaban claros para la nueva teorización; lo mismo ocurría con 

los conceptos de yo, sí-mismo y persona. 

En su artículo sobre esquizofrenia, Hartmann (1953) postula en forma definitiva que el 

movimiento de introversión de la libido desde el objeto se dirige a la representación del self, y 

no sobre el yo, como se entendía hasta ese momento, y nace de esta manera el concepto de 

self (sí-mismo) como una parte constitutiva del aparato mental. A propósito de este oscuro 

punto, dice Hartmann (1950): “… al usar el término narcisismo, dos series de opuestos 

parecen a menudo fundidas en uno. Una se refiere al self (sí-mismo)… en contraste con el 

objeto; la segunda al yo… contraponiéndolo a otras subestructuras de la personalidad. No 

obstante, lo opuesto a la catexia de objeto no es la catexia del yo, sino la catexia de la propia 

persona, es decir la catexia del self (sí-mismo); al hablar de la catexia del sí-mismo no damos a 

entender si esa catexia está situada en el ello, el yo o el superyó. Esta formalización toma en 

cuenta que en realidad encontramos ‘narcisismo’ en los tres sistemas psíquicos; pero en todos 

estos casos hay oposición a la catexia objetal. .. Puede ser también útil aplicar el término 

representación del self (sí-mismo) como opuesto a la representación de objeto.» (2) En 

conclusión, define al narcisismo como la catexia libidinal, no del yo sino del self, utilizando por 

su utilidad el término de representación del sí-mismo (self) dejando aclarado así este tema 

que se presentaba tan ambiguo. 

Resuelve la permanente duda a través de toda la obra de Freud en torno a las energías y la 

alimentación útil del yo al arribar al concepto de neutralización. 

Desde su primer trabajo, «Ensayos sobre la psicología del yo» (1938), sus ideas 

primordiales y sus elucubraciones teóricas giran en torno del nada fácil tema de la adaptación. 

El concepto que tiene de ella no es restringido, no la entiende sólo como un mero mecanismo 

de ajuste del hombre a su medio, sino, más bien, como un fenómeno de correlaciones de 

diferentes aspectos humanos y ambientales, una compleja trama entre elementos biológicos, 

psicológicos y sociales. Piensa que el hombre en su adaptación no se limita a plegarse 

pasivamente a su medio, sino que lo modifica, aun en relación con su contingente hereditario, 

y le imprime un sello y estilo propios. Para Hartmann, en la adaptación se incluyen muchos 

problemas que parecen estar aislados y dispersos, y que al aproximarlos o juntarlos se la 

puede comprender mejor. Para esclarecer estos fenómenos de la adaptación humana, recurre 

Hartmann a dos fundamentos provenientes de las teorías de Ferenczi: la aloplastia y la 

autoplastia, que se refieren a los cambios que se producen tanto en el medio externo como 

sobre el propio organismo humano para que se pueda dar la adaptación; es decir, que para la 

adaptación del hombre en definitiva son necesarios profundos y graduales cambios de índole 

somática, social y psíquica. 

Vincula estrechamente a la adaptación con la salud mental y dice al respecto: “… un hombre 

está bien adaptado si su productividad, su habilidad para disfrutar la vida y su equilibrio 

mental no están trastornados» (1938). Tal es la importancia que le asigna a la adaptación 

como concepto medular del psicoanálisis, que la considera como un principio 

metapsicológico, introduciéndolo al conjunto de los puntos metapsicológicos ya existentes 

formulados por Freud: dinámico, económico y topográfico; también postula otro nuevo 

principio: el del desarrollo o punto genético, de ahí que a esta dirección analítica se la conozca 

también como psicoanálisis del yo y el desarrollo. 

Considera al yo como el órgano psicológico de la adaptación. Sostiene que en él se operan 

diversos cambios y funcionamientos con este fin. Por esta razón, centra sus mayores 

inquietudes de estudio sobre el yo para poder aclarar muchos aspectos de la adaptación, sobre todo a nivel psíquico estructural y de desarrollo. 

Para Hartmann, el origen y el desarrollo del yo no sólo están en torno del conflicto; el yo no 

es un producto de enfrentamiento conflictivo del ello ‘con el mundo exterior, como sostiene 

Freud, sino que tiene otras fuentes y vicisitudes en su formación, tendientes a la adaptación y 

su relación con la realidad; alrededor de este punto, precisamente, surge un modelo 

psicoanalítico más ampliado que puede ser considerado inclusive como un nuevo paradigma. 

Los conceptos estructurales hacen su aparición en la obra de Freud después de que éste 

completa sus inquietudes teóricas sobre el conflicto. El conflicto psíquico es el eje principal en 

el que descansa la teoría psicoanalítica; fue introducido por Freud posiblemente 

impresionado por la literatura, la poesía, la filosofía, la religión, la historia, la psiquiatría… (3) 

de la época que consideraban al hombre tironeado y desgarrado entre fuerzas opuestas, 

dividido contra sí mismo. Influenciado Freud por estas corrientes del pensamiento, y además 

por la fisiología alemana de su tiempo y el darwinismo, elabora la primera hipótesis del 

aparato psíquico y el conflicto y sus expresiones resultantes tales como: el síntoma, los 

sueños, los actos fallidos, la fantasía y el delirio. Alrededor de los años veinte, Freud comenzó 

a reformular estas concepciones y las modificó, finalmente, en forma sustancial en 1923 y 

1926; surge un nuevo enfoque estructural tripartito de la personalidad, compuesto por las 

instancias del ello, yo y superyó; en consecuencia, cambian las ideas sobre el conflicto y éste 

pasa a la problemática de las estructuras y el mundo externo, cobrando el yo un sitial 

jerárquico. Estas reformulaciones se fueron dando en forma gradual y tornándose más 

complejas en el transcurso del tiempo, hasta 1938, en que Freud intenta coronar su 

pensamiento en el Compendio, que queda inconcluso por su muerte. Será Hartmann, analista 

de la segunda generación, quien lo continúe. 

El concepto de «neutralización» tiene puntos en común con el concepto de «sublimación», 

que Freud planteó al estudiar los destinos de la pulsión y en relación con los impulsos 

libidinales. La neutralización se extiende también hacia los impulsos destructivos y se refiere 

a la energía que utilizarán el yo y el superyó para el cumplimiento de sus funciones; esta 

energía deberá ser exenta de cualidades sexualizadas o agresivizadas, y puede 

retransformarse nuevamente en libido o agresión. Hartmann con esto se refiere a la pérdida 

de las cargas de sus condiciones propias, es decir, de un mecanismo que desexualice y 

desagresivice los impulsos merced a un proceso yoico que los convierta en energía funcional. 

De este modo, queda complementada su idea de la transformación de la energía en forma 

gradual, comienza el ciclo energético con la forma más primitiva de energía: la indiferenciada, 

siguiendo por la sexual izada y agresiva, hasta la neutralizada y finalmente por la sublimada, 

último tipo energético, destinada a fines excelsos. 

Hartmann no está de acuerdo con un instinto de muerte, y postula desde la clínica la 

presencia de un impulso agresivo que tiene raíces innatas que se originan en la matriz 

indiferenciada. En su constitución entrarían a intervenir las frustraciones con posterioridad. 

Los impulsos agresivos fuera de su fusión con la libido son pasibles de neutralización y entran 

a integrar las energías que nutren el funcionamiento de las estructuras funcionales del yo y 

superyó. 

De los conceptos anteriores surgirán las ideas hartmanianas sobre la relación de objeto, 

que han servido para disipar dudas y facilitar la tarea analítica, en especial en el necesario 

ajuste técnico en la terapéutica de patología severa. Introduce Hartmann la noción de 

constancia de objeto para describir una cualidad de la relación de objeto en el desarrollo 

infantil. Se logra la constancia cuando la relación de amor perdura y permanece estable y 

permanente, independiente de los estados de necesidad. En cuanto a la esfera del 

conocimiento, el logro de la permanencia de objeto requiere que la representación del objeto 

persista en ausencia del objeto y las cargas sean neutralizadas. Sostiene también el autor que 

el principio de realidad se encuentra en íntima relación con la constancia de objeto, y que 

depende de la neutralización de las cargas objetales.

Según Hartmann, toda la capacidad funcional del yo y de la personalidad, con sus 

estructuras componentes, depende de una función rectora, coordinadora y de 

autorregulación: la función de organización. 

Ésta tiene un alcance más amplio que la función sintética, que sólo enfoca su labor sobre las 

funciones yoicas, sin extenderse a los campos de la realidad, la adaptación y la salud. 

La influencia ideológica de Hartmann ha sido dominante durante un largo período sobre el 

movimiento psicoanalítico internacional, y sobre todo norteamericano, excluyendo a la 

Argentina. 

 

 

Notas 

 

(1) En razón de lo reducido del espacio y en homenaje a la claridad, he querido volcar en un apretado 

bosquejo lo más significativo de su obra, intentando mostrar a lo largo del conjunto de sus trabajos la 

amplitud y profundidad con que trató problemas socio-psicológicos y éticos, sin ignorar los biológicos. 

La calidad superior, reflexiva, original e integradora de pensador que fue del psicoanálisis, al abordar en 

un ensamble de entrecruzamientos filosóficos, epistemológicos, psicológicos, sociológicos, culturales, y 

también de orden práctico la resolución de múltiples problemas atinentes a la teoría y la práctica 

psicoanalítica cotidiana. 

(2) «Comentarios sobre la teoría psicoanalítica del yo», en Ensayos sobre la Psicología del Yo (1950). 

(3) Especialmente la psiquiatría francesa de fin de siglo, que postulaba la personalidad múltiple. 

BIBLIOGRAFÍA 

FREUD, A. (1976-1977): Obras completas, Buenos Aires, Paidós. 

FREUD, S.: Obras completas (varias ediciones). 

HARTMANN, H. (1939): Ego Psychology and the Problem of Adaptation, Nueva York, IUP, 1958. 

(Psicología del yo y los problemas de adaptación, México, Pax, 1960.) 

HARTMANN, H. (1960): Psychoanalysis and Moral Values, Nueva York, IUP. 

HARTMANN, H. (1964): Essays in Ego Psychology, Nueva York, IUP. (Ensayos sobre la psicología 

del yo, México, FCE, 1969.) 

HARTMANN, H.; Kris, E.; Loewenstein, R. (1964): Papers on Psychoanalytic Psychology, Nueva 

York, IUP. 

LOEWENSTEIN, R. (1970): «Obituario de Heinz Hartmann», en Int. J. Psycho-Anal., 51,417.