HACIA UN NUEVO CONCEPTO DEL HOMBRE: LA ANTROPOLOGÍA FENOMENOLÓGICA DE L. BINSWANGER

Estudios Interdisciplinarios y Nuevos Desarrollos: HACIA UN NUEVO CONCEPTO DEL HOMBRE: LA ANTROPOLOGÍA FENOMENOLÓGICA DE L. BINSWANGER

Coleclough, Elba Marta
UBACyT. Universidad de Buenos Aires

RESUMEN
La corriente fenomenológica constituye, sin duda, uno de los
aportes más interesantes y fructíferos de la filosofía desde fines
del siglo XIX hasta la actualidad. A partir del pensamiento
de E. Husserl se proclama un nuevo origen de la reflexión filosófica
con una «vuelta a las cosas mismas». Esto implica tomar
al hombre en su integridad, en su ser concreto y trascendente
a la vez, inserto en su mundo y con la totalidad de sus experiencias
y vivencias. Es así como las ideas de Husserl obran
como estímulos generadores en el pensamiento de algunos de
los más destacados filósofos del siglo XX: M. Heidegger,
M. Merleau-Ponty, P. Ricoeur y J. P. Sartre, entre otros. L.
Binswanger recibe una gran influencia, tanto de E, Husserl
como de la ontología heideggeriana, y estructura en base a
ellas una antropología fenomenológica existencial que debe
ser, según su concepción, la base filosófica de la psiquiatría y
de la psicología actuales, ya que ambas adolecen de parcialidad
en sus visiones del hombre. En este trabajo se intentará
mostrar, a través de las ideas básicas de L. Binswanger, el
planteo de un nuevo paradigma en la concepción de la enfermedad
mental.
Palabras clave: Fenomenología Existencia Enfermedad Mental

Se puede afirmar que a finales del siglo XIX entran en crisis las
ideas filosóficas de la modernidad, bases de la ciencia moderna,
lo que provoca una conmoción en todos los campos de la
cultura. Coexisten, por un lado, el ideal positivista de la actividad
científica, con la proclame de A. Comte y el apoyo de los
grandes resultados de las ciencias físico naturales; y por el
otro comienza una nueva dirección crítica hacia esos principios
establecidos. Los llamados «maestros de la sospecha»
ponen en crisis los fundamentos del siglo XIX: F. Nietzsche
demuele en sus escritos las concepciones científico-filosóficoreligiosas
de su época; K. Marx plantea críticamente la posibilidad
de otro sistema económico y contribuye a fundar las bases
científicas de la economía, a la vez que pone el acento en
la alienación del ser humano inmerso en la sociedad capitalista;
y S. Freud conmociona al mundo científico al establecer
como base del psicoanálisis a una entidad absolutamente inobservable:
el inconsciente, motoe e impulso de los actos del
ser humano. La razón del hombre es apenas la punta del témpano
que flota impulsado por las tendencias e instintos vitales.
Además, el descubrimiento de la sexualidad infantil y de la importancia
de los traumas y sufrimientos psíquicos y emocionales
en la constitución de la personalidad normal de un individuo,
escandalizaron a la sociedad victoriana y al ámbito científico,
quizás aún más que la tan admirada y controvertida
evolución de las especies defendida por Ch. Darwin.
Por otro lado, ya desde la segunda mitad del siglo XIX, se
gesta un pensamiento filosófico que critica la concepción del
idealismo absoluto de G. Hegel, proclamando la singularidad
del ser humano y de su situación. S. Kierkeggard destaca en
sus escritos la angustia existencial y la problemática que plantea
la vida para el hombre. Asimismo, la filosofía de la vida,
encarnada por H. Bergson, pone en relieve el dinamismo vital
de la evolución y retoma el concepto de temporalidad como
«tiempo vivido», distinto del tiempo objetivo, medido por los relojes.
W. Dilthey sitúa la problemática epistemológica de nuevas
ciencias que se constituyen en ese momento: las ciencias
sociales, en especial la historia y la psicología. Considera que
tienen objetivos y metodologías propias, distintas de las ciencias
positivas y naturales. Así establece que la comprensión, el
esfuerzo por aprehender intuitivamente la constitución de los
fenómenos humanos, es muy distinta de la explicación propia
y característica de las ciencias naturales. Retoma así, quizás
sin advertirlo, la hermenéutica que se había utilizado para los
textos jurídicos y teológicos en la época medieval. A partir de
los aportes de Dilthey, se configura una nueva corriente filosófica,
plasmada en las obras de G. Gadamer, que junto con la
fenomenología iniciada en los trabajos de Brentano y Husserl,
son capaces de brindar una nueva concepción del hombre.
El análisis fenomenológico practicado por Husserl destaca la
intencionalidad de la conciencia. Los hechos, los fenómenos,
deben describirse tal como se dan frente a esta estructura intencional
de las vivencias. Considera que es necesario una
puesta entre paréntesis o epojé, una reducción fenomenológica,
para poder acceder al fenómeno. Esta reducción inhibe la
actitud natural que tiene el hombre en la cotidianeidad, y a
través de la reflexión, se convierten en objeto las vivencias de
la actitud natural. La epojé, permite apropiarse de las vivencias
puras y se constituye de esta forma en una nueva región del
ser, con carácter absoluto que es la base de la filosofía como
ciencia estricta, ideal que persigue Husserl. En la actitud fenomenológica,
hay homogeneidad entre las vivencias puras y el
yo, ya que éstas son pura conciencia – de. Las cosas son correlativas
a sus modos de conciencia. El yo puro, reflexiona
sobre las vivencias y ve cómo se constituye la realidad. Desaparece
así la oposición «sujeto-objeto», ya que se establece
una correlación entre la conciencia – de y las vivencias de la
misma.
M. Heidegger critica esta consideración de la conciencia pura
que establece Husserl, dado que al considerarla como un ser
absoluto, no da cuenta de la intencionalidad esencial de la
conciencia. Además no está de acuerdo con la idea de establecer
una filosofía científica, o mejor dicho, una filosofía como
ciencia absoluta, dado que sería restablecer una concepción
dualista cartesiana. No está de acuerdo tampoco con la reducción
fenomenológica, ya que implicaría una desrealización de
las vivencias y considera que debe estudiarse a éstas fácticamente
individuadas en el hombre concreto. Por ello, M. Heidegger
piensa que la radicalización de la fenomenología es plantear
con toda profundidad la pregunta por el sentido del ser,
posibilitando un nuevo sentido de este viejo interrogante filosófico.
Sin embargo, la historia de la filosofía muestra que en
realidad el desarrollo de la misma ha olvidado esta cuestión;
en efecto, hay una identificación entre ser y ente, que lleva a
un olvido del ser, exaltado por el gran desarrollo tecnológico.
Es así como en su obra Ser y Tiempo, Heidegger aplica el
método fenomenológico e intoduce la dialéctica desocultamiento-
ocultamiento del Ser de los entes, en la elaboración de
la pregunta por el sentido del Ser. Esta ontología fundamental,
llega a un análisis de las características propias del ser humano
como existente. En efecto, es el hombre el único ente que
puede plantearse la pregunta por el Ser y que posee una comprensión
no conceptual, pre-ontológica del Ser y de los entes.
La tarea de revelar la estructura del existente humano es entendida
como una hermenéutica fenomenológica de la facticidad.
Así, a partir del ser humano concreto, individual, se obtienen
las estructuras ontológicas de la existencia, expresadas
en una serie de caracteres formales a priori, cooriginales y presentes
en cada caso de la experiencia. La estructura «ser – en
– el – mundo» plasma el concepto formal de existencia y muestra
al hombre como el ente privilegiado donde el Ser se manifiesta
y su inserción en un conjunto de relaciones significativas,
de sentido, establecidas por el hombre, para los otros
existentes. La existencia encuentra su sentido en la temporalidad,
que supone la copertencia original de pasado, presente y
futuro articulados en un proyecto. El ser del hombre se revela
como apertura, referencialidad, trascendencia hacia los otros
hombres y hacia el Ser.
La analítica existencial de M. Heidegger se desarrolla dentro
del marco referencial de una elaboración de una ontología fundamental,
relacionada con el problema del Ser. L. Binswanger,
psiquiatra suizo, considera que esta analítica brinda una nueva
base metódica y objetiva y permite establecer el proyecto
científico para la psiquiatría, dado que una de las primeras tareas
es superar la oposición ciencia del espíritu – ciencia de la
naturaleza en que ha nacido y la concepción dual del hombre,
ya que etimológicamente «psiquiatría» alude a una escisión del
ser humano, como si pudieran separarse vivencias psíquicas
– cuerpo. En 1950, L. Binswanger presenta en París, en el Primer
Congreso Internacional de Psiquiatría, su método de investigación:
el Daseinanlisis, que parte de las tentativas de
Husserl de fundar las experiencias de las cosas mismas sobre
las estructuras de la vida intencional y de la clarificación filosófico-
fenomenológica de la estructura trascendental del «ser –
en – el – mundo» de Heidegger, para fundamentar las condiciones
de posibilidad del tratamiento de las enfermedades mentales,
a partir de la elucidación y comprensión del hombre enfermo
como un existente que labora su proyecto en las condiciones
actuales en las que está inserto. La diferencia entre el
hombre enfermo y el considerado sano está dada en la forma
de elaborar su proyecto existencial y en el grado de libertad
con que lo hace; si el proyecto de vida se somete al poder de
otro hombre u otra instancia, o al proyecto de mundo de los
otros, se presenta la enfermedad mental. En términos heideggerianos,
el enfermo mental no tendría una existencia auténtica,
ni accedería a una relación significativa con los entes, con
los otros hombres, con el Ser ni tampoco podría elaborar un
mundo consistente. Es decir, el enfermo es un existente que
realiza sus posibilidades, en el marco de su facticidad, en la
cual su cuerpo es la instancia que le permite habitar ese mundo
y relacionarse con los otros. El problema de corporalidad
adquiere así importancia, ya que representa la concreción de
la existencia humana, y posibilita la relación con el mundo. El
objeto de la psiquiatría y psicología, no es un organismo, no es
una cosa, sino un existente, que a través de su instancia corporal,
construye las categorías espacio – temporales y dota de
sentido a su vida. Además, las estructuras de la existencia se
revelan a través de la palabra, del habla, en su función vital, ya
sea coherente, disociada, libre o forzada. El cuerpo también
tiene su lenguaje; a través de los gestos, miradas, se puede
acceder a una comprensión del otro. Cuando por problemas
orgánicos, la palabra es deficiente o no se puede articular el
habla, la instancia corporal adquiere fundamental importancia.
El objeto de la psiquiatría se revela así como un existente cambiante,
con un constante devenir y desplazamiento de los problemas
que surgen a partir de una construcción deficitaria del
mundo, o como habla Binswanger, de una existencia frustrada.
Se genera entonces un cambio cualitativo en las concepciones
psiquiátricas, que se confrontan con los métodos cuantitativos
y causales de diagnósticos aún vigentes en nuestros días. De
la confrontación de estas concepciones se perfila una nueva
ciencia psiquiátrica, que entiende al hombre enfermo como totalidad,
que busca investigar para cada paciente el contexto
general del significado dentro del cual él se mueve, para poder
penetrar en su proyecto de mundo. La filosofía, tanto en su
corriente fenomenológica como en la hermenéutica, brinda así
la base conceptual necesaria para una nueva ciencia psiquiátrica,
capaz de entender al hombre enfermo en su problemática
individual y concreta, evitando una clasificación automática
y cuantitativa, que deja de lado el carácter de singularidad e
irrepetibilidad de las experiencias humanas.
Es así como esta actividad reflexiva, considerada como inútil,
es la única que puede brindar al ser humano una respuesta a
la angustia existencial en la que está inmerso, ya que la libertad
y la responsabilidad que ella entraña en la decisión constante
de sus actos, lo deja librado al azar. En esta época de
crisis, de instituciones político religiosas, educativas, científicas,
es la tarea integradora de la filosofía, la que puede brindar
un marco referencial cierto, desde el cual el hombre pueda
proyectarse hacia un futuro y comprender su pasado. Sólo así,
asumiendo las características vitales que implica una existencia
auténtica, en relación con los otros entes y con los otros
hombres, cada ser humano podrá articularse con los otros y se
podrán mitigar las consecuencias de la sociedad científico –
tecnológica, que lleva a un vacío existencial y a la incomunicación
entre los hombres.

BIBLIOGRAFÍA
BINSWANGER, L.: Artículos y Conferencias Escogidas, Madrid, Editorial
Gredos, 1973.
—————————Mélancolie et Manie, París, PUF, 1987; Tres formas de
la existencia frustrada. Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
—————————Delire, París, PUF, 1994.
—————————Intruduction a Lánalyse Existentielle. París. Les Éditions
de Minuit, 1971.
CERIOTTO, C. L.: – Fenomenología y Psicoanálisis, Bs. As., Editorial Troquel,
1969.
GREISCH, J.: – Le Cogito Herméneutique Philosophique el L’Héritage
Cartésien. París, J. Vrin., 2000.
HEIDEGGER, E.:- El Ser y el Tiempo, México, F.C.E., 1962.
HUSSERL, E.: – Ideas relativas a una fenomenología pura…, México, F.C.E.,
1949.
——————–Meditaciones Cartesianas, Madrid, Ediciones Paulina, 1971.
MACEIRAS FAFIAN, M. Y TREBOLLE BARRERA, J.: – La hermenéutica
contemporánea, Madrid, Cincel, 1990.
RODRIGUEZ GARCÍA, R.: – Heidegger y la Crisis de la Época Moderna.
Madrid. Cincel, 1987.
ROVALETTI, M. L :- Psicología y Psiquiatría Fenomenológica. Buenos Aires,
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, 1994.