Historia de la Psicología. NIETZSCHE, TAINE Y LA DISOLUCIÓN DEL SUJETO CLÁSICO. UN CRUCE ENTRE PSICOLOGÍA Y FILOSOFÍA A FINES DEL SIGLO XIX

Historia de la Psicología. NIETZSCHE, TAINE Y LA DISOLUCIÓN DEL SUJETO CLÁSICO. UN CRUCE ENTRE PSICOLOGÍA Y FILOSOFÍA A FINES DEL SIGLO XIX

Audisio, Irene
CONICET – Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Argentina

RESUMEN
Nuestro trabajo discurre sobre el giro que da, hacia fines del
siglo XIX, la imagen del yo sostenida hasta ese momento. La
misma se ve desplazada de un plano sólido e inmutable del
«más allá» a las raíces contingentes del propio cuerpo, de las
leyes naturales que gobiernan el resto del mundo, de la propia
biografía, de las instituciones políticas y de la historia. La relevancia
de este paso reside en que hizo necesario el desarrollo
de estrategias teóricas inéditas, ya que una vez negada o diluida
en el plano teórico la sustancialidad del alma, la psicología
y la filosofía se cuestionan el pretendido fundamento estable
del yo; volviéndose evidente la fragilidad de la propia conciencia
‘reducida’ a sucesiones de momentos sostenidos por la
sola existencia física del individuo. En este contexto, nuestro
objetivo es mostrar la riqueza conceptual que trajo aparejada
la asimilación que la filosofía de F. Nietzsche realizó de la
psicología positivista de H. Taine. A partir del influjo de De
l’Intelligence de Taine, Nietzsche conforma su propia filosofía
del ‘yo’ que culmina con el esbozo del Übermensch.
Palabras clave: Nietzsche Taine yo Siglo-XIX

A comienzos del siglo XIX la psicología en Francia no era considerada
más que como un sector particular de la filosofía del
espíritu. Frente a ese espiritualismo reinante en el ámbito de la
filosofía francesa, poco propenso a la incorporación de una
perspectiva científica, surgiría bajo el influjo de la filosofía asociacionista
inglesa y del positivismo, un movimiento de reacción
encabezado por Taine que abogaría por la constitución de
una psicología empírica en Francia, al estilo de la psicología
inglesa de Stuart Mill y Bain. Siendo partidario de la fundamentación
positiva de la psicología, Taine basó su teoría en la
psicopatología y en la fisiología neuronal. En su obra De
l’Intelligence, editada en 1870 proponía una psicología basada
en la observación, constituida por hechos, y fundamentalmente
fisiológica. La incorporación de esta perspectiva conlleva la
disolución del sujeto clásico como tema central de la nueva
ciencia psicológica de fines del siglo XIX, tarea abordada también
por la filosofía de Nietzsche.
Taine muestra ya en el Prefacio a De l’Intelligence[i], cómo el
‘yo’ está constituido por una serie de ‘pequeños hechos’ [de
petits faits], no habiendo en él nada real «salvo la serie de sus
eventos», el yo no es otra cosa que la composición y la descomposición
de sensaciones, percepciones, impulsos, en última
instancia «un flujo y un haz de vibraciones nerviosas».
Nietzsche, lector avezado de la Revue Philosophique de la
France et de l’Étranger en la que Taine escribía, lleva hasta
sus últimas consecuencias su empresa antimetafísica encontrando
en la nueva psicología francesa elementos que le permitirán
evidenciar la rigidez de las ilusiones inherentes al lenguaje
cuyo poder las fosiliza fijándolas en una metafísica. En
este sentido, se destaca el análisis de Taine, para quien uno de
los efectos de los condicionantes lógico-gramaticales del lenguaje
es la ilusión psicológica que consiste en distinguir la
‘idea’ del ‘nombre’:
«Creemos tener, más allá de nuestros nombres generales,
ideas generales; distinguimos la idea de la palabra, nos parece
una acción aparte de que la palabra es solamente auxiliar.»[ii]
A partir de allí describe el mecanismo que tiene como resultado
la invención de un ser espiritual, etéreo y puro: el ‘yo’. Tanto
la existencia como las características que se le adscriben a
este ser se extraen de los atributos de las imágenes que, gracias
a la ilusión del lenguaje que despoja a las palabras de
todo aspecto sensible, son consideradas como cualidades
abstractas. El autor también denuncia cómo se vacía de contenido
la operación realizada para combinarlas, quedando solamente
el vacío, y finalmente cómo se llena con un ser espiritual
que se supone es el responsable de representar y combinar
las imágenes.
Nietzsche lleva a cabo la crítica de las nociones referentes al
yo a la luz de su incorporación de la perspectiva naturalista y
fisiológica de explicación a la que se introdujo principalmente a
través de la obra de los ‘psicólogos’ aludidos a lo largo de toda
su producción «ilustrada» y madura. La aproximación a la estructura
plural del yo, la construcción genealógica del sujeto y
la búsqueda de ‘un nuevo centro’ configuran ahora la dirección
opuesta al mito del alma espiritual. Rechaza la que valora
como una psicología racional, filosófica, mítica y teológica, «de
agua de rosas», propiciando su relevo por la perspectiva «más
científica» de la ‘historia de la génesis de los conceptos y
creencias fundamentales’[iii]. Las investigaciones sobre el hipnotismo
y las múltiples conciencias a las que Taine hace referencia
en el Prefacio a De l’Intelligence se consideran como
una vivisección[iv] de tipo moral. El hipnotismo permite la recuperación
de un aspecto de la vida psíquica diverso de la conciencia
restituyéndole su riqueza y preserva el inconsciente de
un análisis puramente fisiológico sin convertirlo en una entidad
misteriosa y oscura. La indagación psicológica se vuelve así
un tipo de investigación que permite abordar el sujeto en su
conjunto, sin renunciar a la observación de ninguno de los dos
aspectos, orgánico y psíquico, posibilitando, al mismo tiempo,
reconstruir la evolución de la enfermedad y de la curación. Se
trata de una suerte de genealogía de una historia plural. Por
ello Nietzsche juega intercambiando los términos: ‘genealogista’,
‘psicólogo’ y ‘fisiólogo’. El ejercicio de la ‘vivisección moral’
cambia los parámetros tradicionales de lectura del sujeto poniendo
en cuestión la noción misma de individuo psicológico.
Se supera la unidimensionalidad de la vida psíquica, se abre a
muchas historias, muchas organizaciones y al consecuente
carácter convencional-social de las valoraciones de salud y
enfermedad. La realidad psicológica resulta una multiplicidad
que escapa a la conciencia que no percibe «sino las cimas,
especies de cumbres iluminadas en un continente cuyas profundidades
quedan en la sombra.»[v]
Nietzsche acordará en esto al emprender su genealogía «…
nosotros, hombres del conocimiento, somos desconocidos
para nosotros, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros
mismos»[vi].
El mundo psíquico se ensancha y comienza a extenderse mucho
más allá de los límites que se le asignaban. Habitualmente
se le limitaba a los fenómenos de que se tiene conciencia,
accesibles por la simple introspección; sin embargo a partir de
ese momento se aclara que la propiedad de aparecer ante la
conciencia no es peculiar sino de alguno de estos fenómenos;
la mayoría no la tienen: «Más allá de un pequeño círculo luminoso
hay una gran penumbra: y más lejos una noche indefinida»[
vii].
La unidad del yo es un producto que atraviesa infinitos grados
desde la actividad fisiológica inconsciente. No se trata de una
unidad simple, y supuesta desde el principio, sino un constante
flujo complejo resultante de la lucha por la vida [struggle for
life] entre las imágenes e ideas según Taine -impulsos y afectos,
según Nietzsche- unas veces triunfantes otras dominadas.
La conciencia no revela a cada instante el yo más que bajo un
solo aspecto entre todos los posibles que permanecen latentes.
Tal unidad no consiste, por lo tanto, en el acto de una
‘esencia’ simple, sino en una coordinación de centros nerviosos.
Esta unidad es producto y no supuesto, nótese que Nietzsche
no utiliza el término ‘unidad’ [Einheit] que presupondría
una esencia preexistente, en alguna medida una instancia no
plural ni deviniente en la base del individuo. Prefiere el uso de
un neologismo traducido por A. Brotons como ‘unitariedad’, se
trata de Einartigkeit[viii]. En este contexto es necesario ver en
KSA, el fragmento póstumo de otoño de 1885-otoño 1886:
«Toda unidad es sólo como organización y coordinación una
unidad: al igual que una comunidad humana es una unidad. O
sea lo contrario de la anarquía atomística, por lo tanto una
estructura de dominio que significa unidad pero no lo es…»[ix]
Inspirado por los psicólogos franceses, Nietzsche considera el
ser del hombre básicamente como una multiplicidad de impulsos
siempre en movimiento, intuición que hacia la madurez de
su obra evolucionará hacia la idea de ‘voluntad de poder’. Allí
afirma la imposibilidad del ser humano del autoconocimiento
de todos los impulsos que constituyen su ser. Apenas puede
nombrar los más elementales: «su número y fuerza, sus mareas,
sus interrelaciones de juego y contrajuego y las leyes de
su alimentación»[x], le son desconocidos por completo. Nietzsche
afirma que también los juicios y las valoraciones morales
no son más que imágenes y fantasías sobre un proceso fisiológico
desconocido, una especie de lenguaje aprendido para
designar ciertos estímulos nerviosos que los generan y soportan.
Igualmente que la llamada conciencia es «un comentario,
más o menos fantástico, sobre un texto no-sabido, quizá imposible
de saber, pero sentido.»[xi]
Es en este sentido que Nietzsche aborda el problema del sujeto
a través de la perspectiva del cuerpo. Así refiere su conocimiento
a un fondo fisiológico e inconsciente. La imagen del
cuerpo[xii], que utiliza repetidamente al hablar del ‘yo’, concentra
las fuerzas constitutivas del ser humano. Se trata de los
instintos, los afectos y los sentimientos que se relacionan entre
sí de acuerdo a un flujo y reflujo de sus acciones. Entretejidos
con las fuerzas y los pensamientos e ideas, son considerados
como operantes ávidos y salvajes en su mutua articulación en
el cuerpo del ser humano. Siguiendo el hilo conductor del cuerpo
se descubre una enorme multiplicidad[xiii]». El ‘yo’ alude a
una ilusión perspectivista, una unidad aparente en que todo
está contenido como en una ‘línea de horizonte’:
«Colocamos una palabra allí donde comienza nuestra ignorancia,
donde no podemos ver más, por ejemplo, la palabra ‘yo’,
la palabra ‘hacer’, la palabra ‘sufrir’: que son quizá líneas de
horizonte [Horizontlinien] de nuestro conocimiento, pero no
son ‘verdades’.»[xiv]
La unidad del yo es un logro que en organismos tan complejos
como el ser humano precisa de una fuerza plástica, artística
que configure la pluralidad que él mismo es. Ésta es la fuerza
que impone una jerarquía de los afectos e instintos que reinan
en el hombre, que lo impulsa a llegar a ser uno, no simple sino
con múltiples almas ordenadas según un orden de rango. Tal
orden no es un presupuesto, sino un resultante de la lucha de
las partes del organismo humano. La grandeza de un ser humano
se determina desde su capacidad para enfrentarse con
ese mar de fuerzas en sí mismas tumultuosas y fluyentes que
es él mismo. Más aún, el ‘espíritu libre’ será ‘el que se sepa
poseedor de fuerzas configuradoras y, en este sentido, artísticas’[
xv]. Se trata de una auténtica actividad espontánea que
actúa desde el interior de los organismos, una ‘fuerza de asimilación,
digestiva’[xvi].
Este superhombre [Übermensch] debe ser capaz de situar a
cuanto forme parte de su entera actividad consciente e inconsciente,
en una dimensión en la que ninguno de sus elementos
sea privilegiado unilateralmente, ni tampoco sobrevalorado en
relación con todos los ingredientes que forman parte de su
efectiva, compleja y mudable existencia histórica: «grandeza
debe llamarse precisamente el poder ser tan múltiple como
entero, tan amplio como pleno»[xvii]. La imposibilidad de ‘dar
estilo’[xviii] al propio carácter, a la multiplicidad que el sí mismo
representa, puede expresarse en dos actitudes decadentes: la
tiranía de uno de los aspectos anulando el resto, o la disgregación
del individuo en una multiplicidad amorfa e incapaz de
acción:
En La Genealogía de la Moral[xix] esta premisa se transpone
a dos tipos de morales según la preeminencia de fuerzas ‘activas’
o ‘reactivas’. La lucha entre ambas se presenta tanto en el
nivel macro social, como micro individual, es decir dentro de
una sola alma[xx]. Es identificada cada una de ellas con la figura
del hombre noble, aristocrático y la del esclavo u hombre
de rebaño, respectivamente. Lo que los distingue es el conocimiento
y la aceptación que hayan podido alcanzar de la complejidad
de fuerzas que los componen, y su capacidad para
actuar desde ellas.
Vemos así cómo la crítica del sujeto efectuada por Nietzsche
se arraiga en la psicología experimental francesa y en Taine. Y
la nueva luz que arroja esta manera de estudiar la consideración
de los ‘hechos internos’ hasta la afirmación de la ‘voluntad
de poder’ desde una perspectiva de tinte más naturalista.
Igualmente su filosofía cobra relevancia como precursora de la
psicología desenmascaradora, que se centra en el concepto
de inconsciente. Nietzsche aplica la noción de sublimación al
instinto sexual y al de agresividad. Asimismo bajo el nombre
de ‘inhibición’ describe lo que se denomina ‘represión’. Incluso
puede ser considerado como la fuente común de Freud, Adler
y Jung. El término ‘ello’ [Es] tiene su origen en Nietzsche, a
quien se remonta también el concepto dinámico de la mente.
Antes que Freud, concibió la mente como un sistema de impulsos
que pueden colisionar o fundirse unos en otros. Comprendió
los procesos que luego se denominaron ‘mecanismos de
defensa’. Sus descripciones del resentimiento, de la conciencia
y de la moralidad se anticiparon a las formulaciones freudianas
de la ‘culpabilidad neurótica’ y del ‘superego’. Además,
con su rechazo de toda teleología y de cualquier divinización
del alma, ya había afirmado un planteo naturalista para el
análisis de la mente humana, horizonte de investigación desarrollado
ampliamente en la actualidad por las corrientes monistas.

NOTAS
[i] Aunque este libro no está en la biblioteca de Nietzsche, Taine publicó
muchos avances en la Revue Philosophique de la France et de L’Étranger y
la Revue des Deux Mondes, revistas que no dejaron nunca de tener notable
importancia para él (cfr. C. Janz, Friedrich Nietzsche, ed. Alianza, Madrid,
1981, vol. 2, p.307, 427; vol. 3, p.400-1, 406-7, 418-19). Véase también H.
Taine, «De l’intelligence», en Revue Philosophique de la France et de
L’Étranger, VII, enero-junio 1879 (1), París, p.324 ss. y Revue des Deux
Mondes, Marzo 1861, donde Taine expone y precisa su teoría.
[ii] Taine, De l’intelligence, p. 66.
[iii] Nietzsche, cfr. Menschliches, allzumenschliches, § 1, 2 y 3.
[iv] La elección de ese término refiere a la preeminencia generalizada que
cobró el método impulsado por Claude Bernard.
[v] Taine, op. cit., p. 287.
[vi] Nietzsche, Zur Genealogie der Moral, Vorwort §1.
[vii] Taine, op. cit. p. 288
[viii] Cfr. Menschliches, allzumenschliches, §242
[ix] Nietzsche, KSA, otoño 1885-otoño 1886, 2 [87].
[x] Nietzsche; Morgenröte, § 119
[xi] Íbidem.
[xii] Cfr. Nietzsche, Jenseits von Gut und Böse § 19 y Also sprach Zarathustra.
De los despreciadores del cuerpo.
[xiii] Nietzsche, NF 2 [91], 1885-1886
[xiv] Nietzsche, KSA, verano de 1886-otoño de 1887, 5 [3].
[xv] Nietzsche, Jenseits von Gut und Böse, §225.
[xvi] Nietzsche. op. cit, §230.
[xvii] Nietzsche, op. cit, §212.
[xviii] Nietzsche, Fröliche Wissenschaft, §290.
[xix] Véase también G. Deleuze, Nietzsche y la Filosofía, Anagrama,
Barcelona, 1986, cap.II.
[xx] Cfr. Nietzsche; Jenseits von Gut und Böse, §260.

BIBLIOGRAFÍA
Bodei, R; Destini Personali; Feltrinelli, Milán, 2003.
Campioni, G; Nietzsche y el Espíritu Latino, el cuenco de plata; Bs. As.
2004.
Ellenberger, «El profeta de una nueva era: Nietzsche», en El Descubrimiento
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Evans, C; Taine. Essai de Biographie Intérieure; Nizet, París, 1975.
Janz, C; Friedrich Nietzsche, Ed. Alianza, Madrid, 1985
Nietzsche,F; Friedrich Nietzsche Kritische Studienausgabe, Herausgegeben
von Giorgo Colli u. Mazzino Montinari, dtv/de Gruyter, Berlín. (citado con las
siglas KSA)
Ribot, Th; Les Maladies de la Volonté, Libraire Félix Alcan, Paris, 1916.
Taine, H; De l’Intelligence, Librairie Hachette et Cie, Paris, 1895
Taine, H; Sa Vie et sa Correspndance; Hachette, Paris, 1905.
Thiele, L.P; Friedrich Nietzsche and the Politics of the Soul – A Study of the