Identificación. Constitución del sujeto

Identificación. Constitución del sujeto

Alemán: Identifizierung. Francés: Identification. Inglés: ldentifilcation. Término empleado en psicoanálisis para designar el proceso central mediante el cual el sujeto se constituye y se transforma asimilando o apropiándose, en momentos clave de su evolución, de aspectos, atributos o rasgos de los seres humanos de su entorno. Si bien el concepto de identificación es esencial en la teoría freudiana del desarrollo psicosexual del individuo, nunca recibió una definición sistemática, y sólo fue elaborado tardíamente. De una manera aún muy descriptiva, Sigmund Freud utilizó el término identificación en dos oportunidades en su correspondencia con Wilhelm Fliess. En una carta del 17 de diciembre de 1896, después de alegrarse por la comprensión que demuestra su amigo del fenómeno de la angustia, le habla del «análisis de algunas fobias», en particular de la agorafobia en las mujeres. «Puedes captar su mecanismo -explica Freud- pensando en las prostitutas.» Se trata de la «represión de la compulsión a ir a buscar en la calle al primero que pasa, de un sentimiento de celos respecto de las prostitutas y de una identificación con ellas». En esa etapa, la identificación es concebida como el deseo reprimido de -hacer corno», de «ser corno». Un poco después, en el manuscrito L, enviado a Fliess el 2 de mayo de 1897, cuando comienza a cuestionar la teoría de la seducción, Freud evoca la pluralidad de las personas psíquicas, problema que vuelve a encontrar en la elaboración de los sueños. Observa que la legitimidad de esa expresión se basa en el proceso de la identificación. En La interpretación de los sueños, la identificación comienza a recibir un tratamiento teórico. Primero en el marco de la segunda interpretación del sueño llamado de «la bella carnicera». La soñante, la bella carnicera, desea que no se realice el deseo de engordar expresado por su amiga, para que ésta no seduzca a su marido, el carnicero, que tiene debilidad por las mujeres entradas en carnes. Pero debido a una inversión, el sueño toma un sentido nuevo: la bella carnicera sueña con la no-realización de uno de sus deseos. La soñante, explica Freud, se ha identificado con su amiga, sueña que le sucede a ella lo que desea que le suceda a su amiga. Este punto encuentra su confirmación en la vida real de «la bella carnicera», que se niega a realizar su deseo de comer caviar. Se trata de un caso de identificación histérica. Freud insiste en diferenciarla de lo que entonces se denominaba imitación histérica. La identificación histérica responde a deducciones inconscientes, es una «apropiación a causa de una etiología idéntica; expresa un «como si» y tiene que ver con una comunidad que persiste en el inconsciente. La identificación es casi siempre utilizada en la histeria como expresión de una comunidad sexual. La histérica se identifica de preferencia, pero no exclusivamente, con las personas con las que ha tenido relaciones sexuales o que tienen relaciones sexuales con las mismas personas que ella.- En el capítulo VI, dedicado al trabajo del sueño, al estudiar los procesos de figuración del sueño, Freud observa que la semejanza es la única relación lógica que se conserva, con su expresión facilitada por el camino de la condensación. En el sueño, la semejanza aparece bajo la forma de la cercanía, o como fusión. El acercamiento concierne a las personas, y se habla de identificación cuando una sola persona representa al conjunto del grupo. Se trata del procedimiento de la «persona compuesta- o de la «pluralidad de las personas psíquicas»: una tercera persona, desconocida, irreal, capaz incluso de sustraerse de tal modo a la censura, está compuesta de rasgos pertenecientes a otras dos personas, cuya aparición puede ser reprimida. Si bien la identificación es importante en el texto de 1914 dedicado al narcisismo, puesto que en él subtiende, como opuesta a la elección de objeto narcisista, la elección de objeto por apunta] amiento , en virtud de la cual el sujeto se constituye sobre el modelo de sus progenitores o los sustitutos de éstos, el alcance metapsicológico de la identificación fue verdaderamente desarrollado en el marco de la gran refundición teórica de la década de 1920. Todo un capítulo, el séptimo, de Psicología de las masas , y análisis del yo está dedicado a la identificación, postulada de entrada «como expresión primera de un vínculo afectivo con otra persona». Freud distingue tres tipos de identificación. En primer lugar, se la concibe como desempeñando «un papel en la historia del complejo de Edipo». Se trata del estadio oral, el de la incorporación del objeto siguiendo el modelo de Aníbal, respecto del cual Freud precisará un poco más tarde, en El yo y el ello, que resulta difícil distinguir en él la identificación de la investidura, es decir, diferenciar la modalidad del ser y la modalidad del tener. El segundo caso es el de la identificación regresiva, que se advierte en el síntoma histérico, una de cuyas modalidades de formación está constituida por la imitación, no de la persona, sino de un síntoma de la persona amada: Freud cita el ejemplo de Dora (Ida Bauer), que imita la tos del padre. En este caso, dice Freud, «la identificación ha ocupado el lugar de una elección de objeto, la elección de objeto ha hecho regresión a la identificación». Subraya en tal sentido que este tipo de identificación puede tomar sólo «un rasgo de la persona objeto-; se trata del famoso rasgo único (einziger Zug). Finalmente, en la tercera modalidad, la identificación se realiza en ausencia de toda investidura sexual. Es producto de la capacidad o la voluntad de ponerse en una situación idéntica- a la del otro o los otros. Este caso de identificación aparece sobre todo en el marco de las comunidades afectivas. Vincula entre sí a los miembros de un colectivo. Es gobernada por el vínculo establecido entre cada individuo del colectivo y el conductor de la masa. Ese vínculo está constituido por la instalación del conductor en posición de ideal del yo por cada uno de los participantes de la comunidad. En 1925, en su artículo «El sepultamiento del complejo de Edipo», Freud estableció claramente la distinción entre la investidura del objeto y la identificación, El complejo de Edipo le ofrece al niño dos posibilidades, la activa y la pasiva, de satisfacción libidinal. La primera consiste en pensar en ocupar el lugar del padre en el comercio con la madre, y la segunda en ocupar el lugar de esta última. Cuando parece que estas dos formas de investidura del objeto no pueden realizarse sin una castración -sin la pérdida del pene como castigo o la constatación de su ausencia en la posición femenina-, las investiduras son reemplazadas (ésta es la salida del Edipo) por una identificación: «La autoridad paterna o parental introyectada en el yo forma allí el núcleo del superyó». Las tendencias libidinales son entonces inhibidas en su fin, o sea «desexualizadas y sublimadas, lo que sucede verosímilmente -añade Freud- en el momento de toda transposición en identificación». Freud se refiere a esta misma concepción en 1933, en «La disección de la personalidad psíquica», una de las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, pero expresando al respecto muy claras reservas. Deplora el carácter «embrollado» del proceso de identificación, -fundamento- de la «transformación de la relación con los progenitores en superyó». Al término de su exposición sobre el tema, repite que no está «en absoluto satisfecho [ … ] de esos desarrollos sobre la identificación». Dice no obstante contentarse con ellos, en la medida en que le han permitido emplazar la instancia del superyó, que él considera un ejemplo de identificación lograda con la instancia parental. Lo mismo que Freud, Jacques Lacan ubica la identificación en el corazón de su trabajo teórico. La identificación es primero situada por él en el registro de lo imaginario durante el estadio del espejo. Después puntúa los tres tiempos de la concepción lacaniana del Edipo: primero una identificación con lo que se piensa que es el deseo de la madre, más tarde el descubrimiento de la ley del padre, y finalmente la simbolización de esta ley, que tiene por efecto que se asigne su verdadero lugar al deseo de la madre, y permitir las identificaciones ulteriores, constitutivas del sujeto. En la década de 1960 Lacan dedicó un año de su seminario al tema de la identificación. Construyó en primer término su concepto de rasgo unario que, partiendo del rasgo único de la identificación regresiva de Freud, desborda considerablemente su contenido, puesto que Lacan basa en él su concepción del uno, soporte de la diferencia, en sí misma fundamento de la identidad, a diferencia del enfoque lógico clásico, que hace del uno la marca de lo único. Desde allí, a partir del análisis del cogito cartesiano, ubica el fundamento de la identificación inaugural, la del sujeto distinto del yo, en ese rasgo unario, esencia del significante, que es el nombre propio. Más adelante, integró a su teoría del significante los otros dos tipos de identificación freudiana: la identificación primaria en la vertiente del padre simbólico, y la tercera, la identificación histérica, la que se encuentra actuando en la constitución de las multitudes, cuyo vector es el deseo del deseo del Otro que evoca la pregunta «¿Qué quieres (Che vuoi?), marca de la ineludible dependencia del sujeto.