La importancia a los problemas de salud mental en el trabajo

Son varios los motivos que demuestran la necesidad de prestar
atención a los problemas de salud mental.
En primer lugar, las
estadísticas de varios países indican que son muchas las personas
que abandonan su empleo por problemas de salud mental.
Así,
en los Países Bajos, por ejemplo, los problemas de la tercera parte
de los trabajadores diagnosticados cada año de incapacidad
laboral están relacionados con la salud mental. La mayor parte
de los de este grupo, el 58 %, se consideran relacionados con el
trabajo (Gründemann, Nijboer y Schellart 1991). Junto con los
problemas musculosqueléticos, los de la salud mental son responsables
de alrededor de dos terceras partes de todas las bajas
anuales de causa médica.
La mala salud mental es también un problema de envergadura
en otros países.
Según el Health and Safety Executive Booklet, se
ha calculado que entre el 30 y el 40 % del absentismo por enfermedad
en el Reino Unido puede atribuirse a alguna forma de
enfermedad mental (Ross 1989; O’Leary 1993). En ese país, se
ha calculado que uno de cada cinco miembros de la población
activa sufre cada año alguna forma de enfermedad mental.
Resulta difícil precisar el número de días de trabajo perdidos
cada año por esta causa. En el Reino Unido, se acepta una cifra
de 90 millones de días de baja certificada, es decir, 30 veces la
cantidad perdida por conflictos sindicales (O’Leary 1993). Puede
compararse con los 8 millones de jornadas perdidas por alcoholismo
y enfermedades relacionadas con el alcohol y con los
35 millones de jornadas perdidas por cardiopatía coronaria o
accidente cerebrovascular.
Además de resultar costosa, en términos tanto humanos como
económicos, la salud mental tiene un marco legal en la Unión
Europea (UE), su directiva sobre salud y seguridad en el trabajo

(89/391/EEC), que entró en vigor en 1993. Aunque la salud
mental no constituye el núcleo fundamental de la directiva, en
su artículo 6 se presta cierta atención a este aspecto de la salud .
La directiva marco señala, entre otras cosas, que la empresa
tiene el deber de:
[adoptar] las medidas necesarias para la protección de la
seguridad y de la salud de los trabajadores [en todos los
aspectos relacionados con el trabajo], con arreglo a los
siguientes principios generales de prevención: evitar los
riesgos; evaluar los riesgos que no se puedan evitar; combatir
los riesgos en su origen; adoptar el trabajo a la persona, en
particular en lo que respecta a la concepción de los puestos
de trabajo, así como a la elección de los equipos de trabajo y
los métodos de trabajo y de producción, con miras, en particular,
a atenuar el trabajo monótono y el trabajo repetitivo y
a reducir los efectos de los mismos en la salud.
Pese a esta Directiva, no todos los países europeos cuentan
con un marco legislativo sobre salud y seguridad. En un estudio
comparativo de normativas, políticas y prácticas referentes a la
salud mental y al estrés profesional en cinco países europeos, los
que disponen de leyes marco (Suecia, Países Bajos y Reino
Unido) reconocen que los problemas de salud mental en el
trabajo son temas importantes para la salud y la seguridad,
mientras que los que carecen de tal legislación (Francia,
Alemania) no consideran importantes los problemas de salud
mental (Kompier y cols. 1994).
Por último, pero no por ello menos importante, la prevención
de la mala salud mental (en su origen) es rentable. Son muchos
los indicios de que los programas preventivos producen beneficios
importantes.
Por ejemplo, del total de empresas de una
muestra nacional representativa de tres grandes ramas de la
industria, el 69 % afirmaron que la motivación aumentó, el
60 %, que el absentismo por enfermedad disminuyó, el 49 %
que el ambiente laboral mejoró y el 40 % que la productividad
se incrementó a consecuencia de un programa de prevención
(Houtman y cols. 1995).