Los inicios de la clínica lacaniana: entre la cuestión de lo familiar y la inscripción de una marca

Los inicios de la clínica lacaniana: entre la cuestión de lo familiar y la inscripción de una marca

Jorgelina Farré

“Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla. Este nos debe entenderse como un complemento directo. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay en efecto una trama-nosotros la llamamos nuestro destino” (Jacques Lacan, en “Joyce el síntoma”. Conferencia dictada el 16/6/75)
El presente trabajo intentará dar cuenta de la impronta que pudo haber tenido el estudio de la familia como organización, en los inicios de la doctrina de Jacques Lacan, a partir de la lectura de algunos de sus primeros escritos psicoanalíticos de la década del treinta, en particular su tesis de 1938 sobre los complejos familiares. El recorrido pretenderá ubicar a lo familiar como un antecedente clínico-epistémico relevante que el autor aún conservará en los últimos tiempos de la transmisión de su doctrina[1].
Dicho texto apuntará a vislumbrar aquello que, en la pluma de Lacan, puede haber servido de antecedente para una llamada Clínica de la Particularidad (o bien puede estar anunciándola), ubicándonos en las antípodas de lo que será, ciertamente, una premisa influyente para el psicoanálisis: la llamada Clínica del “caso por caso”.
Me refiero a la fundación de una nueva clínica para la época, la Clínica de la Singularidad, el pasaje de lo familiar a lo particular, a partir de los avatares que cada sujeto encuentra en ese itinerario. Consideración que no será abandonada por el autor, al punto que aún hoy somos testigos lectores de que en algunos de sus últimos seminarios, Lacan continuó preguntándose por la incidencia de lo familiar en la estructura del inconsciente.
De esta manera, podemos dar apertura a una primera pregunta al respecto: ¿Existe en Lacan un concepto de familia sostenido y/o reformulado, a través de su obra, desde su primera clínica hasta los momentos finales de su enseñanza, con las implicancias pertinentes a cada uno de los respectivos momentos de viraje?

Del joven flamante psiquiatra al analista de la segunda clínica
En su artículo de 1938[2], Lacan dará cuenta de la constitución subjetiva a partir de las vicisitudes del grupo familiar e insistirá en el carácter histórico de los complejos y arquetipos sociales que influyen en la vida de un sujeto. Así, elegirá proponer a la familia como objeto de estudio, pero condicionada por factores culturales, en detrimento de los factores naturales (Lacan, 1938: 26), costo no menor para el joven psiquiatra si pensamos que este sería uno de los puntos que lo alejarían definitivamente del organicismo de su tiempo.
La impronta de un primer Lacan psiquiatra-psicoanalista en los inicios de la construcción de su doctrina se presenta como paso previo al giro estructuralista que dará en los años cincuenta, de la mano de Lévi-Strauss. Aquel primer Lacan, haría de la familia la estructura particular dentro de la que cada quien se constituye como sujeto en su atravesamiento por los complejos de destete, fraternal y edípico.
Pueden nombrarse dos momentos de construcción de la clínica lacaniana, que sitúan el problema de orientarse hacia el encuentro de un punto de entrecruzamiento entre esta noción de familia plasmada en sus artículos iniciáticos y las ideas finales de su obra.
Especie de filiación entre los desarrollos de un Lacan más contemporáneo y pragmático, con algo de lo ya existente en aquel Lacan del ‘38, que sugería una consideración de lo familiar susceptible de extenderse a lo intergeneracional e histórico cultural.
El Lacan de los años treinta es presentado por Markos Zafiropoulus (a partir de un novedoso e interesante estudio sobre los inicios de su clínica) como estrechamente vinculado con el discurso de las ciencias sociales, en especial por la tesis propuesta en La Familia, sobre la formación del complejo de Edipo sociológicamente determinado a partir de la degradación de la familia conyugal (Zafiropoulus, 2002). Este Lacan psiquiatra-psicoanalista leerá la teoría de la decadencia de la familia patriarcal como un determinante social para la evolución de la neurosis, tesis que se extenderá hasta el campo psicoanalítico de nuestros días, desde la denominada “Declinación del Nombre del Padre”. Según expresa este autor francés, será la estructuración misma del sujeto la que dependerá de las condiciones de producción familiares, así como las circunstancias sociales de la organización familiar determinarán, para Lacan, los síntomas que se expresan a nivel subjetivo (Zafiropoulus, 2002: 21).
Otro autor de la historia del psicoanálisis, Alejandro Dagfal, nos relata que Lacan buscará en su lectura sobre la constitución subjetiva y la relación del sujeto con la realidad “una forma de dar primacía a lo socio-cultural (a partir de la presencia de los complejos como organizadores del desarrollo psíquico, cuyos elementos fundamentales serán las imagos), por sobre lo supuestamente biológico del instinto” (Dagfal, 2009: 3).
Avanzando un tramo más en su escrito de 1938, Lacan nos expone el concepto de herencia psicológica para nombrar uno de los mecanismos primordiales en la transmisión de la cultura; herencia cultural que instauraría una continuidad psíquica entre las generaciones en tanto causalidad mental. Desde esta óptica, los complejos estarían lejos de ser fantasías auto engendradas por los sujetos neuróticos. Más bien, pasarían a alinearse con un “linaje” que los preexiste, así como los determina[3]. Este posicionamiento que Lacan propone en aquel primer tiempo, daría cuenta, de alguna manera, del efecto sintomático que las generaciones anteriores tienen sobre la estructura del sujeto y clínicamente sobre la etiología de los padecimientos psíquicos que se expresen en generaciones posteriores (por ejemplo, en ciertos casos de suicidio).

La inscripción de la Familia en el Inconsciente: la función de la lengua
Para la época del Lacan de La Familia, un Lacan muy cercano a la letra de Freud, una constelación familiar permitiría crear las condiciones concretas de formación de síntomas que, particularizadas en un sujeto, en un momento determinado de su desarrollo psicosexual, y dentro de un campo concreto, ofrecerían objetos en forma de acontecimientos traumáticos a los que un sujeto respondería de manera singular (Lacan, 1938:111-112). Se refiere aquí al objeto que causa tanto un síntoma fóbico, como uno histérico o uno obsesivo, en relación a un cierto drama individual (Lacan, 1938: 111-120)[4].
Hacia el final de su enseñanza, bajo la rúbrica del goce y desde la perspectiva de la langue, Lacan designará a la lengua familiar como el asunto de cada quien, que a su vez es compartido con aquellos parientes próximos que la han transmitido. Para Lacan, en este momento, este es el único traumatismo: el encuentro de un sujeto con la lengua. Es decir, la relación con la lengua materna en una edad en la que no comprendemos el sentido. ¿No escuchamos aquí resonar este planteo como un trazo que marca nuestro lazo de origen entramado en la novela familiar neurótica, en la instancia del Superyó y en la del Ideal del Yo?
En esta última etapa, la perspectiva del análisis será aislar los denominados S1, que como un enjambre van trazando el goce para un sujeto, goce singularísimo, denominado por Lacan en su Seminario XX Aun. Más adelante, indicará en su Seminario XXIV L’insú…: “La lengua, cualquiera sea, es una obscenidad, lo que Freud designa -perdónenme el equívoco- como la obstrescena, como la otra escena que el lenguaje ocupa por estructura, estructura elemental que se resume en la del parentesco […] Es que los analizantes, ellos, no hablan sino de eso[…] Este hecho primordial de que es de la lengua que se trata” (Lacan, 1976- 1977:52-53). Asunto común del parentesco y marca imborrable, huella que evidencia el goce en los “asuntos de familia” que son transmitidos de una generación a otra por el parlétre.
Por la misma época, durante la “Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma”, Jacques Lacan se preguntará cómo sostener una hipótesis como la del inconsciente, si no se ve que es la manera que tuvo el infans de estar impregnado por el lenguaje. Los padres modelarán al sujeto, en tanto imprimen un modo de hablar, lo que llevará la marca del deseo bajo el cual ha sido aceptado por los padres en el seno de una familia. Inscripción de la familia en el inconsciente que representará la particular manera en que la lengua fue hablada y escuchada por cada quien.
Vigencia de la primera clínica psicoanalítica lacaniana: el lugar del Padre La importancia que Lacan le asigne en aquella primera época al grupo familiar, tanto para los primeros momentos de estructuración del sujeto como para la etiología de la enfermedad, será clave; así como también lo será la función preponderante que asuma en dicho grupo, el lugar del Padre, en tanto es aquel que nombra[5]. Desde el principio -en su artículo del 1938-, Lacan va a optar por el valor de un padre de familia cuyo “rumbo edípico” variará según las condiciones sociohistóricas del ejercicio de su autoridad (Zafiropoulus, 2002:57)
Para concluir, luego de este breve recorrido por los diferentes autores citados, puede resultarnos sorprendente el alcance y la vigencia que aún en nuestros días tiene aquello que Lacan diagnostica en sus escritos del ’38, en relación a la clínica de los trastornos de la oralidad enumerados en la toxicomanía, la anorexia, las formas de suicidio no violento, como presentaciones clínicas a partir de las que se deduciría, según se expresa, un “querer morir de la especie” y el abandono a la nostalgia por la imago de la madre no sublimada, congruentes, tal vez, con un malestar actualizado.[6]
Esta clínica del caso que Lacan formulase hace poco más de setenta años reúne muchos de los llamados “síntomas actuales” que se asocian al debilitamiento de la figura paterna como factor preponderante. Con ello, podríamos reconocer la importancia capital que Lacan le otorgue, desde los inicios, al lugar particular del Padre asignado en cada familia, en palabras de Zafiropoulus, como instancia ajena a la fratria en la maduración subjetiva. Incidencia paterna que no será abandonada en el corpus lacaniano, aún en el recorrido por sus dos clínicas.
El artículo anterior constituye la continuidad de un trabajo presentado durante el III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología (U.B.A, 2011) titulado “Una lectura posible del Lacan de “La Familia” desde la óptica de Georges Politzer”.

Jorgelina Farré es licenciada y profesora en Psicología por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

Referencias bibliográficas
DAGFAL, A. (2009) El encuentro de Lacan con Lévi-Strauss: del poder de la imagen a la eficacia del símbolo. En Autores Varios (2009) Levi-
Strauss en el pensamiento contemporáneo. Bs. As: CFA
LACAN, J. (1978) La Familia, Ed. Argonauta, Buenos Aires/Barcelona [se sigue la paginación de esta edición] (V.Fishman, trad.) (Trabajo original
publicado en 1938 con el Titulo original de La Famille, EncyclopédieFrancaise, ed. A. de Monzie, Paris)
LACAN, J. (1972-1973) Seminario XX “Aun”-texto establecido por J.-A. Miller, (Rabinovich,D., Sucre y Delmont-Mauritrads.) Ed. Paidós
LACAN J., “Conferencia de Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial, Bs As, 1988.
LACAN, J. (1976-1977) Seminario XXIV “L’insu que sait de l’une-bévues’aile a mourre”,Clase del 19 de abril de 1977 “La variedad del Síntoma”-
Texto establecido por J.-A. Miller en Ornicar? (Sherar S., Rodriguez Ponte R., trads.)Para la circulación interna de la EFBA.
LACAN, J (1975) Conferencia dictada el 16/6/75 “Joyce el síntoma”( pág. 160) en Seminario XXIII “ El sinthome”, 1° edición, Buenos Aires, Ed.
Paidos, 2006
ROUDINESCO, E.(1993) La Batalla de cien años. Historia del Psicoanálisis en Francia (1925-1985) tomo 2, Madrid: Fundamentos.
ZAFIROPOULUS, M. (2002) Lacan y las ciencias sociales: La declinación del padre (1938-1953), Bs. As., Ed. Nueva Visión (Horacio Pons, trad.)
(Trabajo original publicado en PressUniversitaires de France, 2001)

Notas
[1] La intención será presentar a un primer Lacan ligado al estudio de lo familiar como referencia pertinente para un estudio de los fenómenos
psicopatológicos. Esta lectura, no implica un análisis pormenorizado de la obra en cuestión, sino la posibilidad de entrever en dichas líneas,
lo que del objeto-familia puede haberse impreso en los comienzos lacanianos, al punto de permanecer en sus últimos tiempos de enseñanza.
[2] Jacques Lacan es convocado por Henry Wallon, a escribir su artículo de 1938 con el titulo original de “Les complexesfamiliauxdans la
formation de l’ìndividu”, título que luego aparecerá publicado con el nombre definitivo de “Le Famillie”, según lo refiere Elisabeth Roudinesco
en su libro “La batalla de cien años” Parte II (1925-1985)Lectura que nos confronta con un costado de Lacan más “familiarista” que luego será reemplazado por las leyes del lenguaje de la mano del estructuralismo levistraussiano.
[3] Desde una perspectiva psicoanalítica lacaniana en ciernes, en 1938, los hechos de familia serán reconocidos en su singularidad. Pero
será dentro del juego de una organización familiar y dentro de las condiciones de posibilidad de un sujeto como se generaran las respuestas
sintomáticas que valdrán para alguien allí, que explicaran (en un sujeto particular, y en un medio social determinado); los significados de sus
actos, y que le permitirán, a su vez, al autor separarse de una explicación meramente organicista vigente hasta ese momento.
[4] Lacan todavía en 1938, permanecerá cercano a las lecciones de Freud, cuando piense el papel de los complejos como organizadores del
psiquismo humano (Lacan, 1938: 29) pero la consideración que a partir de aquí haga de los hechos sociales, lo conducirá a una revisión de este
concepto desde una perspectiva histórica de la familia paternalista, o mejor dicho de las consecuencias clínicas de la declinación social de la
imago paterna y de un malestar social consecuente.
[5] Según lo propondrá Alejandro Dagfal en su escrito, Lacan aportara un cierto relativismo cultural por el cual el Complejo de Edipo, lejos de
ser universal, dependería incluso del lugar reservado al padre dentro de cada grupo familiar.
[6] Por lo tanto, a partir de la declinación de la imago paterna que centra el texto de “La Familia” se expresarían, según Lacan, las formas
neuróticas que el tipifica por el complejo caracterial que las distingue de las neurosis de transferencia dominantes a fines del siglo XIX,
descubiertas por Freud.