Inteligencias múltiples: coeficiente intelectual (CI), inteligencia emocional

La Inteligencia es considerada por muchos autores como una habilidad básica que influye en el desempeño de todas las tareas de índole cognoscitiva, por lo que una persona “inteligente” hace un buen trabajo al resolver problemas, explicarlos y proponer acertijos. La evidencia a favor de esta posición proviene de estudios correlacionales de las pruebas de inteligencia, los cuales han motivado el hecho de que algunos autores la definan basándose en la medición del Coeficiente Intelectual (CI), que abarca el raciocinio lógico, las habilidades matemáticas y las habilidades espaciales. Sin embargo, estudios recientes demuestran que otros tipos de inteligencias, entre ellas la inteligencia emocional, son las principales responsable por el éxito o fracaso de los estudiantes, profesionales, jefes, líderes y padres.
Al respecto, Howard Gardner, propuso una teoría de inteligencias múltiples según la cual existen al menos siete clases de inteligencias: lingüística, musical, espacial, lógico-matemática, corporal-cinestésica, interpersonal e intrapersonal. En tal sentido, este autor fundamentó su noción de habilidades separadas, en las pruebas de que el daño cerebral a menudo interfiere con el funcionamiento de un área, como el lenguaje por ejemplo, pero no en otros campos, así como también, en la observación de que es común que la gente sobresalga en alguna de esas siete áreas pero no en todas.
La Inteligencia Emocional está vinculada a actividades tales como la automotivación, la cual desde un punto de vista técnico, es el empleo de la energía en una dirección y para un fin específico y en el contexto de la Inteligencia Emocional, significa utilizar el sistema emocional para catalizar todo el proceso y mantenerlo en marcha.
Se podría decir entonces que Inteligencia Emocional es el uso inteligente de las emociones, es así que de forma intencional hacemos que nuestras emociones trabajen para nosotros, utilizándolas con el fin de que nos ayuden a guiar nuestro comportamiento y a pensar de que manera pueden influir mejorando nuestros resultados.
Por lo que el proceso de aprendizaje no solo depende del conocimiento y la capacidad intelectual, sino también de cómo el alumno controle sus emociones para el beneficio propio.