Juventud: REDES Y LUGARES ‘OTROS’

Juventud: REDES Y LUGARES ‘OTROS’

Jóvenes, nuevos medios y reconfiguraciones colectivas
Dra. Alejandra Cebrelli (U.N.Sa./ANCyT)
Entrada
Las culturas juveniles actúan como expresión que codifica, a través de símbolos y lenguajes diversos, la esperanza y el miedo. En su configuración, en sus estrategias, en sus formas de interacción comunicativa, en sus percepciones del mundo hay un texto social que espera ser descifrado: el de una política con minúsculas que haga del mundo, de la localidad, del futuro y del día, un mejor lugar para vivir.
Rossana Reguillo, Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto
Quisiera comenzar con estas palabras que pronunciara Rossana Reguillo Cruz en uno de los libros fundacionales de los estudios sobre juventud y comunicación en A. L, publicado más de una década atrás. Comienzo con esta cita porque, de alguna manera, esta ponencia pretende iniciar un diálogo para señalar una transformación no menor en la sociedad argentina, el paso del desencanto a la posibilidad de la esperanza en la voz y la agencia de jóvenes pertenecientes a grupos que podríamos denominar subalternos (Spivak: 1998), y que, por lo mismo, están atravesados por pertenencias de clase, género y etnia a la que es necesario agregar las formas de relación, apropiación y consumos diferenciados de las nuevas tecnologías.
Si bien se trata de una tendencia que se hace visible en toda América Latina, sobre todo entre los jóvenes de pueblos originarios (por ejemplo, entre los jóvenes kollas bolivianos), me interesa analizar los casos de jóvenes pertenecientes a dos comunidades rurales del Noroeste y del Noreste de la Argentina. Y para ello, se hace necesario señalar como condición de posibilidad el paquete de políticas estatales inclusivas implementadas por el gobierno nacional, sin las cuales estos agenciamientos serían impensables y los jóvenes se verían condenados a seguir elaborando estrategias a partir del desencanto.
Me refiero a la instrumentación de políticas orientadas a la construcción de una sociedad mucho más inclusiva que apuestan a la equidad de la toma de la palabra en el espacio público pero también a la socialización de saberes vinculados a las nuevas tecnologías comunicacionales. En tanto se focalizan en los niños y jóvenes de los sectores menos privilegiados asegurándoles una vida digna sin descuidar ni la salud ni la educación, les permiten aprovechar a pleno las posibilidades que les brinda su presente y, desde ahí, anclar proyectos capaces de incluirlos no sólo a ellos sino también al resto de sus comunidades de pertenencia. Se trata de políticas que, más allá de las críticas razonables que se le puedan hacer- están produciendo procesos innegables de renacionalización y de reestatización gracias a los cuales estas prácticas esperanzadas, estas nuevas estrategias orientadas al fortalecimiento de un presente contenedor surgen de un optimismo renovado.
Para encontrar estos haceres y decires tan opuestos a la imagen estereotipada o criminalizada de los jóvenes pertenecientes a grupos subalternos a la que nos tienen acostumbrados sobre todo los noticieros de los viejos medios, es necesario atreverse (claro, hablo de nosotros, los más viejos) al consumo de los nuevos medios, de las nuevas tecnologías. Allí encontramos una cantidad de producciones de jóvenes quienes, privilegiando la lógica reticular de la Web por una parte y la inteligencia colectiva por otra, ponen en texto múltiples futuridades posibles.
Y acá tomo parcialmente la noción de inteligencia colectiva según la cual no existe inteligencia más que en una circulación continua entre la memoria, la percepción y la acción (Lévy: 2001). Porque esta inteligencia colectiva no sólo es el resultado de las matrices comunicacionales del ciberdiscurso (las cuales dependen- en gran medida- de una apropiación de las herramientas tecnológicas que, en estos casos, es desigual y nunca plena), sino y sobre todo, de las redes de solidaridad múltiples y de la memoria de experiencias compartidas por las comunidades con las que viven y/o se identifican. En estas producciones de jóvenes, la percepción y la información individual son convocadas por una inteligencia colectiva anclada en tradiciones centenarias. La acción resultante es la construcción de un ‘lugar’ –en más de un sentido, como veremos más adelante-, un lugar (sitio) de registro, (re)producción e interacción de la comunidad pero también un campo de interlocución diferente, local y global a la vez (o glocalizado, Robertson: 1994), en el que voces autorizadas, legítimas y otras poco escuchadas ingresan al ciberespacio proponiendo jerarquías ‘otras’. Por último, en estos sitios web se implementan haceres cuyos vectores de acción no son de carácter económico (como piensa Pierre Lévy, ibídem), sino cultural: los valores de uso, de signo y de símbolo (Baudrillard: 1999) vehiculizan las elecciones, las evaluaciones, los compromisos y las responsabilidades de quienes allí interactúan. En contraste, el valor de cambio –privilegiado por la noción de inteligencia colectiva de Lévy- señala una vacilación, una tensión que pone en evidencia la velocidad con que este tipo de producciones suelen caer en la lógica del consumo.
Cabe destacar que los emprendimientos que acá se analizan, el diseño y administración de sitios protagonizados por jóvenes y destinados a comunidades casi inexistentes para la mirada global, no suelen ser los más frecuentes en el universo de la web. Se trata de espacios virtuales de pueblos pequeños y poco transitados por el turismo global pero cuyas historias y memorias locales se hunden en la historia profunda de esta parte del continente. Sus administradores son jóvenes que habitan y transitan un espacio de frontera entre culturas diferentes en más de un sentido pues remiten a ritmos y a temporalidades heterogéneas: rurales y urbanas, indígenas y criollas, ciudadanas y poblacionales pero y sobre todo, las de los nuevos y viejos consumos marcados por contactos complejos con la tecnología ya que, por una parte, se relacionan con esa habilidad que define a los nativos digitales pero, paradojalmente, dejan en sus producciones esa huella imborrable de otras formas de registro y de comunicación propias de actores cuyas prácticas comunicacionales no sólo han sido hasta ahora ajenas a los ‘adelantos’ propios de la modernidad (viven y transitan lugares donde la luz eléctrica es reciente o inexistente, por ejemplo) sino que, además, se han sostenido preponderantemente en intercambios orales.
Habitantes de los bordes de un mundo en explosión y cambio permanentes, cuyos mapas geopolíticos parecen desbordarse y donde la misma globalización está siendo interpelada (Bauman: 2004), ellos se apropian de ese lugar liminar, lo transforman en un territorio gracias a la tecnología, para rehilar las tramas perdidas de las memorias colectivas, para reinventar identidades cuyas raíces se hunden en el tiempo pero ‘se registran’, ‘se dicen’, ‘se narran’ y ‘se visibilizan’ con los lenguajes multimediales de este nuevo milenio. Estos jóvenes, entonces, construyen no sólo un círculo de protección ante la incertidumbre y diáspora provocada por el impacto del capitalismo tardío (Reguillo: 2000), sino que apuestan a la reconstrucción de colectivos ampliamente inclusivos de todas las bandas etáreas y, por lo mismo, capaces de sostener complejos procesos identitarios.
Como se tratará de demostrar, estos jóvenes motorizan los procesos de producción de sentido, es decir de la cultura de sus comunidades de origen, pues al diseñar y administrar los reservorios de esa memoria se transforman en una especie de ‘curadores’ (Irigaray: 2011) del material semiótico de la misma. De esta forma y gracias al manejo y apropiación de las nuevas tecnologías, se produce un relevo generacional entre quienes tradicionalmente habían cumplido esta función social, los ancianos. Las consecuencias de este relevo tanto a nivel cultural como social en el tejido de cada comunidad son todavía imprevisibles.
Anclarse en un lugar para (re)construir identidades subalternizadas
Para mostrar el funcionamiento de esta cultura prefigurativa (Mead: 1970), posible en el cruce entre prácticas milenarias y nuevas tecnologías en la voz, la palabra y la inteligencia de los jóvenes, he tomado dos casos que me parecen particularmente representativos ya que nos sitúan en dos territorios casi inexistentes desde el punto de vista geopolítico, ubicados ambos en el norte de la Argentina.
Uno es un sitio web del pueblo de Loreto. Se trata de un pueblo de Corrientes que fue fundado en 1817 por los habitantes de una antigua misión jesuítica del mismo nombre (1610), tras abandonar su situación original huyendo de los portugueses. Su historia, fuertemente deudora de la evangelización temprana de la región, se mantiene viva en los rituales religiosos y en la iconografía de sus no más de 2000 pobladores quienes viven del escaso turismo (está muy cerca del Estero del Iberá) y de las actividades agrícolas y ganaderas. Se trata de un pueblito de casas blancas, con calles de arena y con un lago pequeño que constituye, junto con las reliquias de la época misional, uno de los atractivos de un turismo incipiente. El sitio, http://www.loreto.com.ar, ha sido diseñado y es administrado por Cristian Antonio Salinas, un joven del lugar4.
El otro es el blog http://comunidadtinkunaku.wordpress.com. Se trata de una Comunidad Kolla que unifica los ayllus de San Andrés, Los Naranjos, Río Blanquito y El Angosto y se sitúa en el Departamento de Orán, Salta; sus habitantes, en su mayoría dedicados al trabajo en el Ingenio San Martín del Tabacal o al pastoreo y a la agricultura de subsistencia, se diseminan en 19.000 hectáreas que les fueron restituidas por el Gobierno Nacional, muy recientemente, el 26 de agosto de este año. Viven en la zona de yungas de altura, en medio de un paisaje paradisíaco donde se mantienen vivas prácticas andinas milenarias. Actualmente, la comunidad desarrolla varias líneas de trabajo y cooperación con el estado nacional y organismos internacionales con la finalidad de administrar el territorio e implementar tecnologías modernas para el ‘buen vivir’ de los ayllus. En este marco, se desarrolla el blog, creado y administrado por Héctor Nieba, un veinteañero kolla que es técnico en sistemas de información geográfica. El dato profesional no resulta menor porque los dos sitios coinciden en ubicar geográficamente los pueblos, aunque la modalidad resulta un índice de las características culturales de cada uno, si bien, en los dos casos, se trata de mostrar(se) y mostrar al mundo un lugar para poder construir identidades. Según Rita Segato (2007), el territorio es una noción estrechamente vinculada a la idea de la dominación, del control del espacio y de su demarcación. No es de extrañar que en el sitio de la Comunidad Tinkunaku haya tres mapas satelitales realizados por el joven administrador ni que a cuyo pie, se lea: Buena, Héctor… Hay que defender lo nuestro porque si no se complica; clara alusión a la lucha por la posesión de la tierra que estas comunidades llevaron a cabo durante décadas y que, como había adelantado, acaba de ser reconocida por el gobierno nacional. En contraste, la página de Loreto muestra detalles de cómo llegar, caminos, rutas, medios de transporte. Loreto es un pueblo cuyos límites territoriales no están en disputa. Se trata de un lugar, un espacio vivido, atravesado por la experiencia y la historia particular de los grupos que lo habitan; por lo mismo, y más allá de los mapas, se define en las relaciones con los demás pueblos por sus posibilidades de tránsito, circulación y travesía. Se pone el acento fuertemente en a las maneras de llegar para que esa interacción sea posible. Pese a las diferencias, luchar por la territorialidad o por el lugar se transforman, en los dos casos, en formas de anclar geográficamente una identidad colectiva: loretana o kolla tinkunaku. De ahí la importancia por mostrar ese espacio en imágenes producidas desde la propia mirada pero también desde las propias posibilidades de acceso y consumo de las industrias culturales. En los dos aparecen series de fotografías que se traducen en signos icónicos de esa identidad común que se muestra y se informa a la vez que se espectaculariza mediante el aporte de todos y de todas, quienes son invitados a participar en forma permanente de esta construcción colectiva. Se construye así una imagen comunitaria a partir de la articulación de fotografías individuales y se produce un efecto ‘panorámico’ –como la de las cámaras fotográficas- posibilitado por el uso de las redes y las tecnologías digitales. La diferencia entre uno y otro tiene que ver con las particularidades de las culturas locales de referencia, las cuales muestran diferentes improntas de los modelos civilizatorios propios del estado-nación, legibles en los modos en que se ancla la enunciación. De hecho, a la pregunta ¿Quiénes somos?, responde Cristian Salinas, haciendo uso de un nosotros que se entiende como una invitación a la construcción común: Loreto.com.ar está dedicado especialmente a la comunidad Loretana y en definitiva a todo aquel que habite en cualquier parte del mundo y quiera conocer más sobre nuestro pueblo. Se trata de un nosotros que, más allá de la firma, se arma en el mismo proceso constructivo que, a la vez, se transforma en un campo de interlocución diverso en el cual todos y todas aportan sus voces, sus historias, sus fotografías y hasta sus canciones y poemas predilectos. De ello da cuenta la heterogeneidad de su contenido: recetas de cocina, entrevistas a personajes paradigmáticos, archivo fotográfico, videos, homenajes a muertos recientes o legendarios, los álbumes personales y los anuarios del pueblo, entre otros. De este modo, la historia oficial aparece en los registros documentales (papeles de la intendencia, registros parroquiales, entre otros) y en los testimonios de los profesionales, enriquecida por las historias de vida de los memoriosos del lugar. El campo de interlocución se re-jerarquiza de acuerdo a quienes voluntariamente aceptan participar enviando información que, al ingresar a la página, enriquece el archivo de la memoria colectiva. Más aún, la lógica del foro y de la red social (Loreto también tiene una página de Facebook) permite restaurar las tramas comunitarias, creando lazos y abriendo el diálogo entre los loretanos que se quedaron en el pueblo y aquellos que, por efecto de las sucesivas diásporas rurales, viven en otros lugares. El nombre, ‘Gente que busca gente’ es el de un programa de televisión que marcó época en la década del ’90 y cuya estructura consistía en el relato de una breve historia y de algunos datos que posibilitaban orientar la búsqueda de parientes y amigos. De este modo, apela no sólo a las memorias de las narrativas comunitarias sino a trabajar con las de los formatos audiovisuales y de las retóricas con que se arman las historias colectivas. Esto da cuenta una vez más de que las identidades juveniles en particular, y las comunitarias en general, se construyen a partir del consumo diferenciado de las industrias culturales porque esa referencialidad carecería de sentido en los miembros de la Comunidad de Tinkunaku5. Por su parte, el sitio de la Comunidades Kollas de Orán, privilegia la imagen, los mapas, las fotografías y las ilustraciones en clara alusión al universo preponderantemente oral al que refieren y a un contacto todavía muy reciente con la tecnología e, inclusive, con la cultura letrada. La entrada más importante a un archivo de textos escritos es la de las leyes que amparan sus reclamos. Un dato más de la lucha y resistencia histórica de este pueblo en defensa de sus derechos. La instancia de enunciación funciona también de un modo diferente. De hecho, el joven administrador, Héctor Nieba, se presenta como ‘creador’ del blog por mandato de la comunidad y del Consejo del Pueblo. Acá la jerarquía de la comunidad se mantiene, si bien ese nosotros se entiende como comunitario también en la posibilidad de que cualquier ‘hermano’ no sólo pueda enviar información sino también hacerse cargo de la administración de ‘este hermoso blog’ creado para mantener informada a la comunidad ‘tanto en lo interno como a la gente que los sigue desde afuera’. Es que la lógica interlocutiva de la web facilita procesos de reconocimiento y adscripción étnica entre los descendientes kollas que no han nacido ni viven en Tinkunaku. Mi nombre es Claudia Armata Ramos, soy hija de Isabel Ramos (nacida en San Andrés, Departamento de Orán, provincia de Salta) descendiente de la comunidad Kolla. Aunque no nací en el lugar me considero parte de la comunidad. Sé que tras largos años la lucha persiste y nunca se bajarán los brazos y con inmensa alegría les digo que estoy orgullosa de mi Comunidad, ya que en Córdoba capital estamos luchando para rescatar y difundir nuestra cultura, costumbres, espiritualidad ancestral para que no desaparezca. Como resultado y, más allá de las diferencias entre uno y otro, las subjetividades locales se reafirman mediante la construcción de un lugar vivido y experimentado también en Internet, transformando cada pueblo (Loreto, Tinkunaku) en un territorio y en un lugar con existencia a la vez geográfica y virtual pero con un innegable valor identitario. Se trata de un espacio de pertenencia que, al modo de las tortugas, cada uno puede llevarse consigo y habitarlo sin que pierda su carga de historicidad ni de significación. Como resultado, la itinerancia y la migración que caracterizan las poblaciones rurales en estos últimos años no producen necesariamente procesos de desterritorialización ni de vaciamiento cultural. En síntesis, los sitios administrados por estos jóvenes ponen en evidencia que las identidades se construyen como un trabajo de la diferencia, estrechamente relacionado con los sistemas representacionales en lucha o en conflicto según los regímenes de visibilidad imperantes en cada sociedad y sostenidos por ciertas condiciones de existencia (Hall: 2003). En este caso, la apropiación de las herramientas de los nuevos medios posibilita a estas subjetividades subalternizadas un espacio de visibilidad, de audibilidad y de interlocución que facilita los procesos de reproducción cultural y de adscripción identitaria más allá de la posibilidad de habitar empíricamente en una comunidad. Se trata de la construcción de comunidades imaginadas particulares pues, a diferencia de la categoría que postulara Benedict Anderson (2008)6, no proponen un territorio único ni un tiempo homogéneo y vacuo sino, por el contrario, demuestran la existencia y facilitan el funcionamiento de comunidades diversas, de temporalidades heterogéneas (Chatterjee: 2008), de ritmos heteróclitos cuyas raíces se hunden en diferentes instancias de la historia y de la memoria que actualizan y resignifican de modo permanente (Cornejo Polar: 2005). De memorias y relevos. Hacia la construcción de políticas ‘otras’ Hasta acá hemos visto cómo los actores juveniles tienen una notable capacidad de agencia, que pueden (re) y (co)inventar territorialidades, fortaleciendo procesos identitarios como una forma de responder a las exclusiones y a la precarización de sus comunidades de origen. Para ello, se apropian de diversa manera y dentro de sus posibilidades de la tecnología, protagonizando los procesos de reconfiguración de la memoria colectiva al diseñar y administrar sitios web capaces de incorporar los testimonios individuales y familiares de cada comunidad. Es posible definir la memoria colectiva como un cruce fecundo, cambiante y siempre interpelado por un aquí y un ahora, entre el recuerdo individual y las redes de las solidaridades múltiples en las que cada cual está imbricado, cruce expresado a partir de testimonios y repertorios diversos de textos (Halbwachs: 2004). El recuerdo conserva matrices, narrativas, saberes, valores y consumos. De allí que funcione como un ancla capaz de localizar, aunque sea transitoriamente, procesos de identificación múltiples.
Desde este punto de vista, los sitios web de estos jóvenes posibilitan la inscripción y el registro de recuerdos individuales o familiares expresados mediante testimonios en múltiples soportes y formatos que, al ‘colgarse’ en la red, se transforman en patrimonio de la comunidad y pueden conservar y reproducir el material semiótico de la memoria colectiva. Pese a que el material proviene de la comunidad, estos jóvenes son quienes solicitan dichos materiales, los filtran, los organizan según ‘entradas’ y pestañas, con la lógica digital del prosumidor. Como resultado cada uno cumple una función de mediación entre la experiencia individual y la de la comunidad, transformándose en un espacio de interlocución y de archivo, mediación que, tradicionalmente, estaba en manos de los más ancianos.
En tanto la condición de posibilidad de esta mediación está directamente relacionada con la apropiación de las nuevas tecnologías, es casi ‘natural’ que haya quedado en manos de los nativos digitales, es decir, de los más jóvenes. Resulta evidente, por lo tanto, que estamos viviendo un momento histórico sin precedentes, la instancia de una cultura prefigurativa (Mead: 1970) en la cual los adultos aprendemos de los jóvenes porque sólo ellos son capaces de responder a los desafíos de un presente complejo, posibilitando un futuro más difícil de discernir e imaginar para nosotros. Más aún, ellos asumen una nueva autoridad, relevando a los ancianos de sus roles ancestrales como trasmisores y reproductores de los códigos y de los textos de la memoria de la propia cultura.
De este modo, el sitio funciona, a la vez, como museo y manual de saberes múltiples y el rol mismo de estos jóvenes no sólo es el de administrarlo sino el de ‘curador’ de la memoria comunitaria: organizan la recolección del material, lo seleccionan y ordenan, desarrollan el tipo, el lenguaje, el soporte y el modo en que será expuesto y consumido, lo que implica, además, el desarrollo de actividades tales como la investigación, el montaje y le edición.
La existencia de estos sitios web demuestra que la inteligencia colectiva se sostiene mediante la circulación de una memoria que cada uno de estos jóvenes alimentan y (re) circularizan, de las percepciones individuales (las cuales posibilitan que se manifiesten y se registren) y de una acción que, en estos dos casos, se trata de un trabajo desinteresado y militante. De hecho, el relevo acá descripto demuestra que la juventud está inaugurando nuevos lugares de participación política capaces de articular microuniversos simbólicos, muy localizados, a los procesos de transformación a escala regional, nacional y global.
El recorrido hasta acá realizado demuestra, finalmente, que las culturas juveniles son innegablemente creativas; demuestra, además, que las nuevas tecnologías pueden ser herramientas capaces de posibilitar procesos de resistencia a ciertos efectos nefastos de las políticas neoliberales en las poblaciones rurales más pequeñas, tales como la exclusión y el silenciamiento de las voces en el espacio público, la diáspora, el olvido aculturador y el aislamiento.
Estos sitios virtuales constituyen sociales que, por sus configuraciones, sus percepciones y sus modos de interacción comunicativa, proponen políticas novedosas, capaces de transformar cada localidad y (por qué no) el país y el mundo, en un espacio plural donde todos y todos tengamos cabida y donde el buen vivir sea una realidad para cada uno de nosotros.

Notas:
4 Cristian es nativo de Loreto pero vive en la ciudad de Corrientes donde se dedica a diseñar páginas web para empresas y trabaja en una firma de revelados. Cabe aclarar que diseñó y comenzó a administrar la página tiempo atrás, cuando rozaba los treinta años de edad.
5 El programa lo conducía Franco Bagnato, se emitía por América TV de lunes a viernes y salió al aire por primera vez en setiembre de 1996. ‘Gente que busca a gente’ fue el primero que se nominó como ‘programa de servicio’ en los premios Martín Fierro.
6 La noción de comunidad imaginada de B. Anderson tiene relación con la constitución de los estados nacionales y con las narrativas en las cuales se reproduce y se sostiene cada imaginario oficial. En este caso, los tipos y soportes de las narrativas hipertextuales ofrecen la posibilidad de que coexistan comunidades, imaginarios y tiempos muy diferentes entre sí.

Bibliografía citada
Anderson, Benedict (2008) Comunidades imaginadas. Buenos Aires: FCE.
Baudrillard, Jean (1999) Crítica a la economía política del signo México: Siglo XXI.
Bauman, Zygmunt (2004) Modernidad líquida México: Fondo de Cultura Económico.
Chatterjee, Pharta (2008) La nación en tiempos heterogéneos y otros estudios subalternos Bs. As.: Siglo XXI- Clacso.
Cornejo Polar, Antonio (2003) Escribir en el aire. Ensayos sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas Lima: Horizonte.
Halbwachs, Maurice (2004) Las memorias colectivas Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
Hall, Stuart y Paul Dugay (2003) Cuestiones de identidad. Buenos Aires: Amorrortu.
Irigaray, Fernando (2011) Conferencia en el Panel ‘Jóvenes, viejos y nuevos medios’ en el 2° Encuentro de Juventud, Medios de Comunicación y Estudios Culturales, Tucumán, setiembre de 2011 (mímeo).
Levy, Pierre (2001) “El anillo de oro. Inteligencia colectiva y propiedad intelectual” revista Multitudes Nº 5.
Mead, Magaret (1970) Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional Barcelona: Gedisa.
Reguillo Cruz, Rosana (2000) Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto Colombia: Norma
Robertson, R. (1994): Globalization or Glocalization? Journal of International Communication 1: 33-52.
Segato, Rita (2007) La nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa Bs. As.: Prometeo.
Spivak, Gayatary (1998) “¿Puede hablar un subalterno?” en Orbistertius III, Nº 6, México

Fuente: Sujetos, miradas, prácticas y discursos. Segundo Encuentro sobre Juventud, Medios e
Industrias Culturales
coordinado por María Gabriela Palazzo y Pedro Arturo Gómez. – 1a ed. – Tucumán : Universidad Nacional de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. Inst. de Investigaciones Lingüísticas y Literarias. , 2013. E-Book.