La desfiguración onírica. contin.1

 

I. . . Mi amigo R. es mi tío. – Me inspira gran ternura. II. Veo ante mí su rostro algo cambiado. Está como alargado, y una dorada barba que lo enmarca se destaca con particular nitidez. después siguen los otros dos fragmentos, de nuevo un pensamiento y una imagen, que omito. La interpretación de este sueño se llevó a cabo de la siguiente manera. Cuando me acordé de ese sueño en el curso de la mañana, me movió a risa y me dije: Este sueño es un disparate. Pero él no dejó que lo apartara y me persiguió todo el día hasta que, por fin, al anochecer, hube de reprocharme: Si upo de tus pacientes no supiera decir, para la interpretación de un sueño, otra cosa que «Eso es un disparate», lo reprenderías por ello y conjeturaras que tras el sueño se esconde una historia desagradable cuyo conocimiento l quiere evitarse. Procede contigo del mismo modo; tu opinión de que el sueño es un disparate no significa más que una resistencia interior contra la interpretación del sueño. No te dejes disuadir. Me dispuse entonces a la interpretación. {Análisis} R. ese mito. Que puede significar esto? No he tenido más que un tío, el tío Josef. . Hubo con l, por lo demás, una triste historia. En cierta ocasión, hace más de treinta años, por afán de lucro dio en cometer una acción que la ley castiga con severidad, y después sufrió condena por eso. Mi padre, que a causa del disgusto encanecí en pocos días, sola decir siempre que el tío Josef no era un mal hombre, pero s un idiota; as se expresaba l. Entonces, si mi amigo R. es mi tío Josef, con ello quiero decir: R. es un idiota. Cosa increíble y harto desagradable! Pero ahí está ese rostro que yo vi en el sueño, de valo alargado y doradas barbas. Y el rostro de mi tío era realmente así, alargado, enmarcado por una hermosa barba blonda. Mi amigo R. era de cabellos renegridos, pero cuando empezó a encanecer hubo de pagar por el esplendor de sus años mozos. Su negra barba recorrí, pelo por pelo, una triste mutación cromática; primero se puso de color arratonado, después más amarillenta, hasta quedar definitivamente gris. En esta etapa se encuentra ahora la barba de mi amigo R.; por lo demás, también la mía, como ahora observo con desagrado. El rostro que veo en el sueño es el de mi amigo R. y el de mi tío a un tiempo. Es como una de esas fotografías mixtas de Galton, quien, para determinar los parecidos de familia, fotografiaba varios rostros en la misma placa. No queda entonces ninguna duda de que en realidad pienso que mi amigo R. es idiota como mi tío Josef. Todavía no vislumbro el fin para el cual he establecido esa relación con la que no puedo dejar de debatirme. Es que no puede ser muy profunda: mi tío era un delincuente y mi amigo R. es un hombre probo. Aunque es verdad que una vez recibió pena de multa por derribar, con su bicicleta, a un escolar. Aludir a ese desaguisado? Sera llevar la comparación hasta lo ridículo. Pero ahora caigo en otra conversación que das pasados tuve con N., otro de mis colegas, y por cierto sobre el mismo tema. Encontrar N. en la calle; también ha sido propuesto para profesor, sabía de mi distinción y me, felicitó por ello. Lo desautoricé en forma decidida: Precisamente usted no deba gastar esa broma, pues por experiencia propia conoce bien el valor de esa propuesta. A lo cual replicó, aunque probablemente no en serio: Eso no puede saberse. En efecto, contra m hay algo en especial. No sabe usted que una persona me denunció ante los tribunales? No necesito asegurarle que el sumario debió archivarse; era un vulgar intento de extorsión, y aun tuve gran trabajo en librar a la propia denunciante de recibir una sanción penal. Pero quizás en el ministerio se valgan de este asunto contra m, para no designarme. En cambio usted es un hombre intachable. Ah tengo pues al delincuente, pero al mismo tiempo a la interpretación y tendencia de mi sueño. Mi tío Josef figura a mis dos colegas todavía no designados profesores, al uno como idiota y al otro como delincuente. Ahora conozco también el fin con que recurría esa figuración. Si para la demora en el nombramiento de mis amigos R. y N. son decisivos los reparos confesionales, también el mío corre peligro; en cambio, si puedo atribuir la posposición de ambos a otras razones que a mí no me alcanzan, mi esperanza queda intacta. As procede mi sueño: convierte a uno, R., en idiota, y al otro, N., en delincuente; pero yo no soy ni lo uno ni lo otro: as queda suprimido lo que tenemos en común, tengo derecho a regocijarme por mi designación como profesor y evito la penosa conclusión que hube de extraer ante el relato de R. sobre lo que supo por boca del alto funcionario: que era aplicable a mi caso. Debo avanzar todavía en la interpretación de este sueño. No lo siento aun satisfactoriamente despejado, y sigue desazonándome la ligereza con que degrada dos respetados colegas sólo para allanarme el camino al profesorado. La insatisfacción que siento por mi proceder se aplaca un tanto puesto que conozco el valor que debe asignarse a las aseveraciones del sueño. A cualquiera daría yo el mentís de que en la realidad tengo a R. por un idiota o no creo en lo que me contara N. sobre aquel asunto de la extorsión. Tampoco creo que Irma haya enfermado de gravedad por una infección que le produjo Otto con un preparado de propilo; aquí como allá, es sólo mi deseo de que las cosas hayan sido as lo que mi sueño expresa. La afirmación en que se realiza mi deseo suena en el segundo sueño menos absurda que en el primero; hay en su construcción un empleo más habilidoso de puntos reales de apoyo, como en una calumnia bien compuesta en la que algo hay de verdad: en efecto, en su momento mi amigo R. fue propuesto con el voto contrario de un profesor, y mi amigo N. me procuró él mismo, inocentemente, el material de que me val para denigrarlo. No obstante, lo repito, me parece que el sueño necesita de ulterior esclarecimiento. Ahora me acuerdo de que el sueño contenía otro fragmento en que la interpretación no reparó hasta aquí. Después que se me ocurrió que R. es mi tío, sentí en el sueño cálida ternura por él. A qué se debe ese sentimiento? Por mi tío Josef, desde luego, nunca experimenté sentimientos tiernos. R. es mi caro amigo de muchos años, pero si me llegase a l y le expresase mi inclinación con palabras que correspondiesen siquiera aproximadamente al grado de mi ternura en el sueño, se asombrara sin duda. Mi ternura hacia l me parece mentida y exagerada, lo mismo que mi juicio sobre sus cualidades mentales, que expreso confundiendo su personalidad con la de mi tío; pero exagerada en el sentido opuesto. Ahora barrunto una nueva explicación de las cosas. La ternura del sueño no pertenece al contenido latente, a los pensamientos que hay tras el sueño; está en oposición a ese contenido, y es apta para ocultarme la verdadera interpretación del sueño. Probablemente esa es su destinación. Recuerdo la resistencia que opuse a la interpretación, por cuánto tiempo pretendí aplazarla declarando que el sueño era un puro disparate. Por mis tratamientos psicoanalíticos sí cómo debe interpretarse un juicio de desestimación {Verwerfungsurteil} semejante. No tiene ningún valor de conocimiento sino el de una mera exteriorización de afectos. Cuando mi hijita no quiere una manzana que se le ofrece, afirma que es amarga aun sin haberla probado. Y cuando mis pacientes se portan como la pequeña, yo s que hay ah una representación que quisieran reprimir {desalojar}. Lo mismo vale para mi sueño. No quiero interpretarlo porque la interpretación contiene algo contra lo cual forcejeo. Después de una interpretación acabada del sueño me entero de aquello contra lo cual yo forcejeaba: era la afirmación de que R. es un idiota. La ternura que siento hacia R. no puedo atribuirla a los pensamientos latentes del sueño, pero s a este forcejeo mío. Si mi sueño, comparado con su contenido latente, desfigura las cosas en este punto -y por cierto las ha desfigurado hasta convertirlas en su contrario-, la ternura manifiesta sirve a esa desfiguración. Dicho de otro modo, la desfiguración se cumple aquí adrede, como un medio de disimulación. Mis pensamientos oníricos contenían un denuesto contra R.; para que no se notara, el sueño procuró lo contrario, un sentimiento tierno hacia él. Quizá sea este un conocimiento de valor general. Como lo mostraron los ejemplos del capítulo III, hay sueños que son sin tapujos cumplimientos de deseos. Donde el cumplimiento de deseo es irreconocible y está disfrazado, debió de existir una tendencia a la defensa contra ese deseo, y a consecuencia de ella el deseo no pudo expresarse de otro modo que desfigurado. Quiero buscar en la vida social el equivalente a esto que ocurre en la vida psíquica interior. Donde encontramos en la vida social una desfiguración semejante de un acto psíquico? sólo allá donde se trata de dos personas, de las que una posee cierto poder y la otra tiene que andarse con tiento por causa de ese poder. Esta segunda persona desfigura entonces sus actos psíquicos o, como también podemos decir, los disimula. La cortesía que practico cotidianamente es en buena parte una disimulación de esta índole; cuando interpreto mis sueños para el lector me veo precisado a producir desfiguraciones semejantes. También el poeta se queja de la compulsión a desfigurar las cosas: Lo mejor que alcanzas a saber no puedes decirlo a los muchachos En situación parecida se encuentra el publicista político que ha de decir verdades desagradables para los poderosos. Si las dice sin disimulo, el déspota suprimir sus manifestaciones con posterioridad si se trata de declaraciones verbales, y preventivamente si han de darse a conocer por la estampa. El publicista tiene que temer a la censura, y por eso modera y desfigura la expresión de sus opiniones. Según cuáles sean la fuerza y la sensibilidad de esta censura, se ver precisado a abstenerse meramente de ciertas formas de ataque o a reducirse a alusiones en lugar de referencias directas, o tendrá que ocultar su comunicación ofensiva tras un disfraz en apariencia inofensivo. Por ejemplo, puede contar lo que sucedió entre dos mandarines del Celeste Imperio, cuando en verdad tiene en vista a los funcionarios de su patria. Cuanto más estricta reine la censura, tanto más extremado ser el disfraz y más ingeniosos, con frecuencia, los medios que han de poner al lector sobre el rastro del significado genuino. Esta concordancia, que llega hasta los detalles, entre los fenómenos de la censura y los de la desfiguración onírica nos autoriza a presumir condiciones parecidas para ambos. Tenemos derecho entonces a suponer que los causantes de la plasmación onírica son dos poderes (o corrientes, o sistemas) psíquicos que hay en cada individuo, de los que uno forma el deseo expresado mediante el sueño, mientras que el otro ejerce una censura sobre este deseo onírico y por ende lo obliga a desfigurar su exteriorización. Cabe preguntarse: En qué consiste la autoridad de esta segunda instancia, en virtud de la cual ella ejerce su censura? Si recordamos que los pensamientos latentes del sueño no son conscientes antes del análisis, pero el contenido manifiesto que deriva de ellos se recuerda como consciente, no es mucho suponer que el privilegio de esa segunda instancia haya de ser precisamente la admisión en la conciencia. Desde el primer sistema no podría llegar a la conciencia nada que antes no hubiera pasado por la segunda instancia, y esta, por su parte, nada dejara pasar sin ejercer sobre ello sus derechos imponiéndole las modificaciones que juzgara convenientes para su reclutamiento en la conciencia. Entrevemos con ello una muy precisa concepción de la esencia de la conciencia; el devenir consciente es para nosotros un acto psíquico particular, diverso e independiente del devenir-puesto o devenir-representado, y la conciencia nos aparece como un órgano sensorial que percibe un contenido dado en otra parte. Es fácil demostrar que la psicopatología no puede abstenerse de estos supuestos básicos. Podemos reservar para un pasaje posterior una apreciación más profunda de esto. Si me atengo a la representación de las dos instancias psíquicas y sus relaciones con la conciencia, obtengo para la llamativa ternura que siento en el sueño por mi amigo R., tan denostado después en la interpretación, una analogía por entero congruente con la vida política de los hombres. Me traslado a una república en que un señor celoso de su poder está en pugna con una opinión pública alerta. El pueblo se insubordina contra un funcionario que le disgusta, y exige su despido; para demostrar que no necesita tomar en cuenta la voluntad del pueblo, el autócrata otorgar a ese funcionario una alta distinción que de otro modo no habría tenido motivo para concederle. As mi segunda instancia, la que domina el acceso a la conciencia, distinguir a mi amigo R. con una efusión de ternura desmesurada debido a que las aspiraciones de deseo del primer sistema querrían motejarlo de idiota, llevadas por un interés particular, precisamente el que ellas acarician. Quizás aquí columbramos que la interpretación de los sueños es capaz de darnos, sobre el edificio de <nuestro aparato psíquico, aclaraciones que hasta ahora hemos esperado en vano de la filosofía. Pero no seguiremos este rastro, sino que, después de esclarecer la desfiguración onírica, regresamos a nuestro problema inicial. Nos preguntábamos por el modo en que los sueños de contenido penoso pueden resolverse como cumplimientos de deseo. Ahora vemos que esto es posible cuando ha intervenido una desfiguración onírica, cuando el contenido penoso no apunta sino a disfrazar otro deseado. Y por referencia a nuestros supuestos acerca de las dos instancias psíquicas podemos decir ahora, además, que los sueños penosos contienen de hecho algo que es penoso para la segunda instancia, pero que al mismo tiempo cumple un deseo de la primera. En esa medida son sueños de deseo; en efecto, todo sueño es iniciado por la primera instancia, pues la segunda tiene hacia l un comportamiento sólo defensivo, no creador. Si nos pusiésemos a apreciar aquello que la segunda instancia aporta al sueño, jamás podríamos comprender este. As subsistirían todos los enigmas que los autores observaron en el sueño. Que el sueño tiene realmente un sentido secreto que resulta ser un cumplimiento de deseo es algo que el análisis ha de probar de nuevo en cada caso. Por eso escojo algunos sueños de contenido penoso y ensayo su análisis. En parte son sueños de históricos que exigen un extenso informe preliminar y, a trechos, una incursión en los procesos psíquicos de la histeria. Pero no puedo librar a la exposición de este embarazo. Cuando tomo a un psiconeurtico bajo tratamiento analítico, por regla general sus sueños pasan a ser, según ya he dicho, tema de nuestro coloquio. Para ello debo proporcionarle todos los esclarecimientos psicológicos con cuya ayuda yo mismo llegué a comprender sus síntomas, y entonces tropiezo con una crítica inflexible, como no he de esperarla más rígida de mis colegas. Y casi siempre mis pacientes objetan la tesis según la cual todos los sueños son cumplimientos de deseo. Aquí van algunos ejemplos del material de sueños que se me adujeron como contraprueba. Dice usted que siempre el sueño es un deseo cumplido -comienza una ingeniosa paciente-. Ahora le contar un sueño cuyo contenido es todo lo contrario, puesto que no me cumple un deseo. Cómo lo hace condecir usted con su teoría? El sueño es este: Quiero dar una comida, pero no tengo en mi despensa sino un poco de salmón ahumado. Me dispongo a ir de compras, pero recuerdo que es domingo por la tarde, y todos los almacenes están cerrados. Pretendo llamar por teléfono a algunos proveedores, pero el teléfono está descompuesto. As debo renunciar al deseo de dar una comida. Responde, desde luego, que sobre el sentido de ese sueño sólo el análisis podría decidir, aunque admita que a primera vista parecía racional y coherente y semejaba lo contrario de un cumplimiento de deseo. Pero de qué material nació ese sueño? Usted sabe que el incitador de un sueño se encuentra en todos los casos en las vivencias de la víspera. Análisis El marido de la paciente, un honrado y cabal comerciante en carnes, le había declarado das antes que estaba poniéndose obeso y quera iniciar una cura de adelgazamiento. Se levantara temprano, haría ejercicios, observara una dieta estricta y sobre todo no aceptara invitaciones a comer. Acerca de su marido siguió contando, entre risas, que en la tertulia haba conocido a un pintor que a toda costa quera retratarlo porque nunca había visto una cabeza tan impresionante. Pero su marido, con sus rudos modales, replicó que no faltaba más y que tena el total convencimiento de que un trozo del trasero de una hermosa muchacha sería más del agrado del pintor que su cara integra. Ella, me dice, está ahora muy enamorada de su marido y se chancea con l. también le ha rogado que no le obsequie caviar. Que quiere decir esto? Es que desde hace ya mucho desea poder comer un bocadillo de caviar todos los das antes del almuerzo, pero no quiere permitirse el gasto. Desde luego, recibirá el caviar de su marido tan pronto como se lo pidiese. Pero le rogó lo contrario, que no le obsequiase caviar alguno, a fin de poder seguir haciéndole bromas con eso. (Esta fundamentación me parece deshilachada. Tras tales informes insatisfactorios suelen ocultarse motivos inconfesados. Pensemos en los hipnotizados de Bernheim, que ejecutan un encargo poshipnótico y, preguntados por sus motivos, no responden, por ejemplo: No s por qu lo hice, sino que tienen que inventar una fundamentación a todas luces insuficiente. Quizás algo semejante ocurra con el caviar de mi paciente. Noto que se ve precisada a crearse en la vida un deseo incumplido. Su sueño le muestra cumplido ese rehusamiento del deseo. Ahora bien, para qué precisa de un deseo incumplido?) Hasta ahora, las ocurrencias no alcanzan para interpretar el sueño. La insto a que me diga más. después de una breve pausa, justamente como cuadra al vencimiento de una resistencia, me informa también que ayer fue de visita a casa de una amiga de quien está en verdad celosa porque su marido la alaba en demasía. Por suerte, esta amiga es muy descarnada y flaca, y su marido es amante de las redondeces. Ahora bien, de qué habla esta amiga flaca? Desde luego, de su deseo de engordar un poco. También le preguntó: Cundo vuelve usted a invitarnos? Se come tan bien en su casa! . Ahora el sentido del sueño est claro. Puedo decir a la paciente: Es justamente como si ante ese reclamo usted hubiera pensado: «Tan luego a ti he de invitarte, para que comas en mi casa, te pongas más gorda y puedas gustarle todavía más a mi marido! más vale que no d más comidas». después el sueño le dice a usted que ya no puede dar comidas, y entonces cumple su deseo de no contribuir en nada a redondear las formas del cuerpo de su amiga. Que las cosas que se ofrecen en los banquetes lo ponen a uno gordo, lo aprendió usted del declarado propósito de su marido de no aceptar más invitaciones a comer en interés de su adelgazamiento. Ahora no falta sino cualquier dato coincidente que corrobore la solución. Nada se aclaró todavía sobre el salmón ahumado que aparece en el contenido del sueño. Cómo llega usted al salmón que se menciona en el sueño? Salmón ahumado es el plato predilecto de esta amiga, responde. Por casualidad también yo conozco a esa señora, y puedo corroborar que se priva del salmón no menos que mi paciente del caviar. El mismo sueño admite todavía otra interpretación, más fina, y que una circunstancia colateral aun vuelve necesaria. Ambas interpretaciones no se contradicen sino que se superponen, y as proporcionan un bello ejemplo del doble sentido que es cosa habitual en los sueños así como en todas las otras formaciones psicopatológicas. Ya averiguamos que simultáneamente a su sueño de rehusamiento del deseo la paciente se empeñaba en procurarse un deseo denegado en la realidad (el bocadillo de caviar). También la amiga haba exteriorizado un deseo, el de engordar, y no nos asombrara que nuestra dama hubiera soñado que a su amiga no se le cumpla su deseo. En efecto, es su propio deseo que a su amiga se le niegue un deseo -el de que su cuerpo prospere-. Pero en lugar de ello sueña que a ella misma no se le cumple un deseo. El sueño cobra una nueva interpretación si no alude ella a s misma sino a su amiga, si se ha puesto en el lugar de esta o, como podemos decir, se ha identificado con ella. Opino que eso es realmente lo que ha hecho, y como señal de esta identificación se ha creado el deseo denegado en la realidad. Ahora bien, qué sentido tiene la identificación histérica? Esclarecerlo requerirá una exposición detallada. La identificación es un aspecto importante en extremo para el mecanismo de los síntomas históricos; por ese camino los enfermos llegan a expresar en sus síntomas las vivencias de :oda una serie de personas, y no sólo las propias; es como si padecieran por todo un grupo de hombres y figuraran todos los papeles de un drama con sus solos recursos personales. Se me objetar que esta es la conocida imitación histrica, la capacidad de los históricos para imitar todos los síntomas que les han impresionado en otros, por así decir una compasión que se extrema hasta la reproducción. Pero con ello no se ha designado sino el camino por el cual discurre el proceso psíquico en el caso de la imitación histérica; una cosa es el camino y otra el acto psíquico que marcha por él. Este último es algo más complicado que la imitación de los históricos, tal como suele concebírsela; responde a un proceso inconsciente de razonamiento, como lo aclarar un ejemplo. El médico que en la misma sala de hospital, junto a otras enfermas, tiene una que padece de convulsiones de un tipo determinado, no se asombrar si una buena mañana ve que ese mismo ataque histórico ha encontrado imitadoras. Se dirá, simplemente: Las otras la han visto y la han imitado; es una infección psíquica. Sin duda, pero esa infección psíquica procede, por ejemplo, as: Por lo general, las enfermas saben más unas de otras que el médico de cada una de ellas, y se afligen unas por otras cuando está por llegar la visita médica. A una le ha sobrevenido su ataque; las otras enseguida toman conocimiento de que la causa ha sido una carta de su familia, el reavivamiento de una cuita de amor, etc. Esto despierta su compasión, y se cumple en ellas un razonamiento que no llega a la conciencia: Si por una causa as puede una tener tal ataque, puede sobrevenirme a mí también, pues tengo iguales motivos. Si ese razonamiento fuera susceptible de conciencia, quizá desembocara en la angustia de que le sobrevenga a una idéntico ataque; pero se cumple en otro terreno psíquico, y por eso acaba en la realización del síntoma temido. Por tanto, la identificación no es simple imitación, sino apropiación sobre la base de la misma reivindicación etiológica; expresa un igual que y se refiere a algo común que permanece en lo inconsciente. En la histeria, la identificación es usada con la máxima frecuencia para expresar una comunidad {Gemeinsamket} sexual. La histérica se identifica en sus síntomas preferentemente -si bien no de manera exclusiva- con las personas con quienes ha tenido comercio sexual o que lo tienen con las mismas personas que ella. El lenguaje revela también una concepción as. Dos amantes son uno. Tanto en la fantasía histérica como en el sueño, basta para la identificación que se piense en relaciones sexuales, sin necesidad de que estas sean reales. Nuestra paciente, entonces, no hace sino seguir la regla de los procesos históricos de pensamiento cuando expresa sus celos contra su amiga (que ella misma hubo de reconocer injustificados, por lo demás) poniéndose en el lugar de ella en el sueño e identificándosele mediante la creación de un síntoma (el deseo denegado). Cabra aún elucidar el proceso en palabras del modo que sigue: Ella se pone en el lugar de su amiga en el sueño porque esta última le ocupa su lugar frente a su marido, y porque querría apropiarse del sitio que la amiga está ocupando en la estima de su marido. De manera más simple, pero también siguiendo el esquema según el cual el no cumplimiento de un deseo significa el cumplimiento de otro, se resolví la objeción en contra de mi doctrina sobre los sueños en el caso de otra paciente, la más ingeniosa de mis soñantes. Cierto da le expliqué que el sueño era cumplimiento de deseo; al día siguiente me trajo un sueño: viajaba con su suegra para compartir un veraneo en el campo. Díjome que, como yo bien sabía, ella se había opuesto vivamente a pasar el verano cerca de su suegra, y también que en los últimos das haba esquivado con felicidad esa temida convivencia alquilando una casa de campo en un sitio muy alejado al de su suegra. Y ahora el sueño revertía esta solución deseada. No daba esto el más rotundo mentís a mi doctrina del cumplimiento de deseo por el sueño? En verdad, no hace falta sino extraer la moraleja de ese sueño para obtener su interpretación. Según él, yo me haba equivocado; por tanto, su deseo era que yo me equivocase, y el sueño se lo mostró cumplido. Pero el deseo de que yo me equivocase, y que se cumplió con el tema del veraneo en el campo, se refería en la realidad a otro asunto, más serio. Por esa misma poca yo haba inferido, del material que me proporción su análisis, que en cierto periodo de su vida deba de haber ocurrido algo importante para que ella enfermase. Ella lo haba puesto en entredicho, porque nada as recordaba. Pronto pudimos ver que yo no me equivocaba. Su deseo de que ojal yo me equivocase, mudado en el sueño de que viajaba al campo con su suegra, responda entonces al deseo justificado de que aquella cosa, que todavía no era sino conjetura, jamás hubiera sucedido. Sin análisis, y sólo por medio de una conjetura, me permite interpretar una pequeña historia que me sucedió con un amigo, mi condiscípulo durante los ocho años de la escuela media. Cierta vez, en una conferencia que yo pronunciaba ante un pequeño círculo, hoy de m la novedad de que el sueño es cumplimiento de deseo; se fue a su casa, tuvo un sueño en que perdía todos sus pleitos (era abogado) y vino a pedirme cuentas de ello. Sal del paso con este subterfugio: No es posible ganar todos los pleitos. Pero entre mí pensé: Si yo durante ocho años he ocupado, como primero de la clase, el primer banco, mientras l anduvo siempre por la mitad de ella, no puede haberle quedado de aquellos lejanos tiempos el deseo de que también yo, alguna vez, sufriese el escarnio de ocupar el último banco? Otro sueño de carácter más lúgubre me fue presentado por una paciente también como objeción a la teoría del cumplimiento de deseo. La paciente, mujer joven, empezó así: Recuerda usted que mi hermana tiene ahora un solo niño, Karl; al otro, Otto, lo perdí cuando yo todavía estaba en su casa. Otto era mi preferido, y en verdad lo crio yo. Por el pequeño siento también cario, pero desde luego no tanto como sentí por el muerto.