LA ENAJENACIÓN

El concepto del hombre activo, productivo, que capta y abarca al mundo objetivo con sus propias facultades no puede ser plenamente comprendido sin el concepto de la negación de la productividad: la enajen, acción. Para Marx, la historia de la humanidad es una historia del desarrollo creciente del hombre y, al mismo tiempo, de su creciente enajenación. Su concepto del socialismo es la ernancipación de la enajenación, la vuelta del hombre a sí mismo, su autorealización. La enajenación (o "extrañamiento") significa, para Marx, que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo (la naturaleza, los demás y el mismo) permanece ajeno a él. Están por encima y en contra suya como objetos, aunque puedan ser objetos de su propia creación. La enajenación es, esencialmente, experimentar al mundo y a uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del objeto. Todo el concepto de la enajenación encontró su primera expresión en el pensamiento occidental en el concepto de idolatría del Antiguo Testamento. La esencia de lo que los ..profetas llaman "idolatría" no es que el hombre adore a muchos dioses en vez de a uno solo. Es que los ídolos son obras de la mano del hombre, son cosas y el hombre se postra y adora a las cosas: adora lo que él mismo ha creado. Al hacerlo, se transforma en cosa. Transfiere a las cosas de su creación los atributos de su propia vida y en lugar de reconocerse a sí mismo como la persona creadora, está en contacto consigo mismo sólo a través del culto al ídolo. Se ha vuelto extraño a sus propias fuerzas vitales, a la riqueza de sus propias potencialidades y está en contacto consigo mismo sólo indirectamente, como sumisión a la vida congelada en los ídolos.

La muerte y el vacío del ídolo se expresan en el Viejo Testamento: "Tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen", etc. Cuanto más transfiere el hombre sus propias facultades a los ídolos más pobre se vuelve y más dependiente de los ídolos, para que éstos le permitan recuperar una parte pequeña de lo que originalmente le correspondía. Los ídolos pueden ser una figura que represente a la divinidad, el Estado, la Iglesia, una persona, objetos poseídos. La idolatría varía sus objetos; no se encuentra de ninguna manera, únicamente, en aquellas formas en las que el ídolo tiene un pretendido sentido religioso. La idolatría es siempre el culto de algo en lo que el hombre ha colocado sus propias facultades creadoras y a lo que después se somete, en vez de reconocerse a sí mismo en su acto creador. Entre las diversas formas de enajenación, la más frecuente es la enajenación en el lenguaje. Si expreso un sentimiento con una palabra, si digo, por ejemplo, "Te amo", la palabra indica la realidad que existe dentro de mí, la fuerza de mi amor. La palabra "amo" es un símbolo del hecho amor, pero tan pronto como se pronuncia tiende a asumir una vida propia, se convierte en realidad. Me hago la ilusión de que el pronunciar la palabra equivale a la experiencia y pronto digo la palabra y no siento nada, salvo la idea de amor que la palabra expresa. La enajenación del lenguaje demuestra la gran complejidad de la enajenación.
El lenguaje es una de las más preciosas realizaciones humanas: evitar la enajenación dejando de hablar sería tonto y, sin embargo, hay que tener en cuenta siempre el peligro de la palabra hablada, que amenaza con sustituir a la experiencia vivida. Lo mismo es válido para todas las demás realizaciones del hombre; las ideas, el arte, cualquier clase de objetos fabricados por el hombre. Son creaciones del hombre; son auxiliares valiosos para la vida y, no obstante, cada uno de ellos constituye también una trampa, una tentación de confundir la vida con las cosas, la experiencia con los artefactos, el sentimiento con la renuncia y la sumisión. Los pensadores de los siglos xviii y xix criticaban a su época por su creciente rigidez, vacío y muerte. En el pensamiento de Goethe fue piedra angular el mismo concepto de la productividad que es central en Spinoza, lo mismo que en Hegel y Marx. "Lo divino —dice— es efectivo en lo que está vivo, pero no en lo que está muerto. Es lo que está en movimiento y en desarrollo, pero no lo que está concluido y rígido. Por eso la razón, en su tendencia hacia lo divino, se ocupa sólo de lo que se mueve, de lo que está vivo, mientras que el intelecto se ocupa de lo que está concluido y rígido, para utilizarlo."  Encontramos críticas semejantes en Schiller y Fichte y en Hegel y Marx, quien hace una crítica general de que, en su época, "la verdad carezca de pasión y la pasión de verdad". Esencialmente, toda la filosofía existencialista desde Kierkegaard es, como dice Paul Tillich, "un movimiento de rebelión con más de cien años de vida contra la deshumanización del hombre en la sociedad industrial". En realidad, el concepto de enajenación es, en lenguaje no teísta lo que, en términos teístas, podría llamarse "pecado": la cesión que hace el hombre de sí mismo, de Dios dentro de sí mismo. El pensador que acuñó eLtoncepto de enajenación fue Hegel. Para él, la historia del hombre era, al mismo tiempo, la historia de la enajenación del hombre (Entfremdung). "Lo que busca realmente el espíritu —escribió en la Filosofía de la Historia—, es la realización de su idea; pero, al hacerlo, esconde ese fin a su propia visión y siente orgullo y satisfacción en esta enajenación de su propia esencia."» Para Marx, como para Hegel, el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmcnte es o, para decirlo de otra manera, que no es lo que debiera ser y debe ser lo quejgo;: dría ser *" Para Marx, el proceso de la enajenación: "presa en el trabajo y en la división del trabajo¨. El trabajo es, para él, la relación activa del hornbre con la naturaleza, la creación de un mundo nuevo, incluyendo la creación del hombremismoi (La actividad intelectual es siempre por supuesto, para Marx, trabajo, lo mismo que la actividad manual o artística.) Pero, a medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollan, el trabajo pierde su carácter de expresión de las facultades del hombre; el trabajo y sus productos asumen una existencia separada del hombre, "su voluntad y su planeación". El objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo encarnado en un objeto y convertido en cosa física; este producto es una objetivación del trabajo." El trabajo está enajenado porque ha dejado de ser parte de la naturaleza del trabajador y "en consecuencia, no se realiza en su trabajo sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas, sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. El trabajador sólo se siente a sus anchas, pues, en sus horas de ocio, mientras que en el trabajo se siente incómodo". Así, en el acto de la producción la relación del trabajador con su propia actividad se experimenta "como algo ajeno y que no le pertenece, la actividad como sufrimiento (pasividad), la fuerza como debilidad, la creación como castración". Mientras que el hombre se enajena así de sí mismo, el producto del trabajo se convierte en un "objeto ajeno que lo domina. Esta relación es, al mismo tiempo, la relación con el mundo sensorial externo, con los objetos naturales, como mundo ajeno y hostil.
Marx subraya dos puntos: 1) en el proceso del trabajo, y especialmente del trabajo en las condiciones del capitalismo, el hombre se enajena de sus propias facultades creadoras y 2) los objetos de su trabajo se convierten en seres ajenos y llegan a dominarlo, se convierten en fuerzas independientes del productor. "El obrero existe para el proceso de producción y no éste para el obrero." En este punto está muy difundida una mala interpretación de Marx, aun entre los socialistas. Se cree que Marx hablaba sobre todo de la explotación económica del trabajador y del hecho de que su participación en el producto no fuera tan grande como debiera o de que el producto debía pertenecerle, en vez de al capitalista. Pero, como ya lo he demostrado, el Estado como capitalista, como en la Unión Soviética, no habría sido mejor acogido por Marx que el capitalista privado. Lo que le preocupa esencialmente no es la igualación del ingreso. Le preocupa la liberación del hombre de un tipo de trabajo que destruye su individualidad, que lo transforma en cosa y que lo convierte en esclavo de las cosas. Como Kierkegaard, se preocupaba por la salvación del individuo y su crítica de la sociedad capitalista se dirige no a su método de distribución del ingreso, sino a su modo de producción, su destrucción de la individualidad y su esclavización del hombre, no por el capitalista, sino la esclavización del hombre —trabajador y capitalista— por las cosas y las circunstancias de su propia creación. Marx va aún más lejos. En el trabajo no enajenado, el hombre no sólo se realiza como individuo sino’también como especie. Para Marx, como para Hegel y otros muchos pensadores de la Jlustración, cada individuo representaba a la especie, es decir, a la humanidad como un tqdpj la universalidad del hombre; el desarrollo del hombre conduce al desenvolvimiento de toda su humanidad. En el proceso del trabajo "no se reproduce ya sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activamente y en un sentido real, y contempla su propio reflejo en un mundo que él ha construido. Al mismo tiempo que el trabajo enajenado arrebata al hombre el objeto de su producción, también le arrebata su vida corno especie, su objetividad real como especie y transforma su ventaja sobre los animales en una desventaja, en tanto que su cuerpo inorgánico, la naturaleza, le es arrebatada. Así como el trabajo enajenado transforma la actividad libre y autodirigida en un medio, transforma la vida del hombre como especie en un medio de la existencia física. La conciencia, que el hombre tiene de su especie, se transforma mediante la enajenación de modo que la vida de la especie se convierte en sólo un medio para él." Como antes indiqué, Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más enajenada. Este supuesto se basaba en la idea de que el trabajador, al no participar en la dirección del trabajo, al ser "empleado" como parte de las máquinas a las que sirve, se transforma en una cosa por su dependencia del capital. De ahí que, según Marx, "la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, de la servidumbre, tome la forma política de la emancipación de tos trabajadores; no en el sentido de que sólo se trate de la emancipación de éstos, sino porque esta emancipación incluye la emancipación de la humanidad entera. Porque toda la servidumbre humana está implícita en la relación del trabajador con la producción y todos los tipos de servidumbre sólo son modificaciones o consecuencias de esta relación". Hay que subrayar, además, que el fin de Marx no se limita a la emancipación de la clase trabajadora, sino que tiende a la emancipación del ser humano a través de la restitución de la actividad enajenada, es decir, de la actividad libre de todos los hombres y a una sociedad en la que el hombre, y no la producción de cosas, sea el fin, en la que el hombre deje de ser "un monftruo paralítico para convertirse en im ser humano plenamente desarrollado". El concepto de Marx del producto enajenado del trabajo se expresa en uno de los temas más fundamentales desarrollados en El capital, en lo que él llama "el fetichismo de la mercancía". La producción capitalista transforma las relaciones de los individuos en cualidades de las cosas mismas y esta transformación constituye la naturaleza de la mercancía en la producción capitalista. "Y forzosamente tiene que ser así, en un régimen de producción en que el obrero existe para las necesidades de explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza material para las necesiaades del desarrollo del obrero. Así como en las religiones vemos al hombre esclavizado por las criaturas de su propio cerebro, en la producción capitalista le vemos esclavizado por los productos de su propio brazo".  "La maquinaria se adapta a la debilidad del ser humano, para convertir al débil ser humano en una máquina."  La enajenación del trabajo en la producción del hombre es mucho mayor que cuando la producción era artesanal y de manufactura. "En la manufactura y en la industria manual, el obrero se sirve de la herramienta: en la fábrica, sirve a la máquina. Allí, los movimientos del instrumento de trabajo parten de él; aquí, es él quien tiene que seguir sus movimientos. En la manufactura, los obreros son otros tantos miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica existe por encima de ellos un mecanismo muerto, al que se les incorpora como apéndices vivos"» Es de la mayor importancia para la comprensión de Marx advertir cómo el concepto de la enajenación era y siguió siendo el punto central del pensamiento del joven Marx, que escribió los Manuscritos económicofilosóficos, y del "viejo" Marx que escribió El capital. Aparte de los ejemplos que ya hemos dado, los siguientes pasajes, uno de los Manuscritos y otro de El capital, manifiestan claramente esta continuidad: "Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo encarnado en un objeto y convertido en cosa física; este producto es una objetivación del trabajo. La realización del trabajo es, al mismo tiempo, su objetivación. La realización del trabajo aparece en la esfera de la economía política como una invalidación del trabajador, la objetivación como una pérdida y como servidumbre al objeto y la apropiación como enajenación."
Esto es lo que escribió Marx en El capital: "Dentro del sistema capitalista, todos los métodos encaminados a intensificar la pieza productiva social se realizan a expensas del obrero individual; todos los medios enderezados al desarrollo de la producción se truecan en medios de explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero convirtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, con la tortura de su trabajo destruyen el contenido de éste, le enajenan las potencias espirituales del proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente." El papel de la propiedad privada (no, por su-‘ puesto, como propiedad de los objetos de uso, sino como capital que alquila trabajo) ya había sido claramente percibido por el joven Marx en su función, enajenante: "La propiedad privada —escribió— es, pues, el producto, el resultado necesario, del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. La propiedad privada se deriva, así, del análisis del concepto del trabajo enajenado; es decir, el hombre enajenado, el trabajo enajenado, la vida enajenada y el hombre separado." No es sólo que el mundo de las cosas domine al hombre sino también que las circunstancias sociales y políticas que éste crea se adueñan de él. ".. .esta consolidación de nuestros propios productos en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestra expectativa y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el desarrollo histórico anterior". El hombre" enajenado que cree haberse convertido en amo de la naturaleza, se ha convertido en esclavo de las cosas y las circunstancias, en apéndice impotente de un mundo que es, al mismo tiempo, la expresión congelada de sus propias facultades. Para Marx, la enajenación en el proceso del trabajo, del producto del trabajo y de las circunstancias, está inseparablemente relacionada con la enajenación de uno mismo, de nuestros semejantes y de la naturaleza. "Una consecuencia directa de la enajenación del hombre del producto de su trabajo, de su actividad vital y de su vida como especie es que el hombre se enajena de los demás hombres. Cuando el hombre se confronta a sí mismo, también confronta a otros hombres. Lo que es cierto de la relación del hombre con su trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo también lo es de su relación con los demás hombres, con el trabajo de éstos y con los objetos de su trabajo. En general, la afirmación de que el hombre se enajena de su vida como especie significa que cada hombre está enajenado en relación con los otros y que cada uno de los otros está, a su vez, enajenado de la vida humana."-" El hombre enajenado no sólo está enajenado en relación con los demás hombres; está enajenado de lai esencia de la humanidad, de su "ser como especie") tanto en sus cualidades naturales como espirituales. Esta enajenación de la esencia humana conduce a un egotismo existencial, descrito por Marx como la esencia humana del hombre convirtiéndose en "medio para su existencia individual. [El trabajo enajenado] enajena al hombre de su propio cuerpo, la naturaleza extema, su vida mental y su vida humana". El concepto de Marx se acerca aquí al principio kantiano de que el hombre debe ser siempre un fin en sí mismo y nunca un medio para realizar un fin. Pero amplía este principio afirmando que la esencia humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la existencia individual. El contraste entre la visión de Marx y el totalitarismo comunista no podría expresarse más radicalmente; la humanidad] en el hombre, dice Marx, no debe convertirse siquie-‘/ ra en medio para su existencia individual; mucho’, menos podría considerarse, pues, un medio para el Estado, la clase o la nación. La enajenación conduce a la perversión de todos los valores. Al hacer de la economía y sus valores —"la ganancia, el trabajo, el ahorro y la sobriedad"-— el íin supremo en la vida, el hombre no desarrolla los valores verdaderamente morales, "la riqueza de una buena conciencia, de la virtud, etc. pero ¿cómo puedo ser virtuoso si no estoy vivo y cómo puedo tener buena conciencia si no tengo conciencia de nada?"  En la enajenación, cada esfera de la vida, la económica y la moral, es independiente de la otra, "cada una se concentra en una. esfera específica de la actividad enajenada y está ella misma enajenada en relación con la otra".
Marx advirtió lo que -sucede con las necesidades humanas en un mundo enajenado y previo con sorprendente claridad la conclusión d este proceso, tal como sólo actualmente es apreciable. Mientras que, en una perspectiva socialista, se atribuiría la principal importancia "a la riqueza de las necesidades humanas y también, en consecuencia, a un nuevo modo de producción y a un nuevo objeto de producción", a "una nueva manifestación de las capacidades humanas y un nuevo enriquecimiento del ser humano", en el mundo enajenado del capitalismo las necesidades no son expresiones de las potencialidades latentes del hombre, es decir, no son necesidades humanas; en el capitalismo "todo hombre especula con la creación de una nueva necesidad en otro para obligarlo a hacer un nuevo sacrificio, para colocarlo en una nueva dependencia y atraerlo a un nuevo tipo de placer y, por tanto, a la ruina económica. Cada hombre trata de establecer sobre los demás un poder ajeno, para encontrar así la satisfacción de su propia necesidad egoísta. Con la masa de objetos, pues, crece también la esfera de entes ajenos a los que está sometido el hombre. Todo nuevo producto es una nueva potencialidad de engaño y robo mutuos. El hombre se vuelve cada vez más pobre como hombre; tiene una necesidad creciente de dinero para tomar posesión del ser hostil. El poder de su dinero disminuye en proporción directa con el crecimiento de la cantidad de producción, es decir, su necesidad crece con el Roder creciente del dinero. La necesidad de dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía moderna y la única necesidad que crear La cantidad de dinero se convierte, cada vez más, en su única cualidad importante. Así como reduce a todo ser a su abstracción, se reduce a sí mismo, en su propio desarrollo, a un ser cuantitativo. El exceso y la inmoderación se convierten en su verdadera norma. Esto se demuestra subjetivamente, en parle por el hecho de que la expansión de la producción y de las necesidades se convierte en una servidumbre ingeniosa y siempre calculadora a ios apetitos inhumanos, depravados, antinaturales e imaginarios. La propiedad privada no sabe cómo convertir la necesidad burda en necesidad humana; su idealismo es fantasía, capricho e imaginación. Ningún eunuco elogia a su tirano más desvergonzadamente ni trata, por medios más infames, de estimular su hastiado apetito, para lograr sus favores, que el eunuco de la industria, el empresario, para adqurir unas cuantas monedas de plata o atraer el oro de la bolsa de su amado prójimo. (Todo producto es un cebo, mediante el cual el individuo trata de atraer la esencia de la otra persona, su dinero. Toda necesidad real o potencial es una debilidad que hará caer al pajaro en la trampa: la explotación universal de la vida humana en común. Así como toda imperfección del hombre es un vínculo con el cielo, un punto desde el cual su corazón es accesible al sacerdote, toda necesidad es una oportunidad para acercarse al prójimo, con un aire de amistad, para decirle: ‘Querido amigo, te daré lo que necesitas, pero tú sabes cuál es la coiulitio sine qua non. Ya sabes con qué tinta debes firmar tu compromiso conmigo. Te estafaré al misino tiempo que te brindo placer) El empresario accede a las fantasías más depravadas de su prójimo, desempeña el papel del alcahuete entre él y sus necesidades, le despierta apetitos insanos y está en espera de cualquier debilidad para, después, reclamar la remuneración por esta obra de amor."
El hombre que se ha sometido así a sus necesidades enajenadas es "un ser mental y físicamente deshumanizado. .. la mercancía con conciencia de sí y capaz de actuar por sí mismo."  Este hombre-mercancía sólo conoce una manera de relacionarse con el mundo exterior, poseyéndolo y consumiéndolo (usándolo). Cuanto más enajenado se encuentre, más estará constituida su relación con el mundo por el sentido de poseer y de usar. "A medida que seas menos, que expreses menos tu propia vida, tendrás más, más enajenada estará tu vida y más economizarás de tu propio ser enajenado."
Sólo una corrección ha hecho la historia al concepto de enajenación de Marx; Marx creía que la clase trabajadora era la clase más enajenada, de ahí que la emancipación de la enajenación partiera necesariamente de la liberación de la clase trabajadora. Marx no previo la medida en que la enajenación había de convertirse en la suerte de la gran mayoría de la gente, especialmente del sector cada vez mayor de la población que manipula los símbolos y los hombres, más que las máquinas. El empleado, el vendedor, el ejecutivo están actualmente todavía más enajenados que el trabajador manual calificado. El funcionamiento de este último todavía depende de la expresión de ciertas cualidades personales como la destreza, el desempeño de un trabajo digno de confianza, etc., y no se ve obligado a vender en el contrato su "personalidad", su sonrisa, sus opiniones; los manipuladores de símbolos son contratados no sólo por su capacidad, sino por todas esas cualidades de personalidad que los hacen "atractivas cajas de personalidad", fáciles de manejar y de manipular. Son los verdaderos "hombres-organización" —más que el trabajador calificado— y el ídolo es la compañía. Pero, por lo que se refiere al consumo, no existe diferencia alguna entre los trabajadores manuales y los miembros de la burocracia. Todos ansian cosas, nuevas cosas, para poseerlas y usarlas. Son los receptores pasivos, los consumidores, encadenados y debilitados por las cosas mismas que satisíacen sus necesidades sintéticas. No se relacionan con el mundo productivamente, captándolo en su plena realidad y haciéndose uno con el mundo en este proceso; adoran las cosas, las máquinas que producen las cosas, y, en este mundo enajenado, se sienten como extraños y absolutamente solos. A pesar de la subestimación que hace Marx del papel de la burocracia, su definición general habría podido ser escrita, sin embargo, en la actualidad: "La producción no sólo produce al hombre como mercancía, la mercancía humana, el hombre en el papel de mercancía; de acuerdo con este papel lo produce como un ser mental y físicamente deshumanizado. [La] inmoralidad, frustración y esclavitud de trabajadores y capitalistas. Su producto es la mercancía con conciencia de sí y capaz de actuar por sí misma… la mercancía humana." Marx difícilmente habría podido prever hasta que punto las cosas y las circunstancias de nuestra propia creación se han convertido en nuestros amos; nada podía probar, sin embargo, más drásticamente su profecía que el hecho de que toda la raza humana se encuentra hoy prisionera de las armas nucleares que ha creado y de las instituciones políticas que son, igualmente, de su propia creación. Una humanidad aterrada se pregunta ansiosamente si se salvará del poder de las cosas que ha creado, de la acción ciega de las burocracias que ha organizado.