LA RELACIÓN MADRE-HIJO: Actitudes que dificultan la integración familiar

LA RELACIÓN MADRE-HIJO

M.ISABEL ZULUETA (Psicóloga. Fundación de Down de Madrid)

2.2. Actitudes que dificultan la integración familiar

La manera de actuar con el niño a veces no contribuye a su crecimiento y maduración personal y dificulta la buena integración familiar.

a) Actitud de sobre-exigencia.

Se ve esta actitud en los programas de Atención Temprana.

A lo largo del tratamiento se le puede exigir mucho al niño, se le imponen metas poco realistas e inadecuadas a su momento evolutivo.

Se le compara con niños normales o con deficientes de mejor nivel.

Se le puede operar, incluso, de cirugía estética para disimularle los rasgos.Hay una presión excesiva sobre el niño, y el resultado es el contrario del apetecido: no adelanta porque no entiende lo que se le pide, se aísla por ello, va perdiendola comunicación con su entorno, aparecen estereotipias.

En otros casos, el niño se defiende activamente mostrando una serie de conductas agresivas: pegar, morder, tirar, etc., que esconden una pérdida de la confianza en sí mismo y de su auto-estima.

En los padres esta sobre-exigencia oculta una negación de la realidad de la deficiencia mental de su hijo y, en último término, una falta de aceptación del problema.

En este caso, los padres intentan a toda costa la integración escolar como remedio a todos los problemas no resueltos: rechazo a la patología del niño, fracaso como padres, sensación de injusticia (por qué me ha tocado a mí).

Es una reivindicación, que por fin equipara a su hijo con los «normales» otros niños llamados

No miran si es el mejor lugar para su hijo, si está a gusto, si no se aísla y no se margina.

Los padres con la integración escolar están saldando un asunto antiguo no resuelto, «su hijo tiene que ser como los demás» 

b) Actitud de abandono

Es la contraria de la anterior. Se tiene una visión realista de la situación pero con pocas expectativas.No se trabaja por enseñar al niño, no se le ayuda ni se le estimula en casa, los padres se resignan con lo que tienen pero se quedan cortos. No tienen imaginación ni ganas para inventar nuevos juegos que aporten experiencias enriquecedoras.

Esta actitud la podemos a veces detectar en las ayudas que le pueden proporcionar al niño para mejorarle: gafas, una silla de ruedas, pruebas de tiroides, todo aquello que en definitiva se le puede proporcionar al niño para mejorarle.

Siempre se elegirá para él la Educación Especial. El niño crecerá por debajo de sus capacidades.

En las madres podemos ver de nuevo el sentimiento de falta de aceptación del problema, cansancio, falta de motivación. Los padres pueden ser personas tranquilas, resignadas a su suerte, difíciles de movilizar, no se quieren complicar la vida. O a veces personas mayores, cansadas y sin ganas de luchar.

c ) Actitud de sobreprotección

Se da mucho este tipo de comportamiento en madres que tienen niños con problemas, porque los ven más desvalidos y necesitados y no tienen confianza en que pueden hacer bien las cosas.

Los padres sobreprotectores tienen una actitud ansiosa, y esta ansiedad se transmite en todo su comportamiento.

El niño que recibe este trato se vuelve temeroso y pasivo, muy vago, no quiere emprender nuevas iniciativas ni experiencias.

Las madres temen mucho a la autonomia de sus hijos, especialmente en aquellas actividades que pueden entrañar peligro.

Puede haber una sobreprotección en sólo uno de los padres y esto generará desacuerdos en la pareja.

d) Actitud de sobrevaloración

El niño ocupa un lugar de privilegio en la familia. Habrá hacia él todo tipo de consideraciones y mimos. La madre dedicara su vida para atenderle y trabajar con él, con el consiguiente abandono para el resto de la familia, el padre y los otros hijos.

En la casa, el único tema de consideración es el niño y sus logros. 

e) Actitud sacrificada

Es la madre que abandona su papel de esposa y madre de otros hijos cuando nace el niño con discapacidad y consagra todos los minutos de su vida en ayudarle. Se pone a la tarea con alegría, muchas veces y puede ser una buena estimuladora. Pero, a la larga, esa renuncia a su propia vida se la hará pagar cara al niño y a toda la familia. Falta el equilibrio en los sentimientos y en su personalidad.

Muchas veces, en estos casos, el deficiente pasa a llenar un vacío en la vida de la madre y le permite ocultar su fracaso como mujer y sus propias inseguridades.

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