LA TÉCNICA DEL ANÁLISIS TEMPRANO, Melanie Klein (segunda parte)

LA TÉCNICA DEL ANÁLISIS TEMPRANO, Melanie Klein

Su propia hermana me manifestó que consideraba inútiles mis esfuerzos, que no ganaría la confianza de la niña aunque pasase con ella semanas enteras en vez de horas aisladas. Me vi, pues, forzada a buscar otros medios, que una vez más fortificaron y confirmaron mí creencia en la eficacia de la interpretación para reducir la ansiedad del paciente y su transferencia negativa. Un día en que Ruth estaba como de costumbre atenta exclusivamente a su hermana, dibujó un vaso con pequeñas bolitas adentro y con una especie de tapa. Le pregunté para qué servía la tapa, pero no me contestó. Cuando su hermana le hizo la pregunta, ella dijo: «para evitar que las bolitas salgan rodando».
Antes de esto había revisado la cartera de su hermana y la había cerrado herméticamente «para que nada pudiera caerse».
Antes había hecho lo mismo con el monedero dentro de la cartera de su hermana, guardando cuidadosamente las monedas para que no pudieran caerse. Además, el material que ahora me traía había sido bastante claro ya en sus horas anteriores .
Me arriesgué y dije a Ruth que las bolitas en el vaso, las monedas en el monedero y lo que tenía la cartera, todo representaba niños dentro de su mamita, y que ella quería mantenerlos bien guardados para no tener más hermanos ni hermanas.
El efecto de mí interpretación fue asombroso. Por primera vez Ruth me prestó atención y por primera vez comenzó a jugar de modo distinto, no forzado . No obstante, aun le fue imposible quedarse a solas conmigo, reaccionando ante esa situación con crisis de ansiedad. Como veía que el análisis disminuía poco a poco la transferencia negativa en favor de una positiva decidí dejar a la hermana en mí cuarto. Tres semanas después esta última se enfermó repentinamente y me vi en la alternativa de suspender el análisis o de exponerme a las crisis de ansiedad. Con el consentimiento de los padres, decidí lo segundo. La niñera me entregó la niña en la puerta de mi cuarto y se fue, a pesar de sus lágrimas y chillidos. En esta penosísima situación comencé una vez más por tratar de calmarla de un modo maternal, no analítico, como pudiera haberlo hecho cualquiera. Traté de consolarla y alegrarla y hacerla jugar conmigo, pero todo fue en vano. Sólo logré que me siguiera hasta el interior de mi cuarto, pero una vez allí no pude hacer nada con ella. Se puso casi lívida, gritando y manifestando signos evidentes de una fuerte crisis de ansiedad. Mientras tanto me senté frente a la mesa de juego y comencé a jugar sola  diciéndole a la niña, que asustada se había sentado en un rincón, todo lo que estaba haciendo. Por una inspiración súbita tomé como tema de juego el material que ella misma había usado en la hora anterior. Al finalizar la misma ella había jugado alrededor del lavatorio y había alimentado a sus muñecas dándoles enormes jarras de leche, etc. Hice ahora la misma cosa que ella. Puse a dormir una muñeca y dije a Ruth que yo le iba a dar algo de comer y le pregunté qué era lo que se le debía dar. La pequeña interrumpió su llanto para contestar «leche», y advertí que hizo un movimiento hacia su boca con dos de sus dedos (que ella tenía costumbre de chupar antes de dormir), pero rápidamente los separó. Le pregunté si quería chuparlos y dijo: «sí, pero de verdad».
Comprendí que necesitaba reconstruir el hecho tal como sucedía siempre en su casa: la acosté sobre el sofá y, a su pedido, la tapé. Enseguida comenzó a chuparse los dedos. Seguía pálida y con los ojos cerrados, pero visiblemente más tranquila y ya no lloraba. Mientras tanto yo continué jugando con las muñecas repitiendo su juego de la hora anterior. Al poner una esponja mojada al lado de una de ellas, como lo había hecho ella, rompió otra vez en llanto y gritó: «No, ella no debe tener la esponja grande, ésa no es para los chicos sino para los grandes». (Debo observar que en las dos sesiones anteriores había producido mucho material referente a su envidia a su madre.) Entonces interpreté este material en conexión con su protesta contra la esponja grande (la cual representaba el pene del padre).
Le mostré, con todo detalle, cómo ella envidiaba y odiaba a su madre porque había incorporado el pene de su padre durante el coito y cómo quería robar ese pene y los niños que estaban dentro de su madre, y matarla. Le expliqué que por esto era que tenía miedo y que creía haber matado a su madre y haber sido abandonada por ella. Cuidé siempre dirigir estas interpretaciones a la muñeca, haciendo como si jugase con ella y explicándole la razón por la cual estaba asustada y gritaba, y luego las dirigí a la niña. Por este medio pude establecer completamente la situación analítica.
Mientras hacía esto, Ruth se había tranquilizado, abrió los ojos y me permitió acercar a su sofá la mesa de juego, y continué así la interpretación y el juego al lado de ella. Luego se incorporó y observó mi juego con creciente interés y comenzó a participar en él. Cuando terminó la hora y la niñera vino a buscarla se asombró al verla animada y contenta y despedirse de mí de una manera cordial y hasta afectuosa. Al comienzo de la hora siguiente, cuando la niñera la dejó, si bien manifestó alguna ansiedad, no tuvo sus crisis habituales ni prorrumpió en llanto. Se refugió inmediatamente en el sofá y se echó en él como había hecho el día anterior, con los ojos cerrados y chupándose los dedos. Pude sentarme al lado de ella y continuar enseguida el juego del día anterior. La sucesión de hechos del día anterior fueron recapitulados, pero en forma más breve y mitigada. Después de unas cuantas sesiones de esta clase las cosas habían progresado tanto que la pequeña sólo manifestaba leves rastros de ansiedad al comenzar su hora.
El análisis de los ataques de ansiedad de Ruth evidenció que eran una repetición de sus pavores nocturnos , que habían sido en ella muy intensos a los 2 años. En esta época su madre estaba embarazada y la pequeña deseó robar los hijos del vientre de su madre, dañarla y matarla.    Esto originó en ella fuertes sentimientos de culpa, cuya consecuencia fue su intensa fijación en la madre. Cuando cada noche se despedía para ir a dormir esto significaba para ella un adiós para siempre. A consecuencia de sus deseos de robar y matar a su madre temía que ésta la abandonase para siempre , no volver a verla viva o que su buena y tierna madre que le decía «buenas noches» se transformase en una mala madre que la atacase por la noche. Estas eran también las causas por las que no quería quedarse sola.
El ser dejada sola conmigo significaba ser abandonada por su «buena» madre; y transfirió sobre mi todo su terror a la madre «castigadora». Al analizar esta situación y al aclarársela logré disipar, como vimos, sus ataques de ansiedad y pude comenzar mi trabajo analítico normal . La técnica empleada al analizar los ataques de ansiedad de Ruth resultó eficaz en otro caso.
Durante el análisis de Trude  se enfermó su madre y debieron enviarla a un sanatorio. Esto hizo que se interrumpiese el análisis cuando el cuadro general del mismo lo ocupaban fantasías sádicas contra la madre. Ya hemos visto en qué forma, esta niña de 3 años y 9 meses, realizaba estas escenas de agresión delante de mí y cómo, vencida por la ansiedad que seguía a estos ataques, se escondía con los almohadones detrás del sofá, pero no llegó nunca a una verdadera crisis de ansiedad. Cuando volvió, después del intervalo motivado por la enfermedad de la madre, tuvo sin embargo, durante varios días seguidos, fuertes ataques de ansiedad. Estos ataques se revelaron como una reacción a sus impulsos agresivos, por el miedo que sentía por ellos. Durante estas crisis, Trude al igual que Ruth, adoptaba una postura peculiar: la misma que tenía en su casa a la hora de dormir, cuando comenzaba a tener ansiedad. Se deslizaba a un rincón apretando fuertemente contra ella los almohadones, a los que a menudo llamaba sus hijos, se chupaba los dedos y se orinaba. Aquí también cuando logré interpretar su ansiedad cesaron los ataques .
Mi experiencia posterior, así como la de M. N. Searl y otras analistas de niños, ha confirmado la eficacia de estas medidas técnicas también en otros casos. En los años de trabajo transcurridos desde el tratamiento de estos dos casos he podido concretar que el requisito previo esencial para un análisis temprano lo mismo que para todo análisis en profundidad en cualquier niño mayor es captar el material presentado.
Una valoración exacta y rápida del significado de ese material, tanto en lo que se refiere a esclarecer la estructura del caso como a su relación con el estado afectivo del paciente en el momento, y, sobre todo, una rápida percepción de la ansiedad latente y del sentimiento de culpa que contiene, son las condiciones primarias para realizar una interpretación justa, es decir, una interpretación hecha a tiempo y lo suficientemente profunda como para llegar al nivel mental activado por la ansiedad. La aparición en el análisis de crisis de ansiedad puede reducirse a un mínimo si esta técnica es fielmente aplicada. Sí estas crisis o ataques de ansiedad llegaran a producirse al comenzar el tratamiento, sin embargo como podría suceder con niños neuróticos que sufren tales ataques en la vida diaria, el empleo fiel y sistemático de este método comúnmente reduce rápidamente la ansiedad y hace posible conducir normalmente el análisis. Los resultados obtenidos analizando las crisis de ansiedad, evidencian también la validez de algunos fundamentos de la técnica de juego. Se recordará que en el caso de Trude, aunque el material iba acompañado de intensa ansiedad, desde el principio pude analizarla sin que apareciesen crisis regulares, porque pude hacer continuas interpretaciones en profundidad, en primer lugar, y permití que la ansiedad se liberase en pequeñas dosis, disminuyéndola gradualmente. El análisis de Trude debió ser interrumpido en un momento desfavorable y en circunstancias difíciles, por enfermedad de la madre. Cuando volvió al análisis, la ansiedad se había acumulado tanto que tuvo verdaderas crisis de ansiedad. Después de unas pocas sesiones estas crisis cesaron por completo dando lugar solamente a rastros de ansiedad. Añadiré algunas observaciones teóricas referentes a estas crisis de ansiedad. Ya he hablado de su carácter, como repetición del pavor nocturno, y me he referido a la posición adoptada por la paciente en dichos ataques o más bien en su intento de dominarlos y he señalado que eran la repetición de las situaciones de ansiedad sufridas por el niño en la cama durante la noche. Pero he mencionado también una específica situación de ansiedad, temprana, que parece ser el fundamento de ambos: pavor nocturno y crisis de ansiedad. Mis observaciones en los casos de Trude, Ruth y Rita, junto al conocimiento adquirido en los últimos años, me han permitido reconocer la existencia de una ansiedad o situación de ansiedad que es específica en las niñas y el equivalente de la ansiedad de castración sentida por el varón.
Esta situación de ansiedad culmina en la idea de que la madre ha destruido el cuerpo de la niña, ha anulado su contenido y ha retirado los niños de ahí. Este tema será ampliamente tratado en la segunda parte de este libro. Sólo he querido señalar al lector la coincidencia entre los datos que he podido recoger en mis primeros análisis y una o dos afirmaciones de Freud hechas en Inhibición, síntoma y angustia, donde sostiene que el equivalente del miedo a la castración en el niño es en la niña el miedo a la pérdida de amor. El material ofrecido por el análisis de niñas pequeñas me mostró claramente que hay en ellas un miedo de ser abandonadas por la madre, el miedo de quedarse solas. Pero este miedo va aun más lejos. Se basa en los impulsos agresivos frente a la madre y en los deseos de matarla y robarla que arrancan de los tempranos estadíos del conflicto de Edipo. Estos impulsos conducen no sólo a la ansiedad o miedo a ser atacadas por su madre sino al miedo de que ésta las abandone o muera.
Volvamos ahora a los problemas técnicos.
Es de gran importancia también la forma en que se hace la interpretación. Debe ser concreta, de acuerdo con el modo de hablar y pensar del niño . Pedro, por ejemplo, dijo señalando la hamaca: «Mira cómo se columpia y choca». Cuando yo le contesté que era así como chocan los thingummies de papá y mamá, él lo aceptó sin la menor dificultad. Doy otro ejemplo. Rita, de 2 años y 9 meses, me contó que sus muñecas la habían molestado mientras dormía. Ellas insistían en repetir a Hans, el hombre del subterráneo (un muñeco sobre ruedas): «usted siga manejando su tren subterráneo». En otra ocasión colocó un «cubo» triangular a un lado y dijo que eso era una mujercita. Luego tomó un «martillito», nombre que ella dio a un «cubo» largo, y con él pegó a la caja de «cubos» precisamente en el lugar donde sólo había papel, de modo que hizo un agujero, y dijo: «cuando el martillo pegó fuerte la mujercita se asustó mucho». Hacer correr un tren subterráneo y pegar con el martillo representaba el coito de sus padres, que ella había presenciado hasta casi los 2 años. Mi interpretación: «tú papito pegó así fuerte dentro de tu mamita con su martillito y tu estabas muy asustada», se adaptaba exactamente a su modo de pensar y hablar.
Describiendo mi técnica de análisis me he referido a menudo a los pequeños juguetes que pongo a disposición de los niños. Querría exponer brevemente por qué son útiles estos juguetes en mi técnica de juego. Su pequeñez, su número, su gran variedad, así como su simplicidad, hacen posible que se presten a los más variados usos, dando mayor margen a juegos representativos.
Estos juguetes parecen adecuarse a la expresión de sus fantasías y experiencias en todo detalle.
Los diferentes «pensamientos de juego» del niño y los afectos asociados (que nosotros inferimos en parte del tema de sus juegos y en parte por la observación directa), son presentados uno al lado del otro y en un margen reducido, permitiéndonos tener una visión general de las conexiones generales y dinámicas de los procesos mentales que hemos hecho emerger, y como a menudo la continuidad espacial simboliza la continuidad temporal, también podemos deducir la ordenación en tiempo de las diversas fantasías y experiencias.
De todo lo dicho podría suponerse que lo único que tenemos que hacer para analizar a un niño consiste en dejar los juguetes frente a él, para que empiece inmediatamente a jugar con ellos, sin inhibiciones ni dificultades. Pero eso no es lo que ocurre en realidad.
Tal como he dicho, muchas veces las inhibiciones de juego son muy frecuentes, en mayor o menor grado, y constituyen un síntoma neurótico común. Pero es precisamente en estos casos, cuando falla otra forma de conexión, cuando se valora la utilidad de los juguetes para iniciar un análisis. Rara vez sucede que un niño, por inhibido que sea, en sus juegos no mire los juguetes o toque uno u otro o haga algo con ellos. Puede que enseguida suspenda sus juegos, como hizo Trude, pero ya hemos tomado conocimiento de su inconsciente y tenemos una base para comenzar la labor analítica, sabiendo cómo empezó el juego y en qué punto se presentó la resistencia, cómo ha reaccionado ante esta resistencia, qué comentario casual hizo en ese momento, etc. El lector ya ha podido ver cómo en el análisis, mediante la interpretación, hacemos al niño más libre para expresar los contenidos de representación, haciéndose el material más abundante y más útil, y reduciéndose la inhibición en el juego.
Los juguetes no son los únicos requisitos del análisis del juego. Hay que tener una cantidad de material ilustrativo en la habitación. Lo más importante es el lavatorio con agua corriente. Por lo general se utiliza en una etapa ulterior del análisis, pero resulta entonces de gran importancia. El niño pasará por una fase completa de su análisis jugando con el lavatorio, debiendo tener también una esponja, un vaso de vidrio, uno o dos barquitos, una o dos cucharas y papel. Estos juegos con agua nos aportan una profunda visión de las fundamentales fijaciones pregenitales del niño  y son un medio para ilustrar sus teorías sexuales, dándonos una relación entre sus fantasías sádicas y formaciones reactivas y mostrando la conexión directa entre sus impulsos pregenitales y genitales .
En muchos análisis dibujar o recortar papel toma la mayor parte del tiempo. En otros, especialmente en las niñas, se pasa parte del tiempo haciendo ropas y adornos para ellas, para sus muñecas o para los animales de juguete, engalanándose con cintas o adornos.
Cada niño tiene a mano papel, lápices de color, un cuchillo, tijeras, agujas, hilo, lana, trocitos de madera y soga. A menudo el niño trae sus propios juguetes. Es evidente que la simple enumeración de objetos no agota las posibilidades. Sabemos mucho de ellos según el uso que dan a cada uno de los objetos y por el sentido con que cambian un juego por otro. Todo lo que amuebla el cuarto, sillas, almohadones, etc., debe estar a su disposición. En realidad, los muebles del cuarto de análisis de niños deben ser elegidos para este fin. La fantasía y juegos imaginativos que se desarrollan en un juego con juguetes es de gran importancia.
En los juegos imaginativos los niños representan en su propia persona lo que en una etapa anterior mostraban por medio de juguetes. En estos juegos al analista se le asignan uno o varios papeles, y mi práctica me enseña que debe dejarse al niño que describa cada papel con el mayor detalle posible. Algunos niños muestran una especial preferencia por los juegos de imaginación; otros, por un medio más indirecto de representación, mediante juguetes. Juegos típicos de imaginación son el de la madre y el hijo, el de estar en la escuela, hacer o amueblar una casa (con ayuda de sillas, almohadones, etc.), ir al extranjero, viajar en tren, ir al teatro, ver al doctor, estar en una oficina, tener un comercio, etc. El valor de esos juegos de imaginación desde un punto de vista psicoanalítico está en su modo directo de representación y, como consecuencia, en la riqueza de asociaciones verbales que ofrece. Porque como ya he dicho en el capítulo 1, una de las condiciones necesarias para decidir que un análisis está terminado con éxito, aun en los niños de corta edad, es haber logrado que utilicen el lenguaje durante el análisis en toda la medida de sus posibilidades.
Aunque ninguna descripción puede dar idea de la complejidad y riqueza de estas horas de análisis, espero haber dado una visión de la exactitud y seguridad de los resultados obtenidos por este medio.