LA TÉCNICA DEL ANÁLISIS TEMPRANO, Melanie Klein

LA TÉCNICA DEL ANÁLISIS TEMPRANO
En el primer capítulo de este libro he tratado de mostrar, por una parte, cuáles son aquellos mecanismos psicológicos que operan en el niño pequeño, distintos de los que hemos analizado en los adultos, y, por otra parte, el paralelo que existe entre los dos. He explicado que son estas diferencias y estas similitudes las que exigen una técnica especial y las que me han llevado a desarrollar mi método de análisis del juego.
En mi habitación para análisis, sobre una mesa baja, hay pequeños juguetes de tipo primitivo: muñecos y muñecas de madera, carros, carruajes, automóviles, trenes, animales, cubos y casas, y también papel, tijeras y lápices. Aun el niño comúnmente inhibido en el juego mirará por lo menos los juguetes, o los tocará, permitiéndome pronto vislumbrar algo de su vida compleja, ya sea por el modo cómo comienza a jugar con ellos, o los deja de lado, o por su actitud general frente a ellos.
Para tener una clara idea de los principios fundamentales de la técnica de juego nos referiremos a un caso real. Pedro, niño de 3 años y 9 meses, era muy difícil de manejar. Estaba fuertemente fijado en su madre y era muy ambivalente. Incapaz de tolerar frustraciones, completamente inhibido en su juego, daba la impresión de ser una criatura extremadamente tímida, plañidera y poco varonil. A veces su comportamiento era agresivo y prepotente, llevándose mal con los otros niños y especialmente con su hermano menor. Se intentó analizarlo principalmente como una medida profiláctica, ya que en su familia habían habido algunos casos de neurosis graves. Pero durante el curso del análisis descubrí que él también sufría de una neurosis tan grave y de un grado tal de inhibición que, probablemente, no hubiera sido capaz de enfrentar las dificultades de la vida escolar, y tarde o temprano se hubiera enfermado.
Al comenzar su primera hora, Pedro tomó los carruajes y coches de juguete y los colocó, primero, uno detrás del otro, y luego, uno al lado del otro, alternando este arreglo varias veces. Tomó también un carro y un caballo y los hizo chocar uno contra otro de modo que las patas del caballo se golpearon, y dijo: «Tengo un nuevo hermanito que se llama Fritz.» Le pregunté qué hacían los carruajes y contestó «que eso no estaba bien». Cesó de golpearlos, aunque comenzó nuevamente al poco tiempo. Golpeó luego dos caballos del mismo modo y yo dije: «Mira, los caballos son dos personas chocando.» Al principio contestó que eso no estaba bien, pero aceptó luego que eran dos personas chocando y agregó: «Los caballos también han chocado y ahora se van a dormir.» Los cubrió luego con cubos y dijo: «Ahora están muertos, yo los he enterrado.» En la segunda hora arregló inmediatamente los carros y coches del mismo modo que las dos veces anteriores en fila india primero y luego uno al lado de otro y al mismo tiempo golpeó dos coches y luego dos máquinas de tren. Colocó luego dos hamacas una al lado de la otra, y mostrando la parte interna que cuelga y se balancea, me dijo: «Mira cómo cuelga y se mueve.» Procedí a interpretar, y señalando las hamacas movibles, las máquinas, los coches y los caballos, le expliqué que, en cada caso, eran dos personas su papito y su mamita chocando sus «thingummies» (el nombre que daba a los genitales) . Protestó diciendo que eso no era lindo, pero continuó golpeando los carros y dijo: «Así es como ellos se golpeaban sus thingummies». Inmediatamente después habló nuevamente de su hermanito.    
Como hemos visto, también en su primera hora el golpe de los carros había sido seguido por la advertencia de que tenía un nuevo hermanito. Continué luego con mi interpretación y le dije: «Tú crees que tu papá y tu mamá se golpearon los thingummies y eso hizo nacer a tu nuevo hermanito Fritz». Tomó entonces otro coche y golpeó a los tres juntos. Expliqué: «Ese es tu thingummy; tú querías golpearlo con los thingummies de tu papá y tu mamá», a lo que él agregó un cuarto coche y dijo: «Ese es Fritz». Tomó luego dos de los coches más pequeños y los enganchó a una máquina. Señaló un carro y un caballo y dijo: «Este es papito», y luego otro, diciendo: «Esta es mamita». Una vez más señaló el primer coche y caballo diciendo: «Este soy yo», y señalando el segundo dijo: «Este también soy yo». Así ilustró su identificación con ambos padres en el coito. Después golpeó repetidas veces los dos pequeños coches y me contó cómo él y su hermanito habían dejado entrar en su dormitorio a dos pollos para hacerlos callar, pero que habían andado por el cuarto juntos, golpeándose, y habían escupido allí. Agregó que él y Fritz no eran niños mal educados de la calle y no escupían. Cuando le dije que los pollos eran los thingummies de él y de Fritz chocando uno contra el otro y escupiendo masturbando, él estuvo de acuerdo, después de vencer una pequeña resistencia.
Sólo podré referirme brevemente aquí al modo en que las fantasías del niño, a medida que se presentaban en su juego, se tornaban más y más libres bajo la influencia de mí continua interpretación; cómo los límites de su juego se ampliaban gradualmente y cómo ciertos detalles se repetían una y otra vez hasta ser aclarados por la interpretación, dando lugar luego a nuevos detalles. De la misma manera que la asociación a los elementos del sueño conducen a descubrir el contenido latente del mismo, los elementos del juego del niño, que corresponden a sus asociaciones, ofrecen una visión de su significado latente. El análisis del juego, no menos que el análisis del adulto, al tratar sistemáticamente la situación presente como una situación de transferencia y al establecer sus conexiones con la situación originariamente experimentada o fantaseada, les da la posibilidad de liberar y elaborar la situación originaría en la fantasía. Al proceder así y al poner en descubierto sus experiencias infantiles y las causas originarías de su desarrollo sexual, resuelve fijaciones y corrige errores de desarrollo que habían alterado toda su línea evolutiva.
El siguiente resumen que daré del caso de Pedro es para demostrar que las interpretaciones hechas en las primeras horas fueron corroboradas por el análisis ulterior.
Un día, unas semanas más tarde, cuando uno de mis muñecos se cayó por casualidad, Pedro se enfureció. Inmediatamente preguntó cómo estaba hecho un motor de juguete y por qué se podía parar. Me mostró luego un ciervo de juguete caído y dijo que quería orinar. En el baño me dijo: «Estoy haciendo número uno; yo tengo un thingummy». Nuevamente en el cuarto de análisis tomó un muñeco al que llamó chico; éste estaba sentado en una casita a la que Pedro llamó baño, y colocó al muñeco de tal modo, que el perro puesto a su lado «no lo podía ver ni morder». Pero colocó una muñeca que sí podía verlo, y dijo: «Sólo su papito no puede verlo». Así se hizo claro que el perro, que en general era un objeto de temor para él, estaba identificado con su padre, y el niño que defecaba era él mismo . Luego continuó jugando con el automóvil cuya construcción va había admirado y lo hizo correr. De pronto dijo con enojo: «¿Cuándo va a parar?» Luego dijo que algunos de los muñecos que había usado no debían viajar en él, los hizo caer de un golpe y los volvió a parar de espaldas al auto. Después puso una vez más toda una hilera de coches y carruajes, esta vez uno al lado del otro. Entonces súbitamente expresó el deseo de defecar, pero se contentó con preguntar al muñeco que estaba sentado (el niño que defecaba) si había terminado. Nuevamente se volvió al automóvil y comenzó a alternar sin cesar entre la admiración y la rabia por su movimiento continuo, queriendo defecar y preguntando al muñeco si había terminado. En la hora analítica descripta Pedro había simbolizado las siguientes cosas: el muñeco, ciervo, etc., que continuamente caían, eran su propio pene y la inferioridad del mismo al compararlo con el miembro erecto de su padre. El ir a orinar inmediatamente después, fue para demostrarse lo contrario a sí mismo y a mí. El auto que no cesaba de moverse y que despertaba en él admiración y rabia era el pene de su padre que realizaba continuamente coitos. Después de sentir admiración por ello se puso colérico y quiso defecar. Esto era reproducción de su defecar en el momento en que fue testigo de la escena primaría. El había hecho esto para molestar a sus padres mientras copulaban, y en su imaginación los dañaba con sus excrementos. Además el bastón fecal significaba para el niño un sustituto de su propio pene.
Debemos tratar de lograr una idea general del significado de las primeras horas de análisis de Pedro a la luz de las interpretaciones posteriores. El poner los autos en hilera uno detrás de otro en su primera hora se refería al poderoso pene de su padre y el ponerlos uno al lado del otro simbolizaba la frecuente repetición del coito, es decir, la potencia del padre, lo que repite más tarde por medio del auto en movimiento continuo. La rabia que sintió al contemplar el coito de su padre se expresó ya en su primera hora cuando quiso que los dos caballos que iban a dormir estuvieran «muertos y enterrados», así como en el afecto que acompañó a este deseo. Estos cuadros de la escena primaria con los que comenzó su análisis se referían a experiencias verdaderas reprimidas en su infancia, lo que fue probado por el relato de sus padres. De acuerdo con éste el niño había compartido el dormitorio de sus padres sólo en una época, durante un veraneo, cuando tenía 18 meses. Durante este período se hizo difícil de manejar. Dormía mal y había comenzado a ensuciarse nuevamente, aunque sus hábitos de limpieza eran casi perfectos varios meses atrás. Parece ser que los barrotes de su cuna no impidieron que viese a sus padres durante la relación sexual, pero sí fueron un obstáculo, lo que se simbolizó con los muñecos que él volteó y luego colocó de espaldas a la hilera de vehículos. La caída de los muñecos también representó sus propios sentimientos de impotencia. Resultó que antes del veraneo él jugaba muy bien con sus muñecos, pero luego no podía hacer otra cosa que romperlos. Tempranamente, en su primera hora de análisis, ilustró la conexión entre la destrucción de sus juguetes y sus observaciones del coito. En una ocasión había puesto los autos, que simbolizaban el pene de su padre, en hilera, uno al lado del otro, y los había hecho andar, se enfureció y los tiró al suelo diciendo: «Nosotros siempre rompemos nuestros regalos de Navidad en seguida, no queremos ninguno». Destruir los juguetes significaba para su inconsciente destruir los genitales del padre. El placer de destruir y la inhibición de juego que trajo al análisis fueron superados y desaparecieron junto con otras dificultades durante el curso del mismo.
Poniendo en descubierto poco a poco la escena primaria pude ganar acceso a la fuerte actitud homosexual pasiva de Pedro. Después de haber descripto el coito de sus padres tuvo fantasías de coito entre tres personas. Surgió así una fuerte ansiedad seguida de otras fantasías en las que copulaba con su padre. Estas se mostraron en un juego en el que un perro, o un automóvil o una locomotora teniendo todos el significado de padre, subían sobre un carro o un hombre que era él mismo.
De este modo el carro se dañaba o el hombre era mordido; y Pedro mostraba mucho miedo o gran agresividad frente al juguete que representaba al padre.
Expondré ahora algunos de los aspectos más importantes de mi técnica a la luz de las observaciones realizadas en los análisis mencionados. Tan pronto como el paciente ha ofrecido un panorama interno de sus complejos ya sea por medio de juegos, de dibujos, fantasías o simplemente por su conducta general, considero que puede y debe comenzarse con las interpretaciones. Esto no contradice la regla aceptada de que el analista debe esperar a que se establezca una transferencia antes de empezar a interpretarla, porque en los niños la transferencia es inmediata y el analista tendrá a menudo elementos para ver su naturaleza positiva. Pero cuando el niño manifiesta timidez, ansiedad o sólo una cierta desconfianza, esto ha de ser interpretado como transferencia negativa, y hace aun más imperioso que la interpretación comience en cuanto sea posible. Porque la interpretación reduce la transferencia negativa del paciente haciendo retroceder los afectos negativos involucrados hacia los objetos o situaciones originarias. Por ejemplo, cuando Rita , que era una niña muy ambivalente, sentía resistencia, necesitaba irse de la habitación enseguida; entonces tuve que hacer una inmediata interpretación para resolver esta resistencia. Tan pronto como le expliqué la causa de su resistencia, siempre relacionándola con la situación y objeto originario, ésta se resolvió, y se tomó confiada y amistosa conmigo y continuó su juego, agregando a éste ciertos detalles que me confirmaron lo justo de la interpretación que acababa de hacer.
En otro caso pude ver también con impresionante claridad la necesidad de dar una interpretación rápida. Fue en el caso de Trude, que se recordará me fue traída durante una sola hora cuando tenía 3 años y 3 meses , cuyo tratamiento debió posponerse por circunstancias externas. Esa niña era muy neurótica y estaba fuertemente fijada en su madre. Entró en mi cuarto llena de ansiedad y mal dispuesta, y me vi obligada a analizarla en voz baja y con la puerta abierta. Pero pronto me dio una idea sobre la naturaleza de sus complejos. Insistía en que se retiraran las flores de un florero; sacó un muñeco de un carro en el que ella lo había puesto y lo injurió y maltrató; quiso que un hombre de sombrero alto que había visto en un libro de figuras que había traído, fuera sacado de ahí; dijo que los almohadones habían sido desordenados por un perro. Inmediatamente interpreté esta declaración diciendo que deseaba suprimir el pene de su padre  porque dañaba a su madre (durante el juego la madre era representada por el vaso, el carro, el libro de figuras y los almohadones) y enseguida disminuyó su ansiedad, estuvo más amistosa conmigo que cuando llegó y dijo en su casa que le gustaría volver a verme. Cuando 6 meses después pude reanudar el análisis de esta niña vi que recordaba todos los acontecimientos de esta única hora de análisis y que mi interpretación había aumentado su transferencia positiva o más bien disminuido su transferencia negativa.
Otro principio fundamental de la técnica de juego es que la interpretación debe ser conducida a una profundidad suficiente como para alcanzar las capas mentales que deben ser activadas. Por ejemplo, Pedro, en su segunda hora, después de haber colocado los carros uno tras otro puso un muñeco sobre un banco al que llamó cama, y arrojándolo al suelo dijo que estaba muerto y destruido. Hizo luego lo mismo con dos muñequitos, eligiendo para tal propósito dos que ya habían sido dañados. En esta época, de acuerdo con el material mencionado, interpreté que el primer muñeco era su padre, al que quería sacar de la cama de su madre y matarlo, y el segundo era él mismo, a quien su padre hubiera hecho lo mismo .
Más tarde, habiendo dilucidado en todos sus detalles la escena primaria, Pedro volvió bajo diversas formas al tema de los dos muñecos rotos, pero esto parecía determinado por la ansiedad que había sentido en conexión con la escena primaria con respecto a su madre castradora. En sus fantasías ella había tomado el pene del padre dentro de sí y no lo había devuelto, convirtiéndose esto en objeto de ansiedad para el pequeño, porque en su imaginación, desde ese momento, la madre llevaba dentro de sí el aterrador pene del padre.
Daré ahora otro ejemplo tomado del mismo caso. Mi interpretación del material en la segunda hora mostró que Pedro y su hermano se masturbaban mutuamente. Siete meses más tarde, teniendo Pedro 4 años y 4 meses, me contó un largo sueño, rico en material asociativo y que sintetizado relataré a continuación: «Estaban dos cerdos en su pocilga y también en su cama. Comían juntos en la pocilga. Había también dos niños en su cama en un bote; pero eran muy grandes, como el tío G (hermano adulto de su madre) y como E (una amiga mayor que ellos a la que consideraban casi adulta)». La mayor parte de las asociaciones de este sueño fueron verbales. Demostraron que los cerdos eran él y su hermano y el comer representaba su mutua fellatio. Pero representaban también a sus padres copulando. Se vio luego que sus relaciones sexuales con el hermano estaban basadas en una identificación con su madre y su padre y en la que Pedro desempeñaba por turno el papel de cada uno de ellos. Después de haber interpretado este material Pedro comenzó la hora siguiente jugando con el lavatorio y las canillas. Puso dos lápices en una esponja y dijo: »Este es el bote en que Fritz (su hermanito) y yo nos metimos». Después adoptó una voz profunda, la que a menudo empleaba cuando su superyó entraba en acción, y gritó a los dos lápices: «Ustedes no deben ir juntos todo el tiempo y hacer cosas feas». Esta censura a su hermano y a si mismo por parte del superyó estaba también dirigida a los padres (representados por el tío G y la amiga adulta E) , y liberó en él afectos de la misma naturaleza de los que sintió hacia ellos cuando fue testigo de la escena primaria. Estos afectos se habían evidenciado ya en su segunda hora cuando deseó que los caballos que habían chocado estuvieran muertos y enterrados. Sin embargo, después de siete meses, el análisis de ese material todavía seguía progresando. Es evidente que la profundidad de mí primera interpretación no trabó de ningún modo el esclarecimiento de las conexiones entre esta experiencia y el total desarrollo sexual del niño y (particularmente en el modo de determinar sus relaciones con el hermano) no impidió tampoco la elaboración del material involucrado.
Los ejemplos citados confirman mi creencia, basada en la observación empírica, de que no deben temerse las interpretaciones en profundidad aun en el comienzo de un análisis, ya que el material de las capas más profundas mentales saldrá nuevamente más tarde, y será reelaborada. Como ya he dicho, el valor de la interpretación en profundidad es simplemente el de abrir la puerta al inconsciente disminuyendo la ansiedad que ha sido activada y preparando el camino para el trabajo analítico.
En estas páginas he señalado muchas veces que la capacidad del niño para hacer su transferencia es espontánea. Creo que esto es debido en parte al hecho de que la ansiedad sentida por el niño es comparativamente más aguda que la del adulto y por lo tanto es mayor su aprensión. Uno de los mayores, si no el mayor, trabajo psíquico que el niño debe llevar a cabo, y que toma la mayor parte de su energía mental, es dominar su ansiedad. Por lo tanto, su inconsciente está primeramente interesado en aquellos objetos que alivian o excitan su ansiedad, y de acuerdo con esto producirá hacía ellos una transferencia positiva o negativa. En los niños pequeños la transferencia negativa se expresa a menudo inmediatamente como franco miedo, mientras que en los más grandes, especialmente en el período de latencia, toma la forma de desconfianza, reserva o simple disgusto. En su lucha contra el miedo a los objetos más cercanos, el niño tiende a referir este temor a objetos más distantes (ya que el desplazamiento es un modo de tratar la ansiedad) y a ver en ellos un representante de su padre y madre malos. Por esto el niño realmente neurótico, en el que predomina el sentimiento de estar bajo una constante amenaza de peligro es decir, que espera siempre encontrarse con el padre o madre «malos», reaccionará con ansiedad ante todos los extraños.
No debemos perder de vista la presencia de esta aprensión en niños pequeños e incluso, en cierto grado en los mas crecidos. Aun cuando comienzan por manifestar una actitud positiva frente al análisis debemos prepararnos a la manifestación de una transferencia negativa muy pronto, tan pronto como aparece un material complejo. Inmediatamente que el analista descubre signos de esta transferencia negativa debe asegurar la continuación del trabajo analítico, establecer la situación analítica, relacionándola a él mismo y retrotrayéndola al mismo tiempo a objetos y situaciones originarias por medio de interpretaciones y resolviendo así cierta cantidad de ansiedad. Su interpretación puede gravitar en algún punto de urgencia de su contenido inconsciente y abrir así una vía de entrada al inconsciente. El punto de urgencia se hará evidente por la multiplicidad y frecuente repetición, a menudo bajo diversas formas, de las representaciones del mismo «pensamiento de juego» (en el caso de Pedro, por ejemplo, vimos en su primera hora de análisis el arreglo alternado de vehículos y el continuo chocar de caballos, carros, etc.) y también por la intensidad de los sentimientos ligados a estas representaciones, porque esto es una medida del afecto que corresponde a su contenido. Si el analista descuida la urgencia de material de esta clase, a menudo el niño abandona el juego o muestra una fuerte resistencia o aun ansiedad manifiesta, y frecuentemente mostrará el deseo de abandonar el análisis. Así, con una interpretación hecha a tiempo es decir, cuando se interpreta el material tan pronto como es posible, el analista puede cortar la ansiedad del niño o reducirla también en aquellos casos en los que el análisis ha comenzado con una transferencia positiva. Cuando lo sobresaliente desde el comienzo es una transferencia negativa o cuando la ansiedad o la resistencia aparecen enseguida, hemos visto ya la absoluta necesidad de interpretar lo antes posible.
De lo dicho se desprende que lo importante es no sólo la oportunidad de la interpretación sino también su profundidad. Cuando tenemos en cuenta la premura del material presentado nos vemos obligados a determinar el origen no solamente del contenido de la representación sino también de la ansiedad y sentimiento de culpa asociados y su relación con las capas mentales movilizadas. Si tomamos como modelo el análisis de adulto y nos ponemos en contacto primero con los estratos superficiales de la mente  que son los mas  cercanos al yo y a la realidad fracasaremos en nuestro propósito de establecer la situación analítica y de reducir la ansiedad del niño. Durante mi experiencia he comprobado esto repetidas veces. Igualmente se comprueba en lo que se refiere a la mera traducción de símbolos, de interpretaciones que sólo tratan de representaciones simbólicas del material y no se interesan por la ansiedad o sentimiento de culpa asociado.
Una interpretación que no descienda a esas profundidades que han sido activadas por el material y la ansiedad concernientes, es decir, que no ataque el lugar donde la resistencia latente es más fuerte, intentando ante todo reducir la ansiedad donde es más violenta y más evidente, no tendrá ningún efecto sobre el niño, o sólo servirá para hacer surgir resistencias mayores sin poder llegar a resolverlas nuevamente. Pero como ya he tratado de explicar en mis conclusiones del análisis de Pedro, penetrando directamente en aquellos estratos profundos de la mente, de ninguna manera resolveremos completamente la ansiedad contenida allí, ni coartaremos el trabajo, aun por realizarse, en los estratos superiores donde el yo del niño y su relación con la realidad deben ser analizados. Este establecimiento de la relación del niño con la realidad, así como el reforzamiento de su yo, se logran sólo muy gradualmente y son el resultado, y no la condición previa, del trabajo analítico.
Hasta aquí he expuesto e ilustrado mi técnica de los análisis tempranos de tipo común. Desearía ahora considerar algunas dificultades menos usuales con las que me he encontrado y que me han obligado a adoptar métodos técnicos especiales. En el caso de Trude, cuya ansiedad era muy grande al principio, destacamos el hecho de que en ciertos pacientes el único medio para disminuir la ansiedad y poner en marcha el análisis era una rápida interpretación. El caso de Ruth , de 4 años y 3 meses, fue más instructivo en ese sentido. Era una de esas niñas cuya ambivalencia se manifestaba, por un lado, en su fuerte fijación en la madre y en algunas mujeres, y, por otra parte, en su fuerte antipatía por otras, generalmente desconocidas. Ya en sus primeros años, por ejemplo, no fue capaz de aceptar una nueva niñera y le era difícil hacerse amiga de otras niñas. No sólo sufría de una grave y no disfrazada ansiedad, que se manifestaba en forma de crisis de angustia y en otros síntomas neuróticos, sino que tenía una predisposición general a la timidez. Durante la primera hora se negó firmemente a permanecer sola conmigo. Decidí pues aceptar que su hermana mayor permaneciese con ella  durante la sesión. Mi intención era obtener de ella una transferencia positiva, en la esperanza de que fuera posible luego trabajar a solas con ella; pero todos mis esfuerzos, tales como jugar con ella o animarla a conversar, etc., fueron vanos. Cuando jugaba con sus juguetes se dirigía sólo a su hermana (aunque esta última trataba de hacerse lo menos visible), ignorándome por completo.

La técnica del análisis temprano, Melanie Klein