La tecnica del chiste (contin.2)

La tecnica del chiste 2

Es sin duda un juego con los dos significados de las palabras «ordinario» y «extraordinario»: por una parte, el que está dentro o fuera del ordo (orden, estamento) y, por la otra, competente {ordentticb} o destacado {ausserordentlich}. Ahora bien, la concordancia entre este chiste y otros ejemplos con que nos hemos familiarizado nos advierte que en él la acepción múltiple es mucho más llamativa que el doble sentido. En efecto, no se oye en la frase otra cosa que «ordentlich», que retorna una y otra vez, ora como tal, ora modificado en sentido negativo. Además, también aquí se ha consumado el artificio de definir un concepto por su expresión literal (véase «los celos son una pasión»; o, descrito con más precisión: definir uno por el otro dos conceptos correlativos, sí bien de manera negativa, lo cual da por resultado un artificioso entrelazamiento. Por último, también en este caso cabe destacar el punto de vista de la unificación, o sea que entre los elemeníos del enunciado se establece un nexo más íntimo que el que uno tendría derecho a esperar de acuerdo con su naturaleza. «El Bedel Sch[äfer] me saludó muy como a colega, pues él también es escritor y me ha mencionado a menudo en sus escritos semestrales; también me ha citado a menudo, y cuando no me encontraba en casa tuvo siempre la bondad de escribir la citación con tiza sobre mi puerta». Daniel Spitzer, en sus Wiener Spaziergänge, halló para un tipo social que floreció en la época de la especulación [tras la guerra francoprusianal esta caracterización, lacónica, pero sin duda muy chistosa: «Frente de hierro -caja de hierro- Diadema de Hierro» (esta última, una orden cuya imposición iba unida a la condición de noble). Una notabilísima unificación: todo es igualmente de hierro. Los significados diversos, pero que no contrastan entre sí de manera muy llamativa, del atributo «de hierro» posibilitan estas «acepciones múltiples». Otro juego de palabras acaso nos facilite la transición a una nueva variedad de la técnica del doble sentido. El colega chistoso antes mencionado fue autor del siguiente chiste en la época del asunto Dreyfus: «Esta muchacha me hace acordar a Dreyfus: el ejército no cree en su inocencia». La palabra «inocencia», sobre cuyo doble sentido se construye el chiste, tiene en un contexto el sentido usual con el opuesto «culpable», «delincuente», pero en el otro un sentido sexual, cuyo opuesto es la experiencia sexual. Ahora bien, existen muchos ejemplos de doble sentido de este tipo, y en todos ellos, para el efecto del chiste cuenta muy particularmente el sentido sexual. Acaso podría reservarse para este grupo la designación «equivocidad» {«Zweideutigkeit»}. Un notable ejemplo de un chiste equívoco de esta clase es el de Spitzer, ya comunicado: «En opinión de algunos, el marido debe de haber ganado mucho {viel verdient} y luego con ello se ha respaldado un poco {etwas zwrückgelegt}, mientras otros creen que su esposa se ha respaldado un poco {etwas zurückgelegt} y luego ha ganado mucho {viel verdient}». Pero si este ejemplo de doble sentido con equivocidad es comparado con otros, salta a la vista una diferencia que no deja de tener valor para la técnica. En el chiste de la «inocencia», cada uno de los sentidos de la palabra está tan cerca como el otro de nuestra aprehensión; en realidad, no se sabría distinguir si nos resulta más usual y familiar el significado sexual o el no sexual de la palabra. No así en el ejemplo de Spitzer: en este, uno de los sentidos de «se ha respaldado un poco», el sentido trivial, se nos impone con fuerza mucho mayor; recubre y por así decir esconde al sentido sexual, que a una persona no maliciosa podría escapársele. Para marcar la oposición citemos otro ejemplo de doble sentido en el que se renuncia a ese encubrimiento del significado sexual. Heine pinta el carácter de una complaciente dama: «No podía abschlagen nada, excepto su agua» {abschlagen, rehusar, y vulgarmente «orinar»}. Suena como una indecencia, apenas produce la impresión de chiste. (ver nota)(57) Pero también en chistes sin sentido sexual puede presentarse la peculiaridad de que los dos significados del doble sentido no nos resulten igualmente obvios, sea porque uno de los sentidos es en sí el más usual, sea porque lo privilegía su nexo con las otras partes de la oración (p. ej., «Cest le premier vol de l’aigle»; propongo designar a todos estos casos como de «doble sentido con alusión».. Ya llevamos conocido un número tan grande de diversas técnicas del chiste que temo que perdamos la visión de conjunto de ellas. Intentemos, pues, resumirlas: I. La condensación: a. con formación de una palabra mixta, b. con modificación. II. La múltiple acepción del mismo material: 11 c. todo y parte, d. reordenamiento, e. modificación leve, f. la misma palabra plena y vacía. III. Doble sentido: g. nombre y significado material, h. significado metafórico y material, i.doble sentido propiamente dicho (juego de palabras). j. equivocidad, k. doble sentido con alusión. Esta diversidad confunde. Podría inducirnos a lamentar el haber comenzado por los medios técnicos del chiste, y a sospechar que hemos sobrestimado el valor de estos para discernir lo esencial del chiste. Esta conjetura simplificadora tal vez tendría validez si no tropezara con un hecho incontrastable, a saber, que el chiste queda cancelado siempre, enseguida, cuando removemos lo que estas técnicas han onerado en la expresión. Por eso nos vemos precisados a buscar la unidad en esta diversidad. Debería ser posible compaginar todas estas técnicas. Como ya hemos dicho, no resulta difícil reunir los grupos segundo y tercero, Ahora bien, el doble sentido, el juego de palabras, no es más que el caso ideal de diversa acepción del mismo material. Este último es, evidentemente, el concepto más comprensivo, Los ejemplos de división, reordenamiento del mismo material y, acepción múltiple con modificación leve (c, d, e) se subordinarían al concepto de doble sentido, aunque no sin alguna dificultad. Pero, ¿qué relación de comunidad existe entre la técnica del primer grupo (condensación con formación sustitutiva) y la de los otros dos (acepción múltiple del mismo material) ? Pues bien; yo diría que una muy simple y nítida. La acepción múltiple del mismo material no es más que un caso especial de condensación; el juego de palabras no es otra cosa que una condensación sin formación sustitutiva; la condensación sigue siendo la categoría superior. Una tendencia a la compresión o, mejor dicho, al ahorro gobierna todas estas técnicas. Todo parece ser cuestión de economía, como dice el príncipe Haralet («Thrilt, thrift, Horatio!»). Examinemos este ahorro en los diversos ejemplos. «c,est le premier vol de l’aigle». Es el primer vuelo del águila. Sí, pero es un vuelo de rapiña. Por suerte para la existencia de este chiste, vol significa tanto «vuelo» como «robo». ¿Acaso no se ha condensado o ahorrado nada? Sin duda todo el segundo pensamiento, y por cierto que se lo ha dejado caer sin sustituto. El doble sentido de la palabra vol vuelve superfluo ese sustituto, o, dicho de manera igualmente correcta: la palabra vol contiene el sustituto del pensamiento sofocado sin que por eso a la primera frase le haga falta un añadido o un cambio. justamente en esto consiste el beneficio del doble sentido. Otro ejemplo: «Frente de hierro-caja de hierro-Diadema de Hierro». ¡Qué ahorro extraordinario con relación a un desarrollo del pensamiento en cuya expresión no se encontrara el «de hierro»!: «Con la necesaria desfachatez y falta de escrúpulos no es difícil amasar una gran fortuna, y naturalmente la nobleza será la recompensa por tales méritos». Así, en estos ejemplos es innegable la condensación y, por tanto, el ahorro. Debe podérselos pesquisar en todos. ¿Y dónde está el ahorro en chistes como «Rousseau-roux et sot», «Antigone-Antik? Oh, nee», en los que al comienzo echamos de menos la condensación, y que nos movieron más que otros a postular la técnica de la acepción múltiple del mismo material? Es cierto que aquí no salimos adelante con la condensación, pero si la trocamos por el concepto de «ahorro», que la comprende, lo conseguimos sin dificultad. No es difícil decir qué ahorramos en los ejemplos «Rousseau», «Antígona», etc. Nos ahorramos exteriorizar una crítica, formular un juicio, pues ambas cosas ya están dadas en el nombre mismo. En el ejemplo de pasión celos nos ahorramos componer trabajosamente una definición: «Eifersucht, Leidenschali» y «DIer sucht, Leiden schafit»; no hace falta más que completarlo con algunas palabras y ya está lista la definición. Algo parecido vale para todos los otros ejemplos analizados hasta ahora. En el que menos se ahorra, como en el juego de palabras de Saphir: «Sie kommen um Ihre 100 Dukaten», siquiera se ahorra reformular el texto de la respuesta; el texto de la pregunta basta para la respuesta. Es poco, pero en este poco reside el chiste. La acepción múltiple de las mismas palabras para la pregunta y para la respuesta pertenece indudablemente al «ahorrar». Es tal y como Hamlet quiere concebir la rápida sucesión de la muerte de su padre y las bodas de su madre: «Las comidas horneadas para el funeral se sirvieron, frías, en las bodas». Pero antes de suponer la «tendencia al ahorro» como el carácter más universal de la técnica del chiste y de preguntarnos de dónde proviene, qué intencionalidad tiene y cómo nace de ella la ganancia de placer, concederemos espacio a una duda que merece ser escuchada. Puede que toda técnica de chiste muestre la tendencia a obtener un ahorro en la expresión, pero lo inverso no es cierto. No todo ahorro en la expresión, no toda abreviación, es por eso solo chistosa. Ya habíamos llegado a este punto cuando aún esperábamos pesquisar en todo chiste el proceso de condensación; y en ese momento nos objetamos, justificadamente, que un laconismo no es todavía un chiste. Por tanto, tendría que ser un particular tipo de abreviación y de ahorro aquel del que dependiera el carácter de chiste, y mientras no lleguemos a conocer esa particularidad el descubrimiento de lo común en la técnica del chiste no nos hará avanzar en la solución de nuestra tarea. Además, tengamos la valentía de reconocer que los ahorros logrados por la técnica del chiste no pueden causarnos gran impresión. Acaso recuerden al modo en que ahorran ciertas amas de casa: para acudir a un mercado distante, donde las legumbres valen apenas unos centavos menos, gastan tiempo y el dinero del viaje. ¿Qué se ahorra el chiste mediante su técnica? Insertar unas palabras nuevas que las más de las veces habrían afluido fácilmente, a cambio de lo cual debe tomarse el trabajo de buscar una palabra que le cubra ambos pensamientos; y más todavía: si la expresión de uno de los pensamientos ha de proporcionarle el asidero para su síntesis con el segundo pensamiento, suele ser necesario que el chiste la trasmude antes a una forma insólita. ¿No habría sido más simple y fácil, y hasta un mayor ahorro, expresar los dos pensamientos como corresponde, aunque de esa manera no se produjese ninguna relación de comunidad en la expresión? ¿Acaso el gasto de operación intelectual no cancela con creces el ahorro en palabras manifestadas? ¿Quién es el que hace el ahorro, y a quién favorece este? Podemos escapar provisionalmente a estas dudas si situamos en otro lugar la duda misma. ¿Acaso ya conocemos realmente todas las variedades de la técnica del chiste? Por cierto que será más prudente reunir nuevos ejemplos y someterlos al análisis. De hecho, todavía no hemos considerado un importante grupo, quizás el más numeroso, de chistes, acaso influidos por el menosprecio con que se los suele desdeñar. Son los llamados comúnmente retruécanos (calembourgs) y juzgados la variedad inferior del chiste en la palabra, probablemente porque son los más «baratos», los que se hacen con poquísimo trabajo. Y en realidad son los que menores exigencias plantean a la técnica de la expresión, así como el genuino juego de palabras importa las mayores. Sí en este último los dos significados deben hallar expresión en la palabra idéntica y por eso casi siempre formulada una sola vez, en el retruécano basta que las dos palabras referidas a los dos significados se evoquen una a la otra por alguna semejanza, aun imperceptible, ya se trate de una semejanza general de su estructura, una asonancia al modo de una rima, la comunidad de las consonantes explosivas, etc. Una acumulación de tales ejemplos, no muy acertadamente llamados «chistes fonéticos», se encuentra en el sermón del capuchino en Wallensteins Lager: «Se ocupa más de la botella que de la batalla, Prepara más la panza que la lanza, Comerse prefiere a un buey que no a Frente de Buey. La corriente del Rhin se ha vuelto una corriente de aserrín, Los monasterios son cementerios, Los obispados están desertados, Y los países alemanes bendecidos están ahora todos pervertidos». Con particular preferencia modifica el chiste a una de las vocales de la palabra; por ejemplo: acerca de un poeta italiano enemigo del Imperio, pero a quien obligaron a festejar en hexámetros a un emperador alemán, dice Hevesi (1888, pág. 87): «Como no podía derrocar a los Cäsaren {césares}, eliminó al menos las Cäsuren (cesuras}». Entre la multitud de retruécanos que podríamos citar, acaso revista particular interés escoger un ejemplo realmente malo del que es culpable Heine. Luego de presentarse largo tiempo ante su dama como un «príncipe hindú», arroja la máscara y confiesa: «Señora, le he mentido. . .