La transferencia en psicoanálisis de niños

Maud Mannoni  – La transferencia en psicoanálisis de niños

Por más que analista se empeñe en apartar a los padres se encuentra atrapado en un discurso colectivo.
En el análisis de niños tenemos que vérnoslas con muchas transferencias (la del analista, la de los padres, la del niño). Las reacciones de los padres forman parte del síntoma del niño y, en consecuencia, de la conducción de la cura.
El niño enfermo forma parte de un malestar colectivo, su enfermedad es el soporte de un malestar colectivo, su enfermedad es el soporte de una angustia parental. Si se toca el síntoma del niño se corre el riesgo de poner brutalmente en descubierto aquello que en tal síntoma servía para alimentar (o colmar) la ansiedad del adulto. Sugerirles a los padres que su relación con el objeto de sus cuidados corre el riesgo de ser cambiada, implica suscitar reacciones de defensa y de rechazo.
Toda demanda de cura del niño cuestiona a los padres, y es raro que un análisis de niños pueda ser conducido sin tocar para nada los problemas fundamentales de uno u otro de los padres (su posición frente al sexo, la muerte, la metáfora paterna)
La transferencia está allí antes de que aparezca el analista. No se reduce a una pura relación interpersonal.
Toda demanda de curación de un niño enfermo hecha por los padres debe ser situada ante todo en el plano fantasmatico de los padres (y particularmente en el de la madre) y luego debe ser comprendida en el nivel del niño (¿se siente implicado por la demanda de curación? ¿Cómo utiliza su enfermedad en sus relaciones con el Otro?) El niño solo puede comprometerse en un análisis por su propia cuenta si se encuentra seguro de que está sirviendo sus intereses y no los de los adultos.
En un primer momento el niño llega como el otro imaginario de los padres. Por consiguiente, no puede asombrar que, en el plano de la transferencia se produzcan en los padres reacciones depresivas y persecutorias a medida que el niño existe de otro modo alienado en ellos.
Antes de que comience un análisis, ya pueden estar dispuestos los índices de la transferencia y luego el análisis se limita a llenar aquello que para ella estaba previsto en el fantasma fundamental del sujeto.
Para cambiar el curso de las cosas el analista tiene que ser conciente de aquello que más allá de la relación imaginaria del sujeto con su persona, se dirige a lo que por así decirlo ya se encontraba inscrito en una estructura antes de su entrada en escena. Aquí interviene la contratransferencia del analista.