La importancia de las palabras en el análisis temprano (1927): Melanie Klein

La importancia de las palabras en el análisis temprano (1927): Melanie Klein


Obras Completas de Melanie Klein
38. CONTRIBUCIONES BREVES
La importancia de las palabras en el análisis temprano
(1927)

He señalado en mis trabajos y conferencias que en su forma de
expresión el niño difiere del adulto en que actúa y dramatiza sus
pensamientos y fantasías. Pero eso no significa que las palabras no sean de
gran importancia, en la medida en que el niño las domine. Daré un ejemplo:
un niño de cinco años con gran represión de sus fantasías había sido
analizado durante un tiempo. La mayor parte del material lo había traído
mediante el juego, pero tendía a no darse cuenta de ello. Un día me pidió
jugar al comercio y que yo fuese quien vendía. Utilicé una técnica que es
importante para el niño que no está preparado para comunicar sus
asociaciones. Le pregunté quién debía ser, una señora o un señor, puesto
que tendría que dirigirse a mí al entrar al negocio. Me dijo que debía ser "el
señor Cookey-Caker" (Cocinerito-Tortero) y pronto encontramos que lo
que quería significar era aquel que cocina tortas. Yo debía vender
locomotoras, que representaban para él el nuevo pene. A sí mismo se llamó
"el señor Kicker" (pateador) y enseguida se dio cuenta de que eso
significaba patear a alguien. Le pregunté adónde había ido el señor Cookey-
Caker. Me respondió: "Se ha ido a algún lado". Pronto comprendió que el
Sr. Cookey-Caker había muerto por sus patadas. "Cocinar tortas"
representaba para él hacer niños de manera oral y anal. Luego de la
interpretación se dio cuenta de su agresión al padre y esta fantasía abrió
camino a otras en las que la persona contra quien peleaba era siempre el
señor Cookey-Caker. La palabra "Cookey-Caker" es el puente hacia la
realidad que el niño evita mientras trae sus fantasías sólo mediante el juego.
Siempre representa un progreso el hecho de que el niño reconozca la
realidad de los objetos a través de sus propias palabras.
Nota sobre "Un sueño de interés forense" (1928)
Para sustentar mis comentarios sobre el sueño comunicado por el Dr.
Bryan, me debo referir a ciertas propuestas teóricas que presenté en mi
trabajo para el último Congreso ("Estadíos tempranos del conflicto
edípico"), y que desarrollé más detalladamente en las clases que dicté aquí
en otoño.
En uno de los estadíos tempranos del conflicto edípico, el deseo de
tener relaciones sexuales con la madre y enfrentar al padre se expresa en
términos de los impulsos instintivos oral y anal-sádicos, que predominan en
esta fase del desarrollo. El niño tiene la idea de que penetrando el útero de
la madre lo destruye y se deshace del pene del padre. Este, de acuerdo con
una típica teoría sexual infantil, estaría permanentemente presente en el útero
(siendo el pene del padre la corporización de todo el padre en este estadío).
El modo como lo destruye es devorándolo.
Entremezclada con esta tendencia pero reconocible como diferente
hay otra cuyo fin es el mismo, es decir, destruir el útero materno y devorar
el pene, pero cuyo basamento es una identificación oral y anal-sádica con la
madre. De ella surge el deseo del niño de robar del cuerpo materno las
heces, los niños y el pene del padre. La angustia en este nivel es muy aguda,
puesto que está referida a la unión del padre y la madre, representados por
el útero y el pene, y ya he señalado que esta angustia es la base fundamental
de graves enfermedades mentales.
Mediante el análisis de niños he aprendido que el terror a la mujer con
pene (que tanta importancia tiene en la impotencia masculina) es en realidad
temor a la madre en cuyo cuerpo se asume que está el pene paterno. El
temor al padre (o a su pene) contenido en la madre, se desplaza al temor a
la madre. Mediante este desplazamiento, la angustia vinculada a ella y que
proviene de las tendencias destructivas dirigidas contra su cuerpo es
notablemente reforzada.
En el interesante caso presentado por el Dr. Bryan se expresa
claramente esta angustia. La madre, que en el sueño domina al paciente, le
exige que devuelva el dinero que le ha robado, y el hecho de que robara
dinero sólo a mujeres, muestra claramente la compulsión a robar los
contenidos del útero. De especial importancia también es el uso que le daba
al dinero robado. Es evidente que el paciente robaba el dinero para arrojarlo
por el inodoro, y la naturaleza obsesiva de esta conducta puede explicarse
por su angustia por reparar, por devolver a la madre (o al útero),
representada por el inodoro, lo que había robado.
Una de mis pacientes, en la que se probó que su grave neurosis
provenía de la angustia de que la madre destruyera su cuerpo, tuvo el
siguiente sueño: "Ella estaba en un baño y escuchó pasos; arrojó entonces
el contenido de una canasta (que representaba, como luego descubrimos,
heces, niños y el pene) rápidamente al inodoro. Pudo tirar el agua antes de
que entrara la madre. Su madre se había lastimado el ano y ella la ayudaba a
curar la herida." En este caso los impulsos destructivos contra la madre
habían hallado su expresión en forma de la lesión del ano.
No sólo fueron los robos de dinero, entonces, una repetición de
tempranos deseos anal-sádicos de robar a la madre, sino que también eran
provocados por la compulsión, motivada por la angustia, de repararla por
esos robos tempranos y devolver lo robado. Este último deseo se expresa
por arrojar el dinero en el inodoro.
El papel desempeñado por el padre en la angustia del paciente es
menos obvio, aunque puede demostrarse. Como he dicho, el temor que
sólo parece referirse a la madre también implica miedo al padre (pene).
Además, los robos se realizaron a continuación de una charla con el patrón
del paciente sobre las estafas en general, en la cual el jefe le expresó su
particular reprobación por delitos de esa clase. Esto demuestra claramente
cómo la necesidad de ser castigado por el padre contribuyó en gran parte a
que el paciente cometiera el delito. Más aun, lo que lo llevó a último
momento a reparar fue que temió ser descubierto por otro hombre, un
nuevo empleado; éste también representaba al padre, y lo que impidió al
paciente entrar en lucha (ser castigado) con el padre, hacia lo cual lo impelía
su intolerable angustia, fue precisamente su angustia por el padre.
A estos comentarios que hice cuando se presentó el sueño, me
gustaría agregar otros respecto de la historia del paciente, de la que me he
enterado recientemente. El temor infantil del paciente a la bruja sobre la
escoba, que lo lastimaría con algún instrumento y lo cegaría, o lo volvería
sordomudo, representa su temor a la madre con pene. En su fuga él viajó a
Escocia hacia la bruja, ostensiblemente porque su angustia, ahora
intolerable, lo impelía a tratar de arreglar las cosas con ella. Con todo, en
cuanto, su afán de reconciliación era con el padre dentro de la madre, se
hace claro por qué antes del viaje tuvo la fantasía de defender a una
muchacha del asalto sexual de un hombre. El objetivo de su viaje era
alcanzar el "sombrero" de la bruja (el pene). Pero al igual que más tarde, en
ocasión de los robos, a último momento se retuvo por el temor del otro
hombre, así en este viaje no alcanzó su objetivo final: una pelea con el pene
del padre. Al llegar a Edimburgo enfermó. Sus asociaciones mostraron que
esta ciudad representaba los genitales de la bruja; el significado era, pues,
que no debía avanzar más adentro. Esta angustia está acorde también con la
impotencia del paciente.
Como señaló el Dr. Bryan, el sueño de angustia a continuación de la
visita al dentista se basaba en la identificación con la madre. Su temor a una
terrible destrucción, una explosión, se debía a la naturaleza anal-sádica de
su identificación. Puesto que el paciente asumía que su incapacidad de
engendrar niños se debía a haber destruido y robado el útero materno,
anticipaba una destrucción similar de su propio cuerpo. Las acciones del
dentista representan la castración por el padre ligada a su identificación con
la madre. Esto también aparece en el recuerdo que surgió cuando el
paciente relató su sueño. Se vio parado en cierto lugar de un parque contra
el cual la madre lo había prevenido particularmente. Le dijo que hombres
malos podían atacarlo, de lo cual él dedujo que podían robarle el reloj.
La duda del paciente sobre cuándo y cómo podía o debía dejar el
parque se relaciona, como dice el Dr. Bryan en sus conclusiones, con su
angustia de ser atacado por el padre durante el coito con la madre, tanto
dentro como fuera del cuerpo de la madre.
Deducciones teóricas de un análisis de dementia praecox
en la temprana infancia (1929)
El caso de un niño demente de cuatro años de edad es la base de mi
investigación en la que mostré que la prematura y excesiva defensa del yo
contra el sadismo, en ciertas circunstancias, impide el desarrollo del yo y la
instauración de las relaciones con la realidad.
Crítica de "Woman’s Periodicity" de Mary Chadwick (1933)
Al comenzar, la autora nos remonta a la época prehistórica y nos
muestra el papel que tuvo la menstruación para el hombre y la mujer, para la
familia restringida o ampliada, para las comunidades pequeñas o grandes.
La menstruación siempre fue considerada por los hombres como un hecho
peligroso ante el cual reaccionaban con temor, angustia y desprecio.
Prevaleció la creencia de que el contacto con una mujer que menstrúa es
dañino, por lo que se impusieron severas restricciones para separar a la
mujer "impura" de la comunidad por varios días. La forma en que se la
excluía dependía de las diferentes tribus. Este exilio de la mujer que
menstrúa es una breve repetición de la exclusión de las adolescentes de la
comunidad, de acuerdo con los ritos de la pubertad, exclusión que puede
durar meses y hasta años y que aún se encuentra en tribus primitivas.
Chadwick muestra convincentemente que el temor de los primitivos a
la mujer que menstrúa es el miedo a la venganza de ciertos demonios, y que
esto es igual a la angustia de castración. Además demuestra cómo otro
grupo de fenómenos en épocas posteriores tienen el mismo origen, por
ejemplo el miedo a las brujas que llevó hasta a quemarlas. Aun en la
actualidad ciertas exigencias y prohibiciones religiosas tienen la misma
motivación. Esta angustia se expresa también en ciertas supersticiones,
como la de que las flores que son tocadas por una mujer que menstrúa se
marchitan.
Luego de esta introducción, la autora se refiere al presente y a lo
individual y una vez más muestra que todos debemos enfrentar angustias
similares. Se basan en el reconocimiento de la diferencia entre los sexos y
las señales "amenazantes" del ciclo femenino de hemorragias regulares.
Tarde o temprano todo niño descubre que los sexos son diferentes y que la
mujer menstrúa. Consciente o inconscientemente este conocimiento
provoca ideas angustiosas sobre la integridad de sus propios genitales.
Cada uno reacciona frente a este conocimiento de acuerdo con su propia
constitución, su desarrollo y su posible neurosis.
Chadwick describe en detalle lo que sucede en la mujer, el hombre,
los niños, el personal, etc., ya sea de modo manifiesto o latente, en ciclos
periódicos regulares, antes, durante o después de la menstruación de la
mujer. Enfatiza las peleas entre los distintos miembros de la familia causada
por la tendencia a la depresión y por la tensión nerviosa general de la mujer
que menstrúa.
Este libro describe dramáticamente cómo las actitudes comunes y
neuróticas del hombre y de la mujer respecto de la menstruación se
transmiten a los niños y cómo ellos, a su vez, demuestran el mismo tipo de
perturbaciones cuando crecen, básicamente a causa de la identificación, y
cómo transmiten los mismos problemas a la nueva generación. De ese
modo la neurosis es transmitida de generación en generación. Este libro
provee a padres y maestros una interesante información y puede ayudarlos a
comprender mejor este problema y a modificar sus actitudes, con lo que se
podría prevenir de ulteriores daños a la generación siguiente.
Algunas consideraciones psicológicas. Un comentario
(1942)
La Dra. Karin Stephen ha expuesto lúcidamente algunos aspectos de
la posición psicoanalítica. Hay otros que no cubrió, sin embargo, y que me
parecen pertinentes, tanto en relación con el origen del superyó como con la
tesis del Dr. Waddington.
Resumiré algunos hechos que he descubierto mediante el análisis de
niños y acerca de los cuales quiero llamar vuestra atención.
El sentimiento de "bueno" surge en la mente del niño por la
experiencia de sensaciones placenteras o, por lo menos, por verse libre de
estímulos dolorosos externos e internos. Por lo tanto, la comida es
particularmente buena puesto que produce gratific ación y alivio. Malo es
aquello que causa dolor y tensión, no gratifica las necesidades ni los
deseos. Desde que al comienzo no existe casi la diferenciación "yo", "no
yo", lo bueno interno y externo y lo malo interno y externo son para el niño
casi idénticos. Muy pronto el concepto (aunque esta palabra abstracta no
refleja el proceso, que es mayormente inconsciente y emocional) de bueno y
el de malo se extienden a la gente que lo rodea. Los padres se ven imbuidos
de bondad y maldad de acuerdo con los sentimientos del niño; luego son
vueltos a internalizar en el yo y, en la mente, su influencia determina la
concepción individual de bueno y malo. Este movimiento de ida y vuelta
entre la proyección y la introyección es un proceso continuo mediante el
cual, en los primeros años, se establecen las relaciones con personas y al
mismo tiempo se va instalando el superyó.
La capacidad del niño de instaurar en su mente en primer lugar a sus
padres y luego a otra gente como si fueran parte de si mismo se debe a dos
causas: por un lado, los estímulos externos e internos al comienzo son
indiferenciados e intercambiables; por el otro, la avidez del bebé, su deseo
de internalizar lo bueno externo, aumenta los procesos de introyección de
tal modo que ciertas experiencias del mundo externo simultáneamente se
hacen parte de su mundo interno.
Los primeros sentimientos de amor y de odio del bebé se centran en
la madre. El amor se desarrolla como respuesta a su amor y cuidado; el
odio y la agresión son estimulados por la frustración y la incomodidad. Al
mismo tiempo, la madre se convierte en el objeto sobre quien proyecta sus
propias emociones. Al atribuir a sus padres sus propias tendencias sádicas
desarrolla el aspecto cruel de su superyó (como ya señaló la Dra. Stephen);
pero también proyecta en las personas de su ambiente sus sentimientos de
amor y así desarrolla la imagen de padres buenos y amantes. Desde el
primer día de vida estos procesos son influidos por las actitudes reales de
la gente que lo cuida, y las experiencias externas interactúan con las internas
constantemente. Al dotar a sus padres con sus sentimientos amorosos y
construir luego un "yo ideal", el niño lo hace impulsado por necesidades
mentales y físicas imperativas. Moriría sin el cuidado y el alimento
maternos, y todo su bienestar mental y su desarrollo dependen de que
pueda establecer firmemente en su psique la existencia de figuras buenas y
protectoras.
Los distintos aspectos de su superyó derivan del modo como
concibe a sus padres durante su desarrollo. Otro importante elemento en la
formación del superyó son sus sentimientos de rechazo a sus propias
tendencias agresivas, rechazo que experimenta inconscientemente en los
primeros meses de vida. ¿Cómo explicamos esta lucha tan temprana de una
parte de la mente contra otra, esta tendencia a la autocondena que es la raíz
de la conciencia? Un motivo poderoso es el temor inconsciente de que sus
impulsos violentos prevalezcan y produzcan la destrucción de sus padres y
de sí mismo; no olvidemos que en su mente sus deseos y sentimientos son
omnipotentes y que los dos padres se han convertido en una parte integral
de sí mismo (superyó).
El abrumador miedo de perder a aquellos que ama y necesita pone en
marcha en su mente no sólo la restricción de su agresión sino la tendencia a
preservar a los objetos que ataca en su fantasía, a repararlos por los daños
causados. Esta tendencia a reparar da impulso y dirección a la creatividad y
a todas las actividades constructivas. Algo más se añade a la concepción de
bueno y malo: "bueno" es también aquello que preserva, repara o recrea los
objetos amenazados por su odio o que fueron dañados por su agresión;
"malo" es su odio dañino.
Las actividades constructivas y creadoras, los sentimientos sociales y
cooperativos son sentidos entonces como moralmente buenos y son, por
consiguiente, los medios más importantes para superar los sentimientos de
culpa. Cuando se han unido los distintos aspectos del superyó (como
sucede en personas maduras y equilibradas), el sentimiento de culpa no ha
desaparecido, sino que, en unión con los medios para neutralizarlo, se ha
integrado a la personalidad. Si la culpa es muy intensa y no puede manejarse
adecuadamente, puede llevar a acciones que generen más culpa (como en
los criminales) y ser la causa de desarrollos anormales de todo tipo.
Cuando en la mente se han afirmado los imperativos "No mataras"
(en especial los objetos amados) y "Salvarás de la destrucción" (también a
los objetos amados, y en especial de la agresión del propio niño), se
establece una pauta ética que es universal y el rudimento de todos los
sistemas éticos, pese a todas las variantes y distorsiones y aun reversiones
de dichos imperativos. El objeto amado original puede ser reemplazado por
cualquiera de los múltiples objetos de interés humano: un principio
abstracto o un problema pueden representarlo, y ese interés parecerá
entonces muy alejado de los sentimientos éticos. Un coleccionista, un
inventor o un científico pueden sentirse capaces de cometer un crimen para
lograr su propósito; en su mente, este particular interés o problema
representa en su inconsciente el objeto amado original y por consiguiente
debe ser salvado o recreado; todo aquello que lo impida es malo.
Un primer ejemplo de distorsión, de transformación en lo opuesto, es
la actitud nazi. Allí la agresión y el agresor son amados y admirados, y los
objetos atacados son malvados y por lo tanto deben ser destruidos. La
explicación de esta reversión podemos hallarla en la temprana relación
inconsciente hacia las primeras personas atacadas y dañadas en la fantasía.
El objeto se torna en perseguidor potencial porque se teme que la retaliación
venga con los mismos medios con que se atacó. La persona dañada, sin
embargo, es idéntica a la persona amada que debe ser protegida y reparada.
El miedo excesivo tiende a aumentar la concepción de que la persona
dañada es un enemigo, y entonces el odio prevalecerá sobre el amor;
además, el amor será distribuido de manera que provocará una depravación
del superyó.
Debo mencionar aun un paso más en la evolución de lo bueno y lo
malo en la mente individual. Como ya señaló la Dra. Stephen, la madurez y
la salud mental son "buenas". (La madurez armoniosa, sin embargo, aunque
"buena" en si misma, no es la única condición para la "bondad" adulta,
pues hay varios órdenes de "bondades", aun en gente cuyo equilibrio
mental está perturbado.) El equilibrio mental y la armonía, también la
felicidad y la alegría, implican que el superyó se ha integrado al yo, lo que a
su vez significa que los conflictos entre ambos han disminuido y que
estamos en paz con el superyó. Esto implica haber logrado armonía con los
que amamos y odiamos por primera vez y de quienes deriva el superyó.
Hemos recorrido un largo camino desde los tempranos conflictos y
emociones, y los objetos de nuestro interés y nuestros objetivos han
cambiado muchas veces, siendo cada vez más elaborados y
transformándose en el proceso. Por más alejados que nos sintamos de
nuestra dependencia primaria, por más satisfechos que nos hallemos por la
realización de nuestras exigencias éticas, en la profundidad de nuestra mente
persisten nuestros primeros deseos de preservar y salvar a nuestros padres
y de reconciliarnos con ellos. Existen muchas maneras de obtener
satisfacción ética, mediante objetivos sociales y cooperativos, o aun por
intereses muy alejados del mundo externo y, sin embargo, cuando mediante
su consecución experimentamos el sentimiento de bondad moral, en nuestra
mente inconsciente lo que realizamos es la reconciliación con los objetos
originales de nuestro amor.