Las causas de la histeria

Las causas de la histeria: vivencias sexuales infantiles. Formaciones del inconciente: operaciones fallidas, recuerdos encubridores.

La posición femenina va a mostrar aquello que falta.

En los siglos XVI y XVII la inquisición sostenía que la mujer era una bruja que se acostaba con el diablo. En el siglo XIX se tomaba a la mujer como un enigma y a la histeria como algo propio del sexo femenino, no era un tema absolutamente médico.Charcot trata de empujar a la histeria fuera de la naturaleza femenina. Briquet: escribe sobre la histeria. acopla sus estudios médicos con la situación de la época, responden las mujeres las mujeres con estos síntomas por ser más sensibles. es una enfermedad que se ubica en el encéfalo. Introduce la posibilidad de que la histeria no sólo se reserva a la mujer ( medicina positivista del siglo XIX).

Freud toma a la histeria como una posición importante para la persona ( tanto hombre como mujer. divide en tres grandes estructucras clínicas del psicoanálisis: obseción, histeria, fobia. La estructura como una marca fundante del sujeto, nadie nace con una estructura ya dada sino que se construye. La preocupación era por la etiología de la histeria ( su origen).

Para la curación de un estado patológico como la histeria se emprende el camino de la investigación anamnésica ( anamnesis: conjunto de informaciones sobre un enfermo relativas a su historia personal y su enfermedad). Los enfermos reconocen ellos mismos la contracción de aquellos síntomas neuróticos.

La escuela de Charcot sostenía que sólo la herencia merece ser reconocida como la única causa eficiente de la histeria. Un segundo camino para alcanzar la etiología de la histeria era abanzar desde los sçintomas hasta la noticia sobre la causa. Si uno quiere hacer hablar a los síntomas de una histeria como testigos de la historia genética de la enfermedad deberá partir del descubrimiento de Breuer que consideraba que los sínmtomas de la histeria deriban de su determinismo de ciertas vivencias de eficacia traumáticas que el e nfermo ha tenido, cmo símbolos mnémicos de los cuales ellos son reproducidos en su vida psíquica. Se deberá aplicar del procedimiento de Breuer para reorientar la atención del enfemo desde el síntoma hasta la escena en la cual y por la cual el síntoma se engendró; y , tras la indicacion del enfermo se elimina el síntoma establecido, a raíz de la reproducción de la escena traumatica ( una rectificación de efecto retardado del decurso psíquico de entonces). Por el estudio de la escena traumática se averigua que influjos produjeron los síntomas y de qué modo lo hicieron. Esta escena traumática debe satisfacer dos condiciones, la recondución de un síntoma histérico a una escena traumática sólo conlleva una ganancia para el entendimiento si esa escena posee idoneidad determinadora y fuerza traumática. Algunas veces ocurre que la escena traumática en que el síntoma se engendró reune estas dos condiciones pero con una frecuencia mucho mayor se hallan realizadas una de las tres posibilidades que tan desfavorables son para el entendimiento: 1_ La escena a la cual nos lleva el análisis y en que el síntoma apareció por primera vez no resulta idónea (apta) para determinar el síntoma pues su contenido carece de todo nexo con la índole de este. 2_ O bien la vivencia supuestamente traumática, aún poseyendo un nexo de contenido resulta ser una impresión de ordinario inofenciva, que no suele tener eficacia. 3_ O la escena traumática nos desconcierta en ambos sentidos apareciendo como inofenciva y también carente de nexo con la especificidad del sintoma histérico.

La concepción de los síntomas histéricos de Breuer: éste, siguiendo a Charcot sostenía que también una vivencia inofenciva puede llegar a ser un trauma y desplegar fuerza determinadora si afecta a la persona en una particular complexión psíquica, el llamado estado hipnoide. Sin embargo, Freud halla que a menudo falta todo asidero para presuponer tales estados hipnoides, que la doctrina de los estados hipnoides no ayuda en nada para solucionar la tan común falta de idoneidad determinadora en las escenas traumáticas.

Los síntomas se solucionan cuando desde ellos hallamos el camino hasta el recuerdo de la escena traumática. En el análisis, cuando la scena hallada primero es insatisfactoria se dice al enfermo que esta no explica nada pero es fuerza que tras ella se esconde una vivencia anterior más sustantiva y se guía su atención hacia los hilos asociativos que enlazan el recuerdo hallado y el por hallar. es como si la acción conjugada de ambas escenas posibilitaran el cumplimiento del postulado: la primera escena proprcionaría la fuerza traumática por el terror y la otra por su contenido, el efecto determinador. La cadena asociativa consta siempre de más de dos eslabones. La escena traumática no forma unos nexos simples sino unnos nexos ramificados pues a raíz de cada nueva vivencia se esconden dos o más vivencias tempranas como recuerdos; comunicar la resolución de un sólo síntoma coincide con la tarea de exponer un historial clínico completo. Ningún síntoma histérico puede surgir de una vivencia real sola sino que todas las veces el recuerdo de vivencias anteriores, despertado por vía asociativa, coopera en la causación del síntoma. Es sorprendente que unos síntomas histéricos sólo puedan gennerarse bajo la cooperación de unos recuerdos, sobre todo si se considera que estos últimos no habían entrado en la conciencia en el momento en que el síntoma se ptresentó por primera vez.

No importa el caso o el síntoma del cual uno haya partido, infaliblemente se termina llegando al ámbito del vivenciar sexual. Así Freud ha descubierto una condición etiológica de síntomas histéricos. Charcot y Breuer estaban lejos de una premisa así. La etiología de la histeria residiría en la vida sexual. En el único intento explicativo para el mecanismo fisilógico y psíquico de la histeria, la injerencia de unas fuerzas pulsionales sexuales se han convertido en premisa indispensable. Se llega finalmente al ámbito del vivenciar sexual y a unas pocas vivencias que las más de las veces pertenecen a un mismo período de la vida, la pubertad. Entonces esas vivencias halladas, esas vivencias traumáticas que parecen últimas, tienen sin duda en común dos caracteres: sexualidad y período de la pubertad. Sin embargo, algunas de las vivencias sexuales de la pubertad muestran luego una insuficiencia apta para incitar a proseguir el trabajo analítico, por que sucede que estas vivencias pueden carecer de idoneidad determinadora. Al seguir investigando se llega así a la época de la niñez temprana, la época anterior al desarrollo de la vida sexual, lo que parece entrañar una renuncia a la etiología sexual. Pero es que unos influjos que afectan al órgano todavía no evolucionado causan a menudo efectos más serios y duraderos que los que podrían desplegarse en la edad madura. Quizás en la base de la reacción anormal frente a impresiones sexuales, con la cual los histéricos nos sorprende en la época de la pubertad, se hallen de manera universal unas vivencias sexuales de la niñez.

Las vivencias infantiles: éstas son a su vez de caracter sexual pero d índole mucho más uniforme que las escenas de la pubertad anteriormente halladas, en ellas ya no se trata del despertar del tema sexual por una impresión sensorial cualquiera, sino una experiencia sexual en el cuerpo propio, de un comercio sexual.

La tesis es que en la base de todo caso de histeria se encuentran unas o varias vivencias de experiencia sexual prematura y perteneciente a la tempranísima niñez.

Freud puede clasificar los casos en tres grupos de acuerdo con el origen de la estimulación sexual: 1_ Se trata de atentados únicos o al menos de abusos aislados, las mas delas veces perpetrados en niñas por adultos extraños a ellas (evitando un daño mecánico grosero), en tales casos no se contó para nada con la aquiescencia de los niños, y como secuela inmediata prevaleció el terror. 2_ Casos, mucho más numerosos, en que una persona adulta cuidadora del niño introdujo al niño en el comercio sexual y mantuvo con él una relación amorosa formal (plasmada también en el aspecto anímico) a menudo durante años. 3_ Casos que pertenecen a relaciones infantiles genuinas, vínculos sexuales entre dos niños de sexo diferente, la mayoria de ellos entre hermanitos, que a menudo continuaron las más persistentes consecuencias para la pareja en cuestión. Cuando había una relación entre dos niños, en ciertos casos se llegó a probar que el varón ( que desempeñaba aquí el papel agresivo) había sido sediucido antes por una persona adulta del sexo femenino, y luego buscó repetir en la niñita justamente las mismas prácticas que había aprendido del adulto, sin emprender él mismo una modificación autónoma en la variedad del quehacer sexual. Freud se inclinó a suponer que sin seducción previa los niños no podrían hallar el camino hacia unos actos de agresión sexual. Según eso, el fundamento para la neurosis sría establecido en la infancia siempre por adultos, y los niños mismos se transferirían entre sí la predisposición a contraer luego una histeria.

Para que la enfermedad devenga manifiesta es necesario que se sobrepasen ciertos valores de umbral. El estallido de la histeria se deja reconducir a un conflicto psíquico: Una representeción inconciliable pone en movimiento la defensa del yo e invita a la represión. Freud en un momento anterior no sabía indicar las condiciones bajo las cuales ese afán defensivo tiene el efecto patológico de esforzar de manera efectiva hacia lo inconciente el recuerdo penoso para el yo; y crea en su lugar un síntoma histérico. Ahora lo explica diciendo que la defensa alcanza ese propósito suyo de esforzar fuera de la conciencia la representación inconciliable cuando en la persona en cuestión, hasta ese momento sana, están presentes unas escenas sexuales infantiles como recuerdos inconcikentes, y cuando la representación que se ha de reprimir pueden entrar en un nexo lógico o asociativo con una de las tales vivencias sexuales infantiles.El afán defensivo del yo depende de toda la formación moral e intelectual de la persona. No importa la sola existencia de las vivvencias sexuales infantiles cuenta también una condición psicológica. Estas escenas tienen que estar presentes como recuerdos inconcientes, sólo en la medida en que son inconcientes pueden producir y sustentar síntomas histéricos, por lo tanto los síntomas histéricos son retoños de unos recuerdos de eficacia inconciente.

Si sostenemos que unas vivencias sexuales infantiles son la condición básica, la predisposición para la histeria; que ellas producen síntomas histéricos, pero no de una manera inmediata, sino que al principio permanecen inmeficientes y sólo cobran eficiencia luego, cuando pasada la pubertad son despertadas como unos recuerdos inconcientes.

Freud hablaba de la edad en que empieza la formación de los sintomas histericos y dice que la formación de los síntomas histéricos empieza regularmente con el octavo año, supone que en ese período de la vida forma para la histeria una frontera, traspuesta la cual su causación se vuelve imposible. Si alguien no tiene unas vivencias sexuales más tempranas, a partir de ese momento ya no puede quedar predispuesto a la histeria, y quien la tenga puede desarrollar ya unos síntomas histericos.

Para formar un sintoma histerico: tiene que estar presente un afán defensivo contra una representación penosa, además, esta tiene que mostrar un en lace lógico o asociativo con un recuerdo inconciente a través de pocos o muchos eslabones, que en ese momento permanecen por igual inconcientes. Aquel recuerdo inconciente sólo puede ser de comntenido sexual , y su contenido es una vivencia sobrevenida en cierto período infantil.

Una de las reglas de la formación de los síntomas histericos: se escoge como síntoma aquella representación cuyo realce es el efecto conjugado de varios factores, que es evocada desde diversos lados; esto es lo que Freud ha intentado formular: los síntomas histericos están sobredeterminados.