Las marcas del desamor

Las marcas del desamor

Por Liliana Szapiro, Natalia Eandi Bonfante, Maria Fernanda Fioranelli, Claudia Moggia, Diana
Ramos, Lucila Rodriguez, Sandra Simon, Mercedes Sánchez y Ana Laura Vallejo.

Singularidades de la clínica con adolescentes en nuestros tiempos

El lugar que un sujeto ha tenido en el Deseo del Otro es
central en el destino de ese sujeto. Este alojamiento en el
deseo de otro que es responsable de su venida al mundo,
es fundamental para que un sujeto pueda constituirse como
tal, para que pueda hablar, pensar y aprender. Si un padre no
quiere o no puede alojar a su hijo en su deseo, este quedará
perdido, a “la deriva”. Esto va a tener graves consecuencias
en la estructuración simbólica de un sujeto.
Los trabajos presentados en la mesa de las jornadas El
Psicoanálisis hoy, titulada “Las marcas del desamor.
Singularidades de la clínica con adolescentes en nuestros
tiempos”, dan cuenta de estas consecuencias y apuestan a
su transformación.

Introducción
En la conferencia “Las marcas del desamor: Singularidades
de la Clínica con adolescentes en nuestros tiempos” que
tuvo lugar en el marco de las jornadas El psicoanálisis
hoy, organizadas por la agrupación de graduados
Convergencia Académica, transmitimos las hipótesis
centrales que orientan el trabajo que hemos llevado a cabo en
conjunto entre la Asociación Civil Proyecto Asistir y la Práctica
profesional de la Facultad de Psicología de la UBA “Clínica
con púberes y adolescentes en el Hospital”,que ha formado
parte del proyecto UBANEX de la Secretaría de Extensión
Universitaria de la UBA “Intervenciones con jóvenes en
situación de vulnerabilidad. Promoción de la dignidad de las
personas y prevención de la violencia”.
La idea directriz que enmarca este proyecto es que el lugar
que un sujeto ha tenido en el Deseo del Otro es central en el
destino de ese sujeto. Este alojamiento en el deseo de un otro
que es responsable de su venida al mundo, es fundamental
para que un sujeto pueda constituirse como tal, para que
pueda hablar, pensar y aprender. Pensamos que si un padre,
madre (o quien ocupe su lugar) no quiere o no puede alojar
a su hijo en su deseo, este quedará perdido, a “la deriva”.
Esto va a tener graves consecuencias en la estructuración
simbólica de un sujeto.
Los trabajos que presentamos en las Jornadas El
Psicoanálisis hoy intentaron dar cuenta de la problemática
de los niños y adolescentes que se encuentran, de alguna
manera, “a la deriva”, sujetos que están posicionados en un
lugar desvalorizado para sus padres y la sociedad, sujetos
que se han instalado en esa posición de objeto de desecho y
desde ese lugar no piensan, solo actúan.
La apuesta de cada uno de los psicoanalistas que
participaron en la mesa de las jornadas es intervenir para
que estos jóvenes puedan abandonar esa posición. Así,
los trabajos presentados por Liliana Szapiro, Natalia Eandi
Bonfante, María Fernanda Fioranelli, Claudia Moggia, Diana
Ramos, Lucila Rodriguez, Sandra Simón, Mercedes Sánchez
Sarmiento y Ana Laura Vallejo dieron cuenta de esa apuesta.
En esta oportunidad nos centraremos en el desarrollo de uno
de los trabajos, elaborado por Liliana Szapiro.
Del alojamiento de un sujeto en el deseo de quienes han
sido responsables de su venida al mundo
Para comenzar esta reflexión referida a las intervenciones
con relación a sujetos que han sido alojados hábilmente en
el campo del Otro, vamos a recordar algunos aspectos del
texto de la obra de teatro de Frank Wedekind “El despertar
de la primavera”.
Dicha obra se lleva a cabo en el marco de un medio pequeño
burgués de comienzos del siglo XX, se basa en la problemática
de la pubertad y reflexiona acerca de la respuesta subjetiva
frente a la posibilidad efectiva de realizar el acto sexual y de
ser padre.
Recordemos a los amigos Melchor y Mauricio: Frente a
la coyuntura de enfrentarse con el acto sexual, Mauricio
retrocede y toma la decisión de suicidarse; Melchor, en
cambio, avanza y la primera vez que tiene relaciones sexuales
deja, sin saberlo, embarazada a una joven llamada Wanda.
La madre de la niña decide forzar un aborto en el que la joven
muere desangrada.
En el último acto de la obra, ambos jóvenes se encuentran en
el cementerio: Mauricio, que se ha quitado la vida, aparece
transmutado en un fantasma y Melchor vaga por entre las
tumbas, deseando quitarse la vida por la culpa que le produce
la muerte de Wanda.
Mauricio quiere convencer a Melchor de las bondades de
la muerte y llevarlo con él. Aparece, entonces, el personaje
del “enmascarado”, que arranca a Melchor de Mauricio y le
ofrece conducirlo y respaldarlo en los caminos de la vida. Le
dice el enmascarado a Mauricio: “vete de aquí” y cuando el
joven le reclama que no había intervenido cuando él decidió
matarse, él le dice que sí lo hizo pero que Mauricio no lo
escuchó porque no pudo. “Porque tú no eres Melchor” le
dice el enmascarado. Melchor consiente a la intervención de
quien en la obra propicia el camino hacia el deseo. Mauricio
no consiente, el enmascarado se le aparece bajo la figura de
una tentadora mujer en el momento previo a su suicidio y él
no responde al llamado de esa mujer, la deja ir y se mata.

¿Cómo podemos pensar esta cuestión?

Planteamos una hipótesis: durante el entierro de de Mauricio,
el padre grita “¡el niño no era mío, el niño no era mío! ¡Nuca
me gustó, ni de pequeño!”.
Wedekind no era psicoanalista, ni la obra un caso clínico,
pero hay algunas reflexiones que nos gustaría plantear en
relación al alojamiento en el Deseo del Otro. Podemos pensar
que Mauricio ha sido alojado lábilmente desde un inicio en
el Deseo del Otro, el padre no lo reconoce en tanto hijo y lo
rechaza desde que nace. No sucede lo mismo con Melchor,
lo que marca para ellos destinos diferentes: el primero se
enamora de la muerte y no puede aceptar la intervención
del enmascarado, el segundo consiente a la misma y puede
advenir al camino del deseo.
En la clínica de nuestros tiempos nos encontramos cada vez más
con sujetos que han sido, desde el inicio, precariamente alojados
en el Deseo del Otro. Nos preguntamos qué consecuencias
trae esta cuestión en su estructuración psíquica y también
acerca de nuestras intervenciones.
Estamos pensando cómo intervenir en estos casos desde el
psicoanálisis, para que el destino de estos sujetos no sea el
suicidio, para que consientan en determinada coyuntura vital
al dispositivo analítico que a la manera de la intervención del
“enmascarado” de Wedekind propicie el camino de su deseo.

Vamos a pensar algunas cuestiones en relación a dos viñetas clínicas:

Carolina consulta a partir de la demanda de la escuela. Se
ha tirado de las escaleras diciendo que no quiere vivir. Tiene
nueve años. Es derivada al tratamiento en la Fundación
Asistir. Lo primero que dice es que su madre se ha ido a vivir
a un país europeo, dejando a ella y a su hermano con su
padre. El padre y la madre de Carolina habían comenzado su
relación mientras aún estaban casados con otras personas.
Carolina nació cuando la madre todavía estaba casada con
su primer marido. Lleva el apellido de este, pese a no ser ese
señor su padre biológico, sino Horacio, con quien convive
actualmente. Al poco tiempo, los padres se separaron de sus
respectivas parejas y se fueron a vivir juntos.
La madre terminó abandonando a Horacio y a sus hijas (a
Carolina y a la hija de su primer matrimonio) y se fue a un país
europeo a ejercer la prostitución. Cabe destacar que al inicio
del tratamiento de Carolina la analista cita al padre a una
entrevista, en esta lo interroga acerca de cuáles pensaba él
que podían ser los motivos que habrían conducido a Aurora,
la madre de Carolina, a abandonar a sus hijas. Con mucha
naturalidad responde: “Muy simple. Quería cobrar en euros”
En el momento de la consulta Carolina está muy triste, quiere
morirse y no puede entender nada en el colegio. Comienza
un trabajo analítico en el cual ella puede interrogar el deseo
de la madre, porqué la madre la abandonó. Esta interrogación
la lleva a construir la historia de la madre, quien fue a su vez
abandonada por su propia madre, que había dicho que si el
bebé era un varón se quedaba con él, si era mujer lo daba a
la vecina. La madre de Carolina, Aurora, repite a lo largo de
su vida este abandono. Abandona así a sus hijas mujeres, y
cuando se va al exterior, sólo lo hace acompañada por su hijo
varón. Interrogar el deseo de la madre posibilitó a Carolina la
caída de su identificación al padre, quien melancólicamente
seguía extrañando a esa mujer que lo abandonó. Por otra
parte, ante la insistencia de Carolina, su padre ha iniciado los
trámites en la Defensoría para poder darle su apellido.
Carolina comienza a “entender” los conceptos en la escuela.
Julia tiene en el momento de la consulta 16 años. Ha
padecido varias internaciones psiquiátricas y los psiquiatras
la han diagnosticado como esquizofrénica. Comienza un
tratamiento en la Asociación Civil Proyecto Asistir al que
asiste de manera irregular.
Vive, al momento de la consulta, con su madre y su hermano.
La madre le dice a la analista que mantiene la casa a mediante
su trabajo de venta de perfumes, pero Julia plantea que su
madre trabaja de prostituta. De su padre dice que lo ha visto
pocas veces en la vida, que nunca se interesó por ella.

Julia pasa gran parte del día durmiendo y sin ver a nadie. Dejó
de asistir a la escuela meses antes de la consulta. Sueña con
volver a ver al amor de su vida que murió en un accidente;
se trata de un muchacho varios años mayor que ella, casado
y con hijos, del cual ella se enamoró. Se tatuó su nombre,
Martín, en el pecho. Le dice a la analista que mientras Martín
vivía lo esperaba durante días y semanas, mañana, tarde
y noche sentada en la terraza. Algunas veces Martín venía
a verla en la madrugada. Dice que esos encuentros eran
maravillosos. Piensa que Martín va a volver y van a poder
estar juntos.
A partir de lo trabajado en unas pocas entrevistas con la
analista, Julia comienza la búsqueda de su padre por Internet,
encontrándolo en un sitio web. Dice que su padre le ha
ofrecido pagarle un viaje a Estados Unidos, lugar dónde este
reside, para que puedan pasar un tiempo juntos. Pasa gran
parte del día conversando por Internet con su padre. Por otra
parte, manifiesta deseos de volver a la escuela y retomar sus
estudios. Realiza este deseo inscribiéndose en una escuela
pública y asistiendo a las clases. Comienza a establecer lazos
afectivos con algunos de sus compañeros.
En una oportunidad, concurre muy preocupada a la entrevista
con la analista, porque había invitado a una compañera a
su casa y la madre les dijo que no se podían quedar en el
departamento porque no había lugar. Les dijo que se fueran
a conversar a la calle. Cabe destacar que en ese momento
era invierno y hacía muchísimo frío. La analista le pregunta si
quiere que hable con la madre para que esta acepte permitirle
recibir a su amiga en la casa; ante su consentimiento, cita a
una entrevista a la madre.
En dicha entrevista la madre dice que no puede aceptar
que Julia invite a una amiga porque la casa es muy chica,
solo tiene dos ambientes y si viene la amiga ella se tiene que
quedar en la cocina. Por otra parte, dice que Julia es sucia y
vuelca la yerba del mate que luego tiene que limpiar ella. No
ve inconveniente en que Julia y su amiga se encuentren en la
calle, con una temperatura de cero grados.
Además, la madre le aclara a la analista que ha decidido
prohibir a Julia continuar el diálogo cibernético con su padre,
ya que piensa que este quiere seducirla sexualmente. La
analista la interroga acerca de este planteo y acerca de la
dificultad que manifiesta de propiciar el naciente deseo de
Julia de establecer lazos nuevos con algún amigo.
Dos días después de esta entrevista, la madre llama a la
analista para decirle que ha decidido solicitar en un hospital
psiquiátrico asistencia domiciliaria para Julia. Aclara que
esto se debe a que Julia no asiste a sus sesiones con la
terapeuta con regularidad. Parece no importarle la opinión de
la analista al respecto, quien le aclara que está dispuesta a
seguir atendiendo a Julia pese a que asiste a sus sesiones en
horarios que no son los convenidos y le dice que no tiene que
preocuparse, porque ella va a saber hacer con eso. La madre
no escucha a la analista y sostiene su decisión de interrumpir
el tratamiento psicoanalítico de Julia.
No le es permitido a la analista seguir asistiendo a Julia. Por otra
parte, después de un breve lapso de tiempo los psiquiatras
deciden suspender la asistencia domiciliaria e internan a la
joven en un establecimiento psiquiátrico. La primera vez en
que es autorizada a ir a su casa, aprovechando una ausencia
momentánea de la madre, se tira desde la terraza (la misma
terraza en la que esperaba a su amor) y se mata.
Julia “obedece” la demanda mortífera del Otro encarnado
en la madre. No hubo tiempo para alojar ese sujeto de
manera decidida en el dispositivo para que ella pudiera
evitar esa obediencia. La analista solo la entrevistó en cinco
oportunidades. Cabe destacar que en muchos casos de
sujetos psicóticos hemos podido constatar una demanda
mortífera de alguno de los padres en relación al sujeto.

Reflexiones
Carolina, si bien ha sido abandonada por su madre, ha
sido fuertemente alojada en el deseo de su padre, lo cual
ha incidido de manera decidida en su consentimiento a la
intervención analítica. En cambio, en el caso de Julia ese
consentimiento ha sido mucho más lábil, lo cual sumado a
la resistencia de la madre, ha boicoteado la posibilidad de
una intervención analítica que pudiera revertir esa obediencia
ciega a la demanda mortífera del Otro.
A partir de estas viñetas nos interesa remarcar la importancia
del abordaje psicoanalítico de estos casos. En el marco
del tratamiento psicoanalítico propiciamos que los sujetos
puedan resignificar ese rechazo primero del Otro y que su
palabra pueda advenir articulada a un cambio de posición
que posibilita un acto, acto que tiene consecuencias en
relación a sus propias vidas. Así, en el caso de Carolina, esta
puede resignificar el abandono de la madre, deja de estar
identificada a la tristeza del padre y puede dirigirse a él para
que le dé su apellido. Julia, como el Mauricio de la obra de
Wedekind, termina obedeciendo a la demanda mortífera del
Otro. Cabe destacar que en otros casos, con más tiempo de
trabajo, sí hemos podido revertir esta obediencia, pese a la
resistencia de los padres.
Conferencia expuesta durante las jornadas El Psicoanálisis hoy (12,
13 y 14 de junio, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos
Aires).

Notas
[1] El artículo de Liliana Szapiro es la reformulación de un trabajo
presentado en noviembre del 2010 en II Congreso Internacional de
Investigación y Práctica Profesional en Psicología de la Facultad de
Psicología de la UBA y publicado en las actas de dicho Congreso.
Referencias bibliográficas
EANDI, N. (2013) “Construyendo lazo” en Teoría y Testimonios I. De
una lábil inscripción en el Otro. Grama Ediciones.
LACAN, J. (1988). Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En D.
Rabinovich et al. (Trads), Intervenciones y textos 2 (pp. 115- 144).
Buenos Aires: Manantial.
LACAN, J. (2002). Posición del Inconsciente. En T. Segovia (Trad.),
Escritos 2 (pp. 808-829). Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina
LEIBGORIN, V. (2013) “El no lugar del sujeto. Un espacio a ser
escuchado” en Teoría y Testimonios I. De una lábil inscripción en el
Otro. Grama Ediciones.
MOGGIA, C. (2013) “Romperse la cabeza” en Teoría y Testimonios I.
De una lábil inscripción en el Otro. Grama Ediciones.
RAMOS, D. (2013) “Palabra tomada” en Teoría y Testimonios I. De
una lábil inscripción en el Otro. Grama Ediciones.
RODRIGUEZ, L. (2013) “De la repetición de un destino mortífero” en
Teoría y Testimonios I. De una lábil inscripción en el Otro. Grama
Ediciones.
SZAPIRO, L. (1996). Algunas reflexiones en relación a algunas
intervenciones en la clínica con púberes y adolescentes. En
Resonancias de la interpretación en Psicoanálisis con niños. Centro
Pequeño Hans. (pp. 113-117). Buenos Aires: Atuel.
SZAPIRO, L. (2013) “Del psicoanálisis en extensión y en intensión”
en Teoría y Testimonios I. De una lábil inscripción en el Otro. Grama
Ediciones.
Liliana Szapiro es psicoanalista, profesora de la Facultad de
Psicología (UBA). Directora del proyecto de investigación (UBACyT)
“Nuevos aportes a la clínica de las afecciones psicosomáticas
y autoinmunes desde el psiconanálisis de orientación
lacaniana”. Miembro de la EOL, directora del Departamento de
Trastornos de la Alimentación de la Asociación de Psicólogos de
Buenos Aires. Presidenta de la Fundación Proyecto Asistir.

Fuente: INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA – UBA