Las polaridades, la Gestalt

LAS POLARIDADES
Otro modo de interferir en la satisfacción de nuestros deseos y necesidades es pensar que no somos capaces de realizar determinadas tareas o actividades, porque nos sentimos inútiles o inadecuados por nuestra cultura o nuestra edad, o cualquier otra característica personal.
Nos identificamos con una forma de ser concreta y rechazamos todo lo que no cuadre con esa imagen. Por ejemplo, si me considero una persona torpe no me meto a aprender nuevas cosas aunque me apetezca. Si me considero una persona “fuerte” no puedo apoyarme en otras personas y compartir mis penas.
En Gestalt entendemos que la persona es un todo indivisible y que en la medida en que somos capaces de asumir esos aspectos negados, nuestro funcionamiento será más sano. Todos somos al mismo tiempo listos y torpes, fuertes y débiles, buenos y malos, cariñosos y agresivos y la salud consiste en poder emplear una u otra característica en función de la situación ante la que se está. Por ejemplo, si alguien me está amenazando responder cariñosamente no es lo más adecuado a la situación.
Todas las emociones son valiosas para el ser humano porque nos dan información acerca de lo que nos está ocurriendo a nosotros y a nuestro alrededor, de ahí que sea tan importante recuperar las emociones que consideramos negativas: alegría, tristeza, agresividad, deseo sexual,…
Estos aspectos rechazados nos cuesta sacarlos porque nos disgustan, o nos dan vergüenza o miedo o ansiedad. La terapia invita a vivir plenamente cada aspecto de lo que llamamos una polaridad: ser flexible-ser firme, ser alegre-ser triste, interesarse por lo de dentro del hogar y por lo de fuera.
La polaridad no aceptada se sepulta o bloquea por temor a lo que podría desencadenar, como ocurre por ejemplo en el temor bastante generalizado a hacerse cargo de la propia agresividad y a manifestarla.
Una de las polaridades básicas a descubrir es la llamada: perro de arriba y perro de  abajo. El perro de arriba representa las normas dadas por padres, maestros, y personas importantes de nuestra vida, mientras que el perro de abajo se rebela ante dichas exigencias. Por ejemplo, las exigencias sobre las tareas de la casa y las constantes excusas para no hacerlo que ponen los hijos. Este mecanismo aprendido en la relación con las figuras de autoridad se produce constantemente en nuestro interior. (Ejemplo: debería llamar a la cuñada-no quiero porque es una pesada).