LECTURA DE ETICA Y PSICOANÁLISIS: ERICH FROMM. Personalidad (El carácter)

LECTURA DE ETICA Y PSICOANÁLISIS: ERICH FROMM

Fondo de Cultura Económica

Capítulo VI: La naturaleza humana y el carácter

PERSONALIDAD

B) EL CARÁCTER

B.1) Rasgos de conducta y rasgos de carácter

Los rasgos de conducta se refieren a acciones observables por terceras personas. Así, por ejemplo, el rasgo de conducta “ser valiente”, puede definirse como la conducta dirigida a lograr una meta determinada (aún arriesgando la propia vida, libertad o comodidad).

Sin embargo (consciente o inconscientemente) tales rasgos de conducta pueden encerrar varios y diferentes rasgos de carácter. La conducta valiente puede ser motivada por la ambición (para satisfacer la necesidad de admiración); por impulsos de suicidio (asociados al deseo inconsciente de auto-aniquilación); por pura falta de imaginación (porque la persona no se da cuenta del peligro); o por devoción a una idea o un fin por los cuales la persona actúa; una motivación que convencionalmente se considera la base del valor.

Las diferencias en la motivación producen sutiles diferencias en conductas que tienen rasgos similares. (Un oficial en batalla se conducirá de un modo completamente diverso en situaciones diferentes si su valor es motivado por su devoción a una idea o por la ambición. Un soldado valiente motivado por la ambición se comportará con valentía si su valor puede ser premiado. Si es valiente por devoción a una causa, en cambio, su valor tendrá influencia en su conducta, sea o no premiada.

El concepto de motivación inconsciente de Freud se encuentra muy relacionado con su teoría de la naturaleza conativa de los rasgos de carácter. Freud reconoció que el modo de obrar, de sentir y de pensar de una persona lo determina en gran parte la especificidad de su carácter y no es ni aproximadamente el resultado de respuestas racionales a situaciones reales; que “el destino del hombre es su carácter”. Freud reconoció la cualidad dinámica de los rasgos de carácter, y sostuvo que la estructura del carácter de la persona representa una forma particular en la cual la energía está encauzada en el proceso de vivir.

Freud trató de explicar esta naturaleza dinámica de los rasgos de carácter combinando su caracterología con su teoría de la libido. En concordancia con el tipo de pensamiento materialista predominante en las ciencias naturales durante las postrimerías del siglo XIX, que supone que la energía en los fenómenos naturales y psíquicos es una entidad sustancial y no relacional; Freud creyó que el impulso sexual es la fuente de energía del carácter, explicando los rasgos del carácter como sublimaciones de las varias formas de impulso sexual, o como “formaciones de reacción” contra ellas. Interpretó la naturaleza dinámica de los rasgos de carácter como una expresión de su fuente libidinosa.

El progreso de la teoría psicoanalítica, paralelamente con el progreso de las ciencias naturales y sociales, condujo a un nuevo concepto que no se basó en la idea de un individuo puramente aislado, sino en la relación del hombre con sus semejantes, con la naturaleza y consigo mismo.

La teoría que expondré sigue a Freud en algunos puntos esenciales:

* En el concepto de que los rasgos del carácter son subyacentes a la conducta y deben deducirse de ésta.

* Que aunque constituyen fuerzas de las que, a pesar de ser poderosas, la persona puede estar inconsciente.

* En que la entidad fundamental en el carácter no es el simple rasgo sino la organización total del carácter, de la cual deriva una cantidad de rasgos singulares.

La diferencia fundamental entre la teoría del carácter aquí propuesta y la de Freud es que no se considera como base fundamental del carácter a los varios tipos de organización de la libido, sino a los modos específicos de relación de la persona con el mundo.

B.2) Los modos de relación de la persona con el mundo y el carácter.

El hombre se relaciona con el mundo

1. Adquiriendo y asimilando objetos. (Proceso de asimilación)

2. Relacionándose con otras personas y consigo mismo. (Proceso de socialización).

El hombre puede adquirir objetos recibiéndolos de una fuente exterior o produciéndolos. Pero debe adquirirlos y asimilarlos de algún modo a fin de satisfacer sus necesidades. Del mismo modo, no puede vivir solo y desvinculado de los demás. Debe asociarse con otros para su defensa, el trabajo, la satisfacción sexual, el juego, la crianza de los hijos, la transmisión del conocimiento, y las posesiones materiales.

El hombre se relaciona con otros de varias maneras: puede amar u odiar, puede competir o cooperar, puede edificar un sistema social basado en la igualdad o en la autoridad, en la libertad o en la opresión, pero debe estar relacionado de alguna manera y la forma particular en que lo hace es expresión de su carácter.

Estas orientaciones por las cuales un individuo se relaciona con el mundo constituyen la médula de su carácter. Puede definirse el carácter como la forma (relativamente permanente) en que la energía humana es canalizada en los procesos de asimilación y socialización.

Esta canalización de la energía psíquica tiene una función biológica muy importante. Puesto que las acciones del hombre no se determinan por patrones instintivos, innatos, la vida sería precaria, en verdad, si el hombre tuviera que tomar una decisión deliberada cada vez que actúa, cada vez que da un paso. (…) Si toda conducta derivase de una decisión deliberada, en la acción ocurriría un número mayor de incongruencias de las que son compatibles con un funcionamiento adecuado. El hombre, de acuerdo con el pensamiento conductista, aprende a reaccionar de un modo semiautomático desarrollando hábitos de acción y de pensamiento que pueden entenderse como reflejos condicionados. Si bien esta opinión es correcta hasta cierto punto, ignora, en cambio, el hecho de que los hábitos y opiniones mas profundamente arraigados, que son característicos de una persona y resistentes a ser modificados, nacen de una estructura caracterológica: expresan la forma particular en que la energía ha sido canalizada en la estructura del carácter.

Puede considerarse al sistema caracterológico como el sustituto humano del aparato instintivo del animal. Una vez que la energía ha sido encauzada de cierta manera, la acción se produce como “fiel expresión del carácter”. La persona puede (así) acomodar su vida de una manera que esté ajustada a su carácter, creando un cierto grado de compatibilidad entre la situación interna y la externa. El carácter tiene, además, una función selectiva con respecto a las ideas y los valores de la persona. Puesto que a la mayoría de la gente le parece que sus ideas son independientes de sus emociones y deseos, y que son el resultado de deducciones lógicas, siente que su actitud hacia el mundo es confirmada por sus ideales y sus juicios cuando, en realidad, esas ideas y esos juicios son el resultado de su carácter, tanto como lo son sus acciones. Esta confirmación, a su vez, tiende a estabilizar su estructura caracterológica, ya que permite que estas últimas parezcan justas y sensatas.

No sólo tiene el carácter la función de permitir al individuo obrar consistente y “razonablemente”; es también la base para su ajuste a la sociedad. El carácter del niño es modelado por el carácter de sus padres, en respuesta al cual se desarrolla. Los padres y sus métodos de disciplina son determinados, a su vez, por la estructura social de su cultura. La familia término medio es la “agencia psíquica” de la sociedad y al adaptarse el niño a su familia adquiere el carácter que después lo adaptará a las tareas que en la vida social. El niño adquiere aquel carácter que le hace desear hacer lo que debe hacer, y cuyo núcleo comparte con la mayoría de los miembros de la misma cultura o clase social. El hecho de que la mayoría de los miembros de una clase social o de una cultura compartan elementos significativos del carácter y que pueda hablarse de un “carácter social” representativo del núcleo de la estructura caracterológica común a la mayoría de los individuos de una cultura dada, demuestra hasta que grado los patrones sociales y culturales forman al carácter.

Pero debemos distinguir del carácter social, el carácter individual, en el cual una persona se diferencia de otras dentro de la misma cultura. Estas diferencias se deben en parte a las diferencias en la personalidad de los padres y a las diferencias en las personalidades psíquicas y materiales del ambiente social específico en el cual se desarrolla el niño. Pero también son debidas a las diferencias constitucionales de cada individuo, particularmente las del temperamento. Genéticamente, la formación del carácter individual se determina por el efecto de las experiencias vitales –las del individuo y aquellas que derivan de la cultura – sobre el temperamento y la constitución física. El ambiente jamás es el mismo para dos individuos, pues la diferencia en la constitución física les hace experimentar el mismo ambiente de una manera más o menos diferente. Los simples hábitos de acción y de pensamiento, que se desarrollan como resultado de la conformación del individuo con el patrón de la cultura y que no radican en su carácter, son fácilmente modificables bajo la influencia de nuevos patrones sociales. Si, por otra parte, la conducta de una persona radica en su carácter, está cargada de energía y solamente se modifica si se produce un cambio fundamental en el carácter de la persona.

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