Lo primordial como señal de la filogénesis

Lo primordial como señal de la filogénesis

Si Gegen- apunta a ese nivel constitutivo del alma, Ures la marca de la filogénesis. Significa «primero», «rector» y «principal»; por eso hemos escogido «primordial», en un uso semejante al corriente en antropología; por ejemplo, un «mito primordial» es un mito de los orígenes y, al mismo tiempo, rige el acaecer actual. Diremos, pues, «escena primordial» (y no «primaria», que reservamos para primar), «fantasía primordial», «hombre primordial», «época primordial», etc. El término, en nuestra versión, se distingue de «originario» (ursprünglich), que debe entenderse, más bien, como opuesto a «adquirido».

En los textos, aunque ellos mismos no lo expliciten, «primordial» convoca la filogénesis. El nexo entre filogénesis y ontogénesis es un tema que Freud aborda de continuo. Su concepción científica proviene de Haeckel; esto, y el uso de expresiones haeckelianas (como «protista») en Más allá del principio de placer, nos movió a consultar la Antropogenia, de ese científico y pensador alemán. Hallamos enunciada allí lo que él denomina la «ley biogenética fundamental»: La ontogénesis es una recapitulación abreviada e incompleta de la filogénesis. Esta última -explica- es un fenómeno histórico complicadísimo, que resulta de numerosos procesos de herencia y adaptación. Cada uno de estos procesos se basa en funciones fisiológicas del organismo, y se los puede reconducir, respectivamente, a la función de reproducción (herencia) y a la de nutrición (adaptación). Con Haeckel, Freud sostendrá la herencia de los caracteres adquiridos, en la tradición de la Filosofía zoológica de Lamarck (1809). En algún lugar afirma que esa hipótesis, unida a la concepción de la ontogénesis-filogénesis, es el sustento de la importancia acordada en el psicoanálisis al complejo de Edipo.

Ahora bien, poco antes de Lamarck, Goethe había formulado ideas semejantes. Todo organismo ha nacido de la cooperación de dos fuerzas plasmadoras o tendencias formadoras opuestas. La primera es interna, la fuerza centrípeta, la tendencia formadora del tipo, que procura conservar constantemente iguales las formas específicas orgánicas en la serie de las generaciones. La tendencia formadora externa, o fuerza centrífuga, en cambio, definida como tendencia a la variación o a la metamorfosis, ejercita, por el continuo cambio de las condiciones externas de existencia, su acción trasformadora sobre la especie; es la adaptación.