Los escritos técnicos de Freud contin.17

Los escritos técnicos de Freud contin.17

¡Eso es!
Observen cómo suele comprenderse esto después de haberlo leído. Se dice: está lo
manifiesto y está lo latente. Se plantean entonces cierto número de complicaciones. Lo
manifiesto es la composición. La elaboración del sueño logra- bonito viraje de su primer
aspecto, el recuerdo- que el sujeto sea capaz de evocarles lo manifiesto. Pero, lo que
compone el sueño, es algo que debemos buscar y que es verdaderamente inconsciente.
Encontramos ese deseo o no lo encontramos, pero sólo lo vemos perfilándose por detrás.
El deseo inconsciente es como la fuerza directriz que ha obligado a todos los Tagesresten,
esas cargas vagamente lúcidas, a organizarse de determinada manera. Esta composición
culmina en el contenido manifiesto, es decir, en un espejismo que no responde en nada a
lo que debemos reconstruir, que es el deseo inconsciente.
¿Como representar esto con mi pequeño esquema? De manera oportuna Hyppolite me ha
obligado a poner todo en juego desde el principio de la reunión. No resolveremos hoy este
problema. Pero es preciso avanzar un poco.
Resulta ahora indispensable introducir lo que podemos llamar los mandos del aparato.
Entonces, el sujeto adquiere conciencia de su deseo en el otro, por intermedio de la
imagen del otro; imagen del otro que le proporciona el espectro de su propio dominio. Así
como es harto frecuente que en nuestros razonamientos científicos reduzcamos el s ujeto a
un ojo, también podríamos reducirlo a un personaje instantáneo captado en relación a la
imagen anticipada de sí mismo, independientemente de su evolución. Pero resulta que se
trata de un ser humano, que ha nacido en estado de impotencia y al que, muy
precozmente, las palabras, el lenguaje, le han servido de llamado, y de los más
miserables, cuando de sus gritos dependía su alimento. Ya se ha relaciónado esta
maternización primitiva con los estados de dependencia. Pero, finalmente, ésta no es
razón para ocultar que, con igual precocidad, esa relación con el otro es nombrada por el
sujeto.
Un nombre, por confuso que sea, designa una determinada persona y en esto consiste
exactamente el paso al estado humano. Si debemos definir en qué momento el hombre
deviene humano, digamos que es cuando, así sea mínimamente, entra en la relación
simbólica.
La relación simbólica, ya lo he subrayado, es eterna. Y no simplemente porque es preciso
que haya siempre efectivamente tres personas, es eterna en tanto el símbolo introduce un
tercero, elemento de mediación, que sitúa a los dos personajes presentes, los hace pasar
a otro plano, y los modifica.
Quiero volver una vez más a este punto, y desde el inicio, aún cuando para ello deba
detenerme hoy a mitad de camino.
El señor Keller, que es un filósofo guestaltista y que, por esta razón, se cree muy superior
a los filósofos mecanicistas, ironiza de mil maneras sobre el tema estímulo-respuesta. En
alguna parte, dice lo siguiente es curioso recibir del señor Fulano, editor de Nueva York, el
encargo de un libro, pues si estuviéramos en el registro estímulo-respuesta, podríamos
creer que he sido estimulado por ese encargo, y que mi libro es una respuesta. Y bien,
dice Keller, recurriendo a la intuición vivida del modo más justificado, no es tan sencillo. No
me contento con responder a la invitación, estoy además en un estado de tensión
espantoso. Mi equilibrio- noción guestaltista- sólo se restablecerá cuando esta tensión
haya adquirido la forma de La realización del texto. Este llamado que he recibido produce
en mí un estado dinámico de desequilibrio. Sólo será satisfecho cuando haya sido
asumido, es decir cuando se cierre el círculo desde ahora anticipado por el hecho mismo
de ese llamado, a una respuesta plena.
No es una descripción en absoluto suficiente. Keller supone en el sujeto el modelo
preformado de la buena respuesta, e introduce un elemento de ya allí. En definitiva, eso es
tener respuesta para todo invocando la virtud dormitiva. Se contenta con plantear que el
registro de las relaciones generadoras de toda acción es que el sujeto no ha realizado el
modelo ya totalmente inscripto en él. No hay aquí más que transcripción, en un grado más
elaborado, de la teoría mecanicista.
No, no debe desconocerse aquí el registro simbólico, que es aquel mediante el cual se
constituye el ser humano como tal. En efecto, a partir del momento en que Keller recibió el
encargo, respondió sí, y firmó un compromiso, Keller no es el mismo Keller. Hay otro
Keller, un Keller comprometido, y también una nueva editorial, una editorial que tiene un
contrato más, un símbolo más.
Tomo este ejemplo grosero, tangible, porque nos introduce de lleno en la dialéctica del
trabajo. En el sólo hecho de definirme en relación a un señor como su hilo, y definirlo a él
como mi padre, hay algo que, por inmaterial que parezca, tiene tanto peso como la
generación carnal que nos une. Pesa incluso prácticamente más en el orden humano.
Pues, incluso antes de hallarme en condiciones de pronunciar las palabras padre e hijo, y
aún cuando él esté chocho y ya no pueda pronunciar esas palabras, todo el sistema
humano en torno nuestro nos define ya, con todas las consecuencias que ello implica,
como padre e hijo.
Por lo tanto, la dialéctica del yo y el otro es trascendida, situada en un plano superior, por
la relación con el otro, por la sola función del lenguaje, en tanto éste es más o menos
idéntico, en todo caso en tanto está fundamentalmente ligado, a lo que llamaremos la
regla, o mejor aún, la ley. Esta ley crea, en cada instante de su intervención, algo nuevo.
Cada situación es transformada por su intervención, cualquiera que sea ésta, salvo
cuando hablamos para no decir nada.
Pero incluso esto, como ya lo he explicado en otra parte, tiene su significación. Esta
realización del lenguaje que ya no sirve más que como una moneda gastada que nos
pasamos en silencio de mano en mano-frase citada en mi informe de Roma y que es de
Mallarmé-muestra la función pura del lenguaje: asegurarnos que somos, y nada más. Que
sea posible hablar para no decir nada, es tan significativo como el hecho que, cuando se
habla, es en general para algo. Lo sorprendente es que hay muchos casos en que se
habla cuando bien podría uno callar. Pero callar justamente es la prueba más difícil
Hénos aquí introducidos a ese nivel elemental en el cual el lenguaje se halla
inmediatamente adherido a las primeras experiencias. Por una necesidad vital el medio del
hombre es un medio simbólico.
Para concebir la incidencia de la relación simbólica en mi pequeño modelo, basta suponer
que lo que produce los virajes del espejo – los que presentarán al sujeto, en el otro, en el
otro absoluto, diferentes figuras de su deseo- es la intervención de las relaciones de
lenguaje. Hay conexión entre la dimensión imaginaria y el sistema simbólico, en la medida
en que en él se inscribe la historia del sujeto, no el Entwickelung, el desarrollo, sino la
Geschichte, o sea aquello en lo que el sujeto se reconoce correlativamente en el pasado y
en el porvenir.
Se que digo todo esto un poco rápido, pero volveré a ello más lentamente.
Precisamente, el pasado y el porvenir se corresponden. No en cualquier sentido, no en el
sentido que ustedes podrían creer que el análisis indica, a saber del pasado al porvenir.
Por el contrario, justamente en el análisis, porque la técnica es eficaz, se sigue el buen
orden: del porvenir al pasado. Podrían creer ustedes que están buscando el pasado del
enfermo en el cubo de la basura, mientras que al contrario, es porque el enfermo tiene un
porvenir que ustedes pueden seguir en sentido regresivo.
No puedo decirles inmediatamente porqué. Continúo.
Todos los seres humanos participan en el universo de los símbolos. Están incluidos en él y
lo sufren, mucho más de lo que lo constituyen. Son mucho más sus soportes que sus
agentes. Es en función de los símbolos, de la constitución simbólica de su historia, que se
producen esas variaciones por las cuales el sujeto es capaz de tener imagenes variables,
quebradas, despedazadas, incluso llegado el caso, inconstituidas, regresivas de sí mismo.
Lo observamos tanto en los Vorbilden normales de la vida cotidiana del sujeto, como en el
análisis, de modo más dirigido.
¿Qué son entonces, en este contexto, el preconsciente y el inconsciente ?
Hoy deberé dejarlos sin respuesta. Pero sepan, al menos, que la primera aproximación
que podemos dar de ellos, desde nuestra perspectiva de hoy, es que están allí en juego
ciertas diferencias, ciertas imposibilidades ligadas a la historia del sujeto en tanto que,
precisamente, éste inscribe en ella su desarrollo.
Revalorizamos ahora la ambigüa fórmula de Freud, zeitlich-Entwickelungsgeschichte. Pero
limitémonos a la historia, y digamos que debido a determinadas particularidades de la
historia del sujeto existen ciertas partes de la imagen real, o ciertas fases bruscas. Se
trata, efectivamente, de una relación móvil.
En el juego intra-analítico, ciertas fases o faces- no vacilemos en hacer juego de palabrasde
la imagen real nunca podrán darse en la imagen virtual. Por el contrario, todo lo
accesible por simple movilidad del espejo en la imagen virtual, lo que pueden ver de la
imagen real en la imagen virtual, debe situarse más bien en el preconsciente. Mientras que
las partes de la imagen real que nunca se verán, los lugares donde el aparato se agarrota,
se bloquea- no creo que esto sea llevar demasiado lejos la metáfora- eso es el
inconsciente.
Seguramente se equivocan si creen haber comprendido. Verán las dificultades que esta
noción de inconsciente presenta, y mostrárselas es mi sola ambición. Por una parte, el
inconsciente- tal como acabo de definirlo- es algo negativo, idealmente inaccesible. Por
otra parte, es algo casi real. Por último, es algo que se realizará en lo simbólico o, más
exactamente algo que, gracias al progreso simbólico en el análisis, habrá sido. Les
mostraré, siguiendo los textos de Freud, que la noción de inconsciente debe satisfacer
estos tres términos.
Voy a ilustrarles enseguida el tercero, cuya irrupción puede parecerles sorprendente.
No olviden esto: Freud explicó primero la represión como una fijación. Pero en el momento
de la fijación, nada hay que sea represión: la del hombre de los lobos se produce mucho
después de la fijación. La Verdrängung es siempre una Nachdrängung. Entonces ¿cómo
explicar el retorno de lo reprimido? Por paradójico que sea, sólo hay una manera de
hacerlo: no viene del pasado, sino del porvenir.
Para darles una idea adecuada de lo que es el retorno de lo reprimido en un síntoma, es
preciso volver a considerar la metáfora que tomé prestada a los cibernéticos, lo que ahorra
el tener que inventarla yo mismo, pues no hay que inventar demasiadas cosas.
Wiener supone dos personajes, cuya dimensión temporal iría en sentido inverso, la una de
la otra. Desde luego, esto no quiere decir nada, y así es como las cosas que no quieren
decir nada significan de pronto algo, pero en un dominio muy diferente. Si uno envía un
mensaje al otro, por ejemplo, un cuadrado, el personaje que va en sentido contrario verá
primero un cuadrado borrándose, antes de ver el cuadrado. Esto es también lo que
nosotros vemos. El síntoma se nos presenta primero como una huella, que nunca será
más que una huella, y que siempre permanecerá incomprendida hasta el momento en que
el análisis haya avanzado suficientemente, y hasta el momento en que hayamos
comprendido su sentido. Puede entonces decirse que, así como la Verdrängung no es
nunca más que una Nachdrängung, lo que vemos bajo el retorno de lo reprimido es la
señal borrosa de algo que sólo adquirirá su valor en el futuro, a través de su realización
simbólica, su integración en la historia del sujeto. Literalmente, nunca será sino algo que,
en un momento determinado de realización, habrá sido.
Lo verán mejor gracias a mi aparático. Les haré una confidencia: le añado un pedacito
más todos los días. No lo traigo ya listo, como Minerva saliendo del cerebro de un Júpiter
que no soy. Lo seguiremos, día a día, hasta el momento en que empiece a cansarnos,
entonces lo dejaremos. Hasta entonces, servirá para mostrarnos la construcción de estas
tres facetas necesarias a la noción de inconsciente para que podamos comprenderla,
eliminando todas esas contradicciónes que Perrier encuentra en el texto que nos presenta.
Quedémonos por hoy aquí. Aún no les he enseñado por qué el analista se encuentra en el
lugar de la imagen virtual. El día que hayan comprendido por qué el analista se encuentra
allí, habrán comprendido casi todo lo que ocurre en el análisis.