Los escritos técnicos de Freud contin.22

Los escritos técnicos de freud contin.22

Este sujeto, entonces, aisló del conjunto de la ley, de modo privilegiado, este enunciado.
Luego apareció en sus síntomas. Las restantes referencias simbólicas de mi paciente,
esos arcanos primitivos en torno a los cuales se organizan para el sujeto sus relaciones
más fundamentales con el universo del símbolo, fueron destituidas dada la prevalencia
particular que adquirió para él esta prescripción. Para él, ella está en el centro de toda una
serie de expresiones inconscientes sintomáticas, inadmisibles, conflictuales, vinculadas a
esa experiencia fundamental de su infancia.
Ya les he señalado que, en el progreso del análisis, es en el momento en que nos
acercamos a los elementos traumáticos – fundados en una imagen nunca integradacuando
se producen los agujeros, los puntos de fractura, en la unificación, en la síntesis de
la historia del sujeto. He señalado que es a partir de estos agujeros que el sujeto puede
reagruparse en las diferentes determinaciones simbólicas que hacen de él un sujeto con
historia. Pues bien, del mismo modo, todo lo singular que puede acontecerle a un ser
humano debe situarse en relación con la ley con la cual él se vincula. Su historia está
unificada por la ley, por su universo simbólico que no es el mismo para todos.
La tradición y el lenguaje diversifican la referencia del sujeto Un enunciado discordante,
ignorado en la ley, un enunciado situado al primer plano por un acontecimiento traumático,
que reduce la ley a una emergencia de carácter inadmisible, no integrable: he aquí esa
instancia ciega repetitiva, que habitualmente definimos con el término superyó.
Espero que este breve ejemplo haya sido suficientemente sorprendente como para que
puedan concebir esa dimensión hacia la cual no se dirige casi nunca la reflexión de los
analistas y que, sin embargo, no pueden ignorar totalmente. En efecto, todos los analistas
reconocen que no hay resolución posible de un análisis, cualquiera sea la diversidad, la
multiplicidad de matices de los acontecimientos arcaicos que pone en juego, sin que al
final llegue a anudarse en torno a esa coordenada legal, legalizante, llamada complejo de
Edipo.
El complejo de Edipo es hasta tal punto esencial en la dimensión de la experiencia
analítica, que su predominio aparece desde los orígenes mismos de la obra de Freud,
manteniéndose hasta su fin. Así es como el complejo de Edipo ocupa una posición
privilegiada en la etapa actual de nuestra cultura, en la civilización occidental.
Hace poco aludí a la división existente entre varios planos del registro de la ley en nuestra
área cultural. Sabe Dios que la multiplicidad de planos no facilita la vida del individuo,
puesto que constantemente se producen conflictos que los oponen entre sí. A medida que
los diferentes lenguajes de una civilización se hacen cada vez más complejos, su lazo con
las formas más primitivas de la ley se reduce a ese punto esencial- ésta es la teoría
Freudiana estricta -: el complejo de Edipo. Es aquello que, del registro de la ley, repercute
en la vida individual, como lo vemos en la neurosis. Es el punto de intersección más
constante, el punto mínimamente exigible.
Lo cual no significa que es el único, y que sería salir del psicoanálisis referirse al conjunto
del mundo simbólico del sujeto, que puede ser extraordinariamente complejo, incluso
antinómico, y a su posición personal en él, que está en función de su nivel social, de su
porvenir, de sus proyectos, en el sentido existencial del término, de su educación, de su
tradición.
No estamos dispensados de los problemas planteados por las relaciones entre el deseo
del sujeto- que se produce en el punto O- y el conjunto del sistema simbólico en que el
sujeto está llamado, en el pleno sentido de la palabra, a ocupar su lugar. Que la e structura
del complejo de Edipo nos sea siempre exigida no nos dispensa de percibir que otras
estructuras del mismo nivel, en el plano de la ley, pueden desempeñar, en un caso
determinado, un papel igualmente decisivo. Es lo que hemos encontrado en el caso clínico
recién mencionado.
Una vez realizado el número de vueltas necesarias para que aparezcan los objetos del
sujeto, y para que su historia imaginaria sea completada, una vez nombrados y
reintegrados los deseos sucesivos, tensionarios, suspendidos, angustiantes del sujeto, sin
embargo, no todo está terminado. Lo que primero estuvo en O, y luego en O’, y después
de nuevo en O, debe trasladarse ahora al sistema completado de los símbolos. Así lo
exige la salida del análisis.
¿Dónde se detendrá esta remisión? ¿Deberíamos impulsar la intervención analítica hasta
entablar diálogos fundamentales sobre la valentía y la justicia, siguiendo así la gran
tradición dialéctica?
Es una pregunta. No es fácil resolverla porque, a decir verdad, el hombre contemporáneo
se ha vuelto singularmente poco hábil para abordar estos grandes temas. Prefiere resolver
las cosas en términos de conducta, adaptación, moral de grupo y otras pamplinas. De ahí
la gravedad del problema que plantea la formación humana del analista.
Por hoy los dejaré aquí.
Primeras intervenciones sobre Balint
26 de Mayo de 1954
Teoría del amor. Definición del carácter. La objetivación
Pero las ideas teóricas avanzadas por algunas cabezas, incluso entre las mejores, no son
forzosamente utilizables. Los que manejan los conceptos muchas veces no saben lo que
dicen. Por el contrario, en otros casos se tiene la viva impresión de que los conceptos
expresan, en efecto, algo que tiene que ver con la experiencia. Este es el caso de nuestro
amigo Balint.
He querido elegir como soporte alguien que, en muchos sentidos, nos es próximo, incluso
simpático, y que manifiesta, sin duda alguna, orientaciones que convergen con algunas de
las exigencias que formulamos aquí acerca de lo que debe ser la relación intersubjetiva en
el análisis. Al mismo tiempo, el modo en que se expresa nos da la impresión de que está
influenciado por el pensamiento dominante.
Sería demasiado fácil elegir personas burdas, incluso netamente delirantes para mostrar lo
que denominaré cierto desviacionismo actual respecto a la experiencia analítica
fundamental a la que me refiero constantemente. Hay que buscarlas donde son sutiles,
donde son el testimonio, no tanto de una aberración radical, sino de cierta manera de fallar
el tiro.
Quise con esto poner a prueba lo que debe ser el alcance de una enseñanza: es decir,
que sea seguida. Por eso he confiado hoy en Granoff, quien ha demostrado ser uno de los
más interesados en la vía por donde intento conducirlos, la comunicación de lo que ha
podido extraer de la lectura del libro de Balint llamado Primary love and psycho-analytic
technics.
Según su propio testimonio, Balint empezó su carrera hacia 1920. Este libro reune los
artículos escritos entre 1930 y 1950. Es un libro muy interesante, cuya lectura es muy
agradable, claro, lúcido, a menudo audaz, lleno de humor. Todos tendrán – cuando tengan
tiempo, pues es un libro para las vacaciones, algo así como un premio de fin de añointerés
en trabajarlo. Regálenselo a si mismas puesto que nuestra Sociedad no es
suficientemente rica este año como para distribuirlo.

Interrupciones durante la exposición del doctor Granoff.
Se hace una oposición entre dos modos de amor. Primero, está el modo pregenital. Todo
un artículo, llamado Pregenital love, gira en torno a la noción de que es éste un amor para
el cual el objeto en sí mismo carece absolutamente de interés. Absolute unselfishness el
sujeto no le reconoce ninguna exigencia, ninguna necesidad propia. Todo lo que para mí
es bueno, es right para usted; tal es la fórmula implícita que expresa la conducta del
sujeto. El primary love, estadio posterior, se carácteriza siempre como el rechazo de toda
realidad, la negativa a reconocer las exigencias del compañero. Esto es lo que opone al
genital love. Verán que haré objeciones masivas a esta concepción, que les mostrarán
que, literalmente, ella disipa todo lo que el análisis ha aportado.
Tiene usted toda razón Granoff al señalar que la concepción de Balint gira en torno a una
teoría del amor más que normativa, moralizadora. Con todo derecho, pone usted de
manifiesto que él desemboca en esta pregunta ¿lo que consideramos normal, es un
estado natural o un resultado cultural artificial, incluso lo que él llama a happy chance, un
feliz azar? Más adelante pregunta: ¿qué es lo que podemos llamar salud, en el momento
de finalización de un análisis? ¿La cura analítica es un proceso natural o un proceso
artificial? ¿Existen en la mente procesos que de no estar detenidos, perturbados
conducirían el desarrollo hacia un equilibrio? ¿O, por el contrario, la salud es un feliz azar,
un acontecimiento improbable? Sobre este punto, Balint señala que, en el coro analítico, la
ambigüedad es total. Esto nos hace pensar que la pregunta no está bien formulada.
Usted no destaca suficientemente la definición balintiana del carácter que, sin embargo, es
muy interesante.
El carácter controla las relaciones del hombre con sus objetos. El carácter significa
siempre una limitación más o menos extensiva de las posibilidades de amor y odio. El
carácter significa pues una limitación de la capacidad for love and enjoyment, para e l amor
y la alegría. La dimensión de la alegría, de gran alcance, supera la categoría del goce de
un modo que sería preciso destacar. La alegría implica una plenitud subjetiva que
merecería ser comentada.
Si el artículo no fuera de 1932, diría que es el responsable de la difusión de cierto ideal
moral puritano. Hay, en Hungría, tradiciones históricas protestantes que tienen con la
historia del protestantismo en Inglaterra ramificaciones históricas precisas. Vemos así
cómo se establece una convergencia singular entre el pensamiento de este alumno de
Ferenczi, conducido por su maestro por las huellas que hoy seguimos, y su destino, que le
integró finalmente tan bien a la comunidad inglesa.
Balint prefiere el carácter en su forma fuerte, la que implica todas estas limitaciones. El
weak character, es alguien que se deja desbordar. Resulta inútil añadir que se produce en
consecuencia una total ambigüedad entre lo que él llama análisis del carácter y lo que no
vacila en aventurar en el mismo contexto, el carácter lógico. Balint no parece ver que se
trata de carácteres completamente diferentes: por un lado, el carácter es la reacción al
desarrollo libidinal del sujeto, la trama en la que este desarrollo está atrapado y limitado;
por otro, se trata de elementos innatos que, para los carácterólogos, dividen a los
individuos en ciertas clases constitucionales.
Balint piensa que la experiencia analítica proporcionará más elementos sobre este punto.
Por mi parte, me inclino a pensarlo así, a condición de que percibamos que el análisis
puede modificar profundamente el carácter.
Usted destaca muy acertadamente esa observación de Balint según la cual, a partir de
1938-1940, desaparece de los círculos analíticos todo un vocabulario, a la vez que se
afirma la orientación que hace girar al psicoanálisis en torno a las relaciones objetares.
Este vocabulario es aquel cuya connotación- dice Balint- es demasiado libidinal; por
ejemplo, desaparece el término sádico.
Esta confesión es muy significativa. En efecto, se trata del creciente puritanismo de la
atmósfera analítica.
Balint se da cuenta claramente que algo debe existir entre dos sujetos. Como carece
totalmente del aparato conceptual necesario para introducir la relación intersubjetiva, está
obligado a hablar de two bodies’ psychology. Cree liberarse así de la one body’s
psychology. Sin embargo, es evidente que la two bodies psychology sigue siendo una
relación de objeto a objeto.
Teóricamente, de no tener todo esto consecuencias técnicas en el intercambio concreto,
terapéutico, con el sujeto, no sería grave. De hecho, no se trata de una relación de objeto
a objeto. Balint está- como lo ha señalado usted muy bien hace un momento- enredado en
una relación dual y a la vez negándola. No hubiera podido encontrar una fórmula más felizlo
felicito- para explicitar el modo en que nos expresamos habitualmente para explicar la
situación analítica.
Todo conocimiento debe, para progresar, objetivar las partes que son objetivables. ¿Cómo
progresa un análisis?: sólo por las intervenciones que impulsan al sujeto a objetivarse, a
considerarse a sí mismo como un objeto.
Balint objetiva al sujeto, pero en otro sentido. Propone lo que llamaré una apelación a lo
real, que sólo consiste en un borramiento, por desconocimiento, tal como lo acaba de
señalar usted, del registro simbólico. En efecto, este registro desaparece totalmente en la
relación del objeto y, a la vez, desaparece también el registro imaginario. Es por esta
causa que los objetos adquieren un valor absoluto.
Balint nos dice cómo operar: crear una atmósfera, su propia atmósfera, una atmósfera
conveniente. Es todo lo que puede decir. Es marcadamente incierto, vacila en el límite de
lo indecible; entonces Balint hace intervenir la realidad, lo que él llama el acontecimiento.
Por supuesto, el análisis no está hecho para que nos arrojemos en los brazos de nuestro
paciente y él en los nuestros. El carácter limitado de los medios del analista plantea el
problema de saber en qué plano ocurre su acción. Balint se ve obligado a recurrir al
despertar de todos los registros de lo real.
No por nada lo real aparece siempre en el trasfondo y, en consecuencia, nunca lo designo
directamente en mis comentarios. Justamente, hablando con propiedad, lo real está
excluido. Ni Balint ni nadie logrará hacerlo entrar. Sin embargo, es a él a quien recurrirá.
Fracaso de la teoría que corresponde a esta desviación de la técnica

Es ya tarde. No quiero pasar de las dos menos cuarto.
Creo que se le puede dar una buena nota a Granoff. Ha cumplido totalmente con lo que de
él esperaba, y les ha presentado muy bien todos los problemas que plantea este libro de
Balint, su único libro, resultado de sus meditaciones y, a la vez, de su carrera.
A partir de él pueden surgir, para ustedes, algunos interrogantes. Los retomaré la próxima
vez. Quiero ahora destacar aquí un artículo del que usted no ha hablado: Transference of
emotions, de 1933. ¿Son las emociones las transferidas? Semejante título no parece
escandalizar a nadie.
No era un artículo especialmente destinado a los analistas, estaba también en parte
dirigido a quienes no lo son, a fin de hacerles captar el fenómeno de la transferencia quedice
Balint- lleva consigo un gran desconocimiento, es menos reconocido, por el conjunto
del mundo científico de la época, que el fenómeno de la resistencia.
Partiré de este hueco dejado en el centro de la exposición de Granoff con el fin de aclarar
nuevamente el resto. Al fracasar Balint en lograr una definición adecuada del símbolo, éste
forzosamente surge por todas partes.
En este mismo artículo Balint nos dice que la interpretación que los analistas hacen de su
experiencia es naturalmente una psicología, o una carácterología del propio psicoanalista.
El es quien lo señala, no yo quien lo digo. El propio autor confiesa que es preciso hacer el
psicoanálisis del analista teórico para situar ciertas tendencias actuales, tanto de la teoría,
como de la técnica.
Hasta el próximo miércoles.