Los escritos técnicos de Freud contin.7

Los escritos técnicos de Freud contin.7

No podemos dejar de estar muy agradecidos a J. Hyppolite por habernos brindado la
oportunidad, a través de un movimiento coextensivo al pensamiento de Freud, de alcanzar
inmediatamente ese más allá de la psicología positiva, que ha situado tan notablemente.
Les señalo de paso, que en estos seminarios al insistir en el carácter transpsicológico del
campo psicoanalítico, no hacemos más que volver a mostrar la evidencia de nuestra
práctica, que el pensamiento mismo de quien nos abrió sus puertas manifiesta
constantemente hasta en el más insignificante de sus textos.
Es mucho lo que puede obtenerse de la reflexión sobre este texto. La extrema
condensación de la exposición de Hyppolite es quizás, en cierto sentido, mucho más
didáctica que lo que con mi estilo les expreso, con intenciones precisas. La haré reproducir
para quienes vienen aquí, pues me parece que no puede haber mejor introducción a esta
distinción entre distintos niveles, a esta crítica de conceptos, en la que me esfuerzo en
introducirlos, a fin de evitar confusiones.
La elaboración de Hyppolite del texto de Freud nos ha mostrado la diferencia de niveles
entre la Bejahung, la afirmación y la negatividad en tanto ésta instaura en un nivel inferior
—empleo con toda intención expresiones mucho más bastas— la constitución de la
relación sujeto-objeto. En efecto, el texto —en apariencia mínimo— nos plantea de entrada
esta cuestión acercándose así a algunas de las elaboraciones más actuales de la
meditación filosófica.
Esto nos permite criticar a la vez la ambigüedad siempre mantenida en torno a la famosa
oposición entre lo intelectual y lo afectivo; como si lo afectivo fuese algo así como una
coloración, una cualidad inefable que debiera buscarse en sí misma, independientemente
de la piel vaciada que sería la realización puramente intelectual de una relación del sujeto.
Esta concepción que conduce al análisis por curiosos caminos es pueril. El más mínimo
sentimiento peculiar —incluso extraño— que el sujeto acuse en el texto de la sesión, es
calificado como un éxito sensacional. Esto se desprende de este malentendido
fundamental.
Lo afectivo no es una densidad especial que faltaría a la elaboración intelectual. No se
sitúa en un más allá mítico de la producción del símbolo, anterior a la formulación
discursiva. Sólo esto puede permitirnos de entrada, no digo situar, pero sí aprehender en
qué consiste la plena realización de la palabra.
Nos queda un poco de tiempo. Quisiera ahora intentar mostrarles, a través de algunos
ejemplos, cómo se plantea este problema. Lo haré desde dos ángulos diferentes.
Consideremos, en primer lugar, un fenómeno cuya perspectiva ha sido totalmente
renovada por la elaboración del pensamiento psicoanalítico: la alucinación.
Hasta cierta época, la alucinación era considerada como un fenómeno crítico en torno al
cual se planteaba la cuestión del valor discriminativo de la conciencia; la conciencia no
podía estar alucinada, debía ser otra cosa. De hecho, basta con introducirse en la nueva
fenomenología de la percepción tal como se presenta en Merleau Ponty, para ver, por el
contrario, que la alucinación es integrada como esencial a la intencionalidad del sujeto.
Habitualmente, para explicar la producción de la alucinación nos conformamos con recurrir
a cierto número de registros, como por ejemplo el del principio del placer. Se la considera
así como el primer movimiento en el orden de la satisfacción del sujeto. No podemos
contentarnos con una teorización tan simple.
Recuerden el ejemplo del Hombre de los lobos que les cité la vez pasada. El progreso del
análisis de este sujeto, las contradicciónes que presentan las huellas a través de las que
seguimos la elaboración de su situación en el mundo humano, indican una verwerfung, un
rechazo. Para él siempre fue como si el plano genital literalmente no existiese. Hemos sido
llevados a situar este rechazo a nivel, diría, de la no-Bejahung, pues no podemos, en
absoluto, colocarlo en el mismo nivel que una denegación.
Lo sorprendente es lo que se producirá a continuación. Resultará mucho más
comprensible a la luz de las explicaciones que hoy se han dado acerca de Die Verneinung.
En efecto, generalmente, la condición para que algo exista para un sujeto es que haya
Bejahung, esta Bejahung que no es negación de la negación. ¿Qué sucede cuando esta
Bejahung no se produce, y nada entonces se manifiesta en el registro simbólico?
Veamos al Hombre de los Lobos. No hubo para él Bejahung, realización del plano genital.
No hay en el registro simbólico huella de este plano. La única huella que tenemos es la
emergencia, no en su historia, sino realmente en el mundo exterior de una pequeña
alucinación. La castración, que es precisamente lo que no ha existido para él, se
manifiesta en la forma que él se imagina: haberse cortado el meñique, tan profundamente,
que sólo se sostiene aún por un pedacito de piel. Le invade entonces el sentimiento de
una catástrofe tan inexpresable que ni siquiera se atreve a hablar de ello a la persona que
se encuentra a su lado. Aquello de lo cual no se atreve a hablar es lo siguiente: es como si
esa persona a quien le relata enseguida todas sus emociones se hubiera anulado. Ya no
hay otro. Existe algo así como un mundo exterior inmediato, manifestaciones percibidas en
lo que llamaré un real primitivo, un real no simbolizado, a pesar de la forma simbólica, en el
sentido corriente del término, que adquiere este fenómeno.
El sujeto no es en absoluto psicótico. Sólo tiene una alucinación. Podrá ser psicótico más
adelante, pero no lo es en el momento en que tiene esa vivencia absolutamente limitada,
nodal, extraña a las vivencias de su infancia, totalmente desintegrada. En ese momento de
su infancia nada permite clasificarlo como un esquizofrénico y, sin embargo, se trata en
efecto de un fenómeno de psicosis.
Hay pues allí, a nivel de una experiencia totalmente primitiva, en ese punto de origen
donde la posibilidad del símbolo abre al sujeto a cierta relación con el mundo, una
correlación, un movimiento, un balanceo que les ruego comprendan: lo no reconocido hace
irrupción en la conciencia bajo la forma de lo visto.
Si ustedes profundizan esta particular polarización, les resultará mucho más fácil abordar
ese fenómeno ambigüo denominado «déja vu», que se sitúa entre esos dos modos de
relación: lo reconocido y lo visto. En el caso del «déja vu» algo es llevado a su límite último
en el mundo exterior y surge con una pre-significación especial. La ilusión retrospectiva
remite ese percepto, dotado de una cualidad original, al dominio del «déja vu». Freud no
nos habla de otra cosa cuando afirma que toda prueba del mundo externo se refiere
implícitamente a algo que ya había sido percibido en el pasado. Esto se aplica al infinito:
de cierto modo cualquier percepto implica necesariamente una referencia a un precepto
anterior.
Somos así llevados al nivel de lo imaginario en tanto tal, al nivel de la imagen modelo de la
forma originaria. No se trata de lo reconocido simbolizado y verbalizado, sino más bien de
los problemas evocados por la teoría platónica, no de la rememoración sino de la
reminiscencia.
Les anuncié otro ejemplo, lo tomo de los partidarios de la llamada manera moderna de
analizar. Van a ver que sus principios ya estaban expuestos, en 1925, en este texto de
Freud.
Se da mucha importancia al hecho de que primero analizamos la superficie, como suele
decirse. Sería este el máximo refinamiento destinado a permitir al sujeto que progrese
escapando así a esa forma de azar que la esterilización intelectual del contenido
re-evocado por el análisis representaría.
Pues bien, Kris expone, en uno de sus artículos, el caso de un sujeto que toma en análisis
y que, por otra parte, ya había sido analizado una vez. Este sujeto encuentra grandes
obstáculos en su trabajo, trabajo intelectual que, por lo que se vislumbra, parece muy
próximo a preocupaciones semejantes a las nuestras. Presenta toda clase de dificultades
para producir, como suele decirse. En efecto, su vida está como trabada pues tiene el
sentimiento de ser, para abreviar digamos, un plagiario. Continuamente intercambia ideas
con alguien que le es muy próximo, un brillante acholar, pero siempre siente la tentación
de apoderarse de las ideas que su interlocutor le expone; esto constituye para él un
permanente obstáculo para exteriorizar, publicar.
De todos modos logra producir un texto. Pero, un día llega declarando, de manera casi
triunfante, que toda su tesis se encuentra ya en la biblioteca, en un artículo publicado. Hélo
aquí pues esta vez plagiario a su pesar.
¿En qué consiste la pretendida interpretación en la superficie que nos propone Kris?
Probablemente en esto: Kris se interesa efectivamente en lo que ha sucedido y en lo que
hay en ese artículo. Examinándolo más de cerca, se da cuenta que para nada contiene lo
esencial de las tesis elaboradas por el sujeto. En él están esbozadas cosas que plantean
el mismo problema, pero no están allí las nuevas ideas aportadas por su paciente, cuya
tesis es, por lo tanto, totalmente original. Afirma Kris que hay que partir de allí, es esto lo
que él llama, no sé por qué, tomar las cosas por la superficie.
Ahora bien, dice Kris, si el sujeto quiere manifestarle que toda su conducta está trabada
porque su padre nunca llegó a producir nada porque estaba aplastado por un abuelo(20),
quien sí era un personaje harto constructivo y fecundo. Necesita encontrar en su padre a
un abuelo, a un gran padre, capaz de hacer algo; el sujeto satisface esa necesidad
forjándose tutores, tutores más grandes que él, en cuya dependencia se encuentra a
través de un plagiarismo que luego se reprocha, y con cuya ayuda se destruye. Satisface
con ello una necesidad que ha atormentado toda su infancia y, en consecuencia,
dominado toda su historia.
Sin duda, la interpretación es válida. Es importante saber cómo el sujeto reacciónó ante
ella. ¿Qué considera Kris una confirmación del alcance de lo que introduce, que está
preñado de consecuencias?
Veremos luego desarrollarse toda la historia del sujeto. Veremos que la simbolización
estrictamente hablando, peneana, de esa necesidad de un padre real, creador y potente,
ha pasado por múltiples juegos en la infancia; por ejemplo, los juegos de pesca: ¿pescará
el padre un pez más grande o más pequeño?, etc… Sin embargo, la reacción inmediata
del sujeto es la siguiente: guarda silencio, y en la sesión siguiente dice: El otro día, al salir
de aquí, me fui a la calle X —esto sucede en Nueva York, y se trata de una calle donde
hay restaurantes extranjeros y donde se pueden comer cosas un tanto condimentadas— y
busqué un lugar donde pudiese encontrar ese plato que me gusta particularmente, los
sesos frescos.
Tienen aquí el tipo de respuesta evocada por una interpretación justa: a saber un nivel de
palabra a la vez paradójico y pleno en su significación.
¿Por qué es aquí justa esta interpretación? ¿Se trata acaso de algo que está en la
superficie? ¿Qué significa esto? No significa nada, excepto que Kris, sin duda a través de
un laborioso rodeo, pero cuyo término hubiera podido seguramente prever, se percató
precisamente de esto: que el sujeto, en su manifestación a través de esa forma especial
que es la producción de un discurso organizado, en la que está siempre sometido a ese
proceso que se denomina la denegación y en el que la integración de su ego culmina, no
puede reflejar su relación fundamental con su yo ideal más que en forma invertida.
En otros términos, la relación al otro, en la medida en que tiende a manifestarse en ella el
deseo primitivo del sujeto, contiene siempre en sí misma ese elemento fundamental,
originario, que es la denegación, que adquiere aquí la forma de una inversión.
Como pueden ver, esto no hace sino introducir nuevos problemas.
Para continuar hubiera sido preciso situar la diferencia de nivel entre lo simbólico como tal,
la posibilidad simbólica, la apertura del hombre a los símbolos y, por otra parte, su
cristalización en el discurso organizado en tanto éste contiene, de modo fundamental, la
contradicción. Creo que el comentario de Hyppolite lo ha mostrado hoy magistralmente.
Deseo que conserven a mano el dispositivo y su modo de empleo como hitos a los cuales
puedan recurrir cuando lleguen a encrucijadas difíciles en el desarrollo de nuestra
exposición. Agradezco pues al Sr. Hyppolite por habernos brindado la colaboración de su
gran competencia.