Marcuse, Herbert, crisis de la concepción heredada, epistemologia

Marcuse, Herbert (1898-1979), filósofo estadounidense de origen germano, uno de los
principales teóricos de la izquierda radical y del movimiento denominado Nueva Izquierda,
y un crítico insumiso del orden establecido y de la cultura y las costumbres
convencionales. Nacido en Berlín y educado en las universidades de esta ciudad y
Friburgo, formó parte del Instituto para la Investigación Social de Frankfurt, sustrato de la
escuela filosófica del mismo nombre, junto a Theodor Adorno y Max Horkheimer, hasta
1933, en que el Partido Nacionalsocialista (nazi) conquista el poder y se clausura el
centro. Marcuse emigró a Estados Unidos donde trabajó en el Instituto para la
Investigación Social de la Universidad de Columbia en 1934. Durante la década de 1940
trabajó para distintas agencias de información del Gobierno federal. Después de 1950
enseñó sucesivamente en las universidades de Columbia, Harvard y Brandeis y en la
Universidad de California, en San Diego.
Pese a que su principal interés teórico tendía a una síntesis entre la lógica de Hegel y la
ontología de Heidegger, la influencia de Marcuse en los líderes estudiantiles fue evidente
durante las revueltas universitarias en Europa y Estados Unidos a finales de la década de
1960. Se le considera el padre espiritual de los levantamientos de mayo de 1968 en París
y diversas capitales de Alemania. Su influencia en jóvenes teóricos del moderno
pensamiento político, como el francés Daniel Cohn-Bendit, el germano-oriental Rudi
Dutschke, los españoles Manuel Sacristán y Jacobo Muñoz, o el griego Nicos Poulantzas,
ha sido decisiva para desprender las doctrinas filosóficas críticas de su ortodoxa
vinculación a los conflictos ideológicos y estratégicos de la Guerra fría. En sus escritos,
afirmaba que los males sociales sólo pueden superarse si se renuncia al proceso
democrático liberal. Marcuse mantenía que los mayores desafíos al orden establecido
vendrían de los estudiantes y los grupos minoritarios y no de los trabajadores, que, según
él, están comprometidos con el statu quo. Su filosofía social está enunciada en Razón y
revolución (1941), Eros y civilización (1955), El marxismo soviético (1958) y El hombre
unidimensional (1964).
Adorno, Theodor (1903-1969), filósofo marxista, sociólogo y musicólogo alemán. Nacido
en Frankfurt del Main el 11 de septiembre de 1903, Theodor Ludwig Wiesengrund, su
nombre verdadero, se doctoró en filosofía en la Universidad Johann Wolfgang Goethe
donde había seguido cursos desde 1921 hasta 1924.
En 1925 fue alumno del compositor Alban Berg en Viena, pero volvió a su ciudad natal en
1927, donde fue profesor ayudante en 1931. En 1933 se trasladó a Gran Bretaña y visitó
también Alemania; fue allí donde adoptó el apellido de soltera de su madre, Adorno, para
firmar unos artículos en los que aplicaba los conceptos marxistas a la filosofía y la música.
En 1938 emigró a Estados Unidos, donde colaboró con Max Horkheimer en la elaboración
de Dialektik der Aufklärung (Dialéctica de la Razón, 1947) y en otras obras.
Adorno y Horkheimer volvieron a Alemania en 1949 y enseñaron en Frankfurt desde 1951.
A diferencia de Horkheimer, Adorno siguió trabajando en el tema de la división de clases
en las sociedades modernas en un libro titulado Minima Moralia (1951), que es una
explicación al colapso de la civilización europea durante la II Guerra Mundial, en Jargon
der Eigentlichkeit (Jerga de autenticidad, 1964), critica al filósofo pro-nazi Martin
Heidegger y a otros que negaban la posibilidad de la verdad objetiva. Murió el 6 de agosto
de 1969.
La enorme influencia de Adorno se debe quizás a los conceptos que elaboró en unión con
Horkheimer. Entre estos hay que mencionar el de ‘razón instrumental’, que habla de la
corrupción de los ideales de la Ilustración bajo los actuales sistemas de dominio; ‘la
cultura industrial’, que transforma obras de arte en objetos al servicio de la comodidad; y
‘la personalidad autoritaria’ de los conformistas, que prefieren obedecer órdenes antes
que afrontar y superar las dificultades cotidianas.
Escuela de Frankfurt, movimiento filosófico y sociológico fundado en 1923 y asociado al
Instituto de Investigación Social de la Universidad de Frankfurt.
Su portavoz fue en un principio Max Horkheimer, quien sería nombrado director del
Instituto en 1930 y que expuso la ‘teoría crítica’ de esta escuela en su periódico Zeitschrift
für Sozialforschung (artículos recopilados en la obra publicada en 1968 Teoría crítica). La
escuela era de inspiración marxista aunque también admitía otras formas de liberación
como el psicoanálisis.
Sostenían que el marxismo, al igual que cualquier otra doctrina, debía someterse a la
crítica. Argumentaban que la sociedad moderna está aquejada de enfermedades que sólo
pueden ‘curarse’ con una transformación radical de la teoría y la práctica, y que la
tecnología constituye una de esas enfermedades y no es una solución, como había
supuesto Marx. Asimismo, mantenían que la revolución proletaria que habría de liberar a
la humanidad no es inevitable y que el pensamiento teórico no es del todo independiente
de las fuerzas sociales y económicas.
La función de la ‘teoría crítica’ era analizar detalladamente los orígenes de las teorías en
los procesos sociales, sin aceptarlas de inmediato como hacían los empiristas y
positivistas, ya que ello sería aceptar implícitamente procesos y condiciones de los que el
hombre ha de emanciparse. Afirmaban que las ciencias no están libres de valores, sino
que conllevan supuestos implícitos cuya condición de valor está oculta por su evidente
obviedad. Estos juicios de valor, como la conveniencia de dominar la naturaleza mediante
la tecnología, deben ‘desenmascararse’ y exponerse a la crítica.
En 1930 Theodor Adorno se asoció al Instituto. Era un hombre de inteligencia excepcional
y muy versátil, experto en música, así como en filosofía y sociología. Su amigo Walter
Benjamín también colaboró y en 1933 se asoció Herbert Marcuse, discípulo de Martin
Heidegger. Al año siguiente los nazis cerraron el Instituto por sus tendencias comunistas y
la ascendencia judía de la mayoría de sus miembros, muchos de los cuales se exiliaron,
entre ellos Horkheimer, Adorno y Marcuse.
El Instituto volvió a abrir sus puertas en Nueva York con el nombre de Nueva Escuela de
Investigación Social. En esa época aparecieron publicadas diversas obras: Razón y
revolución (1941), interpretación hegeliana de Karl Marx escrita por Marcuse, La dialéctica
de las Luces (1947) de Adorno y Horkheimer, Minima Moralia (1951) de Adorno y La
personalidad autoritaria, obra sobre psicología empírica de Adorno y otros autores. El
Instituto retornó a Frankfurt a comienzos de la década de 1950 junto con Horkheimer y
Adorno, que fue su director entre 1958 y 1969. Marcuse y los demás miembros
permanecieron en Estados Unidos.
El miembro más destacado de la escuela en los últimos años ha sido Jürgen Habermas.
En su Teoría y práctica (1963) y Conocimiento e interés (1968) apoya los puntos de vista
de Adorno y Horkheimer de que las ciencias engloban presupuestos e intereses
ideológicos y que la razón del progresismo ha pasado a ser un medio de opresión. En su
Teoría de la acción comunicativa (1981) aboga por un ideal de comunicación que englobe
a todos los seres racionales y que esté totalmente libre de la dominación y el interés.
Capítulo IV: Problemática de las Cs. Sociales
Hermenéutica, arte de interpretar textos para fijar su verdadero sentido. En un principio
se utilizó en el estudio de la teología y se aplicó específicamente a la interpretación de las
Sagradas Escrituras, pero su uso se ha ampliado desde el siglo XIX hasta abarcar las
teorías filosóficas del significado y la comprensión, así como las teorías literarias de la
interpretación textual.
Los teóricos de la hermenéutica del siglo XIX, como Friedrich Schleiermacher y Wilhelm
Dilthey, entendían la comprensión como un proceso de reconstrucción psicológica, es
decir, de reconstrucción, por parte del lector, de la intención original del autor. En este
sentido, el texto es la expresión de los sentimientos de su autor y los intérpretes deben
intentar ponerse en el lugar del autor para revivir el acto creador.
El problema de esta concepción es principalmente su exceso de fe en el género humano:
presupone que todo el mundo tiene la misma capacidad para superar las dificultades que
entraña todo proceso de comprensión. Se basa en la creencia de que es posible alcanzar
una única interpretación correcta. Sin embargo, una visión algo más escéptica de la
interpretación sostiene que no hay razones fundadas para emitir un juicio y por lo tanto se
corre el riesgo de hundirse en la ciénaga del subjetivismo y el relativismo (el
descubrimiento de que el conocimiento no es absoluto). El filósofo alemán Martin
Heidegger y su discípulo Hans-Georg Gadamer describían este dilema como un círculo
hermenéutico, en alusión al modo en que la comprensión y la interpretación, la parte y el
todo, se relacionan de manera circular: para comprender el todo es necesario comprender
las partes, y viceversa. Tal es la condición de posibilidad de toda experiencia y toda
investigación humanas.