Mecanismos de defensa que pone en juego el adolescente (yo – superyó)

Durante todo el transcurso de la adolescencia el sujeto estará sometido a constantes presiones del medio y de si mismo, se puede decir que “todo el sistema defensivo del yo esta sometido a una tensión excesiva; en consecuencia, la persona oscila entre refrenar frenéticamente sus impulsos y dar vía libre a la actividad impulsiva”, de esta forma los adolescentes pueden variar su comportamiento drásticamente, en ocasiones ceden a sus impulsos, llevándolos estos a cometer actos los cuales en la infancia nunca imaginaron ejecutar o dejándose llevar por un grupo de pares, el cual le proporcionar apoyo y salida en toda esta actividad impulsiva.
Sin embargo el sujeto también puede optar por contener todos estos impulsos, imponiéndose la sublimación como mecanismo de defensa por excelencia y haciendo que el sujeto reprima gran parte de sus contenidos, deseos y anhelos.
Sin embargo el yo no es la única estructura psíquica que tiene que modificarse en su paso por la adolescencia, el superyo deberá igualmente cambiar la posición y papel que desempeñaba en la vida infantil para ahora poder estar a la par de las nuevas experiencias que el sujeto vive. De esta manera “la instancia superyoica debe transformarse para poder dar paso a un aparato psicológico que incluya en su gama de funciones la función genital – sexual”.
La nueva realidad tanto física como ambiental que se presenta al sujeto deberá ser asumida también por el superyo, el cual tendrá modificar los dictámenes que realizaba en la infancia a la hora de controlar los impulsos provenientes del ello y el medio y ahora se vera obligado ceder en cuanto permitir el sujeto la actuación en lo real de los actos sexuales – genitales que anteriormente solo
eran fantaseados. Si bien la prohibición del incesto continua y algunas del grupo de “reglas” que dominaban al niño aun permanecen en pie, muchas de las cosas anteriormente impedidas desde el superyo ahora serán permitidas. El poder acceder sexualmente a una pareja, la oposición a las reglas establecidas por los padres y en general por la sociedad y el tener la capacidad de cuestionar las órdenes y mandatos que se le dan, es la capacidad que ahora obtiene el adolescente y que el superyo debe permitir desarrollar para la normal evolución del sujeto.
Todo esto “Implica expulsar las identificaciones infantiles y rearmarlas de modo que sea admitida no solo una modificación respecto de la represión de las pulsiones, sino además todo lo contrario.” En esto se resume la nueva estructuración que tiene que realizar el superyo del adolescente, el dejar espacio para la expresión de todo aquello que antes era ferozmente reprimido será la principal modificación que deberá realizar este. De esta manera “Cualquier equilibrio que se hubiese establecido en la infancia y que entonces permitió la relativa calma del periodo de latencia, es destruido por las transformaciones biológicas que anuncian la pubertad el cambio que ha de conducir a la independencia frente a la familia y al dominio de los impulsos sexuales y su enderezamiento requiere la reorganización del superyo”, el dominio creciente de los impulsos sexuales en el sujeto hacen que se rompa la armonía instaurada en la latencia y el superyo es quien debe generar el espacio para que estos impulsos pueda salir de una manera adecuada para la edad y condiciones del adolescente.
Igualmente es en esta etapa donde se evidencia la interiorización de aquellas normas que para el niño eran impuestas desde afuera; ahora lo que se evidencia son estas normas adheridas al comportamiento usual del sujeto. Si bien el adolescente se rebela, por naturaleza, ante el régimen establecido, existen ciertas normas las cuales respeta y acata, estas normas en su mayoría tendientes al grupo y la adhesión social están ya integradas y no se dan por imitación sino por iniciativa propia, en otras palabras “Aunque el muchacho puede continuar adoptando
en muchos aspectos los patrones de conducta parentales, estos patrones deben convenirse en propios y no ser impuestos por los padres; deben interiorizarse de forma mas completa y, en lo que se refiere a ciertas directrices, deben de ser mas bien funciones del yo que mandatos del superyo.”