Freud – Lacan: Mujeres, pasiones y locuras

Mujeres, pasiones y locuras

Atora: Por Stella Maris Rodríguez

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón.

Sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis…

(«Redondillas» Sor Juana Inés de la Cruz)

Las mujeres somos, fuimos y seremos fuente de inspiración, deseos, pasiones y locuras a lo largo de la historia de la humanidad. Existe una pregunta que atraviesa todos los tiempos, culturas, épocas, retornando a través de las artes, la literatura, la música. Pregunta que retorna una y otra vez, dejando marcas, huellas que hacen alguna luz al camino a recorrer. Recorrido que siempre lleva al retorno de la misma. Insistiendo: “¿Qué quiere La mujer?”. Lacan la sustituyó por: “¿Qué quiere una mujer?”

El maestro Sigmund Freud continuó interrogándose hasta sus últimos días por lo enigmático de la feminidad, con lo cual podemos pensar que las tres salidas de la feminidad (inhibición de la sexualidad/ complejo de masculinidad/ normalidad) donde planteaba la normalidad como la maternidad, no terminan de convencerlo. El “continente negro”, lo enigmático de la sexualidad femenina continuó haciéndole ruido.

Estos últimos tiempos, muy singulares por cierto, me han llevado por diferentes lugares que hicieron que necesitara poner en serie: Mujeres-Pasiones-Locuras. Al hacerlo, me llamó la atención que las tres son del género femenino y se escriben en plural. Sabemos desde el psicoanálisis que las mujeres no hacemos clase, se nos cuenta una por una, el conteo es de a una. Quizás allí se encuentre la clave para pensar la feminidad y lo siniestro de la sexualidad femenina, extrañeza radical, desdoblamiento subjetivo que hace que en algunos momentos, las mujeres sintamos ese goce Otro del que nada sabemos, solo se reduce a ser sentido y con él se pueda hacer poesía, como las místicas, las santas, para citar alguna, Sor Juana Inés de la Cruz. Niña intelectual, hija natural, que aprendió a leer teniendo tan solo tres añitos, revelándose al destino social de las mujeres de esa época haciéndose monja para poder seguir el camino del saber. En esos tiempos la elección para las mujeres era o ser madre, o ser monja, teniendo, éstas últimas el privilegio de acceder al campo del saber.

Con respecto a las pasiones humanas también siempre existieron y fueron objeto de investigación, causa de deseo y fuente de inspiración para el arte, la literatura y la cultura en general. Modos de expresión subjetivos donde se “da a ver” a modo de retorno de lo reprimido: lo prohibido, retornando en las producciones culturales. Si no, pensemos en el Barroco, en La Capilla Sixtina que está decorada con frescos llenos de desnudos y obscenidades. Allí nos encontramos con el fresco de Miguel Ángel de “Lilith”, primera esposa de Adán, quién se fue del Edén porque Dios no escuchaba sus pedidos, convirtiéndose en la Reina de los Súcubos (Demonios femeninos).

Todos tenemos alguna pasión que nos causa, que no es lo mismo que tener una modalidad de vincularse con el otro apasionadamente. Elecciones narcisistas del objeto donde las relaciones están rígidas al modo de: Todo/Nada. El otro es otro completo que se espera que satisfaga todas las necesidades. No está operando el objeto como “perdido”, causa de deseo (fallas en la constitución del Estadio del espejo, unificación corporal).

Con respecto a las locuras, también, todos estamos un poco locos, locos por el lenguaje, para el parletre, la pasión por el significante tiene que ver con ese goce en el hablar donde el que habla no sabe lo que dice: “Eso habla”. Siguiendo esta línea todos tenemos nuestra propia locura (que no es lo mismo que estar loco) desde el momento en que hablamos y no sabemos lo que decimos. En realidad más que propia es lo más impropio, solo es posible apropiarse de ella al final de un análisis donde adviene “Eso”. Lo más propio parece lo mas impropio, lo más familiar se vuelve extraño.

La locura es un fenómeno que puede aparecer por momentos tanto en estructuras neuróticas, perversas, psicóticas o melancólicas. 

Hace unos años me llega una adolescente de 20 años, María, que se presenta en un estado de excitación tal, que no puede permanecer sentada mucho tiempo, se dispersa, me cuesta seguirla en su relato, se ríe, llora, hasta que en un momento me cuenta: “A los 13 años me pasó algo feo, violación, abuso sexual… drogas… mi novio y el amigo de él… me hizo probar éxtasis, todas esas cosas… me iba a buscar a la puerta del colegio… el pibe, el morocho brasilero, me bloqueaba todo el tiempo, empecé a hacer terapia con el doctor X… este hombre me decía cosas, que yo lo seducía, después me entere que la indujo a una amiga mía a tener relaciones con él”. Dice llevarse muy bien con el padre, no así con su madre a la que la define como “La Señora Sabiduría”, ella sabe Todo. La señora sabiduría se le presenta a Maria como ese otro completo, sin barrar, arrojándola al goce del Otro aplastante. En la segunda entrevista me cuenta que siente que su mamá hizo algo con la mamá de él, “ya que los brasileros son de hacer esos jueguitos”. Los padres de Maria iban a un templo Umbanda, mientras ella se quedaba rezando con su tía y su hermana G. Dice: “Oramos, a la noche se explotaron las lamparitas, mi tía nos dice que oremos, yo soy cristiana evangélica, yo empecé a hablar en un idioma medio raro, otra lengua, mi tía también… mi mamá es un bicho… todo empezó a partir de ahí” (Intuición delirante). A partir de allí Maria me cuenta: “Yo tengo esos dones que me dio Dios… a los 8 años recibí el don de la lengua, lo podes leer en San Mateo, todos querían construir un mundo hasta llegar a la cima, es lo de la Torre de Babel, entonces Dios dividió las lenguas, para que todos hablaran de un modo diferente, para que no se puedan entender”. Con el correr de las entrevistas comienza a decir cuando tiene alguna alucinación que no sabe si pasó eso o es que ella “flashó”. Comienza otro tiempo subjetivo, vía el acotamiento del goce aplastante del Otro. 

Siguiendo la enseñanza lacaniana, de los tres registros RSI anudados a través del nudo borromeo, se me ocurre pensar a las pasiones del orden del registro imaginario a las locuras en el registro simbólico y a las mujeres en el registro real.

La pasión por el significante puede llegar a la locura, creyendo que es posible simbolizar todo cuando en verdad sabemos que lo real es lo imposible y lo que insiste no cesando nunca de no escribirse. Como analista cabe analizar una reflexión crítica sobre estas cuestiones cruciales a la hora de dirigir una cura y elegir determinadas intervenciones u otras (intervenciones que nos lleguen a desencadenar formaciones delirantes). La locura tampoco nos exime a los psicoanalistas (me incluyo). Si bien es cierto que ante el encuentro sin vestiduras de lo real, el significante calma la angustia, también es cierto que lo real insiste.

Los tres registros suelen resultar muy ejemplificadores para pensar distintas cuestiones. En relación al amor, lo ubicamos en el registro imaginario, al goce en el registro real y al deseo en lo simbólico. Locas de Amor, al modo de las Locuras Histéricas, recuerdo una paciente, Marcia, que para llamar la atención de su esposo, comenzó a crear “sus crisis”, que no eran más que descargas de inervaciones motoras, al modo de los movimientos opistótonos de las crisis histéricas que describía el maestro Freud en Estudios sobre la Histeria. Sus crisis expresaban un deseo reprimido y justamente lo reprimido tenía que ver con la impotencia de su esposo. Cuando logra realizar algunos movimientos en su posición subjetiva, precipitados por la muerte de su padre, con él que tenía una relación de mucha dependencia, las crisis comienzan a ceder, dando lugar al recuerdo. Allí se da cuenta que ella comenzó con la crisis no solamente cuando empezó su menopausia, sino cuando su marido manifiesta impotencia. Hasta ese momento la frígida era Marcia.

Las pasiones, en cambio, están en relación al registro de lo imaginario. Otra paciente, Silvia, 47 años, vive sola, es profesora, soltera, con cierta modalidad de relacionarse al otro, vía una lógica del Todo/Nada, llega a la consulta luego de un accidente que tiene yendo a trabajar en un taxi, donde sufre lesiones en el cuello y cintura, que no son de gravedad médica, pero ella le da una significación tal, que llena toda su vida de dramatismo y le sirve en algún punto, para sostenerse en la queja constante, con un dramatismo terrible. A partir de ese momento se incrementan sus no ganas de nada, ideas de suicidio, que siempre estuvieron, más o menos latentes, sintiéndose muerta en vida. “Yo ya estoy muerta, es una cuestión de tiempo”. Varias sesiones fueron sostener este lamento constante, hasta que en un momento que viene hablando de que no tiene proyectos, que lo que estudió no le gusta porque tiene que ver con los números y a ella siempre le gustaron las artes, le propongo que escriba algo en relación a la palabra “proyecto”. A la sesión siguiente me dice que se olvidó, que para la próxima va escribir, ya que le gusta escribir, pero hace mucho que no lo hace. Así fue y trae el siguiente escrito: 

“En un primer momento me resulta imposible visualizar la palabra proyecto. Lo intento y veo la palabra Fracaso con absoluta nitidez. Están absolutamente ligadas. Hay una diferencia tajante con las palabras fantasía, deseo, lo que me gustaría. Eso está indisolublemente ligado a lo Imposible, lo inalcanzable. No soporto la publicidad del fracaso, los fracasos deben permanecer ocultos. Tengo tolerancia cero al fracaso. El miedo al fracaso me paraliza. El miedo de la mirada de los otros sobre mi fracaso, tiene un efecto devastador. La forma de escapar de esa angustia y del miedo de esa angustia, es no proyectar, no intentar, no hacer. En algún punto me resulta más soportable el manto de la duda, así todo queda en un hipotético potencial. Lo que podría haber hecho, lo que sería capaz de hacer pero no hago. El precio es la angustia. El profundo desprecio que siento por mi mediocridad y mi cobardía. Y la profunda desesperación por el paso del tiempo estéril.”

A las sesiones siguientes comienza a soñar, me dice que vive para soñar y traerme los sueños a mí. El relato de los mismos parecen novelas de ciencia ficción, donde siempre están presente sus otros significativos de su infancia. Paso a paso se va inscribiendo un camino, gestándose una serie de presencia-ausencia en acto, en la transferencia, donde trae sueños, los trabajamos, pero en determinado momento falta una semana y se reinicia la serie ¿Intento de inscribir un objeto en falta?

Para pensar alguna articulación posible entre mujeres, pasiones y locura propongo hacer hablar a las místicas, tal como Sócrates hace hablar a Diótima en su elogio al amor y Lacan a Doltó en el congreso de sexualidad femenina, para ser alguna luz al enigma de la feminidad. A continuación algunos versos de una poema de Sor Juana Inés de la Cruz.

“… ¿En perseguirme, mundo, qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas, y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi entendimiento que no mi entendimiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que vencida es despojo civil de las edades ni riqueza me agrada fementida…”

Sor Juana intenta ser ella misma a través de su poesía, revelándose al destino de ser esposa y madre, dando cuenta de su conexión con ese real, en juego que la hace desposeerse de los objetos para enriquecer su entendimiento y embellecerlo, como nos dice en el poema recién citado. Sor Juana intenta definir a través de sus poesías la esencia del “deseo femenino” más allá del falo, ese más allá del dejarse desear, autorizándose a gozar. Goce místico, suplementario. Precisamente ella, que es monja, una monja enigmática y misteriosa. La creación artística sólo es posible a partir de la hiancia que aparece entre la vida y la obra del autor. 

En Sor Juana aparece la escisión entre la mujer que habla a través de los poemas y la monja intelectual. Su obra tiene una vigencia actual retornando de generación en generación. A Sor Juana no le interesaban las cuestiones políticas ni históricas, lo que si le quitaba el sueño era el lugar de la mujer en el mundo del espíritu. Se sirve de la diosa Isis, diosa egipcia de la Sabiduría. La sabiduría es femenina y ella insinúa que el espíritu también lo es, pero Sor Juana como es muy inteligente apela a la etimología para protegerse de cualquier juicio negativo; aludiendo que la diosa Isis es la personificación de la sabiduría, pero que en su origen es doblemente varón. Argumento paradojal que da cuenta de la contradictoria intimidad de Sor Juana que exalta la condición femenina a través de la identificación de Sor Juana con la diosa Isis, accede a la femineidad vía la madre y la virgen, pasando a figurar el listado de las “mujeres sabias”. Y a propósito de mujeres que han traspasado el límite del sentido nos encontramos con Medea. ¿Es Medea quién hace alguna luz para re-pensar la feminidad?.

Bibliografía

Sigmund Freud: “La feminidad”, en Obras completas, Amorrortu, Bs. As.

“Sexualidad femenina”, en Obras completas, Amorrortu, Bs. As.

Jacques Lacan: El seminario, Libro 20: Aún, Paidós, Bs. As.

Colette Soler: Lo que Lacan dijo de las mujeres, Paidós, Bs. As.

AA.VV., Revista Fluctuat, Nº4, Pasiones y sus destinos, Letra Viva, Bs. As.

Élida Fernández: Diagnosticar la psicosis, Letra Viva, Bs. As.

José Ferrater Mora: Diccionario de filosofía abreviado, Ariel, Madrid.

Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz o trampas de la fé. FCE, Bs. As.

FUENTE: Revista  ImagoAgenda