La naturaleza de la enfermedad

La naturaleza de la enfermedad
Hay, por lo menos, tres características de la enfermedad importantes para la
emisión de respuestas adaptativas:

a) La forma de aparición, curso esperado de la enfermedad, y
tratamiento que exige.
b) La naturaleza y extensión de las limitaciones que implica.
c) El tipo y extensión de los cambios en la apariencia física y
funciones corporales que produce (Moos, 1979).
Con respecto a la forma de aparición se puede distinguir entre:
a) Enfermedades crónicas congénitas y adquiridas (las congénitas
exigen la adaptación a disminuciones o ausencia de funciones sin
experiencia previa de pérdida; las adquiridas exigen la adaptación
a la pérdida de funciones).
b) Imprevistas y graduales (hay una diferencia importante entre las
exigencias de adaptación en uno y otro caso).
a) Resultado de accidente, de patología, de defecto genético, u otra causa
(el modo cómo responden las personas inicialmente, el sentido de
esperanza, los sentimientos de angustia, frustración, e impotencia, etc.,
variarán dependiendo de cuál sea la causa de la enfermedad o
discapacidad crónicas).
Por su parte, el curso de la enfermedad puede ser muy variado. Algunas
enfermedades son estables una vez pasada la crisis aguda.
Otras pasan por
períodos de remisión seguidos de exaltación. Otras son continuas y
progresivamente deteriorantes. Aquí, la predictibilidad es el factor clave para la
adaptación y manejo de la enfermedad. Las complicaciones imprevistas y las
imprevisibles es posible que acaben produciendo un sentimiento de desaliento y
que determinen la naturaleza y extensión del retorno a la representación
adecuada del papel social del sujeto.
El control del tratamiento, del régimen terapéutico, es también un factor de
adaptación. Algunos tratamientos exigen mucho tiempo y son muy aburridos
(por ejemplo, la diálisis). Otros tratamientos son físicamente dolorosos y otros
requieren modificaciones importantes en el estilo de vida de la persona (dieta,
hábito tabáquico, ejercicio físico, etc.)
Por lo que toca a la naturaleza y extensión de las limitaciones que produce, nos
encontraremos con diferencias en los tipos de respuesta y en las capacidades
de afrontamiento dependientes de que se haya producido afectación somática o
no.
Los problemas sensoriales (visión u oído, sobre todo), por ejemplo,
requieren un tipo de respuesta diferente de los problemas asociados con la
movilidad, la cognición o el habla.
En tercer lugar, la adaptación a la enfermedad crónica está también determinada
por el tipo y extensión de los cambios en la apariencia física y en funciones
corporales.
Por ejemplo, las desfiguraciones visibles (sobre todo las que afectan
a la cara), pueden suponer un impedimento importante para la interacción social;
por pérdida de funciones corporales (por ejemplo, en el caso de parálisis), que
aunque supongan mayores limitaciones funcionales, quizás no representan un
cambio social importante.