El niño en el psicoanalista (EL PSICOANALISTA Y EL “NIÑO” EN EL MISMO)

El Psicoanalista y el «niño» en el mismo

El niño en el psicoanalista
Florence Guignard

II) EL PSICOANALISTA Y EL “NIÑO” EN EL MISMO
Esta primera hipótesis requiere una serie de reflexiones complementarias
y ante todo la necesidad de tomar en cuenta el homólogo
del “niño” en el paciente, a saber: el “niño” en el analista.
Se impone preguntarse qué lugar tendrá este “niño-en-el-psicoanalista”
en la articulación postulada precedentemente y según la
cual la excitación suscitada en el psiquismo del psicoanalista, en el
punto de impacto de “el-niño-en-el-paciente”, será a la vez lugar de
represión y fuente de una preforma encuadrante-continente para la
cura analítica.
Está justificado pensar que las cualidades y características de este
“niño-en-el-psicoanalista” jugarán un rol capital en este doble
proceso originado por la regularidad y la duración de los encuentros
analíticos pluri-hebdomadarios con las cualidades y características
del “niño-en-tal-paciente”.
Tal como es lógico en la herencia del pensamiento freudiano,
situar, aun en el psicoanalista, los “puntos ciegos” del lado de lo
pulsional y de lo infantil –es decir, del “niño” tal como lo he
redefinido más arriba– no podría evitar, para formular mi segunda
hipótesis, abordar una reflexión sobre las exigencias particulares
que atañen a los criterios del análisis personal del psicoanalista.
A pesar que se trata de un tema tan inefable para las instituciones
psicoanalíticas como el sexo de los ángeles para las instituciones
religiosas, se puede sin embargo esperar encontrar cierto consenso
alrededor de la idea, vaga y general, según la cual un psicoanalista
debería haber efectuado un trabajo analítico personal “suficientemente
profundo y detallado” como para permitirle escuchar a su
paciente, sin tener que movilizar en él mismo defensas que lo
llevarían a trabar demasiado la buena marcha del proceso en sus
analizados y especialmente, que debería poder no necesitar el uso de
un modo de defensa demasiado proyectivo y no sufrir inhibiciones
muy invalidantes del pensamiento asociativo.
Sin embargo, nada ha sido dicho aún sobre el devenir de los
elementos infantiles en el psicoanalista, aquellos mismos que habían
dado lugar a una neurosis infantil, en principio “disuelta” por la
acción del proceso analítico a través de la “resolución” de su
neurosis de transferencia.
Mi hipótesis sobre este tema está ligada a cinco puntos:
1) La disolución de una formación neurótica no implica la
disolución de los elementos pulsionales, relacionales e identificatorios
que estaban incluidos en su trama. Contrariamente, se puede
esperar una liberación de esos elementos, que por un lado van a
reorganizarse y serán reinvestidos en las dimensiones narcisística y
objetal modificadas, y por otro lado sufrirán una nueva represión,
menos invalidante que la precedente pues será más adecuada.
2) Uno de los aspectos más importantes de estas nuevas investiduras
en el psicoanalista para el ejercicio de su función, está
constituido por su capacidad de utilizar de manera más adecuada los
límites de su Yo –reforzados y mejor delimitados gracias a su trabajo
analítico personal– como contenedor del “niño” en él mismo.
Esta capacidad, antídoto de los desbordes patológicos del narcisismo,
reduce, para el psicoanalista, el peligro de dejarse seducir
y llevar por este “niño” en él mismo. En efecto, es necesario
también contar con las características de este “niño” que, en el
adulto, busca imponer la omnisciencia y la omnipotencia de “Su
Majestad el Bebé”. Así, en el psicoanalista, esta omnisciencia lo
podría llevar a incluir al paciente en una imagen narcisística sobre
la que aplicaría interpretaciones proyectivas, y su omnipotencia lo
pondría en riesgo de ser impulsado a cometer acting-out contratransferenciales
diversos.
3 ) Como la represión se apropia por definición de lo que gravita
alrededor de lo pulsional infantil, lo traumático y la patología de los
objetos internos –objetos de los objetos internos y problemáticas
transgeneracionales–, las ediciones nuevas de la represión en el
psicoanalista no atraerán solamente los aspectos no enunciados o no
analizados durante su cura analítica, sino también lo que podría
designar como los elementos constitutivos de su Weltanschauung:
especialmente, sus teorías sexuales infantiles –que subtienden evidentemente
sus teorías metapsicológicas– así como sus recuerdos
encubridores –de los que Freud llegó hasta considerar que
“contrabalanceaban completamente la famosa amnesia infantil que
es tan importante para nosotros desde un punto de vista teórico…
Representan los años olvidados de la niñez de manera tan exacta
como el contenido manifiesto de un sueño representa los pensamientos
del sueño” (Freud, S., 1914).
4) Por otro lado, en el psicoanalista como en todo otro ser
humano, el status del “niño”, tal como lo he definido más arriba, se
sitúa en la articulación pulsional de las formaciones psíquicas.
Esto tiene una consecuencia muy importante para el funcionamiento
del psiquismo del psicoanalista en ejercicio. En efecto, al
estar a cargo de la neurosis infantil de su paciente bajo la forma de
su neurosis de transferencia, deberá en su escucha psicoanalítica,
estar constantemente atento al “niño” en él mismo. Pienso sin
embargo, que no podrá serlo de manera realmente psicoanalítica
más que en la exacta medida en la que no se contentará con escuchar
a ese “niño”, sino que también observará el funcionamiento del
“niño” en él mismo, en el hic et nunc de la sesión.
Ahora bien, esta actitud contratransferencial que puede parecer
ir de suyo, es en realidad la expresión de una situación que está lejos
de ser simple. En efecto, supone que el analista pase su tiempo de
ejercicio profesional en luchar contra la represión que intervino en
él “terciariamente”, normalmente, en un tiempo postanalítico, sobre
buena parte de esos elementos infantiles liberados de su organización
neurótica.
En consecuencia, la excitación ligada a la fuerza pulsional del
“niño-en-el-analista” se verá artificialmente desviada en parte de su
destino –que es la represión– a fin de permanecer al servicio de la
actividad profesional de éste.
5) Llegamos así a la cuestión planteada por Freud, sobre el
análisis con terminación o sin terminación: “Parece, escribe, que un
cierto número de analistas aprenden a utilizar mecanismos defensivos
con el objetivo de alejar de sí mismos las implicaciones y
exigencias que implica el análisis, desviándolos hacia otras personas,
de modo que ellos siguen siendo como son y pueden sustraerse
a la influencia crítica y correctiva del análisis”. Agrega, un poco más
lejos: “No sería sorprendente que el efecto de una preocupación
constante con todo el material reprimido que lucha por su libertad en
la mente humana comenzara a bullir en el psicoanalista lo mismo que
las exigencias pulsionales, que de otro modo es capaz de mantener
reprimidas” (Freud, S., 1937).
Se recordará que Freud hace seguir estas observaciones por el
consejo, para todo analista, de retomar un tiempo de análisis cada
cinco años, lo que lo lleva a constatar: “Esto significaría en
consecuencia que su propio análisis, y no solamente el de sus
pacientes, se transformaría desde una tarea terminable en una tarea
interminable”.
Considerado bajo el ángulo del “niño” en el adulto, el ritmo
propuesto por Freud para retomar un tiempo de trabajo analítico
personal –cinco años– no puede no evocar la edad edípica.
Según mi hipótesis, la excitación producida en el analista por el
impacto sobre su preconsciente, del “niño” en el paciente, excitación
mantenida artificialmente fuera del proceso normal de represión
por las necesidades de la escucha analítica, no provienen tanto
de los conflictos infantiles que habrían escapado anteriormente al
análisis personal del analista. Más bien, de lo que este mantenimiento
experimental de “el niño-en-el-analista” tan cercano como sea
posible de la conciencia, es decir, de esta constante atención y
escucha del punto de entrada de lo pulsional en lo psíquico.

* Publicado en Revue Française de Psychanalyse © PUF, tome LVIII, Partie 3, 1994, pp. 649-659.

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