Posmodernidad y adolescencia: individualidad, el racionalismo y la universalidad

Adolescencia – Individualidad, racionalismo y universalidad

La postmodernidad es el fruto de un proceso socioeconómico, político-cultural que se ha caracterizado por la individualidad, el racionalismo y la universalidad. Son consecuentes con los progresos tecnológicos, la busca de igualdad, la ruptura de fronteras que desmistificaron a los mitos, las religiones y lo colectivo. (Rouanet, 1997).
El hombre de la actualidad está mucho más liberado. Conquistó una mayor igualdad de
derechos, individualidad y emancipación. Por otra parte, estas conquistas lo están
impulsando a la formación de grupos específicos y corporativos, fragmentando a la sociedad
mayor y a la cultura. Éstas son insuficientes para llevar a cabo las transformaciones y
necesidades impuestas por los actuales procesos de desarrollo. Se encuentra amenazada la
estabilidad que se necesita para se encuentren los medios de convivencia social que
sustenten el bienestar común. Esa estabilidad está garantizada por los valores éticos y
morales, enraizados en el proceso histórico y de preservación de la memoria.
La dialéctica se expresa en la conquista de la individualidad, cada vez más globalizada, la que abre caminos tanto para la introspección, la reflexión, la expresión, la creatividad
humana y la eficiencia como para la racionalización.
De manera concomitante, favorece la
acción intempestiva, la concreción, el inmediatismo, el “vivir el presente”, el narcisismo, el
odio, la irracionalidad y la inconsecuencia.
La expansibilidad del Hombre, en cuanto a sus posibilidades de conquista y de poder, es de
tal amplitud que genera un fuerte clima de tensión, inseguridad y falta de compromiso con el
porvenir. Se corre el riesgo de caer en un estado de indiferencia y pasividad, o lo contrario,
de acciones impulsivas e impensadas cuya función sea la de descargar el nivel de tensión en
la búsqueda del equilibrio interno. Las fuertes necesidades de adaptación y de descarga de la
tensión producen frustraciones y mecanismos de defensa del aparato psíquico.
Esos estados emocionales pueden ser el resultado de los sentimientos de impotencia,
inseguridad y ambivalencia, generados por los cambios repentinos y constantes en la
sociedad. Crean un sentimiento de vacío interior cada vez más frecuente.
Entre los jóvenes estos sentimientos se agravan por la propia depresión inherente a la “crisis normal de la adolescencia” (Aberastury & Knobel, 1971; Levisky, 1995) convirtiéndose en un campo propicio para el uso de drogas, que va desde la simple “cervecita”, abiertamente
vehiculada para el público joven, con el consentimiento de toda la sociedad, hasta el
consumo de marihuana, crack o cocaína, de fácil acceso para todas las clases sociales.
Existe una amenaza constante de ruptura de las relaciones intra, inter y transubjetivas. Esas
desaveniencias originan una mayor incidencia de los mecanismos psicológicos regresivos, de
naturaleza psicótica, neurótica o psicopática. En estos estados mentales hay un predominio
del funcionamiento de estados mentales primitivos: omnipotencia, egocentrismo, separación,
negación de la realidad, intensas proyecciones, concretización del pensamiento, paso al acto,
tendencias narcisistas. Son mecanismos que están presentes en todos nosotros, pero que se
exacerban frente a situaciones traumáticas ocasionales o acumulativas. En la adolescencia,
debido a la vulnerabilidad yoica inherente al proceso, la inadecuación de las condiciones
ambientales amplifica los estados mentales antes mencionados. Eso se refleja en el
comportamiento, con la tendencia a cristalizarse como un modo de funcionamiento mental.

FUENTE: ¨ADOLESCENCIA Y VIOLENCIA: EL PSICOANÁLISIS EN LA PRÁCTICA
SOCIAL¨, David Léo Levisky.